Exesposa al poder -
Capítulo 53
Capítulo 53:
Samantha se alegró por ver y sentir a Vlad. Aunque no lo demostró se lo dijo con la mirada, Vlad por alguna razón la sintió tensa y hasta incómoda por hablar con los Jones, y de algún modo la mirada del padre de Olivia no le gustó para nada;
El señor Jones asintió cortes ante el saludo de Vlad. Dando palmadas en la mano de Olivia le dijo.
“Vlad, te perdiste por unos minutos. Mi bella Olivia te ha estado buscando por todo el salón”. Olivia dejó ver una gran sonrisa de placer cuando sus ojos se cruzaron con los de Vlad, quien no mostraba más que un estado neutro y serio: “¿A dónde fuiste?”.
“Salí a tomar un poco de aire”. Respondió sin la necesidad de alargar la conversación. Las comisuras de sus labios se estaban abriendo en dirección a Samantha, pero se vio interrumpido por la voz de Olivia.
“Me hubieras dicho”. Caminó hacia él e hizo círculos imaginarios en su corbata: “Yo podría acompañar, ya que tu esposa y pronto tu ex, no lo hizo”.
“Yo le pedí que se quedara”. Dijo con bastante seriedad. Dejó de verla, tomó con más fuerza la mano de Samantha asegurándose no lastimarla y le dijo: “Saludaré a mis tías”.
Miró para los Jones para despedirse.
“Señor Jones, Olivia, me disculpan, pero debo de retirarme”.
“Adelante”. Respondió el hombre dejando ver una gran felicidad en su mirada. Vlad asintió y emprendió su camino con Samantha, pero se vio detenido cuando él le dijo: “Supongo que te veré para los preparativos de la boda con mi hija”.
Vlad apretó la quijada y sus dientes por semejante comentario tan absurdo. Hasta el señor Jones estaba de acuerdo con ese matrimonio de mala muerte ¿Qué ganaría sí le entregaba su hija a él? Se preguntó.
Los apellidos serían unidos, y nacería una nueva marca comercial donde sólo los Ferguson serían los beneficiarios, los Jones sólo tendrían prestigio social y uno que otro reconocimiento, fuera de eso nada. Sin la necesidad de mirarlo, supo responderle.
“Esperemos a ver que nos dice el tiempo, yo no prometo nada”.
“El contrato es con tu padre, Vlad. No necesitamos aprobaciones de ambos lados. Él único que puede romperlo es él”. Aseguro sin dejar de sonreír, como su disfrutara algo.
Vlad simplemente asintió, el hombre le había dado y reforzado la respuesta que ya tenía en mente. Respiró con fuerza y caminó en dirección de las señoras Ferguson.
“Papi ¿Me das tu palabra de que me casaré con Vlad?”. Olivia hizo la pregunta como una niña caprichosa que no dejaba de preguntar una y otra vez. Era algo que la emocionaba y no se permitía a dejar de pensar en ello.
El hombre sonrió, la apegó a su cuerpo para dejar un beso en la frente y le dijo.
“Por supuesto, nena, Hamilton y yo ya hemos firmado un contrato. Te casas con él después del matrimonio con Samantha, más tres meses. Sólo se paciente”.
Olivia decidió abrazarlo, estaba emocionada por la fecha de la boda propuesta que no importaba esperar. Ella sería la Señora Ferguson como lo habían planeado cuando era prometida de Vlad, las esperanzas volvieron y le permitía soñar.
“Vlad”. Llamó Teresa cuando estos al fin estuvieron solos: “¿Enserio piensas dejar a Samantha por Olivia?”
“No”. Respondió.
En sus manos sostenía un trago que lo llevó a la altura de sus labios y bebió muy despacio, degustando del sabor.
“Tengo dos planes en mente”. Dijo con sus ojos fijos en Hamilton, quien saluda a todos sus invitados con la presencia de sus hermanos: “Uno es de reserva que no deja de parecerse al primero. En cuanto llegue el momento los pondré en marcha”.
La mujer estaba curiosa por saber lo que Vlad planeaba.
“Por obvias razones no puedo contártelo, no confió ni en mi sombra para esto”.
“Haces bien”. Sonrió, él nunca la había defraudado. Intentó tocar su rostro, pero se contuvo, Vlad no dejaba que nadie lo hiciera, a excepción de Samantha: “Cuando tu madre intentó escapar contigo en brazos antes de que entraras al internado, tuvo la mala suerte de contar sus planes. No cometas el mismo error, Vlad”.
Él mantuvo una mirada desolada y de pocos amigos. Hablar de su madre era revivir el pasado y prefería no hacerlo.
Teresa notó aquello, se acercó un poco más y le dijo: “Si amas a Samantha, harás lo mejor para ella”.
“Teresa, será mejor que hablemos de otra cosa y una de ellas es esto”. Cambió de tema y le entregó una carta a escondidas a la vez que mantenía su mirada a otro lugar que no sean los ojos cansados de la mujer: “Es una carta de tu hija, léela y la quemas cuando hayas terminado”.
Teresa no dejó ver sus emociones, tomó la carta y se la guardó entre los senos para que su esposo no la vea.
“Es lo primero que tengo de ella desde que se fue, gracias”.
Vlad asintió, Samantha estaba llegando acompañada de Clara.
“¿Todo bien?”. Le preguntó a ambas mujeres. Ellas de repente fueron al baño sin la necesidad de hacerlo.
“Lo está”. Respondió Samantha algo animada.
Vlad fijó sus ojos en el rostro de Clara, su tía mayor, y notó mucho polvo aun lado de la mejilla. Llevó sus manos hasta ahí e intentó limpiarla.
“No”. Clara intentó apartarlo, la pena era mucho más grande: “No lo hagas, Vlad”.
Vlad no se detuvo ante su petición, limpió el polvo y retiró algunos cabellos del rostro.
“Ese miserable”. Habló entre dientes. La rabia que sentía amenazaba con salir: “Serán tres por uno”.
Luego bebió de su trago una vez más.
“Todos tenemos planes, Vlad. Yo también los tengo y espero que esto pueda ayudarte”. Clara sonrió animosa, tomó la mano de Teresa y juntas caminaron hasta dejar a la pareja sola.
Samantha se sentía como en un laberinto sin salida, para donde caminara se perdía. Todos parecían hablar en metáforas para no ser descubiertos. Intentó decirle algo a Vlad, pero se vio interrumpida cuando la voz del patriarca resonó por todas partes.
“Bienvenidos, familia Ferguson y otros”. Sonrió al mismo tiempo que sus manos se dirigían hacia delante: “Hoy 18 de septiembre, mi amada esposa Amara cumple 23 años de muerta. Lamentablemente la perdimos, su enfermedad pudo más que ella, pero en su lugar nos dejó parte de su esencia, Vlad, nuestro próximo patriarca Ferguson”.
Sonrió en su dirección complacido y dijo con algo de pena.
“Les pido un minuto de silencio en honor de mi difunta esposa”.
Todos ahí dentro decidieron obedecer, ni el más mínimo ruido se escuchaba, ni siquiera el viento se atrevió a silbar. Cuando el minuto llegó a su fin, Hamilton volvió a decir.
“Fueron días difíciles cuando ella murió. Me quedé con Vlad de nueve años y pasé a ser un padre soltero que día a día luchó por sacar a su hijo a delante al igual que a toda una familia”.
Todos ahí aplaudieron honrando y alabando al padre del año. A excepción de los que estaban cerca de la realidad.
Vlad no soportaba tanta palabrería y falsedad por parte de Hamilton. Los tormentos y huellas que tiene en su mente todavía continúan frescas y al acecho por la forma tan vil de educarlo, eran sus más grandes demonios que se vio obligado a controlar.
Él siempre le agradecería algo a su madre, haberle enseñado lo que era amar, proteger y sacrificar. Se mantuvo erguido en la ceremonia sin la necesidad de demostrar nada, hasta que sintió unas manos tomar las suyas. Era Samantha, quien con sus labios estirados logrando una pequeña sonrisa le decía: ‘Yo siempre estaré para ti’.
Vlad asintió. Protegerla a ella y a su hijo era una idea que no iba a descartar.
“Adams, a casa”. Ordenó Vlad al abrir la puerta del auto para Samantha. Salir se ese lugar era lo que más deseaba cada vez que daba un paso adentro.
“Si, señor”. Dijo el hombre. Tomó su lugar tras el volante y se pusieron en marcha.
Samantha sabía que era un tema delicado hablar de Amara, así que no hizo preguntas en el camino de regreso. Con su rostro recostado en el pecho de Vlad, se quedó a acariciarlo de forma inconsciente, dibujado círculos pequeños y caminos largos sobre este.
“¿Intestas seducirme?”. Lo escuchó preguntar.
Samantha regresó a mirarlo. Había una gran diferencia entre lo que él le permitía hacer por voluntad propia, y lo que le negaba a Olivia cuando esta lo intentaba.
“No”. Negó con una sonrisa divertida. Mordió su labio inferior sin despegar miradas con Vlad y le dijo: “Lo hice inconscientemente, no me di cuenta”.
Vlad sonrió de lado, la acercó para besar su frente y sacar el control del pequeño juguete v!brador que guardaba en su bolsillo, luego presionó uno de los botones.
Samantha sintió como todo su cuerpo vibraba, quemaba y hasta se llenaba de energía, vivía en el fuego de Vlad donde todo quemaba. Apretó las piernas y le dijo con una voz un poco cansada, como si estuviera corriendo un maratón.
“Voy a gritar, Vlad, Adams va a escuchar”.
“Mi auto, mis reglas. Yo hago lo que quiero y cuando quiero sin que se me juzgue”. Vlad la tomó y sentó en sus piernas, quería sentir como ella se retorcía por dentro del placer: “Déjalo escapar, Sam, no lo retengas y tampoco se lo impidas”.
Habló al oído con la con una voz suave, fuerte, seductora y deseosa. Al mismo tiempo una de sus manos tomó de rehén el pezón de Samantha y se quedó ahí a torturarlo.
Samantha apretaba labios y piernas. La intensidad era demasiado, sentía que su cuerpo en cualquier momento iba a explotar. Sentía como un fuego abrazador se apoderaba de ella a tal punto de comprimir sus paredes. En respuesta su pequeño cuerpo se encogió con dureza, logrando que la intensa sensación se desbordara de manera desesperada en cada centímetro de su piel. Lentamente su respiración se ahogó en la garganta, todo se estaba acumulado ahí y la hacía querer gritar. Dejó caer el rostro en el pecho de Vlad con la intención de no liberar sus gritos de place.
“No lo puedes impedir, déjalo salir Sam, déjalo salir”. Insistió y subió de nivel, tanto en la bala v!bradora como en sus senos. Sus manos eran de mantequilla, no dejaban de recorrer por toda su piel. Vlad estaba más que complacido por la hermosa escena.
“Ya no puedo, ya no puedo”. Samantha apegó sus labios hasta tocar la piel de su garganta y terminar soltando todo en un g$mido ahogado: “Ahh”.
Su cuerpo temblaba y piernas pensaban como no tenía idea. Era como si todas sus energías se convirtieran en cero y la liberación hubiera llegado para llevársela. Vlad la tomó como una bebé, sus manos caminaron hasta llegar al pequeño artefacto dentro de ella y lo retiró, había hecho un excelente trabajo.
“¿Estás cansada?”. Preguntó.
Samantha sólo pudo asentir, la exquisita tortura dio su fin y el sueño estaba por empezar.
Vlad sonrió, retiró su saco y decidió arroparla. Dejó que descansará descansara en sus brazos y esperó hasta llegar a casa.
Adams mantuvo su mirada siempre al frente, no se atrevió a mirar la escena que ocurrió en los asientos traseros, ni siquiera miró a Samantha. Continuó condiciendo hasta llegar.
Vlad llevo en brazos a Samantha hasta subir a la habitación matrimonial. La dejó sobre la cama, tenía el sueño tan pesado que bien podía competir con una piedra. Buscó una pijama y se la puso, no iba a despertarla por algo tan simple que él podía hacer. Después fue por la suya, se recostó junto a ella, la abrazó y se quedó a sentirla. Su aroma, su piel tan calidad y su cuerpo era la mejor medicina.
“Samy, me he vuelto adicto a ti”. Dijo en una voz baja que quizás ella nunca iba a recordar sus palabras. La envolvió una vez más y volvió a hablar dejando un beso en su cabello: “Soltarte no es una opción, siempre está la opción de recuperarte”.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar