Exesposa al poder -
Capítulo 51
Capítulo 51:
Samantha llegó a la ubicación indicada en el teléfono. Dio un leve suspiro cuando sus ojos se encontraron con la mansión. Se veía abandona y algo vieja, hasta el jardín tenía mala hierba. Volvió a respirar, dejó de verla y buscó las bolsas de las cosas que había comprado de camino.
Salió del auto con la bolsa en mano y caminó en dirección a la casa. La puerta principal estaba llena de polvo y las bisagras resonaban demasiado fuerte que impedir un ruido era imposible. Caminó muy despacio, todo adentro estaba cubierto por sábanas blancas, los muebles, armarios y otras cosas.
Alzó su mirada para observar un retrato familiar, eran los padres de Vlad. Hamilton como siempre mantenía una postura de autoridad sobre ellos, su esposa estaba junto a él y Vlad en medio. Su mirada no expresaba nada, no había emoción ni tristeza, desde pequeño todo en él estaba vacío y neutro.
Dejó de ver el retrato y continuó caminando, necesitaba ponerse algunas cosas que estaban dentro de la bolsa.
Vlad estaba dentro de su vieja habitación, ocupando una silla cerca de la ventana que daba a las afueras de la casa. Su mirada se mantenía en silencio mientras observaba aquellas montañas en las que más de una vez deseó desaparecer en ellas. Cuando era pequeño, escapar de aquel infierno era su más grande deseo. Tener alas y volar lejos de ahí e irse con su madre.
“Vlad”. Escucho la dulce voz de Samantha llamarlo. Fue como el sonido de los ángeles que lo apartaban de aquel infierno en el que se encontraba lamentándose. Decidió verla, sus ojos se abrieron cuando notó las prendas que usaba.
“Es la primera vez que uso esto y quiero entrenarlo contigo, soy tu regalo de cumpleaños, Vlad,”. Dijo con una sonrisa nerviosa en espera de su respuesta. En su cuerpo llevaba un seductor conjunto de lencería color negro y el broche que se le fue entregado.
Vlad pestañó muchas veces, estaba dentro de un mar de emociones que no dejaban de crecer. Samantha era un ángel y al mismo tiempo una diabla.
Decidió ponerse de pie, caminó hasta poder besarla y aferrarse a ella como a nadie en el mundo.
“Quiero mi regalo”. Su voz fue seductora cuando rezumbo en el oído de Samantha, logrando en ella una innumerable cantidad de candela por todo su cuerpo.
“Te lo daré”. Samantha sonrió, volvió a besarlo y sin quitarle la mirada le dijo: “Pero yo haré todo”.
“Estoy dispuesto a tomar el riesgo”:
Samantha asintió, empezó a caminar sin despegar su mirada hasta que Vlad retrocediera y cayera a la cama de golpe. Como una gata se sentó en la pelvis de Vlad y empezó a desbotonar su camisa botón por botón. Su escultural tórax quedó descubierto y a voluntad de ella, quien con sus dedos empezó a dejar círculos dibujados con las yemas.
Se acercó a sus labios dejando un dulce beso. Al separarse le dijo al oído.
“En la bolsa tengo unas cosas, espera”.
Vlad estaba demasiado curioso por saber lo que ella tenía en mente, que por un momento quiso tomar el control, pero no tanto para no dejar que ella continúe.
Samantha sacó fresas, chocolate amargo derretido y dos cintas rojas. Iba a poner en práctica las clases de Martina. Volvió con Vlad, dejó los primeros ingredientes en la mesa de noche y tomó las cintas, la primera cinta la colocó en sus ojos para que no vea y la segunda la ató en sus manos.
“No podrás tocarme ni verme, Vlad Ferguson”. Le dijo cerca del oído: “Sólo disfruta y deja que sea yo quien te lleve al infierno”.
La piel de Vlad se erizó por completo, estaba soportando mucho castigo.
Samantha tomó una fresa y la dejó en los labios de su esposo. Tomó el embace del chocolate y empezó a regarlo sobre en el pecho de Vlad, dejando un río sobre su piel. Volvió a montarse en el cuerpo de Vlad y empezó a subir con la ayuda de su lengua por donde había dejado chocolate hasta llegar a la fresa y comerla junto a él.
“Samantha, ya no lo soporto. Me…”.
“¿Te estas quemando?”. Interrumpió ella.
“Lo estoy”.
“Entonces vas a quemarte más con esto”. Samantha sonrió pervertida y volvió a bajar por el rio de chocolate.
Sus manos se ubicaron en el pantalón de Vlad. Quitó el botón y el cierre muy despacio, haciendo que la condena para él sea desesperante. Hacer aquello tenía que ser similar a cuando ensayó con la banana en la primera clase de Martina.
Agachó su mirada, provocando que Vlad abriera sus labios cuando sintió los dulces labios de Samantha abrazarlo una y otra vez. Maldijo no poder tocarla ni verla, la sensación era extrema y caliente, el deseo se volvió incontrolable.
Samantha dejó de acariciar aquella parte, limpió parte de sus labios, retiró sus pequeñas ropas seductoras y se sentó en la pelvis de Vlad, donde un gran bulto la invitaba. Fue muy despacio, movió las caderas de arriba abajo, tomando el control por completo.
Continuó una y otra vez hasta que dejo caer su cuerpo en el de Vlad para poder besarlo, quien experimentaba el más delicioso placer con su esposa. Samantha decidió que era hora de soltarlo, liberó sus ojos y después las manos. Vlad de inmediato la tomo con fuerza hasta quedar encima, era hora de equilibrar las cosas.
Sus manos buscaron aquel chocolate, tenía suerte, todavía quedaba la mitad.
“Quédate quieta”. Ordenó.
Tomó la fresa del tazón, la unto en el chocolate y recorrió con ella desde el vientre de su esposa hasta depositarla en los labios, dejando a su forma el camino que quería. Se acercó a su boca y comió aquella fruta. Al terminar bajó por el camino de chocolate y llegó a aquella zona prohibida, depositando besos y más besos que cada vez era insoportable.
Cuando sintió que Samantha estaba más que lista, volvió a ella y sin piedad alguna empezó a embestirla.
“Supongo que nos quemaremos”. Dijo Vlad entre gruñidos y sin parar.
“Mmm. Supones bien, Vlad”. Respondió Samantha ahogándose en un mar de placer.
Vlad sonrió, le gustaba mucho la perversidad de su esposa, una que podía compartir con él y solo con él. La envolvió en un beso lleno de fuego y no paró hasta quedar agotados o hasta que Samantha se dejó venir.
‘Mamá’. Llamó Vlad de nueve años. Abrió la puerta muy despacio y entró llenó de miedo, pero en cuanto vio a su madre yacida en la cama, se alegró y fue por ella, permitiéndose al fin un abrazo, – ‘Mamá, te extrañé’.
‘Mi amor no llores; si tu padre te ve, va a castigarte’. Dijo la mujer tratando de limpiar aquellas lágrimas derramadas con la poca fuerza que tenía: ‘También te extrañe, feliz cumpleaños, Vlad. Feliz cumpleaños número Nueve’.
Vlad volvió a abrazarla, tenerla era el mejor de los regalos. Conversaron como nunca, rieron y se permitieron abrazarse, hasta que unos grandes pasos se acercaron y él tuvo que esconderse debajo de la cama.
Hamilton entró de golpe, su mirada era la de un asesino.
‘¿Dónde lo tienes?’. Preguntó con voz de estruendo.
Amara, como era el nombre de la mamá de Vlad, trato de demostrar que no sabía de qué hablaba Hamilton.
‘No sé de qué me hablas’.
El tiró un par de carcajadas el aire por la terrible respuesta. Miró debajo de la cama y señaló a sus hombres que sacaran a Vlad. Amara hundió sus ojos, su esposo no perdonaba las mentiras.
Hamilton caminó hacía ella, sacó la pistola que tenía dentro del pantalón y apunto la cabeza de Amara.
‘Par favor, no enfrente de mi hijo. Mátame, pero saca a Vlad de aquí, te lo pido’. Las lagrimas empezaron a recorrer una tras otra, desde que se casó con él Amara ya estaba resignada a morir, la verdadera enfermedad que tenía era la gran pena de ser separada de su hijo: ‘Se un hombre, Hamilton y no permitas que Vlad vea esto’.
‘Le voy a enseñar a ser un hombre, y que mejor forma que ver esto’. Respondió con una sonrisa desalmada en su rostro: ‘Estoy educando a un patriarca, no un débil’.
Vlad hundió sus ojos, por su culpa su madre iba a morir.
‘No lo hagas padre, no lo hagas. Prometo ya no visitarla, pero no lo hagas’. Dijo desesperado, tratando de luchar con todas sus fuerzas en contra de los hombres que lo sujetaban.
‘Ella te vuelve débil, y yo se lo advertí’. Respondió Hamilton y disparó sin una pisca de humanidad en contra de Amara.
La mujer quedó tirada en la cama bañada en sangre y con sus ojos abiertos, totalmente inundados de tristeza.
‘Mamá’. La voz de Vlad se escuchó quebrada. Su cuerpo temblaba y la presión en su pecho se volvió incontrolable.
‘Lleven a mi hijo de regreso al internado y el cadáver de Amara lo preparan para el velorio de esta noche’. Ordenó y salió de la escena del crimen. El regalo de cumpleaños de Vlad, fue la muerte de su madre.
“No me dijiste si te gusto tu regalo”. Dijo Samantha sobre el pecho de Vlad. Ambos descansaban sumergidos en los brazos con sus pieles desnudas.
Vlad la miró ¿Qué clase de pregunta era esa?
“Creo que tendrás que repetirlo para darte una respuesta”.
Samantha frunció el ceño, se había esforzado para que Vlad solo le dijera eso.
Él sonrió, besó sus cabellos y le dijo.
“Lograste que me sintiera de nuevo en mi cumpleaños y no en un funeral, gracias”. La besó muy despacio: “Pero quiero que se vuelva a repetir”.
“Dalo por hecho”. Respondió sintiéndose emocionada.
Vlad sonrió satisfecho, hasta que su mirada se tornó sería y amarga. Escuchó unos pasos venir desde el pasillo, tomó la mano de Samantha, quien todavía estaba desnuda y la llevó al baño.
“No hagas ningún ruido, Samy”. Habló y dejó un beso en su frente.
Ella no sabía que pasaba, quería respuestas.
“Tampoco te muevas de aquí”. Volvió a decir y cerró la puerta justo a tiempo cuando Hamilton entró en la habitación acompañado de sus hombres.
“Por lo que veo estuviste celebrando tu cumpleaños, Vlad”. Hamilton dejó ver una gran sonrisa en su rostro.
Caminó observando la escena del crimen y empezó a decir.
“Chocolate, fresa, cintas rojas”. Observó la lencería, la tomó en sus manos y olfateó profundo: “Y trajiste a una mujer, tiene que ser la dueña del auto que está estacionado a fuera. ¿Dónde está ella? Quiero verla, también quiero sus servicios”.
Vlad apretó sus puños tras escucharlo, decir que quería compartir a su mujer lograba que su sangre hirviera, no le importó estar desnudo ante tanta gente. Si su padre hubiera estado solo y no acompañado de guardias, habría finalizado con la vida de Hamilton, sería un gran alivio para todos en su familia.
Tragó saliva, su corazón estaba por salirse, pero no lo demostró. Con un rostro vacío y amargo, le dijo lamentando sus siguientes palabras.
“Contraté a una pr%stituta para este día. Acaba de irse. Me sorprende que no te la hayas topado en el camino. Hubiera sido un placer compartirla, padre”. Apretó aún más sus puños y mandíbula. Sentía tanto asco y repulsión que su estómago estaba por vaciarse. Pero lo contuvo y preguntó: “¿A qué debo tu visita?”.
“Te traje un regalo de cumpleaños”. Sonrió e invitó a una mujer: “Pasa, Olivia”.
La muñeca de plástico caminó feliz hacia ellos, concentrándose en Vlad y en su desnudes.
“Hola, Vlad”. Dijo más que feliz, era la primera vez que lo encontraba de ese modo: “Muero porque seas mi esposo”.
“Lamento decirte Olivia, que tus deseos no se verán cumplidos”.
“Vlad por favor, la muchacha es paciente. Dale lo que pide”.
“No”. Respondió firme, nadie podía hacerle cambiar de opinión: “Yo ya fui complacido”.
“Señor Ferguson”. Llamó Olivia: “No quedamos en esto”.
“Yo te dije que ibas hacer el regalo de mi hijo, no que él iba a usarte. Parte de ser un Ferguson es rechazar a las mujeres, y eso me enorgullece”. Caminó hacia ella y le dijo: “Se paciente”.
Luego se giró hacia Vlad.
“No olvides la ceremonia de tu madre, Vlad. Y mira bien a Olivia, porque la verás después de tu matrimonio con Samantha”.
Sonrió al igual que ella y salieron de la habitación escoltados.
Vlad cerró la puerta y decidió sentarse al filo de la cama. Se llevo las manos a la cabeza, su cumpleaños fue arruinado de la peor forma. Golpeó con fuerza la cama, necesitaba gritar o correr lejos de ese lugar. Cerró los ojos para no perder el control a la vez que regulaba la respiración. Su mente estaba vacía hasta que sintió unas manos tomarlo de las mejillas.
“Vlad ¿Estás bien?”. Preguntó Samantha sin dejar de verlo a los ojos. Temía qué algo malo le sucediera y debía de darle sus medicamentos.
“Lo estoy”. Respondió y decidió a abrazarla con fuerza. La mejor medicina era ella y sólo ella. Samantha respiró tranquila a notar que no tenía indicios de una crisis. Lo envolvió en sus brazos para sentirlo, no iba a soltarlo.
“Tu padre está decido a casarte con Olivia Jones después de nuestro matrimonio”. Dijo Samantha entristecida sin dejar de acariciar el cabello de Vlad.
“No habrá matrimonio si Hamilton desaparece”. La voz de Vlad sonó segura y decidida.
“¿Piensas matarlo?”. Preguntó ella temiendo su respuesta.
“No sería la primera persona a la que he matado”.
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