Exesposa al poder -
Capítulo 50
Capítulo 50:
“Llevaré a Matías a descansar”. Dijo Vlad mientras subía las escaleras con su hijo dormido en brazos. Se mantuvo en silencio en todo el camino de regreso a casa, el ambiente fue incomodo y hasta un poco tenso.
“De acuerdo, iré a la cocina por algo de jugo”. Habló Samantha y fijó sus ojos en la gran espalda de Vlad sin perderlo de vista. Dio un leve suspiro, a veces tratar de llegar a él se convertía en un gran reto. Sabía que tenía traumas que superar, traumas que ella comprende y puede ayudarlo.
Dejó de mirar cuando Vlad desapareció y caminó hasta la cocina.
Fue hasta el refrigerador, tomó la jarra llena de jugo de naranja y se lo sirvió en un vaso transparente. Lo bebió muy despacio, al mismo tiempo que pensaba en él.
El silencio parecía ser un acompañante dentro de la cocina, el único ruido que se escuchaba era el goteo de la lava plato, era tan suave y débil que se volvió molestoso. Camino hasta cerrar bien la llave, ya no había sonidos a excepción de uno que escuchó detrás de ella.
“Samantha”. Escuchó la voz de Vlad, provocando que se mojara con el agua del lava platos al cerrarla de forma incorrecta.
Vlad respiró, se había empapado de forma tonta. Fue hasta cerrar la llave. Una vez logrado, la miró de arriba abajo, la tela del vestido absorbió el agua y se volvió transparente dejando ver parte de su cuerpo a la deriva.
Decidió tomarla en sus brazos y sin decir más, subió con ella hasta la habitación matrimonial. Al llegar la dejó sentada en uno de los sillones, caminó hasta el armario, tomó una toalla y fue a secarla.
“Estás distraída ¿Puedo saber por qué?”. Preguntó sin dejar de frotar la prenda en su cuerpo.
Samantha mordió su labio, decidió tomar las manos de Vlad para que parara y así se concentrara en ella.
“Vlad ¿Te encuentras bien?”.
Vlad la miró incrédulo, la pregunta de Samantha lo había dejado fuera de sí.
“Lo estoy”. Respondió cortante: “Pero tú no lo estás. Va a darte un resfriado si no te cambias pronto de ropa”.
S puso de pie y empezó a caminar hasta tomar una pijama del armario.
“Las manos arriba”. Dijo al tratar de cambiarla.
Samantha se abstuvo ante su petición y volvió a decir: “Quieres confiar en mí, por favor”:
Vlad respiró con fuerza tratando de relajar su cuerpo. Su mente todavía no podía abrirse ante los demás, era algo con lo que todavía estaba lidiando. Desde pequeño a guardado sus problemas en silencio, porque expresarlos era peor que tener problemas en la empresa.
Tomó las manos de Samantha para que se pusiera de pie. Sus dedos llegaron a su espalda hasta tomar el cierre. Mientras lo deslizaba con suavidad le dijo.
“A veces me pregunto si tú confías en mí, Samy”. Habló muy cerca de su oído, a la vez que sus dedos recorrían el cierre y descubría su espalda: “A veces creo que no te merezco, que no merezco nada de esto. A veces creo que no hay felicidad ni amor para mí, pero cuando te veo, veo que existe. Tú eres lo que busco y necesito”.
El vestido cayó al suelo, dejándola solo en pantis, la tomó de los hombros y obligó a que la vea a los ojos para preguntarle.
“¿Confías en mí, Samy? Porque yo lo hago”.
“Si, Vlad”. Samantha sonrió emocionada por sus palabras que significaban mucho: “Confió en ti”.
Vlad estiró sus labios, la tomó con suavidad del cabello y acercó su frente para poder dejar un beso ahí
“Puedes hacer una sola pregunta, sólo una, yo responderé”. Le dijo al separase y fijar sus ojos en los de ella, donde parte del universo se encontraba. Estaba más que decidido a responder.
Samantha tenía muchas peguntas, pero la principal era la fecha y ese sobre que le fue entregado a Vlad.
“¿Qué habrá mañana?”.
Vlad estiró sus labios, respiró y respondió sin dejar de verla a los ojos.
“Mañana es mi cumpleaños, un cumpleaños que está lleno de muertos. Mi mascota, mi ex novia y también mi madre”. Alzó su mirada al techo para decir: “En la noche se preparará una ceremonia en su honor, la ceremonia más falsa y descarada de todas… una a la que estoy obligado asistir”.
“Vlad”. Samantha sintió su voz quebrarse. Sólo un padre tan desalmado puede elegir una fecha importante para traumarlo de por vida: “No sé qué decirte”.
“No digas nada, Samy. No hace falta hacerlo”.
“Yo lo…”. Se vio interrumpida cuando sus labios se sellaron con los de Vlad.
Al separase él tomó una de sus manos y las guio a su pecho.
- Este corazón duro y necio ahora late por ti, sólo vivirá para ti y por ti. Lo tienes en tus manos, puedes destruirlo o consentirlo, es tu decisión”.
Samantha entreabrió sus labios cuando su mano hizo contacto con el pecho de Vlad. Su corazón estaba ahí, latiente y ardiente que a veces se alocaba de formas descontroladas.
“Prefiero consentirlo”. Respondió, era la respuesta que Vlad quería escuchar.
Volvió a besarla, sus manos recorrieron la cintura hasta apegarla a su cuerpo. La alzó y la dejó caer muy despacio sobre la cama. Quería que esa noche sea especial, quería que ella recordara esta ocasión, lo sutil que fue y lo hermoso que se sintió.
Vlad retiró sus ropas hasta dejar ver su monumental cuerpo sin despegar la mirada con la de su esposa. Observo a Samantha con la misma mirada de aquella noche, curiosa y deseosa… aunque faltaba algo. Caminó hasta abrir uno de los cajones del mueble, tomo el broche perdido de Samantha y dos antifaces que guardaba. Uno era de él y el otro era la pareja con la que vino en su compra. Decidió ponerse su antifaz y los otros accesorios a ella.
Samantha estaba curiosa por lo que Vlad tenía en mente, y en cuanto lo vio con el antifaz en el rostro, recordó verlo en el antro cuando sus ojos se fijaron con los de él por un segundo. Sólo así entendió que Vlad quería revivir ese momento que ella había olvidado por la sustancia engerida.
Vlad retiró aquel sostén que escondía un par de hermosos gemelos. Con besos suaves bajó hasta llegar a su vientre, sus manos empezaron a retirar su panti y sus labios dejaron besos candentes por toda la pierna, mientras lo prenda era expulsada. Samantha abrió sus labios de tan sólo sentirlo recorrer en su piel, estaba en el cielo. Vlad complacido se montó sobre ella y le dijo al oído.
“Esa noche te entregaste a mí y yo me entregué a ti. El dolor se disfrazó de gloria y pureza, nunca te solté e hice lo posible para no lastimarte”. Su mirada estaba sujeta con la de ella, cada palabra que salían de sus labios era sinceras: “Lo he dicho muy pocas veces, te amo, Samantha”.
Luego estiró sus labios y buscó los de ella.
Sus manos se deslizaron hasta los muslos de ella y muy despacio empezó a mover las caderas, era un dulce frenesí de amor.
“Vlad”. Se escucho la voz de Samantha entre alaridos llenos de placer cuando su cuerpo y el de él bailaban una danza completamente de amor, mientras sus manos se entrelazaban con la espalda de Vlad: “Te amo”.
“Samy, mi Samy”. Dijo Vlad sin dejar se moverse dentro de ella con suavidad.
Entendió que Samantha era la única mujer con la que podía ir al infierno y al mismo tiempo subir al cielo. Podía ser una persona dulce, sonriente y amorosa. Sólo con ella y nada más con ella.
Cuando sus cuerpos terminaron por llegar al exquisito cl!max, Vlad trató de besarla hasta llegar juntos y cuando lo hicieron. Samantha se aseguró de hablarle antes de quedarse dormida por el cansancio que sólo él podía dejar en ella.
“Feliz cumpleaños, Vlad”. Se removió un poco hasta acomodarse en su pecho y luego cerrar los ojos para poder descansar.
Vlad quedó fuera de lugar, miró la hora en su teléfono, ya era media noche, era 18 de septiembre, su cumpleaños y los aniversarios de muerte de sus seres queridos.
Dejó escapar una pequeña sonrisa en agradecimiento y dejar un dulce besó en su cabello. Se aseguró de tomarla en sus brazos y dormir junto a ella.
El sol se dejó ver por una de las ventanas y alcanzó los ojos de Samantha. Muy despacio se movió entre las sábanas, y al no sentir un segundo bulto con la ayuda de sus manos, despertó dándose cuenta que Vlad no estaba.
Tomó una sábana, la envolvió en su cuerpo y fue a buscarlo por toda la habitación, no pudo encontrarlo, él no estaba.
Intentó llamarlo, pero su teléfono estaba apagado. Sin saber que hacer se dio un baño rápido, buscó nuevas prendas y se las puso.
Salió de la habitación y marchó directo a la de su hijo. Tampoco estaba ahí, pero si lo estaba Matías.
“Mamá”. Dijo el niño emocionado y en cuanto la vio fue a abrazarla: “¿Vamos a salir hoy con papá?”.
Samantha mordió su labio, no sabía dónde se encontraba Vlad.
“Quizás en la tarde”. Respondió al mismo tiempo que sonreía: “¿Quieres ir al jardín?”.
“Si”. La emoción del niño se vio reflejada en sus ojos. Tomó apresurado la mano de su madre y juntos caminaron hasta el jardín.
Samantha disfrutaba de aquella mañana, ver a su hijo correr y jugar por el césped no tenía precio. Estaba feliz, pero por dentro la pregunta de dónde está Vlad continuaba.
Le había preguntado a James y lo que él supo responderle fue.
«El Señor Vlad sale cada 18 de septiembre y no regresa hasta la media noche. Desconozco su ubicación».
Al poco tiempo las rejas de la entrada en la mansión se abrieron, dejando ver al auto del Señor Miller. El hombre salió con una gran sonrisa en su rostro, mientras que en sus manos cargaba su portafolio. Matías lo vio y fue a su encuentro.
“Tío Miller”. Dijo y él lo subió a sus brazos con gran emoción.
“Tan fuerte y lleno de vida como sus padres”. Comentó.
Samantha decidió ir a saludarlo, caminó hasta el hombre y le dijo: “Señor Miller, bienvenido”.
“Samantha, me alegra verte, pero temo preguntar ¿Está Vlad?”.
Ella lo negó.
“Salió antes que despertara”.
“Entiendo, pensé que esta vez sería diferente”. Miró su reloj para asegurarse de la hora: “Faltan aproximadamente ocho horas antes de la ceremonia en la mansión de Hamilton. Supongo que lo veré allá ¿Puedo pedir algo de comer? No he desayunado”.
“Claro, puede decirle a James que haga algo para usted”.
“Gracias”. Dejó a Matías en el suelo y miró a Samantha antes de ir por su desayuno.
“Miller, espere”. Samantha lo detuvo, no le dio la oportunidad de caminar: “Usted sabe dónde está mi esposo, quiero ir a verlo”.
“Sé dónde puede estar”. Caminó hacia ella y le dijo amigablemente: “Samantha, te has convertido en una parte importante para Vlad, que estoy seguro que tu visita será de gran alegría para él. Es su cumpleaños, es momento de que pase acompañado y no lamentándose como cada año”.
Sacó su teléfono y le envió una ubicación a Samantha.
“Lo más probable es que este en la mansión de las montañas, ve y búscalo. Yo me quedo con Matías a cuidarlo”.
“Se lo agradecería». Respondió feliz. Miró a su hijo, se agacho ante él y le dijo: “Volveré pronto, pórtate bien con tu tío. Traeré a tu padre”.
Samantha dejó escapar un suspiro, la personalidad de su hijo le recordaba a Vlad. Se puso de pie y caminó a pasos grandes hasta tomar un auto e ir a la ubicación enviada por Miller. No iba a dejar a Vlad solo en su cumpleaños, tampoco podía permitir se hunda en la culpa.
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