Exesposa al poder
Capítulo 49

Capítulo 49:

“Vlad ¿Quieres a mi hijo?”. Preguntó Samantha acurrucada en sus brazos. Una verdad descubierta le cayó como un balde de agua fría, no sabía cómo tomarla o que pensar, todo era muy rápido y hasta confuso. El destino si o si los había unido y hasta dado un hijo.

Vlad estiró sus labios y sin soltarla decidió besar su cabello. Pensó en la pregunta tan tonta que le había hecho Samantha.

“Samy, he cuidado a mi propio hijo sin saberlo, lo quise desde que lo tuve en mis brazos. Aunque no voy a mentirte, cuando lo vi por primera vez pensé que era una rata calva de piel arrugada y lo primero que dije fue que se parecía al padre, pero resulta que el padre soy yo… pero a nuestro favor, ahora sé que las ratas calvas pueden cambiar con el tiempo y se convierten en leones de melena larga”.

Samantha no pudo evitar reírse, era un momento serio y Vlad respondió de la única manera que sabía.

“¿Una rata calva de piel arrugada?”.

“Cuando era un recién nacido, ahora es un león único en su especie con la belleza de ambos”. La tomó con suavidad de las mejillas y sin despegar sus ojos con los de ella le dijo: “Algo muy dentro de mí me decía que Matías era mi hijo, pero por mis miedos me abstuve de esa idea. Ahora que lo sé, el miedo continúa dentro, pero mi corazón está feliz y con nuevos objetivos. Ustedes dos están primero, Samy, siempre lo estarán”.

Samantha asintió feliz. Vlad era algo seco, pero cuando sus labios se abrían, salían verdades, verdades hermosas que sólo ella podía entender. Se removió un poco entre sus brazos y pregunto.

“¿Se lo dirás a tu padre?”.

“Nunca”. Fue una respuesta rápida y decidida: “Por el bien de mi hijo, ese hombre no va a acercarse a él mientras yo siga con vida. Cuando el patriarca deje de gobernar, todo será más fácil. Ya ha empezado la cuenta regresiva”.

“¿Qué piensas hacer?”.

“Luchar”. Besó su frente con la intención de cambiar de tema: “Samy ¿Puedo pedirte un favor?”.

“Claro”.

“Quiero que te mantengas como hasta hoy. Durante el año de este vigente el contrato, cuando estés con Hamilton, finge desinterés ante en mí y nunca bajes la mirada ante él. Hamilton no puede saber que en nuestro matrimonio se rompieron las reglas o usará lo que tiene a su favor. Usará a mi familia y es lo que menos quiero ¿Podrás hacerlo?”.

Samantha mordió parte de su labio inferior. Ocultar algo que sentía iba hacer imposible. O peor aún, tener un romance en secreto con su propio esposo resultaba ser una broma de mal gusto.

“¿Si, Samy?”. Volvió a preguntar Vlad al no tener respuestas de ella.

“De acuerdo, voy a aceptarlo, haré lo que me pides. Confiaré en ti, Vlad”.

“Gracias, esto significa mucho y facilita mis planes”. Besó sus manos con mucha suavidad: “Prometo recompensarte cuando todo llegue a su fin, pero por ahora tenemos que irnos e ir por nuestro hijo al hospital”.

Samantha asintió despacio con la mirada. Salió de los brazos de Vlad y decidió levantarse de la cama. Su falda estaba algo sucia, tenía tierra por sentarse fuera de la cárcel.

“Necesito nueva ropa”.

Vlad se quedó a mirándola, tenía una solución para todo. Decidió levantarse, tomar una de sus manos y llevarla hasta el closet.

“¿De dónde salieron estos vestidos?”. Preguntó Samantha sorprendida al ver una gran cantidad de vestidos para mujer en el armario de Vlad.

“Necesitaba algo de ti”. Respondió y caminó hasta poder tocar las prendas: “Cuando le dije a Adams que comprara ropa, la mitad fue llevada a la mansión y la otra me la quedé yo. Hay calzado, ropa interior, accesorios y también maquillaje, Elige lo que quieras, yo espero”.

Samantha se apegó a él hasta poder abrazarlo. Vlad Ferguson siempre estaba un paso adelante, ya sea para bien o para mal.

“Me cambio y salimos ¿Dónde puedo dejar mi ropa sucia?”. Preguntó sin despegar miradas.

“Déjala en la canasta, daré la orden que las laven. Y no pienso devolvértelas, te llevas algo y yo me quedó con algo”.

“Supongo que es justo”.

“Lo es. Ahora ve a cambiante”. Dejó un tierno beso en la frente de Samantha y fue a ocupar uno de los sillones para esperarla.

Samantha miró el closet, observó un modelo de vestido que había dejado de usar hace años, pero ahora estaba ahí dentro. Decidió tomarlo, era de color rosa palo con algunas flores blanca dispersas por todas partes. Era amplio al final, ajustado en la cintura y con un pequeño escote. Miró los zapatos altos negros para completar su conjunto y entró en el vestidor.

Vlad realizaba una llamada y daba indicaciones, parecía ser algo importante, pero en cuanto vio a Samantha salir del vestidor, dijo.

“Te llamo después”. Colgó, guardó el celular, caminó hasta donde ella con las manos en los bolsillos y le dijo: “¿Sabías qué no me gustan las flores?”.

“Vlad, a ti no te gusta casi nada”. Respondió ella, lo conocía demasiado bien, sus gustos estaban más ligados a lo simple y formal.

“Me gustas tú”. Comentó dejando ver una gran sonrisa al mismo tiempo que jugaba con uno de los mechones de Samantha: “Y haré excepciones desde hoy”.

Aquellas palabras provocaron que Samantha se sintiera especial. Mientras ella lo daba todo descubriendo sus bajas paciones junto a él, Vlad se adaptaba a Samantha.

“También me gustas”.

“Si decías lo contrario, sabría que era una mentira”.

“¿Y cómo lo iba a saber?”.

Sonrió, para él era como un juego. La tomó de la cintura hasta que sus pieles se tocaran y le dijo.

“Tu mirada brilla, la respiración se vuelve rápida, tus labios se entreabren y los muerdes de forma inconsciente. Tragas saliva e intentas no hacer contacto visual directo”. Su mano se deslizo hasta sus muslos, dibujando pequeños círculos imaginarios en la piel: “Y esto hace que te prendas y respires con fuerza. Decir que no me amas después de descifrar el obvio delato de tu cuerpo es una gran mentira. Samantha, el día que me digas que ya no sientes nada por mí, le preguntaré a tu cuerpo y dejaré que me responda”.

Samantha hizo todo lo que él había descrito, dándose cuenta que, aunque sus labios llegaran a decir que no siente nada, su cuerpo clama el nombre de Vlad a grandes gritos.

Relamió los labios y comentó.

“Supongo que mi cuerpo me traicionará”.

“Supones bien”. Dijo con una agradable sonrisa de ganador. Se colocó los lentes de sol, ofreció su brazo y se pusieron en marcha. Ambos habían renacido después de que las cosas fueron aclaradas entre ellos.

“Gracias por todo Miller, por favor encárgate que esta prueba no salga a la luz y que sobre todo no llegue a los oídos de Hamilton”.

“Ya me encargué. Los doctores no dirán nada y todas las pruebas misteriosamente fueron desaparecida”.

Vlad asintió con aceptación, necesitaba mantener todo en control y estar preparado para no ser tomando por sorpresa.

“De acuerdo, me llevaré a Samantha y a mi hijo a la mansión, no me gusta estar tanto tiempo en los hospitales”:

“Estás en todo tu derecho”. Dejó su mano caer muy despacio en el hombro de Vlad: “Como amigo te acompaño hasta el final, vamos a lograrlo, no va a hacer necesario que ocupes tu segundo plan. Los dos son beneficiarios para Samantha, pero uno de ellos no lo es ni para ella ni para ti”.

Vlad entendió muy bien sus palabras y no hubo necesidad de responder. Miró tras del Señor Miller observando a su familia caminar.

“¡Papá!”. Escuchó a Matías, quien corría a sus brazos. Vlad lo tomó y se lo llevó a la altura del pecho, haría todo por ellos: “No me gustan los hospitales ¿Podemos irnos?”.

“Ahora mismo nos vamos”. Respondió, fijándose que Matías tenía gran parte de sus hábitos, gustos y defectos. Había un gran punto a su favor y eso era que su hijo se parecía más a ella que a él en el físico, pero su comportamiento era igual al de Vlad. Caminó hasta tomar la mano de Samantha y volvió a decir: “Es mejor irnos, Samy”.

Samantha asintió, también quería descansar.

“¿Vendrá con nosotros, Señor Miller?”.

“No será necesario, ahora mismo debo de resolver algunos asuntos pendientes. Comparto su felicidad asegurando el secreto y les deseo lo mejor”.

Ella agradeció sus buenos deseos, se sujetó del brazo de Vlad y emprendieron la caminata. Todo parecía perfecto, el único plan que Vlad tenía en mente era el de una tarde familiar. Pero al ver el auto de su padre y a su padre en la entrada del hospital, su buen humor había desaparecido, dejando ver un rostro neutro y apagado.

“Vlad, Samantha y el b$stardo”. Dijo el hombre con malicia: “Que agradable es verlos juntos”.

Con el sonido de sus dedos ordenó a uno de los hombres que entregaran un sobre blanco.

“Mañana es 18 de septiembre y sé que durante esa fecha te pierdes en el día, pero es una obligación que asistas en la noche. Iniciamos a las 8 pm”. Miro a Samantha y dijo: “No es necesario que la lleves”.

Volvió a sonreír y con ayuda de sus hombres subió al auto para después marcharse.

“Vamos”. Habló Vlad llevando a su familia al auto donde Adams esperaba.

Por más que trataba de no pensar en aquel sobre entregado, le era imposible. Era una fecha demasiado importante para él, y el estómago se le revolvía cada vez que escuchaba a Hamilton dar un descarado discurso frente a la familia.

“Vlad, ¿Estás bien?”. Preguntó Samantha sintiendo que algo iba mal con él o con aquel sobre.

“Lo estoy”. Miró a Adams y le ordenó: “Sácanos de aquí”.

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