Exesposa al poder -
Capítulo 48
Capítulo 48:
(Lo que pasó la noche de la despedida)
La música tenía un ritmo sensual, mientras que el volumen alto obligaba al cuerpo moverse al compás. En medio de tanta gente se encontraban tres amigas en la pista bailando sin descansar, disfrutando de lo que era una despedida de soltera.
Una de ellas era Samantha, llevaba un pequeño vestido rojo pegado al cuerpo, el cabello recogido en una cola alta, labios rojos y antifaz sobre los ojos. Heidy y Martina también llevaban vestidos del mismo color, las tres eran las diablas de la noche.
“¡Porque mañana te casas!”. Dijo Marina gritando para que sea escuchada, sin dejar de bailar y con una copa en la mano.
“¡Porque mañana me caso!”. Respondió Samantha, alzó la copa a la altura de sus labios y la bebió: “¡Me caso!”.
“¡Qué emoción!¡Te casas!”. Heidy también decidió acompañarlas al beber de su copa.
Las tres muchachas continuaron disfrutando, era un deja vu de movimientos sensuales y divertidos.
En la entrada dos hombres llegaron. Ambos de trajes negros y antifaz del mismo color.
Vlad caminó con el Señor Miller hasta tomar asiento en una de las mesas que había reservado para esa noche. Ni bien se sentaron, fueron atendidos de la mejor forma por el camarero.
“Déjalo, yo lo sirvo”. Dijo Vlad al muchacho cuando este intento servir los tragos: “Largo”.
Él asintió sin atreverse a mirarlo y se fue.
“Vlad”. Llamó el Señor Miller: “Venimos a divertirnos ¿Por qué no tratas de bailar un poco? Digo, hasta que la mujer por la que pagaste esté aquí. Falta media hora, puedes socializar”.
“Esto no es lo mío”. Respondió y bebió su trago. Un sabor fuerte era lo que necesitaba: “Voy a esperar mi servicio en la habitación que alquilé. Puedes divertirte y hacer lo que quieras, yo regreso a medianoche”.
“¿Jamás vas a cambiar?”.
“No”.
“Algún día vas a terminar enamorado”.
Vlad sonrió bufón. Su estilo de vida era el trabajo, los negocios, viajes y complacer sus deseos de hombre con la ayuda de mujeres por servicio contratados. La mujer a cargo de sus doncellas era Madame Morgana, quien llevaba su negocio de la mejor forma y tenía una lista de señoritas educadas que parecían modelos buscadas por los mejores postores.
“El amor no es para mí, sería una condena y martirio”. Respondió, dejó de verlo y empezó a caminar.
De reojo su mirada se cruzó con la de Samantha, sólo fue un segundo, dejaron de verse y continuaron con lo suyo. Vlad salió de la pista y desapareció en los pasillos en busca de la habitación VIP.
“Vamos a la barra, quiero descansar”. Samantha se ventilaba con sus manos, necesitaba aire tras perderlo en la pista.
Ambas asintieron, también necesitaban aire y que sus piernas reposaran por un tiempo. Bailar veinte canciones seguidas no era sano, y menos si saltaban. Caminaron las tres juntas hasta tomar asiento, Martina decidió revisar su teléfono, al hacerlo encontró mensajes de sus padres.
- Lo siento mucho Samy, pero debo de irme. Mis padres están afuera”. Habló entristecida por perderse el resto de la fiesta.
“No te preocupes, yo entiendo”. Samantha se acercó a ella hasta abrazarla: “Ve tranquila, nos vemos mañana en mi boda”.
“Voy a estar contando las horas desde ya”. Respondió ella, miró a Heidy beber un coctel y le dijo: “Cuida a Samy y la llevas a su departamento, por favor”.
“Yo lo hago, ahora vete para que puedas estar en la iglesia y ver a nuestra amiga casarse”. Respondió animosa.
Martina asintió, se despidió con un beso en la mejilla y empezó a caminar mientras movía sus manos en el aire, diciendo adiós.
Samantha sintió su vejiga explotar por todo el líquido que ingirió, necesitaba ir al baño cuanto antes.
“Vuelvo en un minuto”. Le dijo a Heidy sin dejar de cruzar las piernas a la vez que se movía como un taladro. Caminó a pasos grandes y apresurada hasta llegar al baño.
Heidy la vio desaparecer y con una mirada seria tomó el teléfono y leyó el mensaje que tenía en la notificación.
[Agrega tres gotas en la bebida, mis hombres la están esperando en una de las habitaciones. Después de tenerla, te pago la otra mitad acordada].
Apagó el celular, tomó el gotero que estaba dentro de su bolsa y pidió dos margaritas, una para ella y la otra para Samantha. Lo abrió y agregó tres gotas en la bebida, lo mezcló con su dedo y espero a su llegada.
Samantha regresó a los tres minutos, tenía mucha sed y pidió algo para tomar.
“No lo hagas, ya pedí algo para las dos”. Heidy le ofreció una de las margaritas, mientras dejaba ver una sonrisa amigable: “Bébela hasta el fondo, va a ayudarte”.
Samantha sonrió, tomó el tragó ofrecido y lo llevó a la altura de sus labios. Heidy era su confidente y no había desconfianza.
Al pasar de los minutos sintió su cuerpo cansado y desorientado. El sueño la estaba dominando, parecía un zombi obediente, obedecía cualquier orden que se le diera, sus sentidos y razón estaban bloqueados.
“Vamos, te llevaré a descansar”. Dijo Heidy al tomarla de la mano y caminar en dirección a los pasillos.
Samantha totalmente apagada caminó con ella. Todo era borroso, lento y divertido.
Heidy miró para todos lados, los hombres que se suponían que iban a llevar a Samantha no estaban.
“Quédate, aquí”. Le ordenó: “No te vayas a mover, volveré de inmediato con las personas que van a llevarte”.
Ella asintió, la voz de mando de Heidy era graciosa y divertida, podía obedecerle y quedarse como estatua en los pasillos, era un juego de congelados.
Heidy respiró pesado, hasta dr%gada Samantha era molesta. Se dio la vuelta y fue en busca de los compradores.
Samantha movía su mirada de lado a lado al mismo tiempo que entonaba una melodía. El olor de una colonia varonil llegó a sus fosas nasales, era refrescante y llamativa. Empezó a caminar en busca del aroma y entró en una de las habitaciones que tenía la puerta abierta.
El lugar era oscuro y silencioso, aquel aroma familiar venía de uno de los rincones. Dio unos pasos más, pero se vio interrumpida cuando la tomaron de la espalda y obligaron a que se diera la vuelta de manera brusca.
Sintió unas manos sujetarla de las mejillas para ser besada de una manera que le quemaba, devorando sus labios y su alma. Aquellas manos se deslizaron hasta sus muslos, entraron dentro de su panti y le dieron el mejor placer de su vida, le fue imposible no g$mir.
Él la sintió realmente deseosa, algo estrecha y húmeda que no dudó en bajar el cierre de su vestido hasta dejarla en ropa interior, subirla a sus caderas y llevarla a la cama.
Vlad jamás prendía las luces, él hacía su trabajo hasta poder zacearse, pero esa noche percibió un aroma familiar que le fue imposible no desearlo y consumir cada gota de la mujer, olvidando por completo un pequeño detalle, el preservativo. Sus manos recorrieron cada centímetro del cuerpo de Samantha, apreciando un artefacto en el rostro, supo que era un antifaz. Decidió dejarlo, sería divertido esconder sus identidades.
Se puso de pie y prendió una leve luz en la habitación con la que apenas se podía ver, era la primera vez que veía la silueta de su acompañante. Siempre hay una primera vez para todo, al igual que excepciones y ella lo era. Sobre la cama estaba el cuerpo semidesnudo de una mujer candente y no podía dejar de mirarlo, mientras llevaba el antifaz colocado en el rostro y al mismo tiempo que respiraba rápido.
Vlad sonrió ante esa mirada recibida y frente a sus ojos empezó a retirarse la ropa. Listo para la acción, besó sus caderas hasta recorrer los muslos e ir retirando la última prenda del cuerpo de Samantha. Todo su cuerpo olía bien y los deseos de tomarla aumentaban a cada segundo. La observó lista, deseosa y con ganas de más. Se montó sobre ella, volvió a besarla e intentó entrar, pero estaba tan estrecha que le era imposible.
“Duele”. La escuchó quejarse y apretar sus piernas cuando sintió dolor en su intimidad.
“No tiene que dolerte”. Dijo parando de golpe al no saber lo que había hecho mal.
“Me duele”. Volvió a decir Samantha al soltar unas lágrimas: “Haz que pase el dolor”.
Vlad se quedó como piedra. La miró y preguntó con algo de duda: “¿Eres v!rgen?”.
Samantha asintió ante su pregunta. El efecto de la dr%ga le hacía obedecer.
Vlad abrió sus ojos, no sabía por qué Madame Morgana le envió una muchacha sin experiencia en el se%o. Él era un hombre exigente y apasionado ¿Cómo debía tratarla?
Apegó su frente a la de ella y hablo en susurros.
“Vamos a solucionarlo. Va a doler, pero será el mejor se%o de tu vida. Te doy mi palabra de que en cuanto me dejes entrar sólo vas a sentir placer y más placer, va a hacer una exquisita condena ¿De acuerdo?”.
“De acuerdo”. Respondió, mientras se mordía el labio inferior.
Vlad asintió y decidió besarla. Iba a hacer algo que nunca había hecho, tratar con cariño a una mujer hasta calmarla y poder iniciar.
Besó los senos desnudos de Samantha y dio masajes leves en ellos. Samantha al fin logró calmarse hasta estar relajada. Cada beso era fuego que la invitaba ser parte de la ceremonia.
Vlad al sentirla más que lista volvió a intentarlo y muy despacio fue entrando, provocando que Samantha lo abrazara con gran fuerza. Sus caderas se movieron a un ritmo lento, asegurando que lo disfrutara y que no fuera una condena para ella.
Vlad no cogió esa noche como lo tenía planeado, Vlad estaba haciendo el amor por primera vez y se sentía tan bien que no quería que el tiempo se terminara. Fue placentero, hermoso y como la había dicho, fue una exquisita condena. A ritmos lentos y sin dejar de besarla, ella se entregó a Vlad y él se acaba de entregar a Samantha.
Cuando el dulce acto terminó, Samantha quedó agotada y se quedó dormida al instante. Vlad se puso de pie, buscó sus ropas y terminó por cambiarse.
Miro a la mujer recostada en las sábanas y observó sus prendas. Decidió tomarla y vestirla él mismo, con eso evitaría que ella sintiera vergüenza de aquella noche. Una vez lista, miró su rostro oculto detrás del antifaz, asintió satisfecho y abandonó la habitación.
Samantha despertó cerca de las seis de la mañana.
Desconocía por completo aquella habitación ¿Qué hacía ahí? Se preguntaba.
Movió su cuerpo y un agudo dolor se hizo presente en su zona intima. Las ropas estaban en su cuerpo, pero… ¿Por qué le dolía? ¿Por qué se sentía como si hubiera corrido todo un maratón de ida y venida? ¿Bailar podía doler tanto? Era más preguntas que llegaron a su mente de forma inmediata.
Arreglo su cabello e intentó recordar la noche, pero por más que lo intentaba, su cerebro era una película llena de vacíos y censuras. Mordiéndose las unas, se vio interrumpida cuando su teléfono sonó.
[Te estamos esperando, recuerda que debes prepararte antes de ir a la iglesia].
Una sonrisa se dibujó en su rostro, iba a casarse ese día, no podía seguir perdiendo más tiempo. Se puso de pie, colocó los zapatos y se marchó ignorando por completo su malestar.
“Samy, ahora eres mi esposa”. Dijo Dante al mismo tiempo que la llevaba en sus brazos en busca de la habitación de recién casados. La dejó sobre los muebles y fue en busca de bebidas para poder celebrar: “Brindemos por nuestra nueva etapa”.
“A tu salud, Dante”. Samantha sonrió y lo acompañó a beber.
Una copa se convirtió en cinco botellas vacías. Ambos estaban ebrios y apenas podían ponerse de pie, dando sólo un paso que sólo se permitieron retirar sus prendas cayendo desnudos en la cama hasta quedarse dormidos y no despertar hasta el siguiente día.
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