Exesposa al poder -
Capítulo 47
Capítulo 47:
Vlad fue llevado al laboratorio donde esperaba su doctor de confianza, el Doctor Richards junto al Señor Miller. Sí iban a extraer su sangre tenía que ser alguien de confianza.
Su doctor se acercó a él, Vlad estaba recostado en una de las camillas, mientras dejaba que la aguja de plástico entrara en la vena, absorbiendo la sangre por unos tubos hasta llegar a una bolsa transparente.
“Después de esto, conquistaras por completo a Samantha”. Dijo el Señor Miller sin dejar de llenar el formulario para la donación: “Cuidar de su hijo y ahora salvarlo, quien iba a creer que Vlad podía ser tan solidario”.
“Matías es como mi hijo y él me ve como su padre. No hay nada ilógico en eso, después de todo lo cuide desde que era un bebé, tengo derecho y obligación”. Comentó Vlad con su mirada fija en el techo. Miró al doctor y preguntó: “¿Falta mucho?”.
“Una cuarta parte de bolsa más y tendremos la pinta necesaria”. Respondió el hombre observando el tinte rojo salir de las venas de Vlad.
“De acuerdo”. Respiró a la vez que jugaba con sus dedos y le preguntó al Señor Miller: “¿Matías ya está listo?”.
“Si, está en la sala de operaciones con Samantha. En cuanto le enviemos tu sangre se dará inicio a la operación. Por suerte ambos son AB negativo”.
“¿Cuántas personas en el mundo tienen el mismo tipo de sangre?”. Preguntó pensante, mientras su cerebro trabaja de forma rápida igual a una máquina.
“Los Ferguson y ahora Matías, supongo que es casualidad. Así como los que son O negativo y O positivo”.
Vlad asintió muy despacio, lo único que esperaba era ver a su familia feliz.
“Listo, hemos completado la pinta”. Comentó el doctor y llamó a la enfermera que había traído, que resultaba ser la misma de sus terapias. Fue una gran sorpresa, pero no para Vlad, ella podía trabajar donde sea después de todo: “Ayude al Señor Ferguson a retirarse los accesorios, yo iré a dejar la sangre”.
La enfermera asintió ante la orden, miró a Vlad por unos segundos, pero él no la vio al estar hablando con Miller. Se acercó a él y retiró las herramientas ocupadas.
“¿Crees que sea suficiente?”. Le preguntó Vlad a Miller, ignorando por completo la presencia de la muchacha.
“Lo es, es una operación pequeña y sin riesgos. En dos horas tendremos al niño feliz y corriendo por todos lados”.
“Entonces iré con Samantha”. Su mano fue liberada de los tubos, se puso de pie y caminó en dirección a la salida. Tenía que estar presente en la operación y apoyar a Samantha.
El Señor Miller sólo lo vio marcharse. Tenía que dejar el formulario en la recepción con los datos de Vlad. Antes de Irse miró de reojo a la enfermera de espaldas.
“¿Necesita ayuda con eso?”. Pregunto al verla luchar con las válvulas.
“No, es algo que puedo hacer muy bien”. respondió sin la necesidad de mirarlo.
“De acuerdo, me retiro. Que tenga linda tarde”.
La enfermera asintió con dureza y en cuanto estuvo sola, tomó el tubo de la válvula y escurrió la sangre que había sobrado en un recipiente pequeño de cristal, lo cerró y guardó en su bolsillo. Desechó todo, limpió cada espacio y salió del laboratorio.
Vlad tenía en sus brazos a Samantha, Matías había ingresado hace dos horas y no había respuestas desde entonces. El Señor Miller mantenía una postura relajada, él era una persona positiva y sabía que todo iba a salir bien.
“Señores Ferguson”. Dijo el Doctor Jackson acompañado del Doctor Richards: “Pueden pasar, la operación fue todo un éxito”.
Ambos se abrazaron por la gran felicidad sentida, no esperaron más palabras y fueron en busca de Matías.
“Señor Miller”. Llamó el Doctor Richard, doctor de Vlad: “Antes de hablar con el Señor Ferguson es necesario que hablemos con usted”.
“¿Sucedió algo?”. Preguntó inquieto y con algo de miedo, imaginando lo peor.
“No es nada malo, bueno… no sé qué noticia sería en estos casos”. Habló el Doctor Jackson y entregó una prueba de sangre: “Al realizar unos estudios de compatibilidad, los resultados fueron extraños, un caso jamás visto”.
Miller decidió mirar los resultados. Sus ojos se abrieron como grandes ventanas al leer las letras y palabras finales del examen.
“Hay un parentesco entre Vlad y Matías del 99. 99 %”. Dijo estupefacto por la gran noticia: “¿Cómo es posible?”.
“Los exámenes no mienten. Vlad es el padre biológico del hijo de Samantha, eso es un hecho”. Secó su frente con un pañuelo y continuo: “Ambos creemos que, por ser una persona cercana a la familia, podrías hablar con ellos y explicarle la situación”.
El Señor Miller no tenía cabeza para pensar, pero tampoco podía ocultar una verdad tan grande. La reacción de ambos lo preocupaban hasta el punto de temer lo peor. Vlad creía no tener hijos, pero Matías era su primogénito y Samantha pensaba que Matías era hijo de su ex marido ¿Por dónde empezar o unir cabos?
Asintió ante los doctores y camino en dirección de respuestas claras para poder enfrentarlos
“¿Te sientes mejor?”. Le preguntó Samantha a su hijo sin dejar de acariciar sus cabellos. Dichosa ella de verlo animado y feliz.
El niño asintió emocionado, estuvo por dos horas dormido y en cuanto abrió los ojos observó a sus padres frente a él.
“Lo estoy, mamá”.
“Eres un hombrecito guerrero”. Comentó Vlad sonriente. Gran parte de su corazón se sentía emocionado por verlo feliz. La mirada tierna e inocente del niño le recordaba a él: “Eres mi hijo”.
Le habló con orgullo al niño, provocando en Samantha gran emoción en su corazón.
Los minutos pasaron, Samantha y Vlad escuchaban atento el sueño que tuvo Matías al quedarse dormido durante la operación. Eran los tres en una playa, parecía tan real que podían sentirlo.
“Vlad, Samantha”. Llamó el Señor Miller.
Su mirada no reflejaba felicidad alguna, estaba serio y con noticias que no sabía cómo llevarlas. En sus manos tenía unos papeles a la vez que respiraba con algo de dificultad. La pareja quedó inquietante ante aquella presentación de incertidumbre y poco usual que el hombre reflejaba.
“Necesito hablar con ambos ¿Sería una molestia pedirles que me acompañen un momento?”.
“¿Es importante?”. Preguntó Vlad.
“Lo es”. Afirmó aún más serio: “Es algo que a los dos les incumbe y merecen saberlo”.
“De acuerdo”. Respondieron en unísono, se despidieron de Matías y fueron con Miller. El tono de voz que ocupó los inquietaba.
El Señor Miller los llevó hasta una habitación del hospital donde no serían interrumpidos, invitó a que tomara asiento, juntó sus manos y se preparó para hablar
“Por donde empiezo”. Dijo al no tener palabras de Inicio. Era un gran enredo lo que había descubierto, pero era algo que explica lo sucedido de esa noche. Acomodó la corbata y miró a Vlad, quien mantenía una mirada curiosa por escucharlo: “Vlad, hace cinco años asististe a un club nocturno y pagaste por un servicio para una noche”.
“Así es, lo recuerdo muy bien, la temática era de antifaces”. Respondió el sin preocupación: “¿A dónde nos lleva esto?”.
“A muchas partes”. El Señor Miller respiró, era mucha la presión que sentía. Miró a Samantha y le dijo: “Samantha, hace cinco años tuviste una despedida de soltera y fuiste a un club nocturno con temática de antifaces”.
Ella asintió.
“Me casaba al siguiente día y decidieron hacerme una despedida pequeña. ¿Miller, qué está sucediendo? ¿Qué tiene que ver mi despedida de soltera?”. Samantha tampoco entendía al hombre.
Miller miró a ambos.
“Por alguna razón que todavía desconozco, esa noche ustedes dos estuvieron juntos. Vlad, hubo una confusión con el servicio que pediste, la mujer que entró en tu cuarto fue Samantha. Samantha, Matías no es hijo de Dante, sino de Vlad, él es su padre biológico y este examen de sangre realizados en ambos lo confirma”. Entregó aquel papel en sus manos: “La razón por la que no recuerdas esa noche es porque muy posiblemente te dr%garon”.
Samantha no podía creerlo, ella no recordaba haber estado con otro hombre que no fuera Dante, incluso en la pequeña luna de miel donde se pasaron de tragos y no despertaron hasta el siguiente día con sus pieles desnudas sobre las sábanas. ¿Era una infiel? Se preguntaba una y otra vez. La noticia fue como un verdadero balde de agua fría que cayó sobre sus hombros y la hizo estremecerse de golpe.
Por más que trataba de recordar estar con Vlad en la fiesta de despedida, su mente no le daba ninguna señal de aquello ¿Cómo sucedió? ¿Cómo fue a parar a una habitación? ¿Y por qué no hizo nada al respecto? Si la dr%garon tenía una pequeña idea de quien pudo haber sido.
Vlad por otro, trataba de comprenderlo y no pudo evitar sentirse culpable. Entendiendo que Samantha entró en su habitación al estar bajo sustancias ilícitas. No era una persona con sus cinco sentidos, estaba totalmente desorientada y él la tomó como un servicio pagado. También por su mente se paseaba la idea de que era padre y sin saberlo cuidó de su hijo, quien pasaba a ser el primogénito de su familia. Al final el contrato entre ambas familias se cumplió. Tantas cosas llegaban a su mente, el olor de la mujer con antifaz era de Samantha y la mirada inocente de Matías era la de él. Sus emociones eran confusas, peleaban entre sí por más que trataba de controlarlas.
“Debo de irme”. Habló Samantha y se puso de pie tan rápido como le fue posible.
“Samantha, esto es un tema que debemos de tratar los dos, no es hora de que te vayas”. Dijo Vlad manteniendo la calma.
“Sé quién puede darme las respuestas de todo esto”. Tomó su bolso y salió del lugar.
Vlad no iba a dejar que se fuera sola y menos en ese estado. Se puso de pie y fue tras ella, la vio subir sola al auto, al parecer ella iba a conducir sin la necesidad de los choferes. Intentó alcanzarla, pero fue tarde, cuando se acercó Samantha ya había arrancado el vehículo. Observó hacía la calle y con su mano en alto detuvo a uno de los autos que decidió parar, era un Mercedes Bens de color gris.
“Esto es importante. Dame el vehículo”. Dijo al sacar al hombre de adentro a la fuerza: “Te devolveré uno mejor”.
Luego movió la palanca y aceleró hasta seguir a Samantha.
“Esperaba cualquier otra visita, pero no la tuya”.
“Samantha”.
Heidy estaba sentada al otro extremo de la mesa. Tenia una mirada donde el arrepentimiento no era una opción. Sus cabellos estaban mal cortados y en completo desorden. Había una que otra cicatriz en el cuerpo, al igual que una evidente en la cara hecha por algún artefacto. Juntó sus manos y preguntó: “¿A qué has venido?”.
“Dime qué sucedió la noche de mi despidida de soltera”. Preguntó Samantha con voz dura, si alguien sabía algo, era Heidy.
Con la ceja levantada y con una sonrisa bufona respondió.
“Esa noche te dr%gué con la intención que seas secuestrada y llevada con un hombre poderoso que iba a sacarte del país con la intención de que fueras suya. El hombre estaba muy interesado en ti que, yo no iba a perder la oportunidad de arruinar la boda y quedarme con Dante”.
No había culpa ni arrepentimiento en sus palabras, hablaba como si fuese cualquier conversación, orgullosa de lo que había hecho.
“Estaba todo listo, Martina se fue, no había quien pudiera ayudarte, pero tenías que perderte cuando entramos a los pasillos y te dejé por unos segundos para ir en busca de quienes te iban a llevar esa noche. Te busqué, pero al no encontrarte di por realizado el trabajo, pensé que ya estabas en un avión a grandes distancias de nosotros. Que equivocada estaba, al siguiente día apareciste como si nada en la iglesia cuando tenías que dejar plantado a Dante, pero en su lugar terminaron por casarse en frente de mí. No tuve de otra que poner en marcha en plan B, desaparecer a los señores Mikelson”.
“Eres una mujer desalmada, Heidy. Mereces estar en la cárcel por todos tus delitos, mereces cada sufrimiento vivido y por vivir”.
Samantha escuchó palabra tras palabra, no iba a mostrar debilidad. Sentía gran coraje y frustración por haberla llamado amiga más de una vez. Se puso de pie e invadida por la rabia la abofeteó.
“Te diré una cosa, agradezco que tus planes fracasaron y agradezco haber entrado en la habitación equivocada”. Levantó la otra mano y le dio una segunda cachetada: “Heidy Torres, que tu mayor condena sea tu conciencia. Me dr%gaste, trataste de venderme, me inculpaste de algo que no era, me enviaron a la cárcel, me quitaste a mi esposo y todo por tu codicia”.
Dichas sus palabras, dejó de verla y empezó a caminar, pero antes le dijo una cosa más.
“El día que salgas de aquí vas a estar sola y sin la experiencia de que alguien te amara. La soledad será tu eterna acompañante”.
Las palabras de Samantha llegaron a Heidy como agua hirviendo. Molesta intentó atacarla, pero se vio interrumpida por las oficiales.
“¡Samantha Williams te odio, tú no puedes ser mejor que yo, no puedes ser feliz, no puedes!” Heidy no paraba de gritar, sus fuertes gritos se escuchaban hasta más adentro de las celdas: “¡No puedes!”.
Samantha dejó de escuchar y caminó hasta salir de la prisión. Al sentir que sus piernas ya no respondían, se deslizó por la pared y terminó sentada en el suelo. Gruesas lágrimas empezaron a recorrer por su rostro. Se sentía traicionada, deshecha e incapaz de seguir avanzando.
Unas manos la abrazaron con fuerza, después la elevó a la altura del pecho y empezó a caminar con ella en brazos.
“Lo escuché todo”. Dijo Vlad caminando hacia el auto. La llevó hasta dejarla en el asiento del copiloto, colocó el cinturón de seguridad y ocupó su lugar: “Te llevaré a que descanses y puedas pensar con tranquilidad. Lo hablaremos cuando estés lista”.
Al decir eso, arrancó el vehículo prestado y condujo en dirección a donde se ubicaba la cabaña. El caminó fue silencioso, ambos tenían muchas cosas que decir, pero las palabras no salían, era un tema difícil que había que tratarlo con calma.
Vlad estacionó el vehículo cuando llegaron, salió del vehículo y fue por Samantha. Una vez más la tomó en brazos, caminó con ella hasta entrar en la casa y dejarla sobre las blancas sábanas de la cama. Él se recostó junto a ella y decidió abrazarla, era la primera vez que la sentía tan frágil que su corazón se deshacía cada vez que Samantha trataba de respirar.
Al diablo su padre, ahora sólo podía pensar en dos cosas y esa era en su esposa e hijo.
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