Exesposa al poder -
Capítulo 5
Capítulo 5:
En la empresa Milkenson se esperaba la llegada de un cliente anónimo, quien misteriosamente compró muchas acciones hasta casi obtener la mitad de la empresa. Dante ha estado ocupado en otras cosas y no tuvo tiempo de investigar al inversionista, lo único que sabe es que es una mujer anciana con mucho dinero, fuera de eso nada, pero tiene la seguridad de que tendrá esas acciones devuelta, no le gustaba hacer tratos con desconocidos.
Afuera del edifico se estacionaron diez autos negros, de los cuales bajaron unos guardaespaldas, quienes se posicionaron para la bajada de su señora.
Samantha bajó con la ayuda de Cirius y observó el edificio en el que una vez trabajo como arquitecta paisajista, de lo cual era una profesional. Mientras lo observaba, la mayoría de los empleados fijaron sus miradas en ella, reconociéndola de inmediato.
Al termina, Samantha subió en al ascensor hasta el piso donde sería la reunión, no quiere llega tarde, odia la impuntualidad.
“Señor, hay un problema con la nueva socia”. Le aviso su asistente, haciendo que Dante frunciera el ceño.
“¿Cuál es el problema?”. Preguntó con voz seca y amarga.
“Es…”. Fue interrumpido cuando las puertas de la sala se abrieron de golpe, dejando ver a una mujer acompañada por veinte guardaespaldas: “Su ex esposa”.
Samantha, con una sonrisa ganadora en su rostro, decidió presentarse.
“Mi nombre en Samantha Williams, socia mayoritaria de esta empresa y, por ende, la nueva CEO. Gracias por la espera, señores”. Buscó su asiento que se encuentra frente a Dante y se sentó dichosa, demostrando que se puede renacer de las cenizas.
El hombre mantuvo una postura seria, no puede dejar de fijar sus ojos en ella y de demostrarle su desagrado. Se hace muchas preguntas, y una de ellas es ¿Cómo consiguió tal poder si era huérfana? No tenía familia y tampoco tenía dinero.
Durante toda la reunión, Dante se mantuvo en silencio, y en cuanto esta llegó a su fin, fue el primero en salir de la sala.
“Le pido una disculpa, el señor últimamente no se encuentra bien”. Se disculpó su asistente ante Samantha y fue tras el hombre.
“No será la primera, ni la última vez en que él huya de mí”. Dijo en voz baja al notar el miedo en Dante. Decidió ponerse de pie e ir a conocer su nueva oficina.
Esta estaba en frente de la de Dante, Samantha sonrió con ironía, burlándose del destino que los obligaba a mirase a la cara. Decidió tomar asiento, cerró los ojos apreciando su momento, al abrirlos, noto que él la observaba.
“¿Por qué ella está aquí?”. Le preguntó a su asistente, sintiendo la presencia de una úlcera en su cuerpo.
“Es la nieta de la Señora Andrea”. Respondió leyendo el informe que se había realizado en segundos.
“Traigan a la mujer y saquen a Samantha de mi vista”.
“Eso es imposible, la Señora Andrea falleció. Antes de hacerlo la reconoció como su nieta y la nombro su heredera”. Respiró tranquilo, lo que le iba a decir no era fácil: “La Señorita Williams tiene mucho poder ahora”.
“¿De cuánto estamos hablando?”. Preguntó resonando sus dedos en el escritorio.
“Cinco veces mayor al suyo”.
Dante respiró con fuerza, cómo era posible que ahora ella estuviera al mando, si antes no era nadie sin él.
“Lárgate, Sebastián”. Dijo ente dientes, sintiendo que iba a perder el control y hacer una locura.
El hombre asintió y se marchó tan rápido como pudo.
Dante, con su mirada fija en la pared, decidió levantarse e invadir su oficina, pero se vio detenido por los guardaespaldas en la entrada.
“Déjenlo para”. Ordenó Samantha.
Los hombres se miraron unos a otros y decidieron escoltarlo hasta la entrada.
“Señor Mickelson ¿A qué debo su visita?”. Preguntó dejando escapar una sonrisa de placer.
“Diles a tus hombres que me suelten”. Habló entre dientes. Samantha asintió con calma y les dijo que se macharan. Una vez solos, él le dijo: “Quiero que te vayas de mi empresa, y de mi vida si es necesario. Te pagaría yo mismo el pasaje, pero veo que cuentas con el dinero”.
Samantha sonrió aún más por sus palabras y se puso de pie.
“Tengo buenas razones para quedarme”. Dijo y dejó caer sus manos en el escritorio: “Uno, te mostraré a ti y a los tuyos que soy inocentes. Y dos, ya lo sabrás…”.
“¡De qué inocencia hablas, Samantha! Hay testigos que te vieron por última vez con mis padres, además de encontrar sus cuerpos en tu auto”. Sonrió para ocultar su enojo: “Ahora podrás tener dinero y poder, pero no eres digna para cuidar a mi hijo. En cuanto sepa donde lo tienes, haré hasta lo imposible por quitártelo”.
“Suerte con eso”. Él intentó acercarse a ella, pero se vio detenido por los guardaespaldas: “Tranquilos, el Señor Mickelson sería incapaz de volverme a amenazar con un arma, y menos sabiendo que soy su socia”.
Dante, con su rostro lleno de odio, se soltó de los hombres y caminó hasta entrar en un ascensor, necesitaba aire fresco para procesar todo lo que estaba sucediendo.
Samantha asintió para que los hombres se fueran, respiró y se dejó caer en el mueble. No sabía de dónde sacó las fuerzas para enfrentarse a Dante, antes la hubiera intimidado, pero ahora ya no tiene poder sobre ella. Decidió mantener su mente ocupada en el trabajo, eso le ayudaría a pensar en otras cosas.
Salió del edificio y antes de entrar en su auto, una mujer la llamó.
“¿Podemos hablar?”. Preguntó Heidy parada detrás de Samantha.
“No tenemos nada de qué hablar”. Le respondió e intentó ignorarla.
“Esto es importante, es con respecto a tu hijo y los planes que tiene Dante para él”. Samantha no pudo evitar verla al escucharla mencionar a su hijo, su rostro decía muchas cosas: “Veo que ahora si te interesa, iremos a la cafetería de siempre, pero solo nosotras dos, soló así te diré lo que quieres saber”.
Samantha asintió. Haría cualquier cosa por su hijo.
“Iré, pero mis hombres vienen conmigo hasta la entrada. No confió en nadie”.
“De acuerdo, siempre y cuando no entren. Lo que tengo que decirte es muy importante y solo nos concierne a las dos”.
Decidieron ir juntas a la cafetería, esta se ubicaba a una cuadra de la empresa. Al entrar se sentaron, les tomaron su orden y la conversación comenzó.
“No hablaré de tu hijo porque no me interesa, yo pronto le daré un hijo a Dante y con ello una familia. La vedad no sé para qué quiera un hijo de la mujer que tanto odia”. Samantha se puso de pie, tenía planeado irse ya que ese no era el tema que le interesaba: “Siéntate, Samantha. No he dicho que te puedes marchar. Te diré esto y lo diré una sola vez… yo fui quien envenenó las tazas de los Señores Mickelson”.
Samantha abrió sus ojos a más no poder por tal confesión, la mujer estaba loca, perdió el juicio por completo.
“¡Fui a la cárcel por tu culpa!” Habló exaltada: “¿Por qué lo hiciste si éramos amigas? Eras mi mejor amiga”.
“Dante te amaba, no podía permitir una relación entre ustedes. En cuanto me enteré de que se casaron, decidí actuar y dar un golpe con el que Dante jamás te perdonaría”.
“¿Por qué me lo dices ahora como si nada?”.
“Porque es la palabra de una mujer que estuvo en la cárcel por asesinato en contra de una pobre ama de casa. Quiero que lo sepas y que nadie pueda creerte. Además, para que lo tengas en cuenta y lo pienses dos vece antes de traer a tu hijo… no vaya a ser que tenga la suerte de sus abuelos”. Amenazó con calma bebiendo de su café.
Heidy había logrado sacar lo peor de Samantha tras mencionar a su hijo, no sabía con quien se estaba metiendo.
“Ahora mismo vas y le dices a Dante que soy inocente”: Caminó hacia ella y la tomó del brazo con gran fuerza mientras la jaloneaba.
“Samantha, me estas lastimando, suéltame. Todos están viendo que agredes a una mujer embarazada e indefensa”. Comenzó a hacerse la víctima.
“No lo haré, te llevaré con él así sea arrastrándote, pero le dirás todo lo que me confesaste y también le dirás que amenazaste a su hijo de muerte”.
Empezó a jalarla fuera del establecimiento.
“Basta Samantha, me lastimas”. Se quejó Heidy.
“Sueltala”. Escucharon la fuerte voz de Dante detrás de ellas, y por primera vez Samantha se alegró de verlo.
Dante caminó hasta sostener con fuerza su brazo, lleno de rabia la miro a los ojos: “Deja a Heidy fuera de esto, ella no te ha hecho nada”.
“Ella es la verdadera…”. Fue interrumpida por los gritos desesperados de Heidy.
“Me duele, Dante, me duele mu vientre”. Empezó a decir mientras lloraba: “Me duele mucho, algo le pasa a nuestro hijo”.
Finalmente se desmayó cuando noto como la sangre corría por su pantalón.
Dante soltó a Samantha y fue con Heidy, cargándola entre sus brazos. Antes de irse amenazó a Samantha.
“Si algo le llega a pasar a mi hijo, te juro que te vas a arrepentir por el resto de tu vida, te lo juro”. Después de hablar salió y se montó en su auto para ir al hospital.
Samantha no entendía lo que había sucedido, ni siquiera la agredió para que ella sangrara de esa forma. No pudo evitar sentirse mal por ella y por el niño que llevaba en su vientre, especialmente cuando los comensales no dejaban de hablar de lo sucedido.
Con esto que pasó, Dante jamás iba a creer en su inocencia y le sería más difícil limpiar su nombre.
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