Exesposa al poder -
Capítulo 4
Capítulo 4:
“¿Nunca vas a perdonarme?”. Preguntó con tristeza.
Si había algo de lo que se lamentaba, era de los errores que cometió con Samantha en su pasado.
“¿Cómo voy a perdonar a la mujer que me hizo la vida imposible? ¿Cómo, Señora Andrea?”. Peguntó Samantha al no tener más que decir. Llevo sus manos a la cabeza, no quería discutir con ella estando así, seria cruel de su parte.
“Estaba cansada de recibir noticias falsas con respecto a mi nieta desaparecida, cuando te tuve enfrente, no sabía que lo eras. Cometí errores, no debí tratarte de esa forma. No sabes cuánto me arrepiento”.
“¿Y se dio cuenta de eso cuando supo que era su nieta? ¿O cuando se enteró que iba a ir a prisión y aun así me hundió al testificar en mi contra? Usted terminó por condenarme”. No soporto escucharla más, pero tampoco quería discutir con una mujer moribunda y empezó a caminar hacia la salida.
“Samantha, por favor, espera”. Dijo con voz débil en un intento por detenerla, no podía dejarla ir, no tendría otra oportunidad: “No he terminado, te pido que te quedes hasta que escuches todo lo que tengo que decirte”.
“Estoy tratando de ser fuerte, pero tengo tanta rabia en mi interior que no sé por qué vine hasta aquí”.
“Samantha, quiero que entiendas que nunca dejé de buscarte. Cuando tus padres murieron en aquel accidente automovilístico, tuve la esperanza que estuvieras viva porque tu cuerpo no estaba con el de ellos. Te busqué por años, les pagué a muchos detectives y a personas que aseguraban conocerte, pero todos ellos fueron estafadores que se burlaron de una anciana y de su dolor por perder a su nieta. Quiero que sepas eso antes de irme”.
Samantha decidió mirarla en la entrada de la puerta.
“Y ahora lo dice cuando el daño ya está hecho”. Suspiro y volvió a hablar: “Fui a parar en una casa hogar, estuve allí hasta que cumplí la mayoría de edad. Me esforcé toda mi vida, terminé la escuela, la secundaria y la universidad gracias a becas que gané y a mis trabajos. Pero tuve la mala suerte de trabajar para usted, que no dudo en humillarme cada vez que tuvo la oportunidad. Lo siento Señora Andrea, pero haga lo que haga, no podrá convencerme. Usted y yo no tenemos nada de qué hablar”.
“Te equivocas”. Empezó a toser sintiendo que se ahogaba. Samantha respiró, se compadeció de ella y fue a ayudarla. Busco un vaso de agua y la ayudo a beberlo.
Al terminar, la mujer pudo calmarse y continuo: “Eres mi única nieta, aunque no lo quieras reconocer. Todo lo mío pasara a ser tuyo, ya está decidido, eres mi heredera”.
“No necesito de su dinero, yo puedo sola como siempre lo he hecho”. Le aseguró.
“No podrás, tienes un hijo del que debes cuidar de Dante y también necesitas limpiar tu nombre, porque sé que no eres la asesina de los Señores Mickelson, no eres capaz de matar”.
“¿Cómo sabes de mi hijo?”. Samantha endureció su voz al preguntarle, lo único que había escuchado fue que hablo de su hijo, lo demás no importaba.
“El abogado que estaba a cargo de tu caso, yo lo contraté, no te lo dio el estado. El Señor Miller es una buena persona, me ha mantenido informada de todo el proceso. Cuando supe sobre tu hijo y su enfermedad, decidí mantenerlo vigilado, yo me he encargado de que no le falte nada y de los gastos médicos. No culpes al hombre, él solo quería ayudarte”.
“¿Hay algo más que me estés ocultando?”. Preguntó sin poder creerlo.
“Fui yo quien pagó tu fianza”. Confesó y tosió: “No podía dejarte en ese lugar sabiendo que eres mi familia, mi nieta”.
Esto hizo que Samantha se enojara y también empezara a preocuparse por la mujer, su piel pasó de blanca a morada, se estaba ahogando.
“Llamaré a un doctor”. Dijo desesperada e intento ir por uno.
“No quiero un doctor”. Escuchó el tono molesto de su abuela y se detuvo: “Lo que quiero es que me perdones y aceptes mi herencia”.
Samantha cerró los ojos al mismo tiempo que apretaba los puños.
“Señora Andrea, puedo perdonarla, pero no aceptaré su dinero, no puedo hacerlo, no es correcto”. Dijo al mirarla.
“Eres tan teca como tu padre”. Con el botón que tenía en la mano, llamó a su abogado y el hombre fue de inmediato: “Señor Davis, ella es mi nieta, mi única heredera. Toda mi fortuna pasara a su nombre”.
El hombre asintió y caminó hasta donde estaba la mujer moribunda entregándole unos documentos para que los firmara. La Señora Andrea tomó la pluma y firmó los papeles, nombrado a Samantha propietaria de todos sus bienes: “Ahora no puedes negarte, ya he firmado y también debes firmar para verificarlo”.
“No puedo aceptar esto, no puede arreglar las cosas con su dinero”. Hablo Samantha negándose a aceptar la herencia.
“Samantha, estoy en mis últimos momentos, no le niegues la última voluntad a una persona que está agonizando y pidiendo tu perdón. Toma lo que te doy, limpia tu nombre y vive feliz al lado de tu hijo. Te lastime, pero jamás deje de buscarte”. Luego volvió a toser.
Samantha se llevó las manos a las sienes, la mujer se veía tan arrepentida por todo el mal que le causo. Respiró, no le dio más vueltas al asunto y decidió firmar para que ella estuviera más tranquila.
“Ahora quiero escuchar que me perdonas, Samantha… por favor perdóname para poder irme en paz”. Le dijo la mujer un poco más calmada.
Ella se acercó, se sentó junto a Andrea, tomó su mano y le dijo.
“Te perdono”. Estaba tratando de no llorar: “Te perdono por todo lo que me hiciste y también te agradezco por no dejarme de buscar… abuela”.
La Señora Andrea sonrió, apretó la mano de Samantha y murió en completa calma, sabiendo que al final pudo encontrar a su nieta y ganar su perdón.
Al pasar de las horas, la Señora Andrea fue cremada tal como lo dejo estipulado. Las cenizas le fueron entregadas a Samantha siendo ella su único familiar, ahora debía cuidarlas.
“Por favor, Señorita Samantha, tome asiento”. Dijo el abogado que llevaba el proceso de la herencia de la Señora Andrea. Ella asintió y se sentó frente a él: “Su abuela le acaba de dejar una gran fortuna, es cinco veces más grande que la de su ex esposo. Además, ahora posee el 45% de las acciones de la empresa de Ingeniería y Construcción Mickelson, empresa donde su ex esposo es el dueño. Dígame ¿Por dónde empezamos?”.
Ella nunca imagino el poder de su abuela, y mucho menos de que era socia de Dante.
“Empecemos por la empresa”.
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