Exesposa al poder -
Capítulo 3
Capítulo 3:
Samantha salió muy temprano del departamento en busca de empleo. La ubicación que encontró en el periódico fue de una joyería, así que fue a probar suerte ahí.
“¿Tienes experiencia trabajando?”. Preguntó el gerente. Un señor regordete y un poco calvo.
“Si, señor”. Dijo honesta: “Y aprendo muy rápido”.
Jorge fijó su mirada en ella. Se veía desesperada por trabajar, además de parecer buena persona.
“De acuerdo, te daré una oportunidad, una sola”. Samantha sonrió en agradecimiento: “Empiezas hoy mismo. Toma una camisa de tu talla y vuelve, estarás a cargo de vender la joyería”.
“Gracias, no va a arrepentirse”. Aseguro y fue a cambiarse para empezar con su primer día.
Estaba tras el mostrador cuando de repente el sonido de la campana de la puerta se escuchó, indicando la llegada de nuevos clientes. Samantha fijó su mirada en la puerta para llevarse la gran sorpresa de que ahí estaba su ex esposo tomado de la mano con Heidy, quien se suponía era su mejor amiga. Ellos también la observaron, él endureció su rostro antes calmado y ella sonrió.
“Sean bienvenidos, Señores Mickelson”. Dijo el gerente: “Cualquier cosa que busquen, lo tenemos”.
“Busco un anillo de compromiso para mi novia y futura esposa”. Habló Dante con la mirada fija en Samantha.
“Tenemos muchos modelos, por favor pasen por aquí. Nuestra empleada los ayudará a elegir uno”. Caminaron hasta Samantha y el gerente le dijo: “Por favor, ayuda a los señores enseñándoles nuestros mejores anillos”.
Samantha tragó saliva e hizo como si no los conociera. Agacho su cuerpo hasta tomar los anillos y lo puso sobre la repisa. Luego tomo los que estaban a los lados.
“Me gusta este”. Dijo Heidy al mismo tiempo que tomaba un anillo.
Este tenía un gran diamante y su aro era de oro puro, realmente era un anillo lindo y seguramente muy costoso.
“Y para ti que sea este, cariño”. Luego tomo una argolla de oro para Dante. “¿Podrás grabar nuestros nombres?”.
“Perfecta elección”. Felicito el gerente: “Por supuesto, ahora mismo lo haremos”.
El gerente miró a Samantha y le ordenó: “Graba sus nombres. Ellos son los señores…”.
“Sé cómo se llaman”. Dijo ella interrumpiéndolo.
Tomo los anillos y con la ayuda de un lápiz de metal empezó a escribir sus nombres. Al finalizar se los dio: “Gracias por su compra, vuelvan pronto”.
Heidy sonrió por su gran regalo que significaba un paso más.
“¿Me lo pones?”. Le pregunto a Dante al darse su anillo.
El hombre asintió y frente a las pocas personas del local, introdujo el anillo en su dedo.
“Gracias”. Dijo feliz y tomó el anillo de Dante, era su turno.
“Gracias, están todos invitados a la boda. Será dentro de tres meses… y para expandir más nuestra dicha, les invitamos al baby shower de nuestro bebé”.
Ante las palabas de Heidy, las personas de la tienda aplaudieron felices por ellos.
“Samantha observó a otro lado que no sea ellos, no podía compartir una felicidad que no sentía.
“Tú también etas invitada, Samantha”. Dijo Heidy con un tono de voz un poco dulce y calmado.
Samantha estiro los labios y le respondió.
“Iré encantada”.
Dante con su rostro duro, tomo la mano de Heidy se despidió del gerente y salieron del establecimiento.
Samantha los observó alejarse, hacían buena pareja, eso no podía negarlo. Ella, su mejor amiga desde la adolescencia, estaba por casarse con su ex. Y Dante, el primer novio que tuvo, quien fue testigo de la amistad que tenía con Heidy, la iba a desposar. Ellos merecían casarse, nacieron el uno para el otro, al parecer quienes impedía esa felicidad era Samantha.
Dejó de observarlos cuando subieron al auto, tenía que concentrarse en formar un futuro para ella y para su pequeño, tener el dinero suficiente para darle una buena vida e impedir que Dante se lo arrebatara… ya iba a tener un hijo y una nueva familia, que se conforme con eso.
Fue un excelente día de trabajo, Samantha salió del local y empezó a camina sola, no tenía dinero para regresar al departamento y lo poco que tenía era para hacer algunas compras muy necesarias.
Al querer cruzar la calle, un auto negro la interceptó. De este bajaron dos hombres con capucha, taparon su cabeza con un costal, la tomaron de las manos y la obligaron a subirse al auto para marcharse.
“No tengo dinero, si es lo que buscan”. Habló ella desesperada, viendo más que oscuridad y pensando en su hijo.
“No buscamos dinero”: Dijo uno de los hombres.
Samantha reconoció su voz de inmediato.
“¿Señor Cirius?”. Preguntó dirigiéndose a él. Lo recordaba como mano derecha de su antigua jefa. Era un hombre maduro que duplicaba su edad, de cuerpo robusto e inteligente: “¿Por qué lo ha hecho? ¿Por qué me secuestra si conoce mi situación económica?”.
“Yo sólo obedezco órdenes”. Fueron sus últimas palabras y luego no hubo más que silencio.
Llevaron a Samantha hasta un lugar que ella conocía muy bien, era la residencia en la que una vez trabajo.
“¿Por qué me traen hasta aquí?”. Preguntó cuándo le sacaron el saco de la cabeza: “No pienso entrar”.
“Señorita Samantha, la Señora Andrea solicita verla, es importante”.
“No quiero ver a esa mujer, sáqueme de aquí, Cirius”. Ordenó.
“Sabía que si se lo decía no iba a venir, es por eso que decidí traerla a la fuerza. Le pido disculpas si la asusté, pero por favor, es importante que la vea”. Su voz e volvió más triste: “La Señora Andrea está agonizando, tenga un poquito de compasión por ella”.
Samantha lo pensó y accedió a verla, no podía negarse ante su última petición.
Abrió la puerta muy despacio la pueta de una de las habitaciones, sobre la cama yacía una mujer moribunda. Había perdido todo brillo, su piel estaba pálida y sus ojos estaban totalmente caídos.
“Samantha, pasa por favor”. Dijo con voz débil y áspera, pero feliz por verla.
Ella pasó firme con la mirada en alto y se puso en frente.
“Señora Andrea, no sé para qué quiere verme, no después de lo que me hizo”.
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