Exesposa al poder -
Capítulo 2
Capítulo 2:
Samantha llegó a su antiguo departamento. Tenía polvo y sábanas blancas por todos lados para cubrir sus cosas. Todo estaba tal cual lo había dejado antes de mudarse e irse a vivir con Dante, pero las cosas resultaron diferentes y ambos tomaron caminos separados.
Empezó a limpiar, recoger y a ubicar todo. Una vez listo, tomo el periódico y se puso a buscar empleo. Tenía que conseguir uno para poder mantenerse.
De repente unos fuertes golpes en la puerta la distrajeron e hicieron que se pusiera de pie para ver quién era.
Ni bien abrió la puesta y vio a Danta afuera, intentó cerrarla. Pero él se lo impidió al colocar su pie para abrirla a la fuerza.
“¿Dónde está mi hijo?”. Preguntó Dante con gran fuerza en su voz, bien pudo romper los cristales del edificio con su voz. Sus ojos como lagunas negras estaban llenos de odio y su aliento apestaba a licor.
“No sé de qué me hablas”. Respondió Samantha con la frente en alto, manteniéndose firme ante aquel hombre que estaba frente a su puerta.
“Claro que lo sabes”. Agrego molesto. De entre su cinturón sacó una pistola y apuntó a su cabeza sin piedad: “Dime dónde está el bebé que tuviste en la cárcel o voy a matarte ahora mimo”.
Actuaba con mucha dureza, parecía que hablaba enserio.
“Insisto, no sé de qué me hablas”.
Dante pareció sonreír de una forma bufona y tenebrosa. Arranco la camisa de Samantha con una sola mano dejando ver su vientre y volvió a preguntar con un tono más fuerte.
“La cicatriz, me vas a negar que no es una cesárea”.
“No lo es, eso me lo hizo una reclusa en medio de una pelea cuando estuve en prisión”. Le aseguro ella.
“Maldita sea Samantha, deja de mentir de una vez por todas y dime dónde está mi hijo”. Arrugo su rostro y desbloqueo el gatillo de seguridad de la pistola, asegurándole que no era un juego: “Sabes que no tengo miedo de matar a la asesina de mis padres”.
Ella pareció no tener miedo y fijo sus ojos en los de él. Caminó hasta que el cañón toco su frente.
“Adelante”. Dijo mientras cerraba los ojos, lo siguiente que se escuchó fue un disparo.
Ella no salió herida, la paso a su lado, ambos fijaron la mirada en aquel rincón vació donde ni siquiera la sombra llegaba. El sonido hizo que los inquilinos salieran y que Dante guardara la pistola.
“Esto no se ha acabado”. La amenazó en voz baja y se marchó.
“Por supuesto que no ha acabado”. Dijo Samantha y cerró la puerta, dejando a sus vecinos curiosos y sorprendidos por verlos juntos.
Al poco tiempo que Dante se marchó, volvieron a tocar la puerta.
“Buenas noches”. Saludó un hombre con actitud jovial: “Soy gerente del Banco Central y he venido personalmente para decirle que su cuenta fue la afortunada ganadora entre todos nuestros afiliados. Señorita Williams, sus intereses subieron por el tiempo que estuvo fuera, ahora es dueña de medio millón de dólares”.
Samantha no podía creerlo ¿En realidad estas cosas pasaban?
“Tiene que ser un error”. Comentó dudosa. Los ahorros que quedaron en su cuenta eran muy pocos, era imposible que se multiplicaran de esa manera.
“No lo es”. El hombre le entregó un certificado donde aseguraba que Samantha era la afortunada poseedora de dicho dinero: “No hay ningún error. Ahora si me lo permite, ya he cumplido mi deber y me marchare. Que tenga buena noche”.
El hombre sonrió por última vez y se alejó.
Samantha aun no lo creía, acababa de salir de la cárcel y ya recibió una visita de Dante reclamándole por unos derechos que no le pertenecen, se preguntaba cómo se enteró, especialmente cuando su hijo no estaba en el país… ahora mucho menos lo iba a traer.
También estaba lo del gerente del banco, ahora es dueña de una fortuna que no sabe de dónde salió, pero ya tiene planes para ese dinero. Lo primero que haría es depositarlo a la cuenta de su hijo para sus tratamientos, el resto lo usaría para pagar la deuda que tenía con el Señor Miller.
“Listo”. Dijo el gerente al entrar en el mismo auto negro que vio salir a Samantha: “La Señorita Williams aceptó el dinero”.
“Gracias, esta es tu parte”. El chofer estiró sus manos donde estaba un sobre amarillo con dinero y se lo entregó: “La señora se lo agradece, ahora vete”.
Su siguiente tarea era acercarse a Samantha y llevarla con ella, la mujer sólo tiene una oportunidad para ganar su perdón, y debe actuar antes de que sea tarde.
Mansión Milkenson – 8 pm – despacho principal.
“¿Conseguiste saber dónde está tu hijo?”. Preguntó Heidy, a la vez que le daba un masaje en el cuello a Dante.
“Se niega a decírmelo”. Respondió frustrado.
“Pronto lo sabremos”. Dijo ella con mucha calma, besó sus mejillas y volvió a hablar: “Iré a descansar, te espero en la habitación”.
La mujer sonrió coquetamente hasta desaparecer.
Dante mantenía su mirada fija al frente, tenía el ceño fruncido y un vaso de licor en la mano.
“Señor, su ex esposa acaba de salir libre”. Hablo uno de sus abogados: “Pagaron una gran cantidad de dinero y le concedieron la libertad absoluta”.
Dante se molestó tras escuchar que la asesina de sus padres no pagó la condena que se merecía, pero aun así se mantuvo calmado.
“¿Quién pagó por sacarla?”. Preguntó tratando de mantener la calma, pero por dentro estaba furioso.
“Fue un pagó anónimo”. Los abogados se miraron unos a otros, había otra cosa que tenían que informarle: “Señor, durante el tiempo que la Señora Williams estuvo en prisión, tuvo un hijo”.
“¿Cómo es posible? Era una cárcel de mujeres”.
“Es porque ella fue a la cárcel estando embazada de usted”.
Dante asintió, se puso de pie y tiro de golpe la mesa al suelo. Podía odiar a Samantha, pero no al pequeño.
“Quiero que hagan todo lo posible por quitarle a mi hijo, no permitiré que esa asesina lo cuide”.
Después de aquel recuerdo, levantó el vaso, lo llevó a sus labios y bebió hasta la última gota.
“Te voy a quitar a mi hijo, Samantha”. Dijo entre dientes, mientras una de sus manos se convertía en un puño.
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