Exesposa al poder
Capítulo 43

Capítulo 43:

Dormir en el sofá no era para nada cómodo. Samantha sentía su cuello doler y no dejaba de masajear de arriba abajo o en círculos en esa zona.

Se encontraba en la oficina con sus ojos fijos en los diseños de los jardines próximos, mientras sus manos la ayudaban en el cuello,

Despertó en la mañana y Vlad ya no estaba con ella, tampoco en la mansión, la había dejado dormida y con una manta sobre sus hombros. Subió a la habitación, se dio un baño, fue por su hijo y se despidió de él dejándolo con James.

“Señora Samantha, la señorita Martina está aquí”. Dijo su asistente por el intercomunicador.

“Permite que pase”. Respondió y se preparó a recibirla.

Martina entró con una gran caja en sus manos. Como era una mujer de estatura pequeña, la caja la cubría de la cintura para arriba. Caminó hasta dejarla en una mesa, mientras respiraba para cobrar el aire perdido.

“¿Qué es eso?”. Preguntó Samantha curiosa por saber el contenido de la caja.

“Esto”. Señaló en dirección a la caja: “Son materiales que nos van a ayudar a partir de ahora”.

“¿Y cómo? ¿Trajiste comida saludable en una caja?”. Samantha no tenía idea de que hablaba su amiga.

“No”. Sonrió divertida y la dejó ver su agenda: “Aparte de nutricionista, doy clases de yoga y soy se%óloga”.

De la caja tomó unos juguetes un poco extraños y con formas extrañas que en su mayoría eran c%nsoladores, v!bradores, látigos y hasta esposas.

“Todo mundo sabe que, si se quieres tener un hijo, tiene que venir de la mejor forma, entre más placentero, mejor es el resultado”. Al decir eso, hizo funcionar un c%nsolador que empezó a dar vueltas en la parte de arriba: “Con todo lo que te voy a enseñar, podrás ponerlo en práctica con tu esposo. Esto es teoría, la práctica te pertenece”.

Samantha tragó saliva, y con el control bajó de inmediato las cortinas para no ser vistas. La pequeña Martina del orfanato había quedado atrás. No sabía que pensar, sólo tenía una pregunta.

“¿Vlad te contrató para esto?”.

“No”. Respondió, mientras ordenaba los juguetes en la mesa: “Esto lo hago gratis, incluyendo en mis clases. La mayoría de mis clientes no se han quejado, les ayudo a tener el mejor placer con sus parejas y formar a su hijo, en sí soy parte del proceso, soy la madrina”.

La mujer sonrió por sus palabras y sacó una caja cuadrada.

“¿Tengo que asustarme por lo que hay ahí?”.

“No, aquí solo hay frutas”.

“No entiendo”.

“No hay que entenderlo, hay que usar la imaginación, ya verás que las frutas son divertidas”. Mordió una fresa y dejó la caja junto a los juguetes: “Entonces empecemos”.

Luego solo sonrió juguetona, era la combinación perfecta entre una mujer divertida y pervertida.

Samantha no sabía cómo decirle que su embarazo se hará por medio de una inseminación, el acto se%ual pasa desapercibido, al menos de eso habían hablado y acordado. Pero al observar aquellos juguetes su mente se despertó, podría intentarlo y saber a donde la llevaban, quizás hasta podía divertirse un poco aprendiendo cosas nuevas.

“¿Qué tomo primero?”. Preguntó segura de aquella decisión que era una completa locura. Samantha Williams quería experimentar su se%ualidad.

“Te voy a enseñar el arte de la varita mágica”. Martina sonrió y dejó ver el juguete que se asemejaba a un v!brador de color rosa: “Y también los látigos del placer”.

Los tomó con fuerza y los golpeó en contra del viento.

Después de unas extrañas clases de se%ualidad, Samantha salió de su empresa en dirección donde se suponía que iba a estar Cirrus, pero la sorpresa fue grande cuando encontró a Vlad en las puertas de la empresa.

No tenía su impecable traje de colores neutros. Por primera vez el hombre usaba jeans azules, camisa de algodón blanca, zapatos del mismo color, una chaqueta de cuero y sobre sus ojos aquellos lentes de sol. De tras de él, una moto negra.

Samantha caminó con una gran sonrisa hasta acercarse a él.

“¿Vlad?”. Preguntó al no poder creer lo que veían sus ojos.

“Le pregunté a Miller una forma de sorprenderte y lo que me dijo fue que te llevara a cenar, luego recordé que él no ha tenido citas en años y preferí hacerlo a mi modo”. Le dio un casco y él tomó otro: “Samantha, está tarde te tengo una sorpresa en la que espero y me acompañes, Matías está bajo los cuidados de James y tu horario es libre, ya lo he revisado todo”.

Ella quedó estupefacta, si Vlad fue capaz de tener un gran cambio para sorprenderla, para ella significaba mucho que viniera.

Samantha asintió, tomó el casco y con la ayuda de Vlad lo colocó en la cabeza.

Vlad subió a la moto, Samantha lo siguió. Se sentó de lado porque llevaba falda y lo abrazó con mucha fuerza. Él estiró sus labios, prendió la moto y fueron juntos para esa gran sorpresa que él había preparado.

Recorrieron toda la ciudad hasta ir por carreteras donde el campo se hacía presente, luego se perdieron en tierras secas y cañones. Sentir el viento recorrer en sus pieles era refrescante y único si estaban los dos solos. Llegaron a un punto donde ambos se retiraron los cascos y continuaron con la travesía, mientras se desplazaban en la carretera. Samantha podía sentir diversos aromas al aire libre, pero el que más le agradaba, era la colonia de Vlad.

Llegaron hasta un mirador de cristal ubicado en el gran cañón, donde sólo estaban ellos y nadie más, era realmente fabuloso. Sobre una mesa de vidrio reposaba comida para ambos y un par de velas, era una sorpresa doble. Y junto al filo, había un telescopio.

Vlad llevó a Samantha de la mano e indicó que tomara asiento al separar la silla. La noche pronto iba a caer y la cena a empezar, nada podía. salir mal, ya lo había calculado todo y a partir de a las ocho serían testigos de una lluvia de estrellas.

El cabello de Samantha estaba realmente desordenado por la corriente del viento, así que trataba de arreglarlo. Él al notarlo, tomó un lazo y se lo colocó a Samantha, dejando una cola baja perfecta. La miro, faltaba algo más… y eso era un par de mechones fuera que enmarcaran su rostro.

Tomó asiento frente a ella y preguntó.

“¿Deseas comer algo? Hay muchas cosas aquí. Salmón con verduras, postres saludables, frutas, maníes, sándwiches para preparar, chocolate amargo derretido y por supuesto, algo de vainilla por si te gusta”.

Samantha sonrió, quería un poco de todo.

“Empecemos por la cena”. Dijo sin dejar de mirar la mesa. Vlad asintió y sirvió algo de vino para poder comer.

Al terminar, Samantha pregunto entusiasmada: ¿Podemos comer los sándwiches?”.

“Claro, puedes empezar por donde quieras, hoy es tu día”. Vlad tomo dos panes y empezó a preparar el pedido. Algo de jamón, lechuga y tomate para él. Para Samantha preparó uno completo: “¿Lo quieres con mostaza?”.

“Sí”. Respondió más que feliz sin dejar de observar las manos ocupadas de Vlad.

Al terminar, Vlad le entrego el sándwich a Samantha, y juntos al aire libre sin perjuicios, en un hermoso atardecer empezaron a disfrutar de los manjares. Cuando la noche amenazaba con caer, decidió encender las velas y continuar con la cena.

“Me pasas las fresas, el chocolate y la vainilla”. Habló Samantha, era su postre favorito, le era imposible resistirse a la tentación.

Vlad asintió, se los dio y la vio comer. Samantha sumergía cada fruta sobre el líquido y luego lo disfrutaba. El dulce de la fresa neutralizada el amargo chocolate, que era perfecto para ella.

“¿Quieres?”. Preguntó ofreciendo una fresa bañada en vainilla.

Vlad tenía una mirada demasiado pensante en el rostro, cada movimiento que Samantha hacia él la observaba curioso.

El negó con la mirada.

“La vainilla me llevaría al hospital, prefiero comer los manís”. Respondió y empezó a llevar a su boca nueces y frutos secos,

“Está solo tiene chocolate”. Samantha sonrió y la dejó ver una segunda opción en sus manos.

“Es muy dulce y poco saludable”. Comentó.

“¿Enserio?”. Preguntó nada sorprendida, conociendo los hábitos alimenticios de Vlad: “A mí me parece la cosa más sabrosa que puede existir y si no quieres, habrá más para mí”.

Levantó su mano hasta llevarlo a sus labios, donde dejó caer su postre,

Vlad la observó, sentía curiosidad de cómo a Samantha le podía gustar algo tan amargo y dulce más la combinación de fresas. Observó que ella manchó parte de las mejillas con chocolate, tomó un par de servilletas, se acercó a Samantha y limpió esa zona.

Si antes le gustaba el aroma de ella, ahora estaba sumergido por la combinación tan exquisita que el chocolate le daba. La miró a los ojos sin pestañar, cortó distancia y terminó por besarla. La combinación perfecta entre la fresa, el chocolate y aroma a Samantha fue lo que pudo apreciar, sentir, disfrutar y degustar.

Se separó muy despacio, estiró sus labios y le dijo: “De repente me gusta el chocolate amargo con fresas”.

Samantha sonrió, no podía negar que a ella también le había gustado y disfrutado de aquel beso no planeado. Por su mente recorría si Vlad sabía las diferentes funciones que se le puede dar a una fresa sumergida en chocolate. Pero qué estaba pensando, Martina hizo que pensara de otra manera, la fruta era para comer, sólo para eso. Trató de respirar eliminando esas ideas y miró el final del mirador.

Vlad, tomó una de las manos de Samantha, se puso de pie y la llevó donde estaba el telescopio.

“Observa al cielo”. Dijo mirando la hora, ya faltaba sólo minutos para la lluvia de estrellas.

Samantha asintió, acercó el ojo y miró por la lente a todo un sistema solar. Era un universo completo que no pudo evitar sonreír.

“Esa, ahí”. Vlad puso las coordenadas para indicar una constelación: “Es la osa mayor. La historia cuenta que era una hermosa mujer que por desgracia fue seducida por Zeus cuando bajó a la tierra en el momento exacto en que ella se bañaba en el rio. Le prometió muchas cosas, tuvieron una relación prohibida, ella quedó embarazada. Tiempo después, Hera se enteró y furiosa convirtió al niño en oso para que los cazadores terminaran con él. Fue tanto el dolor de la joven madre que decidió quitarse la vida. Zeus al ver lo que había logrado, tomó el cuerpo de su amante y lo lanzó al cielo, convirtiéndola en una mamá osa, luego lanzó el cuerpo del bebé”.

Hizo una pequeña pausa para beber agua. Vlad hablaba tan bien que era imposible no dejar de escucharlo.

“Es por eso que ahora se nos permite ver a la osa mayor, la representación de una madre; y a la osa menor, su hijo, juntos en el cielo. Al final ellos se encontraron y cuentan su historia a grandes alturas”.

“Es una historia trágica, pero con un final feliz”. Samantha lo miró. Sus ojos demostraban gran emoción.

“Lo es”. Respondió él. Tomó sus manos y le dijo: “Samantha, este es un lugar al que solo yo solía venir. Está zona es prohibida para muchos, la compré porque todos mis buenos recuerdos están aquí, me trae paz y felicidad. Eres la segunda persona quien lo visita”.

Samantha se sintió especial, Vlad compartía con ella un lugar que lo era todo para él. Él le demostraba a su forma que la quería más de lo que ella puede imaginar, aunque esas palabras no salían del todo, sus acciones hablaban por él.

“Espero seguir acompañándote de ahora en adelante”. Sonrió y lo abrazó.

“También espero que así sea”. Vlad también decidió abrazarla, su lugar especia estaba junto a ella. Miró el reloj, era hora: “¿Puedes ver al cielo?”.

Samantha levanto la mirada y lo que vio la sorprendió aún más. Era una lluvia completa de estrellas en el cielo, no paraba de recorrer a gran velocidad. Ni el más grande espectáculo de fuegos artificiales se igualaba a lo que veían sus ojos.

“Me encanta”. Miró a Vlad y él pudo notar que las verdaderas estrellas se encontraban en los ojos de Samantha: “Gracias por todo esto, fue una hermosa sorpresa”.

El asintió, no estaba mal que le diera un beso más, aunque sea una pequeño. Samantha no se había molestado con el primero, el segundo sería un regalo para ambos.

La apegó a su cuerpo con la intención de besarla bajo la lluvia de estrellas. Si sus cálculos no fallaban, era un acto apegado al romance y era algo que quería dejar en la mente de Samantha, pero sus planes se vieron arruinados cuando la verdadera lluvia empezó a caer. No había pronóstico de lluvia y menos en esa noche tan especial, pero estaba claro que Vlad no pudo controlar el tiempo o el clima.

Samantha no hizo más que sonreír, el agua la estaba cubriendo, pero en los brazos de Vlad no se sentía ni el frio

“Es mejor irnos”. Dijo Vlad con algo de fuerza, ya que la lluvia caía a grandes golpes lo que hacía imposible escuchar: “Tengo una cabaña a unos metros de aquí. Vamos a refugiarnos hasta que el clima se calme”.

Samantha asintió decidida a irse con él, Vlad le ofreció su saco para que se cubriera de las gotas que le caían en el rosto y empezaron a escapar del agua hasta su siguiente destino.

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