Exesposa al poder
Capítulo 41

Capítulo 41:

“Este cupón te servirá en otra ocasión, no en esta”.

Dijo Vlad y le devolvió aquel papel en sus manos, dejando a Samantha algo desconcertada por aquella acción.

“No es necesario canjearlo, te lo diré de todos modos”.

Dijo amable e intentó estirar sus labios intentando sonreírle con su rostro pálido escaso de felicidad. Respiró con fuerza y empezó a hablar con su mirada en el pasado, pero con sus ojos fijos en ella.

“Cuando tenía tres años fui separado de mi madre y enviado a un internado donde me formarían el carácter, allí me educarían para ser un patriarca Ferguson. Fueron noches en las que me bañaban en agua helada y por cada error cometido recibía castigos, los peores que un niño podía recibir. Cuanto tenía nueve años mi mamá enfermó, tenía prohibido entrar en su cuarto e incluso en vacaciones no la veía si no era para los eventos, después de eso me obligaban a mantener distancia con ella. Pero yo necesitaba verla, abrazarla, decirle que continuaba ahí y que no era como mi padre… entré a escondidas”.

Sus ojos se nublaron, pero aun así tomó fuerzas, este era su recuerdo más difícil.

“Nos abrazamos, hablamos y reímos hasta que escuché unos pasos llegar, era Hamilton. Me escondí debajo de la cama, pero me encontró. Me sacó de ahí a la fuerza y les ordenó a sus hombres que me sujetaran. Golpeo a mi madre enferma, la culpó de volverme sentimental, sacó la pistola, apuntó a su cabeza y terminó por matarla en frente de mí. Su muerte la hicieron ver como algo natural por el estado de salud en la que se encontraba, ni siquiera fui al entierro para despedirme.

Volví al internado al siguiente día, mi corazón estaba con ella y mi cuerpo en un infierno. Ahora me la pasaba encerrado en las mazmorras, atado a cadenas semidesnudo para liberarme de aquel recuerdo y de mis ataques respiratorios. Era una forma absurda de educar, anticuada, pero estaba aprobada por las cabezas mayores. Para mí no había día ni noche, todo era oscuro y húmedo. El tiempo era nada al igual que el silencio. No volví a casa hasta los doce años, donde mi educación en ese infierno terminó. Sali sin la más mínima cantidad de emociones, todo a mi alrededor era lo mismo, gris y vacío.

A la edad de quince años, cuando ya estaba en el colegio, un cachorro me acompañó hasta casa, hice todo lo posible para que se vaya, pero se encariñó conmigo y yo con él Decidí adoptarlo y esconderlo en el sótano, lo tuve ahí hasta que tuvo seis meses, que fue donde Hamilton se dio cuenta… me hizo ver, ató al perro a un árbol y le disparó. Una vez más me había quitado algo y yo no pude hacer nada.

Mis dieciocho fue mi peor cumpleaños, tenía planeado escapar con mi novia después de la cena con Hamilton, pero él la encontró. Me ordenó que la matara, con eso iba a apagar todo sentimiento, pero no puede y empecé a correr hasta quedar inconsciente por un golpe recibido en la cabeza… aun así escuché un disparo, Hamilton la había matado como lo hizo con mi madre y el perro. Cuando desperté me castigó por desobedecerlo y fui regresado al internado. Los peores castigos volvieron bajo el consentimiento del hombre. Fui torturado, golpeado y amarrado a cadenas mientras apagaban cerillos en mi piel. Me obligaban a enfrentarme con otros hasta que mi contrincante quedara inconsciente en el suelo, no sabía cuándo detenerme.

Aquel dolor se había convertido en rabia y en un arma para Hamilton, me convirtió en el hombre que él quería, digno para continuar con la empresa. Volví a salir del internado siendo otra persona, estaba totalmente apagado, frío, calculador, arrogante y despreciable, pero tenía objetivos… uno de esos era cumplir con la promesa que le hice a mi madre, y así lo he hecho hasta ahora. A causa de mi pasado desarrollé trastornos mentales, crisis de histeria, pánico y ansiedad”.

Samantha escuchó cada palabra salir de los labios de Vlad. Sus ojos lagrimearon al escuchar su pasado tan doloroso y lleno de torturas por parte del hombre que debió cuidarlo, pero en su lugar lo castigó de las peores formas posibles, le arrebató a su madre, a un canino, a su novia y el derecho de amar. Entendió que Vlad fue criado para ser un roble sin sentimiento como Hamilton, y cualquier muestra de cariño lo hacía entrar en crisis, porque su único miedo era que las personas más cercanas a él desaparezcan a manos de su padre.

No preguntó ni pidió permiso, simplemente lo abrazó con tanta fuerza que soltarlo no era una respuesta esperada. Vlad respondió a aquel abrazo, se sentía tan diferente, caluroso y majestuoso que se negaba a soltarla. Samantha se aferró a él, sintiendo sólo a un hombre destrozado que desconocía una sola cosa, el derecho de amar y ser amado.

“Te ayudaré con esto, Vlad”. Respondió y le regaló una sonrisa.

Suspiro, tomó la mano de Vlad y lo guio hasta la cama. Ahí lo ayudó a recostarse y ella se recostó junto a él, posando su cabeza en el pecho al igual que la mano. Vlad la arropó con sus grandes brazos, ninguna medicina se podía igualar a ella. La tranquilidad que le trajo, la paz mental, su cuerpo y mente fueron el resultado inmediato de la cercanía de Samantha.

Ahora todo era diferente a aquella alteración que sufría, esa cuando en su corazón y mente se encendía una alarma al sentir una cosa que no sea su trabajo o su rutina diaria. El perfume de su piel y cabellos lo ayudaron a relajarse, poco a poco fue cerrando los ojos hasta quedarse profundamente dormido. Un sueño que nunca antes había sentido era posible y le encantaba.

No hubo necesidad de expresarle sus sentimientos, ella sería paciente y lo ayudaría a sanar poco a poco. Cerraría cada capítulo doloroso y atormentador para que logre ser feliz. Aquel paso que dio Vlad fue grande en él, y aunque no se lo dijo, demostró sus sentimientos al descansar en los brazos de Samantha. Ella sonrió cuando escuchó el corazón de Vlad latir menos apresurado, era un tambor con golpes ligeros y pacíficos. Lo abrazó con fuerza y se quedó a dormir con él.

Samantha despertó dos horas después y Vlad aún se negaba a soltarla. Muy despacio se liberó de sus grandes brazos, alzó el tórax y lo miró. Pudo apreciarlo dormir y sonrió por ello, un bello rostro donde antes había lamentos y malos recuerdos, ahora era calmado, relajado y pacífico. Guio las yemas de sus dedos hasta tocarlo con suavidad y dejó un suave beso en la frente.

“Descansa”. Le dijo sin dejar de tocarlo. Se puso de pie, caminó hasta la mesa de noche, tomó una hoja y le dejó una nota escrita.

Colocó labial rojo en sus labios, besó el papel y lo dejó en la madera. Caminó sin hacer ruido y salió de la habitación dejando solo a Vlad.

“Doctor Richards”. Habló Samantha, mientras ambos caminaban hasta el ascensor: “Vendré a las terapias de Vlad desde mañana, las que sean necesarias para que él se recupere”.

Su posición era firme. No iba a dejar que su esposo se hunda en un laberinto sin escapatoria

“Pienso ayudarlo a superarse y soltar sus miedos. Espero conseguirlo y hacer que Vlad no vuelva a encerrarse aquí”.

“Es una buena decisión. Vlad, aunque no lo demuestra por su miedo y escasos sentimientos, la necesita”. Respondió y dejó caer su mano con suavidad en el hombro de Samantha: “Usted es su mejor cura y medicina, él lo sabe”.

Samantha asintió en agradecimiento por sus palabras, sonrió y entró en el ascensor. Las puertas se fueron cerrando muy despacio, dejando ver a todo un personal vestido de blanco calmados y felices.

Al llegar a la planta baja caminó hasta llegar al vehículo donde Adams la esperaba, antes de dejar el hotel, la enfermera antes vista se acercó a ella.

“¿El Señor Vlad, está tranquilo?”. Pregunto con voz bastante sería y con sus ojos fijos en los de ella.

“Lo está, y lo seguirá estando, si me es posible espero lograr que no vuelva a encerarse más”. Aseguró Samantha con un rostro relajado y bastante calmado.

“De acuerdo”. Asintió y sin despegar su mirada, le dijo: “No creo que usted logre que el señor se cure. Él necesita medicinas y terapias, puede ser peligroso cuando se sale de control y no va a poder llevarlo sola, puede lastimarla o en el peor de los casos, agredirla. Es mejor que el Señor Vlad siga asistiendo como siempre lo ha hecho con el doctor, mientras mantienen distancia. Ahora si me disculpa, debo de retirarme. Tengo que atender más clientes en el hospital del Doctor Richards”

Se dio la vuelta y fue en busca de uno de los autos que la esperaba afuera del hotel.

Samantha sonrió irónica por sus palabras, estaba sorprendida por la forma tan seria en que habló, y sobre todo por la seguridad en la que lo dijo.

«Voy a ayudarlo”. dijo antes de que ella desapareciera, provocando que la vea: “Delo por hecho, como su esposa saldremos de esto juntos. Soy la persona en la que él puede confiar y la que no descansará hasta lograrlo”.

“Que sus deseos sean escuchados, Señora Ferguson”. Habló la enfermera y se marchó.

Samantha suspiró, dejó de verla, miró a Adams y fue hasta él.

“Al hospital”. Ordenó y el hombre obedeció.

“Cirius me dijo que saliste de viaje a última hora”. Dijo el Señor Miller, mientras sus ojos estaban en ella y en Matías.

“Así es”. Respondió Samantha sin dejar de acariciar a su hijo, ya estaba listo y con nueva ropa para dejar el hospital. Matías tenía piel suave y una carita inocente que por un momento la llegó a comparar con la de Vlad: “Fue un viaje rápido donde muchas dudas se resolvieron… diría que fue uno de los mejores negocios que he completado”

El Señor Miller entendió su comentario entre líneas

“Felicidades”. Sonrió por su gran paso: “Era momento de que creciera la cercanía entre ustedes. Deseo que nada salga mal desde ahora en adelante, ya sabes a quien me refiero”.

“Pensaré en la forma para que aquel señor lo deje libre. Algo se me debe de ocurrir antes de que todo esto finalice. Tiene una gran lista de delitos sin ser pagada”.

“Deseamos lo mismo, pero hasta ahora no hemos encontrado nada en su contra. Toda evidencia la ha eliminado, tiene a la policía comprada y hasta trabajan para él”.

“Descuide, yo me encargo que el hombre pague por todos sus crímenes, después de todo soy una mujer con poder y que no está dispuesta a rendirse”. Sonrió y miró a su hijo.

Matías estaba feliz por ver a su madre de vuelta, también a su tío Miller, pero no estaba Vlad por ningún lado.

“¿Dónde está papá?” Preguntó sin dejar de observar a Samantha.

“El vendrá pronto”. Al decir eso la puerta fue tocada.

El Señor Miller fue a ver quién era, y al ver a la persona tras la puerta, permitió su acceso de inmediato.

“Pronto vendrá a visitarte”. Dijo Samantha sin despegar sus ojos de los de su hijo.

“¡Papá!”. El niño sonrió energético al ver detrás de ella a un hombre que bien conocía y admiraba.

“He vuelto por mi familia”. Escuchó la voz de Vlad, y le fue imposible no emocionarse.

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