Exesposa al poder -
Capítulo 40
Capítulo 40:
Samantha decidió quedarse toda la noche en la habitación de hospital con su hijo para cuidarlo, pero no pudo cerrar sus ojos sabiendo que se habían llevado a Vlad y no le dieron explicaciones de su destino.
“¿Puedo pasar?”. Preguntó el Señor Miller haciendo acto de presencia, mientras dejaba ver una agradable sonrisa en su rostro.
“Adelante”. Respondió Samantha al ponerse de pie con mucho cuidado para que Matías no despertara.
“Apenas supe que Matías recayó, vine a visitarlo”.
“¿A dónde llevaron a Vlad?”. Preguntó Samantha de golpe. Sí alguien sabía algo, ese era Miller.
El hombre eliminó su sonrisa de inmediato, la información era confidencial.
“Supongo que fue a un viaje de negocios”. Respondió y volvió a sonreír, ocultando su nerviosismo.
“¿Un viaje de negocios? Ayer estuvo realmente mal y hoy resulta que está en un viaje de negocios”. Samantha sonrió sin poder creerlo, caminó hasta el hombre, llevó sus manos a la cintura y le dijo: “Miller, sé que algo le sucede a Vlad y si no me lo dice ahora mismo, estoy dispuesta a mover a todo un país hasta dar con él. Sin importar que me encuentre a Hamilton en el trayecto”:
Sus palabras fueron seguras y firmes que Miller tuvo algo de miedo.
“¿Ahora dónde está mi esposo?”.
“Está en un lugar que le hará bien, pronto lo tendrás contigo, Samantha. Sólo hay que darle unos días para que se recupere”.
Samantha volvió a sonreír sarcástica, iba a decirle algo más, pero el Doctor Jackson entró.
“Buenos días”. Dijo alegre: “Vengo a ver cómo está el pequeño paciente”.
“No hemos terminado de hablar, Miller”. Amenazó Samantha y el hombre tragó saliva. Disimuladamente aflojó su corbata.
Matías empezó a despertar. Se sentía mejor, energético y con mucha hambre.
Jackson revisó sus ojos con la ayuda de una linterna para diagnosticar sus reflejos.
“Excelente, tienes buena salud”. Dijo el Doctor Jackson y miró a la joven madre que mostraba alegría por su hijo: “Matías puede irse, pero antes le haremos más estudios y exámenes en caso de que sea alguna bacteria en sus pulmones y de paso a una operación”.
“Pero él ya fue operado cuando tenía un año. La operación tenía que evitar esto casos”. Habló el Señor Miller, quien fue testigo de eso.
“Son casos reversibles, quizás hereditario por parte de algún familiar”. Cruzó los brazos: “Si se necesita una operación más, la madre podrá ayudarnos donándole sangre”.
Luego la miró preocupada y le dijo.
“Descuida, no afectará tu salud ni la de tu hijo, es una operación sin peligro, pero para llevarla a cabo se necesita de un donador del mismo tipo de sangre que la del niño”.
“¿Me da su palabra que mi hijo no va a correr peligro?”. Preguntó Samantha algo intranquila. El donador era lo de menos para ella, si ella era compatible estaría tranquila y lista para hacerse los exámenes con tal de ayudar a su hijo.
“Se la doy, siempre y cuando encontremos a un donador para poder empezar”.
Samantha tenía una duda más y preguntó.
“¿Y si mi sangre no es compatible?”. Siempre temía lo peor.
“Se buscará el tipo de sangre que se necesite o en otros casos, el padre puede ayudar”. Respondió el Doctor Jackson. Luego sonrió y dijo: “Por el momento y antes de llevárselo, será mejor que traiga nuevas ropas para su hijo. Las de ayer fueron destruidas al querer entenderlo lo más rápido posible”.
Acarició los cabellos de su paciente y se marchó.
Samantha se quedó pensativa, no tenía idea de dónde estaba Dante, ni siquiera tenía señal del hombre desde que se había marchado.
“Matías tiene un tipo de sangre extraña, es AB negativo”. Dijo el Señor Miller y le dio unas palmaditas en el hombro a Samantha: “Vamos a encontrar donantes para él en caso de que los análisis y pruebas así lo ameriten. Descuida, Vlad te ayudará a encontrar al padre si no se encuentra la sangre en el tiempo establecido”:
Ella se abrazó a sí misma y asintió.
“Iré por la ropa de mi hijo, se queda a cargo de Matías”. Le dijo a Miller: “Volveré muy rápido y continuamos con nuestra plática”.
Fue hasta su hijo y le dio un beso en la frente.
“¿Papá vendrá?”.
“Sí, yo me encargo de que venga”. Lo miró por unos momentos y le dijo: “Vas a estar bien, siempre lo estas”.
Samantha besó sus manos, caminó hasta la puerta y antes de irse dijo.
“Miller, que su respuesta sea inmediata, si insiste en que se fue a un viaje de negocios, pienso abrir una búsqueda”.
“De acuerdo, Samantha. Tendré una respuesta a tu regreso”. Respondió el hombre, Samantha asintió y se marchó.
Ahora estaba a la espera de los resultados de su hijo, más la ubicación de Vlad. Su cuerpo estaba cansado, pero no iba a demostrarlo, saldría de esa y saldría con los dos tomados de sus manos
Samantha iba en el auto conducido por Cirius, al entrar a la mansión observó el auto de Vlad y a Adams llevar una maleta con ropa.
“Deténgase frente al auto de mi esposo, Cirius”. Ordenó Samantha y el hombre obedeció.
Salió del auto a toda prisa.
Adams al sentirse acorralado fingió que nada pasaba e intentó entrar en el auto.
“No de ni un paso más, Adams”. Samantha caminó hasta estar frente a él: “¿A dónde llevaba esa maleta?”.
“El Señor Vlad olvidó algunas cosas y quiere que se las lleve en el próximo vuelo”.
“Llévame con él”.
“No puedo, mi señor ya está en una reunión muy importante en otro país. Es imposible llevarla”- Adams por más que trataba de no sonar nervioso, su cuerpo lo delataba: “Voy tarde, debo de irme”.
Samantha cruzó los brazos, impidió que caminara y preguntó: “¿Adams, a quién cree que está tratando de engañar?”.
“A nadie, Señora Samantha”. Respondió el hombre tan serio como le era posible.
- Cada vez que Vlad desaparece, la respuesta que me tienen preparada es que se fue a un viaje de negocios y eso es una completa mentira. Quiero que ahora mismo me lleve a donde sea que este mi esposo”. Lo miró a los ojos fijamente: “Como la Señora Ferguson, te lo ordeno”.
El hombre tragó saliva, sacó un pañuelo de su bolsillo y limpió una ligera capa de sudor que tenía en la frente. Tratar con Vlad era una cosa, pero con Samantha era otra muy diferente.
“Señora Samantha”. Dijo respirando: “Tiene razón, el Señor Vlad no está de viaje. Espero con esto dejarla tranquila, pero no le puedo decir nada más”.
Samantha sonrió, llamó a Cirius y sin despegar la mirada con Adams le dijo.
“Suba a la habitación de mi hijo y tome ropas limpias. Luego llévela al hospital, si Miller pregunta en donde estoy, le dice que salí a un viaje de negocios de última hora”.
“¿Viajará justo ahora?”. Preguntó Cirius sin entender nada.
“Si, y Adams va a llevarme”. Abrió la puerta trasera del auto y entró hasta tomar asiento.
Adams volvió a pasar el pañuelo por su frente. Ya no podía hacer nada más que llevarla.
“Nos vemos en la tarde, Cirius, suerte”. Dijo al entrar al auto, lo prendió y se pusieron en marcha.
Llegaron hasta un hotel, era el hotel de Vlad.
“¿Qué hacemos aquí?”. Preguntó Samantha sin tener respuestas claras.
“Usted quería ver a mi señor y la he traído”. Respondió.
Adams, bajó del auto y le abrió la puerta para que ella pudiera salir
“Adelante. Suba al último piso, esta es la clave”. Le dio una tarjeta de acceso: “Si niegan su permiso, le dice que va en mi nombre y les da estos medicamentos, pero no diga que es la esposa del señor, no la dejara entrar con esa respuesta. Yo iré a dejar esto a recepción”.
Luego tomó la maleta y caminó hasta uno de los ascensores.
Samantha miró el hotel, le traía recuerdos, ahí fue donde se enteró de quien la ayudaba. Respiró hondo y caminó hasta tomar el ascensor.
Marcó el último piso e introdujo la tarjeta de seguridad, cuando las puertas se abrieron observó al personal vestido de blanco.
“No puede estar aquí”. Dijo una mujer de mayor edad: “Tiene que Irse”.
“El Señor Adams, me envió”. Respondió Samantha.
“¿Adams?”. La mujer preguntó sorprendida: “Lo siento, pero Adams no envía a nadie, por favor retírese”.
“Me pidió que le diera esto”. Samantha indicó los medicamentos.
La mujer los miró y lo tomó en sus manos.
“Bien, ahora retírese, no puede estar aquí”.
“No me voy a ir hasta verlo”. Dijo Samantha con voz firme.
“Muchacha, sino te vas voy a pedir que te saquen. A este piso no puede entrar nadie más que el psiquiatra, sus ayudantes y el paciente. Tú no eres ni uno ni lo otro, ahora retírate”.
Llamó a unos enfermeros para que la saquen, pero Samantha se resistió y amenazó.
“No se les ocurra tocarme”.
A unos cuantos metros, el Doctor Richards que atendía a Vlad pudo reconocerla. Caminó hasta donde ellos y dijo.
“Suelten a la Señora Ferguson”. Ordenó y ellos palidecieron al darse cuenta de a quien habían tomado: “Señora Samantha, sígame”.
Ella asintió y lo siguió.
“El Señor Vlad se encuentra en esa habitación. Fue sedado para poder tranquilizarlo y medicarlo”. Luego la miró: “Su esposo ha sufrido mucho desde pequeño y tiene secuelas que le son difíciles superar. Ahora tiene miedo de algo y creo saber de dónde viene”.
“¿Puedo ir a verlo?”. Preguntó con sus ojos fijos en la puerta: “Está en todo su derecho. Si Vlad quiere recuperarse, tendrá que dar el siguiente paso. Me alegra que estés aquí Samantha”.
Le dio una palmaditas en el hombro y se marchó.
Samantha asintió, camino hasta la puerta y antes de abrirla una enfermera salió. Era de cabellos castaños y los tenía recogidos en un moño alto. La mascarilla cubría la mitad de su rostro y en cuanto vio a Samantha a los ojos, continuó con su camino.
Samantha no le prestó mucha atención y decidió entrar.
Muy despacio y sin hacer ruido, caminó hasta la sala donde estaba Vlad completamente desecho mirando fijamente a la ventana. A un lado de él una charola con medicinas.
“Vlad”. Llamo Samantha
Vlad reconoció su voz, pero no se dio la vuelta.
Samantha respiró y fue con él. Su rostro estaba pálido y cansado, ni siquiera tenía fuerzas para levantar las manos o peor aún, levantar su cuerpo. Tenía nauseas por las medicinas ingeridas y hasta grandes ojeras marcadas en su rostro.
Samantha fue tranquila, se puso a su lado y se acercó hasta que sus manos descansaron en sus piernas y lo miró.
“Creo que es hora de que seas honesto conmigo”. estiró sus labios y del bolso sacó un papel: “Este cupón me lo disté cuando desfilé en la pasarela. Aquí dice que es válido para pedir una sola cosa cuando te haya pagado y quiero canjearlo ahora, quiero escucharte”.
Vlad observó sus ojos y escuchó cada palabra de Samantha.
Le dio un cupón pensando que pediría algo material y ahora estaba ahí para sólo escucharlo. Tomó aquel papel muy despacio, era hora de decírselo.
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