Exesposa al poder -
Capítulo 38
Capítulo 38:
“Mira quien te espera en la entrada”. Dijo Martina en cuanto observó a Vlad. Tenía una postura erguida, su traje impecable y llevaba lentes de sol sobre los ojos.
Ambas salieron junto a Matías para ir a sus hogares.
Samantha tragó saliva, no espera que él estuviera en su empresa. Por otro lado, Matías en cuanto lo vio, salió corriendo hasta estar en sus brazos.
“Es un encanto”. Dijo entre dientes, disimulando una sonrisa y sin dejar de caminar hacia él,
“Samantha”. Saludó Vlad, mientras cargaba a Matías. Luego miró a Martina.
“Señorita García”. Dijo encantado por verlas,
“Señor Vlad Ferguson, es bueno saber que viene a recoger a su familia”: Habló Martina con una sonrisa de oreja a oreja, maravillada por el gesto del hombre.
“Samantha es mi esposa y Matías mi hijo, pasaremos la tarde juntos”. Respondió.
“Entiendo”. Martina miró a Samantha para despedirse, hacer de tercera no era lo suyo: “Nos vemos otro día y recuerda seguir la dieta en el orden que te di”.
Luego miró a Vlad.
“Que tenga una gran tarde, Señor Ferguson”.
“Lo mismo digo”. Vlad asintió al igual que Samantha y la vieron alejarse: “Vamos”.
Luego empezaron a caminar hasta el auto.
“Quieres estar lejos de mí y terminas por estar en la entrada de mi empresa”: Dijo Samantha entre dientes mientras caminaban al vehículo.
Vlad estiró sus labios, abrió la puerta trasera de su auto y dejó a Matías adentro con el cinturón de seguridad.
“Adelante, Samantha, entra”. Habló al abrir la puerta del copiloto.
Ella respiró, no lo comprendía para nada. Decidió hacer caso y ocupó el asiento juntó a él.
“Iremos a la mansión de mi padre”. Dijo Vlad al tomar su lugar en el vehículo.
“Y yo con ganas de verlo”. Comentó sarcástica.
“Tampoco tengo ganas de verlo, pero necesito que estés a mi lado. No he visitado esa mansión en años. Pero dijo que quería vernos”. Empezó a conducir: “Además, se prepara una cena. Tengo entendido que habrá otra familia, pero no me fue informado el apellido”.
Samantha asintió, acompañarlo estaba en el contrato.
“Vlad, tengo puesto un short, si es una cena elegante no poder ir así”. Dijo con la mirada al frente, mientras sus manos frotaban la piel de sus piernas.
“Ya pensé en eso”. Con sus manos empezó a buscar algo en el asiento trasero. Era una caja de regalo: “Para ti”.
“¿Otra araña?”. Preguntó Samantha con algo de miedo.
Vlad sonrió y decidió abrir la caja por ella.
“Es un vestido de noche”. Habló sin despegar la mirada de la carretera: “En la otra caja están los zapatos y en las dos pequeñas de atrás esta la ropa para Matías”.
“¿Y dónde voy a cambiarme?”.
“Atrás”. Respondió Vlad: “Mientras conduzco, tú te cambias”.
“¿Y por qué no paras en alguna gasolinera para cambiarme?”. Samantha no estaba feliz de cambiarse en el vehículo y menos si él observaba.
“Porque vamos a perder tiempo, si yo soy estricto con la puntualidad, mi padre es el doble. Ahora ve a cambiarte, prometo no ver”.
Ella lo observó, no podía decir algo por respeto a Matías.
Respiro, tomó la caja y se cruzó a los asientos traseros. Lo primero que hizo fue cambiar a su hijo, fue fácil, Matías era obediente y compresivo. Estando listo, Samantha miró al frente para asegurarse de que Vlad no la estuviera observando. Al ver que tenía su mirada fija en la carretera decidió quitar su ropa hasta quedar en pantis.
Vlad quería mantener su mirada en la carretera, pero le era imposible. Sus ojos traicioneros se posaron en el retrovisor, dejando ver que Samantha sólo tenía dos piezas de ropa interior de color rojo con encajes seductores, estiró sus labios por tan hermoso escenario. Hasta que el sonido de una bocina del vehículo que venía atrás lo despertó.
Vlad estaba reduciendo la velocidad y no dejaba pasar a los demás autos. Tomó el control volviendo en sí y aceleró.
“Vlad, tu mirada al frente”. Dijo Samantha al tener una idea de lo sucedido.
“Me distraje observando unas tiendas”. Respondió.
Samantha sonrió, su distracción fue ella y no lo había aceptado. Terminó por colocarse el vestido plateado, se puso los tacones del mismo color, arregló sus cabellos en un moño bajo trenzado con un par de mechones sueltos al frente y colocó un broche en forma de estrella adornado de perlas blancas en sus cabellos que sacó de la bolsa. Estaba lista y prepara para aquella cena con un demonio llamado Hamilton.
Vlad observó aquel accesorio cuando Samantha regresó al asiento ¿Cuántos broches pueden existir con la misma forma? Exacto, muchos, sobre todo si son de la misma empresa, más contando otras copias exactas que salen cada año a la venta. Muchas mujeres podían adquirirlo en cualquier tienda sin problema, se dijo.
Pestaño y continuó conduciendo.
Vlad estacionó el vehículo en el patio de la mansión de Hamilton, ayudo a bajar a Samantha y fue por Matías.
Samantha observo el lugar, era más tenebroso de lo que imaginaba, la cueva perfecta para Hamilton. De colores neutros oscuros, techos antiguados y con ventanas de vidrio blindadas, no hay que dejar a un lado la seguridad que era extremadamente eficiente.
“Entremos”. Dijo Vlad, mientras sostenía a Matías en sus brazos.
Samantha asintió y tomó el brazo de Vlad para poder entrar.
El lugar por dentro estaba alumbrado, había candelabros que colgaban de los techos, reliquias en cada rincón y pinturas que adornaban las paredes. Pero la más llamativa era el retrato de Hamilton posando como un rey, acompañado de una mujer con la mirada más triste del mundo sentada en el suelo, mientras que el hombre posaba su mano en su cabello, representado lo bajo de su condena.
“Samantha, por aquí”. Escuchó la voz de Vlad.
Ella regresó a mirarlo, no hubo necesidad de preguntar quién era la mujer de la pintura, sus ojos verdes al igual que los de Vlad se los decía.
Sólo asintió y continuó.
Llegaron hasta la sala, en la gran mesa el hombre los esperaba, dos más lo acompañaban a la gran velada. En cuanto ella reconoció a la mujer de cabello amarillo, supo que era Olivia y el hombre a un lado era su padre.
El padre de Olivia era un hombre de cuarenta y cinco años, al parecer era padre soltero. Alto y de rasgos joviales. En cuanto vio a Samantha entrar, de inmediato se fijó en ella.
Vlad notó aquella despreciable mirada y fingió no verlo. Neutralizando cada movimiento de su rostro.
“Bienvenidos”. Habló Hamilton en cuanto los vio entrar: “Tomen sus lugares, pronto iniciaremos con la cena”.
Vlad y Samantha asintieron, era una gran sorpresa para ambos, pero fingieron no tenerla.
Caminaron hasta tornar una de las sillas, Vlad la ayudó a tomar asiento al igual que a Matías. Si hubiera sabido quienes eran los invitados, hubiera dejado a Matías bajo los cuidados de James, ahora tenía que estar precavido, sobre todo por la lengua venenosa de su ex prometida y por Hamilton.
“Vlad, saluda a Olivia”. Insistió Hamilton y la mujer sonrió agraciada, fascinada y completamente halagadora.
“Olivia, estoy feliz de volverte a ver”. Saludó manteniendo la calma. Algo se quería salir de control dentro de sí.
“También lo estoy, Vlad. No sabes cuánto”. Respondió la mujer acariciando seductora su mano.
Samantha miró a los lados, si antes la mujer le caía como una patada en el estómago, ahora la detestaba el doble. Quería hacer algo al respecto, pero se contuvo.
“¡Se lo de su contrato!”. Soltó Olivia de golpe: “Si van a durar un año, aun podremos casamos. Yo estoy dispuesta a esperarte, Vlad. Te divorcias de esta mujer cuando todo termine e iniciamos una vida juntos”.
Vlad y Samantha no pudieron evitar mirarse alarmados.
“Mamá, papá ¿Van a separarse?”. Preguntó Matías, entendiendo las palabras de la mujer con voz a ardilla y cuerpo delgado.
“Olivia te pido que por favor cuides tus palabras”. Respondió Vlad, mientras separaba su mano de la de ella y aflojaba la corbata.
“¿Y para qué? De todos modos, este niño no es nada tuyo”.
“Basta, Olivia”. Samantha se levantó de la silla, golpeó en la mesa y tomó a Matías para cubrir sus orejas: “Detén tu sucia boca en frente de mi hijo, o vas a conocerme”.
“Vlad, controla a tu esposa”. Dijo Hamilton tranquilo, mientras bebía una copa de vino: “No sé en qué le afecta si de todas formas van a terminar en un año. Olivia es la mejor opción para ti y debes de aceptarla desde ahora”.
“Fui claro, padre”. Habló entre dientes: “Samantha va a ser la primera y última mujer en mi vida. Estoy cumpliendo con mi palabra y el contrato con los Williams”.
“Papi”. Llamó Olivia caprichosa a su padre por algo de ayuda: “¡Haz algo!”.
El hombre sonrió, lo miró y respondió.
“Vlad, si mi Olivia está dispuesta a esperarte, debes de aceptarla, ninguna mujer sería capaz de sacrificarse por amor. No vas a encontrar mejor mujer que mi hija”: Miró a Samantha quien aún cubría las orejas a Matías: “Tu esposa es muy bella, su separación no va a afectarle en nada y si la vida es gratificante, pondrá en su camino a un gran hombre, maduro y que sepa complacerla”.
“Prefiero ser madre soltera, Señor Jones”. Respondió Samantha con algo de desprecio por sus palabras.
El hombre sonrió aún más, la actitud de ella lo había embriagado.
“Nunca se sabe, señora Willians”. Respondió.
“Vlad, quiero irme”. Samantha ya no soportaba la cena, era una trampa llena de veneno:
“Vlad ¿Le harás caso a tu mujer?”. Preguntó Hamilton, él se quedó neutro sin saber que responder: “Déjala que se vaya, aquí tienes a Olivia, una muchacha que está dispuesta a esperarte hasta el divorcio… a menos, que sientas algo por Samantha”.
Sus palabras fueron lentas y acusadoras, eran una prueba para él.
Vlad hundió sus ojos, se dio cuenta que era una trampa hecha por su padre para analizar sus sentimientos. Por Olivia no había nada, pero lo que sentía por Samantha era confuso.
“Vlad, quiero irme”. Volvió a decir Samantha.
“Vlad, elige ahora mismo. Eres el hombre fuerte que me esmeré que fueras o un débil con emociones”.
Vlad se encontraba entre la espada y la pared, dio su palabra y firmó un contrato para siempre dejar en primer lugar a Samantha y nunca humillarla. Pero era de su padre del que estaba hablando, un demonio destroza almas.
“Samantha ve al caro”. Ordenó con voz firme, tratándola con mucha indiferencia.
“Solo me iré contigo”. Respondió ella. No quería dejarlo con esa arpía y tampoco entendía la situación de Vlad.
“¡SAMANTHA, QUE VAYAS AL AUTO AHORA MISMO!”. Le gritó al posar sus ojos con los de ella, dejando ver una mirada oscura y vacía.
Ella respiro, sus ojos brillaron de lágrimas por la forma tan humillante en que la trató en frente de todos. Endureció su-rostro, tomó a Matías en brazos y se marchó sin decir una sola palabra.
“Me alegra que hayas elegido bien, sigues ahí todavía”. Dijo enorgullecido por la bestia que había criado: “Ahora toma asiento y disfrutemos de la cena”.
Vlad obedeció, no tenía apetito, todo le daba asco y peor aun cuando Olivia no dejaba de tocarlo. Abrió sus labios y dijo.
“Vuelvo y lo repito, no pienso volverme a casar”: Vlad trataba de calmarse: “Yo ya cumplí con mi parte”.
Luego fingió tener una llamada.
“Es de la empresa, me retiro, tengan una buena noche”. Dijo y se marchó.
“Papi”. Olivia empezó a llorar por el rechazo de Vlad: “Yo lo quiero, yo lo quiero”.
“Tranquila pequeña. Voy a convencer a mi hijo en que se case contigo”. Hamilton le ofreció agua para que se calmara: “Déjamelo en mis manos, te doy mi palabra. Ustedes son la pareja perfecta”.
“Que así sea, Hamilton”. Habló el Señor Jones: “Si mi pequeña quiere algo, se lo doy. Ya sabes que ella está dispuesta a entregarlo todo con tal de tener a tu hijo”.
“Di mi palabra Jones, sólo no se te ocurra apresurarme porque me pone de mal humor”. Tomó la copa de vino: “Si ya lo he dicho, lo cumplo”.
Luego brindó y bebió.
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