Exesposa al poder -
Capítulo 37
Capítulo 37:
Pasaron cinco días y una vez más Vlad se había marchado como si escapara de algo. Samantha no lograba comprenderlo, le era imposible y prefirió ignorar su ausencia.
Se encontraba en la habitación, había acabado de bañarse y buscaba ropa cómoda para pasear. Le prometió a su hijo salir al parque esa tarde, comer helado y divertirse. Buscando entre sus prendas no encontraba su short favorito. Sonó sus dedos en la madera del mueble cuando recordó que Vlad se lo había llevado.
Estaba sólo en blusa y en pantis. La mayoría de los empleados estaban ocupados en sus oficios y James estaba con Matías esperándola. El único que podía entrar en la habitación de Vlad era el mayordomo y no quería llamarlo, menos por una prenda.
Decidida salió de la habitación observando que nadie estuviera por los pasillos, caminó en total silencio hasta llegar a la habitación de Vlad. Movió la pueta muy despacio esperanzada de que esta se abra… sin poder creerlo lo logró. No había seguridad, estaba abierta. Dio un gran suspiro, abrió la puerta con mucho cuidado y terminó por entrar.
Las cortinas estaban cerradas y la luz adentro era escasa. Samantha prefirió no prender la luz, con la ayuda de la linterna de su teléfono caminó hasta el armario para buscar su short favorito.
“¿Qué haces aquí, Samantha?”. Escuchó la voz de Vlad y después las luces de la habitación se encendieron.
Samantha se asustó y dejó caer su teléfono al suelo. No sabía cuándo había regresado, tampoco entendía por qué estaba en silencio y en la completa oscuridad.
Vlad estaba recostado en la cama, una camisa blanca lo cubría, pero no del todo. Sus botones no estaban sujetos con la otra parte de la prenda, dejando ver un abdomen trabajado y tonificado.
“¿Vlad, qué haces aquí?”. Preguntó ella estupefacta, olvidando por completo que estaba en pantis.
Vlad estiró sus labios sin entender su pregunta. Decidió ponerse de pie y caminó hasta acercarse a Samantha. Cruzó sus brazos y dijo.
“Me encontraba en mi habitación, en un espacio totalmente personal, hasta que fui invadido por alguien quien entró en silencio, en pantis y se concentró en mi armario. Y ahora me preguntas qué hago yo aquí como si yo fuera mi propio invasor”. La miró a los ojos y elevó sus manos sobre la cabeza de Samantha hasta tenerla acorralada: “¿Samantha, que haces aquí y en pantis?”.
Samantha estaba sumergida en sus ojos color pantano y en el sutil aroma de su colonia que refrescaba sus fosas nasales, también le era imposible no quedar hipnotizada por su deslumbraste cuerpo.
Pero en cuanto Vlad mencionó que estaba en pantis recobró la conciencia, sus manos entraron dentro del armario y tomaron lo primero que encontraron, siendo una elegante camisa negra que sujeto a su cintura para poder cubrirse.
“Busco el short que te llevaste”. Respondió al tragar saliva: “Lo necesito para salir”.
Vlad asintió, la tomó de los hombros hasta apartarla del armario, abrió uno de los cajones y sacó la prenda que Samantha buscaba.
“Es este”. Dijo al entregársela.
Miró el teléfono en el suelo y decidió entregárselo. Agachó su cuerpo y muy despacio fue subiendo, inspeccionando las piernas de Samantha.
“Esto también es tuyo”. Dijo serio al levantarse.
Samantha asintió, era lo que buscaba y también era su celular.
“Me llevaré tu camisa y te la entrego cuanto antes”.
“Con esa son dos prendas mías que tienes a tu poder”. Habló Vlad.
Samantha se quedó muda, le debía a Vlad el saco. Ni siquiera ella sabía por qué aún no se lo entregaba.
“Te los devolveré, Vlad”. Dijo, salió de la jaula en la que él la había encerrado y empezó a caminar para la salida.
«No será necesario, quédatelos”. Habló Vlad antes que saliera: “Es necesario que mantengamos distancia, no puedo tener nada de lo que hayas tocado o usado”.
“¿Enserio?”. Preguntó Samantha irónica: “Hablas de que no quieres que me acerque a ti, pero acabas de encerrarme con tu cuerpo”.
Vlad no respondió a su comentario, quería distancia con ella, pero terminaban más cerca de lo que debían.
Caminó hasta abrir las cortinas de la ventana prefiniendo quedare en silencio.
De repente una pequeña corriente de aire entró en la habitación, y combinada con la luz del exterior, hizo que su camisa se elevara dejando ver una pequeña parte de cicatrices que tenía en la espalda.
Samantha se detuvo a verlo tratando de dar una respuesta a algo que jamás ha visto.
“¿Vlad, qué le sucedió a tu espalda?”. Preguntó e intentó acercarse.
“Samantha, fuera”. Dijo sin verla y la detuvo en seco: “Quiero que te alejes de mi”.
Ella apretó sus labios con disgusto. Cuando parecían acercarse, Vlad colocaba una gran muralla en frente y la detenía. Decidida retiró la camisa de Vlad que había utilizado para cubrirse y la dejó sobre la cama totalmente arreglada para después marcharse.
Vlad sólo escuchó que la puerta se cerró de golpe. Mantuvo su mirada al frente por unos segundos más y decidió mirar hacia dentro. Sobre su cama con sabanas de colores oscuros, estaba su camisa negra favorita de color. Caminó hasta ahí, se sentó al filo de la cama y la tomó en sus manos. Quería botarla o deshacerse de aquella prenda, pero no pudo.
‘Vlad despertó de aquel golpe recibido en la cabeza, sus ojos pesaban y el cráneo le dolía. Muy despacio empezó a ver al frente, al principio era borroso, pero la imagen poco a poco se fue aclarando. Sus manos estaban atadas a las patas de la mesa, mientras que su tórax reposaba en ella y por alguna razón se encontraba semidesnudo, sólo estaba su ropa interior.
‘Me desobedeciste, Vlad’. Dijo Hamilton sentado al otro extremo de la mesa. Tomó la copa de vino que estaba muy cerca de él, con un líquido exageradamente rojo, y lo bebió: ‘Te dije que no te enamoraras, pero sin embarco, hiciste caso omiso a mis palabras ¿Cuánto tiempo pensabas que ibas a mantener esa relación oculta?’
Le pregunto, pero Vlad no respondió. Su corazón dolía más que el golpe que recibió cuando observó un charco de sangre, pero no a su novia.
‘¿Dónde la tienes?’. Preguntó con voz fuerte y desgarradora.
‘Fue sepultada donde nadie podrá encontrarla nunca’. Respondió, dejó la copa en la mesa, retiró aquel guante de su mano derecha y tomó un enorme látigo de cuero: ‘No quería llegar a esto, pero debo de castigarte por tus faltas, que fueron dos. Tener una pareja dejándote llevar por tus sentimientos… y luego no querer matarla. Si lo hubieras hecho, habrías apagado todo tipo de emociones”.
Sin pensarlo, elevó su mano y lo siguiente que se escuchó fue el silbido del látigo cortar el aire y luego golpear contra la piel de Vlad.
‘¡Nadie desobedece a Hamilton Ferguson!’. Gritó y continuó con su salvaje castigo en contra de Vlad.
Vlad apretó sus labios y se sujetó de las sogas con ambas manos, su espalda no podía doler tanto como su corazón, su padre había matado algo en él. Aguanto su castigo hasta perder la conciencia y desmayarse, pero no derramó lagrima alguna.
‘Llévenlo al hospital y después lo llevan al internado’. Le ordenó Hamilton a sus hombres, mientras se colocaba su guante: ‘Necesita medio año de reprensión y castigo. Que sea trasladado a la zona B, ahí aprenderá a ser fuerte’,
Vlad respiró, se puso de pie y decidió guardar la camisa en lo más profundo del armario, donde también guardaba un pequeño broche de cabello en forma de estrella adornadas de perlas blancas.
Una vez guardado, tomó una toalla pequeña y se dirigió al gimnasio. Tenía que levantar pesas hasta que sus músculos ardan, lloren y no puedan más; enfocando su rabia y enojo en el pasado, solo así podría mantener una vida estable.
Una vez que Samantha y Matías se divirtieron en el parque, fueron a la empresa. Samantha tenía que recoger documentos y dejar los proyectos que había hecho.
“Señora Samantha, una nutricionista quiera verla”. Dijo su asistente por medio del intercomunicador.
Samantha dejó caer su espalda hacia atrás y puso sus brazos en el asiento. Olvidó por completo lo de la nutricionista, aunque no del todo, Vlad jamás le informó cuando tendría una cita con la mujer.
“Hazla pasar, Madison”. Respondió y colgó.
Una mujer delgada entró en su oficina. Su cuerpo era tonificado y esbelto. Tenía la piel morena, ojos marrones y cabellos castaños.
“¡Samy!”. Habló emocionada por verla.
Luego fue hasta ella y la abrazó muy fuerte.
“Cuanto tiempo sin vernos, ¡Es increíble!”. Volvió a abrazarla: “En cuanto el Señor Ferguson me contrató para ser tu guía alimenticia le dije que sí. Moví todos mis horarios para estar contigo”.
Samantha también estaba feliz por verla, tenía mucho tiempo sin saber nada de Martina, su amiga del orfanato
“Es grandioso tenerte de vuelta”. Dijo ella sin dejar de abrazarla.
“Lo mismo digo yo”. La soltó y buscó una silla, Samantha se sentó junto a ella para conversar un poco: “Ha pasado muchas cosas por lo que veo”.
Miró a Matías quien jugaba con unos carritos en la oficina de Samantha, antes de regresar su vista a ella.
“Me enteré de que te separaste de Dante y te casaste con Vlad Ferguson”.
“Hay muchas cosas que han pasado desde entonces”. Sonrió: “He pasado por un montón de escenarios que no sabría por dónde empezar”.
Martina asintió y la tomo de la mano.
“Siento mucho no haberte apoyado cuando te metieron presa”. Habló con pesar: “Mis padres adoptivos me ocultaron la información y me enviaron lejos del país. Específicamente a un internado donde la tecnología no avanza y la única forma de comunicarte es a través de cartas. Me mandaron con la única escusa de ejercer mi carrera dentro de las instalaciones como nutricionista de apoyo. Cuando llegué me di cuenta por medio de las noticias lo sucedido contigo, ahora estoy enojada con mis padres”.
“No te sientas mal y tampoco tengas resentimientos con tus padres, quizás sólo querían lo mejor para ti”.
“¿Y lo mejor para mí era separarme de mi mejor amiga? Ni pensar. Ahora soy independiente y puedo hacerlo que quiero, ya no más reglas”. Sonrió entusiasmada y volvió a decir: “Samy ¿Desde cuándo no nos vemos?”.
Samantha se puso a pensar:
«Desde mi despedida de soltera, tenía temática de antifaces”. Respondió, aunque no podía recordar muy bien aquella noche.
“Claro, ahí fue donde conocí a Heidy. La tipa nunca me la pase ni con agua, me alegra que este en la cárcel pagando todos sus crímenes”.
Heidy no había sido una gran amiga y se lo demostró.
“Siempre tuviste razón con respecto a ella, pero las cosas ya pasaron”.
“Lo único que lamento fue que no pude acompañarte hasta el final de la noche, pero ya sabes que tenía padres estrictos”.
“Descuida, no pasó nada del otro mundo. Bebí unos tragos más con Heidy y después fui a dormir para poderme casar al siguiente día”.
“Y por lo que veo, de ese matrimonio nació tu hijo”. Samantha asintió, se enteró de la existencia de Matías un mes después de que ya estaba en la cárcel: “¿Y cómo lo llevan con Vlad Ferguson?”.
“Sólo te puedo decir que ambos se quieren a tal punto que parecen padre e hijo”.
“Eso es genial”. Se acomodó un poco y sacó una libreta: “Ya habrá tiempo para ponernos al día, por ahora debo de cumplir con mi trabajo. Tu esposo quiere avances, se preocupa mucho por tu salud y por el próximo bebé que, por cierto, felicidades por ese gran paso”.
Samantha asintió con la mirada y estuvo atenta a cada detalle que Martina le decía con respecto a los alimentos que ella tendría que ingerir a partir de ese momento:
“Señor Vlad, el abogado Miller está aquí”. Dijo su asistente mediante una llamada telefónica.
“Que pase”. Respondió y colgó.
El Señor Miller caminó hasta tomar asiento, observó a Vlad guardando algunos papeles y le dijo.
“Ya deja de buscarla, quizás ya se casó y hoy tiene familia. Han sido cinco años y no volviste a saber más de ella. Recuerda que tú pagaste por un servicio privado y ahí todos tenían antifaces, incluyendo a las mujeres”.
Vlad arregló la corbata y se acomodó en el sillón.
“Habla ¿A qué has venido?”. Preguntó indiferente.
“De acuerdo con lo que me enviaste a investigar, el regalo que recibió Samantha no vino de tu padre y tampoco de Olivia. Ambos tienen cuartada, pero la destinataria fue una mujer”. Cruzó sus piernas y continuo: “Las cámaras de seguridad grabaron a una persona totalmente cubierta de pies a cabeza, pero por su figura se sabe que es del género femenino. Eso es todo lo que tengo por ahora”.
Vlad se quedó pensativo ¿Quién sería capaz de querer lastimarla a parte de sus principales sospechosos?
“¿Qué hay de Heidy?”:
“Imposible, ella está en prisión”.
“De acuerdo, entonces contrata a alguien que lleve el caso hasta dar con la mujer que trató de lastimarla”.
El Señor Miller asintió. En sus manos sostenía unos papeles y decidió entregárselos.
“Te traje los papeles de Matías, son los controles y análisis de su estado de salud. Es una copia que me dio el doctor, la otra la tiene Samantha ya que ella es la madre, pero no se le permite pagar porque tú pagas sus gastos. Es el convenio que tienes con el hospital”.
Vlad los tomó entre sus manos y firmó el pago. El Señor Miller era quien estaba al frente de llevar los procesos de Matías con respecto a su salud. Vlad sólo pagaba y pasaba tiempo con el pequeño, pero no se atrevía a entrar al mismo consultorio con él, no después de casi perderlo en una complicación respiratoria al año de haber nacido.
Sacó su chequera y puso la cantidad que se requería, luego se la entregó a Miller.
“Ve y cancela, no olvides mantenerme informado”.
“Así se hará”. Respondió el hombre, se puso de pie y se marchó.
Vlad quedó sólo y pensando.
La única razón por la que buscaba a aquella muchacha con un antifaz de alas de mariposa, era para disculparse por robarle su inocencia al creer que ella era la persona que había contratado para satisfacer sus deseos.
Fue una confusión de su parte, o eso le dijo Madame Morgana al día siguiente cuando fue a pedirle disculpas por no completar el servicio, ya que su muchacha no pudo asistir debido a inconvenientes en el transporte y quien entró en su habitación fue otra mujer. Lo único que tenía de su acompañante de esa noche era un broche y el recuerdo escondido en un antifaz.
Miller jamás lo supo y no tenía por qué saberlo. Y quizás el hombre tenía razón al decir que ella continuó con su vida al igual que él. Tomó el celular y llamo.
“Adams, cancela la búsqueda la de muchacha”:
“Si, Señor Vlad”. Respondió.
Vlad colgó la llamada, se puso de pie y con las manos en sus bolsillos caminó hasta una de los grandes ventanales que dejaba ver todo a su paso. Observó un edificio, era el más extravagante de todos los de la zona. Aunque era mediano no dejaba de ser notorio, ya que la dueña de ese edificio era Samantha Williams.
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