Exesposa al poder -
Capítulo 30
Capítulo 30:
Samantha dejó a su hijo dormir, era muy temprano y hacía mucho frío. Tomó una bata, salió de la habitación y bajó las escaleras. En la sala pudo ver que Vlad estaba hablando con su tío Ernesto, su esposa Teresa también estaba ahí, ocupando un lugar en el sillón. Su mirada estaba apagada, parecía ida o desconectada de la realidad.
“Daré la orden para que la busquen”. Dijo Vlad con voz calmada.
«Agradezco tu ayuda Vlad, pero Gabriela me ha deshonrado. Desde hoy deja de ser parte de la familia y se las verá ella sola”. Habló Ernesto, estaba molesto por la decisión de su hija al abandonar sus obligaciones. Respiró y volvió a decir: “Sólo viene a informarte para que no la ayudes en caso de que te lo pida. Nos vemos. en Est$dos U, Vlad.
Luego miró seriamente a su esposa y le dijo: “Vámonos mujer”.
Teresa se puso de pie, sus ojos estaban cansados después de haber llorado toda la madrugada, miró a Vlad y le dijo en voz baja para que no sea escuchada.
“Se que la desaparición de mi hija se debe a ti y te lo agradezco, Vlad. No lloro de tristeza, sino de felicidad por saber que ella pudo escapar de este infierno llamado Ferguson, gracias”. Estiró sus labios, pero Vlad no mostró ningún tipo de expresión, se mantenía serio y neutro como siempre: “Voy a seguir con esta actuación frente a la familia hasta que las cosas se calmen y se olviden de ella, gracias otra vez”.
Después de eso se marchó tras Ernesto.
Samantha decidió acercarse, quería decirle algo a Teresa, pero no la alcanzó.
«¿Sucedió algo con Gaby?”. Le preguntó a Vlad.
“Escapó, ahora ya no es parte de la familia”. Habló como si nada. Arregló las mangas de su camisa y le dijo: “Ya he mandado a preparar nuestro equipaje, hoy regresamos y mañana nos estamos casando”.
“¿Qué hay de tu prima? ¿No piensan buscarla?”.
“Créeme, fue lo mejor para ella. Ahora ve a cambiarte y cambia a Matías, salimos en diez minutos. En veinte tenemos que estar en el aeropuerto, debemos de aterrizar en Est$dos U cerca de la media noche. Los autos están preparados para recogernos. Descansamos las seis horas y mañana a las 10 am nos estamos casando”.
“¿Tiene prisa por casarse Señor Vlad Ferguson?”. Preguntó Samantha al cruzar sus brazos.
Vlad la observó, decidió cruzar sus brazos y respondió.
“Mucha, señorita Samantha Williams. Yo siempre estoy un paso al frente”.
“Entonces me imagino que la boda ya está organizada”.
“Exacto, se realizará en el jardín, un juez irá a casamos. Nuestros abogados estarán presentes para presenciar la ceremonia y ser testigos de la boda, no hay necesidad de invitar a alguien más. La prensa no fue invitada, no me agradan. Mi familia no va a asistir, no quiero que sean parte de esto, fue suficiente con la ceremonia de compromiso. También pensé en el vestido que vas a usar, lo veras cuando llegues. Habrá maquillistas para que te preparen y Matías será quien entregue los anillos acompañado de Hades”.
Samantha respiró, Vlad le había descrito cada fase de la boda. Su mente era increíble cuando ejecutaba un plan, y lo más increíble de todo era que debía hacerse de acuerdo a lo planificado. Le agradó mucho saber que los Ferguson no serían testigos, no quería ver a Hamilton entre los presentes. Aunque era una boda por contrato, seguía siendo su boda
“Iré a preparar a mi hijo para el viaje”. Dijo y empezó a subir las escaleras hasta llegar a la habitación.
“Estamos listos para despegar, Señor Vlad”: Adams le daba los últimos informes y una vez más todo se hacía de acuerdo al cronograma de Vlad: “Sólo falta que de su orden”.
Vlad arregló sus lentes de sol, asintió y subió al avión privado. Estando adentro, observó a Samantha en uno de los asientos mirando por la ventana, mientras le enseñaba con sus dedos el lugar a Matías.
Ella sonreía agradable al igual que su hijo, no parecía estar preocupada por la boda y tampoco se resistía a ella.
Se sentó al frente y les dijo.
“Será mejor que duerman, yo me quedaré despierto”. Sacó la laptop y empezó a trabajar en línea.
“¿Por qué no descansas un poco?”. Le dijo Samantha.
“No puedo dejar mi trabajo, el personal no lo harán como yo quiero”. Respondió y concentró su mirada en la pantalla. Ya era el fin de la conversación.
Ella decidió respetarlo y no hacer más preguntas. Tomó la decisión de continuar con el trabajo de su empresa cuando llegue, confiaba en su gente. Acomodó a su hijo en el asiento, lo cubrió con una cobija y se dispuso a descansar. No pasó una hora cuando ya se había quedado dormida.
Vlad la observaba, decidió ponerse de pie y cubrirla con su saco, después volvió a su asiento a seguir trabajando.
Samantha se observaba en el espejo.
Sobre su cuerpo llevaba un vestido de novia ajustado a su figura, tenía con pocos detalles, era simple y le gustaba de esa forma. Apenas llegaron al país se subieron a uno de los autos y fueron a la mansión. Los preparativos ya estaban listos, el jardín adornado y los invitados esperaban a los novios.
Se miró una vez más en el espejo y respiró para controlar sus nervios. Su cabello fue recogido en un moño alto dejando un par de mechones fuera. El maquillaje era sencillo al igual que el vestido. Sobre sus manos sostenía un delgado ramo de flores blancas, ya estaba lista para la acción.
Vlad también se preparaba en su habitación, arreglaba las mangas del traje color blanco mientras sus ojos se concentraban en el espejo observando su rostro escaso de emociones. Hoy era su boda y no sabía cómo estar o sentirse al respecto. Terminó por arreglarse, tomo el saco, se lo colocó y salió de la habitación.
La boda era sencilla, una mesa al frente decorada con pocas cosas, el juez esperando impaciente por empezar la ceremonia y frente a él, sillas donde estaban los abogados de ambos, eran los testigos.
Vlad estaba a la mira de todos, esperando a la novia, hasta que sus ojos se posaron en aquella entrada donde Samantha caminaba hacia él. Había elegido muy bien el vestido, le quedó a la medida y le quedó perfecto. Su mirada era tierna, pero también a la defensiva, era una mujer que demostraba ambos lados cuando se lo proponía, dulce y amarga.
Él se veía apuesto y extraño por el traje blanco. Los ojos de Samantha estaban acostumbrados a verlo de trajes negros, verlo con otro color era de otro mundo. Era un hombre tan serio y calculador que hasta su propia boda había organizado. Tras ella caminaba Matías llevando los anillos, mientras era acompañado por Hades. El niño los dejó en la mesa y fue asentarse con el Señor Miller.
“Demos inicio a la ceremonia”. Dijo el juez y todos los abogados asintieron al igual que ellos.
“Esto es algo sencillo señores, los abogados me han puesto al tanto de todo y como ambos están de acuerdo con esto, supongo que solo tendremos dos pasos”. Miró los anillos matrimoniales y continuo: “Tomen uno y colóquenlo en el dedo anular de su pareja”.
Ambos asintieron. Samantha tomó el anillo que te correspondió a Vlad y muy despacio lo introdujo en su dedo sin dejar de mirarlo a los ojos. Vlad hizo lo mismo, tomó la pequeña mano de Samantha entre la suya y en cuanto colocaba el anillo decidió verla.
“Bien”. Volvió a decir el juez: “Ahora daremos paso a las firmas”.
Se dirigió a Samantha y le dijo.
“Señorita Williams, al firmar esto se convierte automáticamente en la esposa del Señor Ferguson hasta el tiempo que dure su contrato”.
“Así es”. Respondió ella y tomó la pluma para dejar su firma en aquel espacio vacío.
El juez asintió y miró a Vlad
“Señor Vlad Ferguson, ahora falta su firma para ser el esposo de la Señorita Samantha”.
“Por supuesto”. Dijo, tomó la pluma y firmó.
“Ahora está todo listo”. Tomó el documento y lo legalizó en frente de todos: “Desde ahora son marido mujer hasta que la muerte los separe, señor y Señora Ferguson”.
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