Exesposa al poder -
Capítulo 22
Capítulo 22:
“Bienvenido a tu nuevo hogar, Matías”. Le dijo Vlad al niño, manteniendo un rostro relajado ante él. Observó a Samantha acercarse, estaba muy calmada o al menos eso parecía: “Bienvenida, Samantha”.
Samantha asintió, ver a Vlad ser tan allegado a su hijo y manteniendo una postura paternal hacía que lo viera de otro modo, pero tan pronto su mente la llevó a pensar en la apariencia que debía de ser mantenida durante su matrimonio, volvió a la realidad.
“Gracias, Vlad”. Respondió con una sonrisa. Su hijo tenía que creerles y, sobre todo, ser el menos afectado cuando ellos se separen: “Matías ¿Vlad es la persona de quien me hablabas?”.
El asintió contento, Vlad era el hombre que lo visitaba, jugaba con él y hasta lo llevaba de paseo.
“Si mamá; el señor era quien me cuidaba”. Respondió el pequeño: “Mamá, tú dijiste que viviríamos con tu pareja, pero si estamos aquí y el señor también está aquí quiere decir que él es tu pareja”.
Matías empezó hacer sus hipótesis con la ayudada de sus dedos al igual que su cerebro.
“Si”. Respondió Vlad ante su pregunta: “Tu madre y yo somos pareja, pronto nos casaremos, desde hoy podrás llamarme papá Vlad o sólo papá”.
Samantha no pudo evitar abrir sus ojos al escucharlo, definitivamente lo desconocía.
Matías observó a su madre con carita de emocionado, esperando una autorización de su parte.
“Claro, puedes llamarlo papá o papá Vlad, como te sientas cómodo”. Dijo Samantha sonriendo.
Vlad la tenía confundida, a veces era neutro como un cero a la cero potencia que no daba ningún resultado, pero con su hijo mostraba ser todo lo contrario. Supuso que no quería que Matías se viera afectado y mucho menos teniendo en cuenta la enfermedad del pequeño, era eso o era porque en realidad lo quería.
“Vamos a conocer nuestra casa”. Vlad bajó a Matías, lo tomó de una mano y con la otra tomó a Samantha, provocando en ella una corriente diferente a cuando tocaba su piel. Esta era más eléctrica y hasta quemaba.
“Vamos”. Respondió al respirar para controlar aquellos nervios inexplicables.
“¿Te gusta la habitación, Matías?”. Preguntó Vlad en cuanto el niño inspeccionó todo con la mirada.
Todo estaba en orden y hasta se podía decir que era su vieja habitación, porque está también tenía la foto de Samantha sobre la mesa de noche. Era un último detalle que Vlad había agregado.
Matías tomó aquella foto y se la llevó a Samantha.
“Mamá, está eres tú. Papá me la regaló en su último viaje”. Dijo entusiasmado: “Mi habitación jamás fue tan bonita”.
Samantha se agachó y observó su propia fotografía donde aparecía en esa propiedad cuando estaba en construcción. El viento era tan fuerte que sus cabellos se desbarataron y el frio la obligaba a abrazarse. Sobre su cuerpo estaba el saco de Vlad que él le había cedido para que se cubriera, ella sonreía animada en los jardines, mientras caminaba distraída.
Le habían tomado una foto y Samantha no se dio cuenta de ello. Al verse se quedó sin palabras y no pudo evitar mirar a Vlad.
“Es un gran regalo”. Dijo sin quitarle la mirada.
“Lo es”. Se escuchó la voz de Matías, tomó la fotografía y la ubicó en la mesa de noche. Cada mañana cuando él se despertará, iba a verla, pero lo mejor de todo es que Samantha estaría con él.
“¿Por qué?”. Preguntó ella al ponerse de pie y decirle en voz baja: “Sabes que cuando nos divorciemos mi hijo va a extrañarte”.
“Samantha, Matías es un niño inocente. Cuando tengamos problemas, procuremos que él no lo vea, no sabes cuánto puede llegar a afectar a un niño”. Respondió sin despegar sus ojos del pequeño, la miró y le dijo: “Nuestro divorcio ya está pactado, es un hecho. Pero cuando eso suceda te voy a pedir que me dejes verlo, tanto al niño que pronto tendrás como a Matías”.
“Dalo por hecho. Mi hijo te quiere y no puedo impedirle que no lo haga, has dejado una huella en él”. Mordió su labio y dijo nerviosa: “Vlad, gracias por cuidarlo, hiciste un gran trabajo”.
El asintió y respiró para volver en sí.
“Saldré por una hora”. Dijo al sentirse extraño por aquella mirada que Samantha le dirigía. Cualquier sentimiento no vivido o alteración era de preocuparse.
“¿A dónde irás? Ya es de noche y hace frío”. Habló Samantha algo extrañada por tan repentino cambio.
“Sólo saldré por una hora, Samantha”:
“Te acompaño…”.
“No”. Sus manos empezaron abrirse y a cerrarse, parecía controlar algo: “No quiero que me acompañes y tampoco que me sigas. Adams vendrá conmigo”.
Luego dejó de verla y salió a grandes pasos.
Samantha lo miró hasta que desapareció.
Vlad había sembrado muchas dudas en ella, la forma en que respiraba, la alteración en su cuerpo y como sus ojos se movían; pero no podía intervenir, no después de haber firmado el contrato donde se aclaraba que no podían entrar en sus vidas.
“Señora Samantha”. Escuchó la voz del viejo mayordomo llamarla, provocando que ella se asustara: “Discúlpeme por no tocar, pero la cena está servida”.
“Vlad acaba de irse ¿No deberíamos esperarlo?”. Preguntó ella cuando lo vio.
James, el mayordomo que acaba de conocer, estiró sus labios y dijo calmado.
“El señor acaba de salir y tardara más de lo que le dijo”. Caminó un poco más hasta donde ella: “Es probable que no cene esta noche”.
“¿Por qué? ¿A dónde fue? ¿Usted lo sabe?”.
“Señora Samantha, por favor no haga muchas preguntas al respecto. La vida del Señor Vlad es personal”.
“Usted debe de conocerlo”. Le dijo al hombre inquieta por saber más de Vlad: “¿Me podría hablar más de la persona con quien me voy a casar?”.
“En efecto, yo lo cuidaba cuando el joven Vlad volvía del internado. Cuando pensé que se volvería cómo el señor Hamilton por un despiadado acto cometido frente a sus ojos, me equivoqué, él todavía continuaba con nosotros”. Miró a Matías: “El Señor Vlad podrá ser duro y frio, pero él hará lo que sea por proteger a un niño, y eso también la incluye a usted ahora que será su esposa. Las cicatrices del pasado son las más difíciles de olvidar y sanar”.
Agregó al estirar sus labios, luego de un momento de silencio, volvió a hablar.
“Por favor, Señora Ferguson”: Su voz sonó fuerte y clara al decir el apellido: “Es hora de cenar, lleve al pequeño con usted”.
“Bajaremos de inmediato”. Respondió Samantha algo desanimada por no tener una respuesta clara. El hombre asintió y se marchó.
Miró a su hijo arreglar algunos juguetes, cosa que le alegraba, pero también pensaba en Vlad y en sus secretos.
Se sentó al filo de la cama, su mente la llevó a aquel contrato donde ambos firmaron y donde no podían interferir en sus vidas, pero ahora ella estaba tan curiosa por saber de su pasado que se volvió un reto por investigar lo que realmente le sucedía.
“Adams llévame con el doctor”. Dijo Vlad al subir al auto.
El hombre asintió y de inmediato se pusieron en marcha. Su señor estaba tan pálido que en cualquier momento podría tener una recaída y él no podría controlarlo ni con los guardaespaldas que los acompañaban. Los calmantes y sedantes se habían agotado, había que pedir una reserva.
‘No lo hagas padre, no lo hagas. Prometo ya no visitarla, pero no lo hagas’. Dijo el pequeño Vlad de nueve años desesperado, tratando de luchar con todas sus fuerzas en contra de los hombres que lo sujetaban de los brazos.
‘Ella te vuelve débil, y yo se lo advertí’ Dijo Halminton y disparó sin una pizca de humanidad.
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