Exesposa al poder
Capítulo 19

Capítulo 19:

Era un gran alivio para Samantha, al fin podía respirar tranquila al demostrar su inocencia y poner en su lugar a quienes la traicionaron, sobre todo, a quien no creyó en ella.

Se mantenía sentada tras el escritorio con sus manos unidas sobre este, pensando en lo mal que deben de estar pasándolo Dante y Heidy, pero en lo bien que se sentía ella. Hasta que una llamada la despertó de ese fabuloso placer.

“»Señorita Williams, hemos llegado. Matías y me persona estamos en su casa esperándola”. Dijo el Señor Miller emocionado tras la llamada.

Ahora su felicidad se completaba.

“Iré de inmediato, Señor Miller”. Respondió contenta, casi sin poder cederlo.

“De acuerdo, la esperamos”. Dijo el hombre y colgó.

Samantha tomó sus cosas tan rápido como pudo y salió a toda prisa de la oficina. Al llegar a recepción, bajó tan rápido las escaleras que estuvo a punto se caerse, hasta que unas manos fuertes tomaron las suyas y la acercaron a unos grandes pectorales para impedir el impacto.

Era Vlad, que de casualidad también bajaba las escaleras y al verla se apuró en tomarla. Samantha y él se vieron a los ojos por unos segundos, estaban tan cerca que sus narices rozaban.

“Lo siento” Habló Samantha cuando entró en sí, recuperando por completo los sentidos. Se separó de él y le preguntó curiosa y nerviosa: “Señor Ferguson ¿Qué hace por aquí?”.

Vlad también se recompuso, miró el edificio donde Samantha trabajaba y respondió.

“Vine a recoger los papeles que constatan la finalización de mi proyecto”.

Samantha asintió, olvidó por completo que se debía de darle esos documentos a Vlad.

“Y por lo que veo hice bien en venir, estuvo a punto de lastimarse por bajar muy rápido”. Agregó: “¿Tiene mucha prisa en irse?”.

“Si”. Respondió emocionada: “Hay alguien que me espera en casa y necesito ir en cuanto antes”.

Observó a Cirius preparando el auto para salir.

“Gracias Señor Ferguson, por evitar la caída, creo que ahora estoy en deuda con usted”. Sonrió y volvió a decir”. Si me disculpa, debo de irme”.

“Claro está en su derecho”. Vlad asintió al igual que ella y antes de que se fuera la dijo: “Señorita Samantha, espero y encuentre lo que busca en casa”.

Ella no entendió sus palabras, pero de todos modos asintió y se marchó.

Vlad la vio alejarse y observó los papeles de la propiedad, estaba a tiempo al igual que todo lo planificado.

Caminó hasta donde el Señor Adams y se marchó a su siguiente destino.

Samantha al llegar donde Cirius y le dijo con una sonrisa de oreja a oreja.

“Vamos a casa, mi hijo me espera”.

El hombre sonrió, abrió la puerta del vehículo y se marcharon.

“Está en la sala”. Dijo el Señor Miller encantado: “Se ha puesto elegante para recibirla y ha comprado flores en el camino”.

Samantha asintió, no podía negar que estaba muy nerviosa por ver a su hijo. La sensación era similar a cuando vas a una cita con alguien quien te gusta, pero esta era mucho más emocionante, se trataba de su hijo.

Respiró y caminó muy despacio sintiendo como su corazón se aceleraba y sus piernas temblar. Al dar la vuelta en el siguiente pasillo, pudo ver a un niño de camisa blanca con un moño en el cuello, pantalón negro, zapatos bien lustrados y con un par de flores en sus manos. Tenía ojos grises y cabello castaño.

“Matías”. Habló Samantha con el corazón acelerado y sus ojos llenos de lágrimas.

“Mamá”. Dijo el niño emocionado tras verla y sin despegar sus ojos de ella. Era la misma mujer hermosa que le habían descrito el Señor Miller y el otro señor que lo cuidaba cada vez que viajaba.

Samantha se agacho y abrió sus manos para recibirlo.

“Mamaaaaá”. Gritó el pequeño sonriente y corrió a sus brazos.

Samantha lo tomó muy fuerte, era una conexión increíble que sólo ambos sentían en ese momento. Al fin su corazón estaba completo, al fin podía vivir con su hijo sin miedo que le suceda algo.

“Matías siento mucho haberte separado de mí”. Dijo sin dejar de besar sus cabellos: “Por favor, perdóname”:

“No te preocupes mamá, el Señor Miller me explicó que era porque tenías que trabajar al igual que el otro señor”. Respondió Matías. De repente se acordó de su ramito de flores y se las dio: “Para ti, una dama siempre tiene que recibir flores”.

Agregó recordando las palabras de quien cuidó de él. Era un gran concejo que hizo que el corazón de Samantha se derritiera por completo.

Samantha las tomó y volvió a dejar muchos besos en la frente y cabellos del niño, tener a su hijo de vuelta y sin amenazas era lo que más deseaba. Pero se preguntaba a quién se refería con ‘el otro señor’.

“Mi vida ¿Quién es esa otra persona quién te cuidaba?”. Preguntó al niño.

“El amigo del Señor Miller. Mamá eres muy linda”. Volvió a abrazarla, quería sentir que no era un sueño: “Ya no me iré ¿Verdad?”.

“No mi vida, ya no te iras nunca más. Ahora vas a vivir conmigo de ahora en adelante y recuperaremos el tiempo perdido, lo prometo”. Samantha lo abrazó muy fuerte, ella también quería asegurar de que no era un sueño.

“¿Y cómo lo tomó Dante?”. Preguntó el Señor Miller muy curioso por su reacción.

Matías estaba a un lado de ellos jugando con un auto de juguete que había traído en su viaje.

“Mal, saber la verdad lo destruyó”. Respondió Samantha.

“¿Y la prometida?”.

“Lo último que supe de ella es que volvió a sangrar y tuvieron que llevarla al hospital de urgencia. Dante fue con ella, supongo que hablarían sobre el asesinato se sus padres. Ahora Heidy no tiene salida más que enfrentar la culpa”.

“Tal parece que todo se ha solucionado”. El abogado dejó caer su espalda hacia atrás liberando un gran peso, pero la enderezó cuando recibió una llamada: “Si me disculpas Samantha, debo de contestar, es urgente”.

“Descuide, lo entiendo”. Dijo ella y lo vio alejarse.

Al querer ir con su hijo, el timbre de la puerta se escuchó y Samantha decidió ir a ver quién era. Matías al ver a su madre caminar, fue tras ella, al parecer el pequeño parecía estar esperando a alguien.

Samantha decidió abrirla y borró su sonrisa por completo cuando vio quien estaba ahí.

“¿Puedo pasar, Samantha?”. Preguntó Dante tras la puerta, y en cuanto observó al pequeño, sus ojos se posaron en él haciendo que su dolor sea mayor que antes.

Samantha se quedó muda, pero no podía negarle ese derecho. Abrió y permitió que entrara.

Antes de entrar, Matías le preguntó.

“¿Mamás, el señor va a venir? Me dijo que iba a venir y no lo veo”.

“¿Qué señor?”. Preguntó ella sorprendida, no esperaba que el señor quien cuidó a su hijo fuera a visitarlos.

“El señor quien jugaba conmigo en el otro país, el amigo del Señor Miller”.

Samantha asintió entendiendo. Si él iba a visitarlos, ella lo iba a recibir gustosa por cuidar de su pequeño.

“¿Te parece sí después le pedimos el número al Señor Miller y lo invitamos para que venga a cenar?”. Le dijo al agacharse: “Por ahora vamos a conversar con el hombre que acaba de pasar”.

El niño asintió obediente y tomó la mano de su madre para ir con Dante.

“Siento haberte lastimado, Samantha. Estaba ciego buscando culpables, que no me di cuenta del gran dolor que te produje, fui un idiota”. Dijo esas últimas palabras con bastante pesar y en voz baja. Todo su cuerpo parecía cansado al igual que sus ojos.

“Los errores del pasado ya no se pueden corregir, Dante. Tú decidiste hace cinco años, me acabaste por condenar siendo inocente, no me creíste por más que te lloré”. Respondió Samantha con voz calmada. Ambos estaban en la sala sentados, mientras el pequeño jugaba una vez más con aquel auto: “Matías también es tu hijo y no voy a negarte ese derecho, puedes visitarlo cuando gustes”.

Dante decidió tomar sus manos, la miró a los ojos y dijo arrepentido.

“Samantha, perdóname, dame una oportunidad para demostrarte que estoy arrepentido por todo el daño que te hice, déjame recuperar tu amor y vivamos en familia como siempre lo deseamos”. Su voz sonó baja cuando dijo: “Jamás dejé de amarte”.

Antes esas palabras hubieran significado mucho para ella, quizás lo hubiera perdonado si se hubiera presentado así hace cinco años, pero ahora sonaban tan vacías y simples que no entraban en su corazón.

“Un perdón no sana cinco años de sufrimiento”. Dijo al soltar sus manos: “Dante, yo hace mucho tiempo dejé de amarte, y cuando te vi con Heydi tomados de la mano, a punto de casarse, comprendí que ya no te amaba. Ahora dices que jamás dejaste de amarme, pero dormías con Heidy mientras yo contaba los días para salir. Yo no fui quien se encargó de matar nuestro amor, lo hiciste tú con tu desprecio y humillaciones, tú lo acabaste no yo. Me echaste la culpa de algo que no hice, me condenaste a estar tras las rejas, te comprometiste con mi mejor amiga y ahora que sabes la verdad piensas solucionarlo con un perdón. Lo siento, pero decido estar sola con mi hijo”.

Dante comprendió que Samantha decía la verdad. Antes sus ojos grises lo veían con un destello de amor, ahora estaban vacíos, sólo había seguridad y firmeza de sus palabras.

“Entiendo, veo que no tengo oportunidad de recuperar tu amor”. Cerró sus ojos, juntó sus manos y le dijo: “Deseo que encuentres la felicidad que yo no pude darte”.

Luego se puso de pie dispuesto a marcharse.

“¿No le dirás nada a Matías?”. Preguntó Samantha antes que se fuera.

“No tengo ese derecho”. Sonrió y se despidió del pequeño con su mano, a lo que Matías respondió con el mismo gesto: “Se feliz Samantha, y encuentra a un buen hombre”.

Samantha no pudo evitar sentirse mal, Dante había dejado huellas en su vida y una de esas huellas era su hijo.

Unas cuantas lágrimas salieron de sus ojos, esa noche se estaba despidiendo de su primer amor y del padre de su pequeño. Pero también se demostraba así misma que pudo superar los obstáculos, que ella y su hijo podrían solos.

“¿Mamá, estás bien?2. Preguntó Matías al notar su tristeza.

“Si”. Respondió limpiando sus aquellas lágrimas que se habían escapado,

Un minuto después su teléfono sonó.

Samantha decidido tomarlo y observar el mensaje. Eran unos documentos donde Dante le otorgaba el 55 % de las acciones de la empresa, ahora ella era la dueña de la empresa de Ingeniería Mickelson.

[Se feliz Samy. Con esto no pago tu sufrimiento, tan sólo es una pequeña parte de lo que viviste en esos cinco años. Yo me iré lejos a buscar mi destino, no volverás a saber más de mí. También cuida del pequeño, la empresa es su legado].

Samantha llevó el teléfono a su pecho, sintió su corazón pesado al pensar en el sufrimiento de él. Pero ya no había marcha atrás, ella ya había decidido no pasar el resto de su vida con Dante, él no creyó en ella y ella no lo podía perdonar.

Al pasar de los segundos, su teléfono sonó otra vez.

[Te espero a las 8 pm de esta noche en el Gran Hotel, es hora de pagarme].

Era un mensaje de aquella persona que le había proporcionado las pruebas que necesitaba. Se puso de pie y llamó a una de las sirvientas.

“Tengo que irme ¿Puedes decirle al Señor Miller que venga?”.

“El Señor Miller acaba de salir, pidió disculpas por no despedirse de usted”. Respondió la humilde muchacha.

Samantha respiró, quizás el hombre tenía algo que hacer y no podía seguir haciendo de niñero.

“De acuerdo. Encárgate de cuidar a mí hijo, por favor. Yo volveré pronto”.

“Por supuesto, señorita Samantha”. Dijo ella y fue por Matías.

Antes de que Samantha fuera a su habitación, le dio un beso a su hijo y le prometió volver pronto.

“Te estaré esperando, mamá”. Respondió el obediente niño con un gran abrazo.

Decidió ponerse un conjunto formal, pantalón color café con una camisa blanca y para cubrirse del frio, un gran abrigo de color chocolate acompañado de tacones de color negro. Ato su cabello en una cola alta y decidió abandonar la habitación.

Condujo sola sin la compañía de Cirius o de sus guardaespaldas, no había necesidad de temer, el peligro ya había pasado.

Llego al Gran Hotel puntual, respiro hondo y decidido entrar.

Caminó hasta estar dentro del restaurante, era elegante de finos accesorios y telas sedosas, pero estaba vacío. Hasta que observó a la barra donde se encontraban dos personas de espaldas anchas con trajes formales.

Samantha los reconoció y fue a saludar.

“Señor Miller, Señor Ferguson ¿Qué hacen aquí?”.

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