Exesposa al poder
Capítulo 11

Capítulo 11:

El pequeño Nicolas decidió ir por su madre a su nuevo trabajo. Llevaba su uniforme escolar y una mochila algo vieja tras la espalda. Sus grandes ojos marrones estaban anonadados por el lujoso edificio en el que ahora trabajaba su mamá. No se atrevió entrar y decidió esperar afuera para irse juntos a casa.:

Tenía un yoyo viejo con un delgado hilo, aburrido decidió jugar un poco.

Era su intento número tres en hacer piruetas, pero el juguete se separó del hilo y fue a dar a la cabeza de Heidy, que pasaba con Dante para ir a almorzar.

“¡Ay!”. Se quejó por el golpe recibido.

Dantes en ese momento buscó culpables.

«Lo siento mucho, señorita, no quería lastimarla”. Dijo Nicolas desesperado por haberla golpeado con su juguete: “Fue un accidente, yo sólo quería jugar mientras esperaba a mi mamá”.

Dante se acercó a él, se agachó y lo tomó de los hombros.

“Niño, acabas de lastimar a una mujer. Con tus disculpas no puedes remediarlo”. Dijo molesto, intimidando por completo a Nicolas.

“Pero fue un accidente, yo no quería hacerlo”. habló y su cuerpo empezó a temblar por la cercanía de Dante.

“Pero lo hiciste”.

En ese momento Samantha bajaba para la hora de almuerzo, pero en cuanto observó a Heidy llorar por un chichón en su cabeza, sosteniendo un juguete como evidencia y Dante sujetar a Nicolas, ya imaginaba lo que había sucedido. No se lo pensó dos veces y fue a su rescate.

“Suelte al niño, Señor Mickelson”. Dijo al ponerse en medio: “Ella merece eso y más golpes en la cabeza, por bruja”.

Los ojos de Dante por poco explotan al escucharla.

“¿Desde cuándo defiendes a un niño que no es el tuyo?”. Preguntó con. una sonrisa bufona en su rostro.

“Desde siempre”. Aseguró ella con mirada desafiante: “Conozco a Nicolas, es mi socio de poemas, si lo lastimas te la vas a haber conmigo y con mis abogados. No tendré reparo de ir a los juzgados por esto y hundirte”.

“Te crees tan poderosa que cuando lo pierdas todo no serás nadie”. Comentó Dante sin dejar de desafiarla.

Samantha iba a decirle unas cuantas palabras más, pero al sentir que alguien la tomaba de la cintura, hasta apartarla de Dante y no poder ver más que una espalda, se quedó callada.

“Disculpe Señor Mickelson, pero discutir con una mujer y con un niño que sólo quería divertirse no es de caballeros”. Dijo Vlad haciendo acto de presencia en la discusión. El había observado todo a unas cuantas cuadras: “Le pido que le dé una disculpa a la señorita Williams y al pequeño”.

Dante lo observó a los ojos, aquel hombre no le daba buena espina. Siempre aparecía de la nada cuando Samantha estaba presente.

“Señor Ferguson, lamento decirle esto, pero esto es una discusión con mi ex esposa”.

“Usted lo ha dicho, es su ex esposa ya no le pertenece, perdió todo derecho sobre ella”. Aseguró el hombre.

Ambos tenían sus ojos penetrantes sobre ellos, parecía que en cualquier momento se iban a enfrentar.

“Señor Ferguson”. Habló Samantha, mientras sostenía al niño: “Será mejor que nos vayamos, las personas nos están obcecando y no vale la pena discutir”.

Vlad respiró pesadamente, y muy despacio fue retirando sus ojos de los de Dante.

“Tiene razón señorita Williams, no vale la pena discutir con este hombre”. Se acercó a ella y a Nicolas: “Sería agradable que me acompañen a almorzar, yo los invito”.

“Claro”. Respondió Samantha, y le preguntó al niño al agachase a su altura: “¿Quieres ir Nicolas?”.

“Me gustaría, pero quiero esperar a mi mamá”. Respondió. Estaba agradecido que esas dos grandes personas lo defendieran.

“Le enviaré un mensaje a Sonia diciendo que irás conmigo. Además, podrás traerle un almuerzo a ella ¿Qué dices?”. Preguntó sonriente.

El niño asintió feliz.

“Señor Ferguson, estamos listos”. Volvió a decir Samantha al ponerse de pie.

“Por aquí por favor·. Dijo el hombre, luego los llevó hasta su auto y les abrió la puerta a sus invitados.

Dante sólo podía observar como ellos se alejaban. Samantha estaba en su derecho de rehacer su vida, pero no podía evitar sentir algo de coraje. Caminó hasta donde Heidy y besó sus cabellos para calmarla. La mujer ni siquiera había hablado, estaba ocupada derramando lágrimas que nadie observó.

“Te llevaré al hospital para que te atiendan”. Dijo llevándola en brazos hasta su auto.

“Gracias por invitarnos a almorzar Señor Ferguson, pero no era necesario pagar todo esto”. Habló Samantha, ella tenía la intención de pagar su almuerzo y el del niño.

El lugar al que les había invitado era agradable, tenía una gran vista y se podría a apreciar toda la ciudad.

“Fue un placer”. Dijo el hombre: “Tómalo como una muestra por ayudarme con el jardín”.

“Es mi trabajo, a lo que me dedico, Señor Ferguson. No hay nada de que agradecer en eso”.

Él la miró y observó al pequeño disfrutar de su postre. Samantha notó que Vlad no había pedido uno y su comida fueron verduras

“Señor Ferguson”. Dijo el mesero en cuanto se acercó, no parecía llevar la cuenta, eran otros papeles, similar a unos documentos: “El capitán me pidió que le entregara esto. Es la hoja de recibo por la donación que hizo el restaurante en su nombre. Los parroquianos le enviaron esto como cada año”.

Luego le entregó una canasta llena de todos los panes que podían hacer.

“Gracias, Carlos. Puedes llevarlo al auto y dejarlo adentro”.

El hombre asintió obediente ante su orden y se fue.

“¿También es dueño de este restaurante?”. Preguntó Samantha, el hombre estaba lleno de sorpresas.

“De la cadena en general”. Respondió un poco inconforme y tomó algo de vino. Pareciera que no le gustaba mucho hablar de su vida.

“Entiendo, por lo que veo, lleva su apellido en alto”. Comentó y estiró sus labios. Luego observó la hora y le comentó: “Señor Ferguson, nosotros nos retiramos… Sonia tiene que retirar a su hijo y yo volver a mi trabajo”.

“Claro, los llevaré yo mismo”.

“No es necesario, ya fue suficiente con defendernos y traernos a comer. Pediré un taxi de regreso, no sé preocupe”.

“Insisto, yo los llevo. Estamos muy lejos de la empresa y no quiero que nada malo les pase”.

“De acuerdo, siempre y cuando yo pague en el próximo almuerzo”. Samantha negocio y Vlad tendría que aceptar. Por lo poco que la conocía, sabía que era una mujer justa.

“Acepto”. Respondió.

“Sonia, lamento mucho traerlo tan tarde”. Dijo Samantha al entregarle a Nicolas. El niño sostenía en sus manos un almuerzo y la canasta que Vlad le regaló.

“Descuide, señorita Williams, sé que mi hijo estaba en buenas manos. Gracias por la comida y por los panes”. Habló la mujer contenta.

“No fue nada, todo es cortesía del Señor Ferguson”.

La mujer lo miró hasta donde su mirada pudo. El hombre era muy alto y musculoso, tenía cara de pocos amigos.

“Gracias, Señor Ferguson”.

El hombre asintió, para él era todo un placer.

“Vamos Nicolas, hay que ir a casa”. Volvió a decir y tomó la mano de su hijo.

“Una vez más le agradezco lo que hizo por nosotros”. Dijo Samantha al mirarlo.

“No tiene nada que agradecer”. Vlad estiró sus labios ante ella. Luego miró la hora, llegaba algo tarde a su destino: “Señorita Williams, gracias por su compañía, espero verla pronto”.

“Esperamos lo mismo”. Habló Samantha y tendió su mano para despedirse: “Que tenga una buena tarde, Señor Ferguson”.

“Usted igual”. Dijo al tomar su mano.

Dejaron de verse y cada quien topo sus caminos.

Mientras Vlad iba en su auto, sentado en la parte trasera. Recibió una llamada con el nombre ‘Hamilton’. Al ver aquel y nombre respiró in poco pesado y algo aturdido.

“Padre”. Respondió: “Sí ya he mandado a construir la mansión, todo estará listo en un mes”.

“……..”.

“Viajo a Ingl$terra después de haber solucionado todo”.

“………”.

“De acuerdo, nos vemos en la ceremonia”. Colgó.

El Señor Adams lo miró por el retrovisor. Conocía a su señor, la relación con su padre no era buena y tampoco era la mejor de todas.

“Señor Vlad ¿Quiere que lo lleve al hospital?”. Pregunto al verlo frustrado.

“No será necesario”. Respondió Vlad observando las calles: “El viejo esta impaciente, pero ya todo está en marcha”.

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