Esposo infiel
Capítulo 98

Capítulo 98:

POV Adam.

Me olvido par completo lo que sucedió antes, lo que podría pasar, solo enfocado en esto.

“¿Por qué pensaste que podría perdonarte, Adam? ¿De verdad creíste que podrías lograr que cambiara de opinión en dos meses sobre una relación de tres años que tuviste con la misma que intentó matarme hoy?”, dice, con su voz cargada de enojo.

Cuando levanto la mirada no veo a la dulce Ava que tengo desde que vinimos a Miami, sino a la fría calculadora deseosa de venganza.

“Ava, hablamos y…”.

“Y te creaste falsas esperanzas. Porque yo jamás di indicios de que iba a perdonarte. ¿Cómo podría siquiera? C%giste tres años con esa otra mujer, le diste mi dinero, le diste posiciones y atribuciones dentro de nuestra empresa. Me obsequiaste el lugar donde c%gerían como regalo de aniversario, la cogiste en tu oficina, la misma que ocupo ahora. ¡Te reíste de mí a mis espaldas todo este tiempo y yo soy la mala por querer divorciarme de ti!”, concluye.

“No dije eso, jamás dije que no tenías derecho a sentirte de esa forma o quieras sentirte porque sí te fallé, pero pensé que tenía más tiempo”, trago grueso. Está sacada, alterada, no está siendo razonable porque su nerviosismo la mantiene con las manos temblorosas y la respiración agitada.

Se ríe de mí, recobrando esa faceta de hija de p%ta de antes.

“No intentes dejarme como la mala ahora porque el único culpable de todo esto, eres tú” gruñe, dando un paso al frente.

“Eres un cerdo, un asqueroso maldito que c%gió con otras a mis espaldas, que pudo contagiarme fácilmente de alguna enfermedad venérea. Un maldito infeliz que se burló de mí por no ser bonita o buena en la cama. ¿Creíste que no lo sabía?”, continúa espetando.

“Me humillaste cuantas veces pudiste, me hiciste ver como que merecía que me engañaras con otra solo porque te casaste sin amor cuando el amor no tenía nada que ver con la lealtad. Hiciste un juramento y fallaste, y la única razón por la que quieres que te perdone es porque tienes miedo de quedarte solo ahora que el mundo se dio cuenta de lo inservible que eres como ser humano”, termina de gruñir.

“Nunca ibas a poder perdonarme ¿Cierto?”, pregunto.

Mi voz sale tan baja, tan rota y humillada que   apenas y la siento.

“¿Perdonarte? La única razón por la que seguimos juntos fue por el proyecto que ya tengo, porque de haberme separado de ti en su momento, ahora no tendría que estar escondiéndome de la p$rra a la que engañaste igual que a mí”, dice con firmeza.

“Me hiciste pedazos y continúas untándome con tu mi%rda ahora que quieren asesinarme por pensar que me quedé con el infiel. ¿De verdad pensabas que sería capaz de darte el honor de ser mi esposo después de todo eso? ¡Despierta, que pareces igual de irrazonable que esa maldita!”, termina espetando.

Ella toma aire, intentando calmarse, aunque es bastante obvio que destapé la caja de Pandora con esto. ¿Qué pensaba? ¿Qué esta mujer iba a seguir conmigo? Tiene razón, es momento de despertar.

“Escucha, entiendo que los últimos días hayan sido confusos para ti, que creyeras que tenías oportunidad, pero también te recuerdo que juraste firmar los papeles cuando llegaran porque era lo último que podrías hacer bien”, dice, mirándome a los ojos.

“No quiero tener que rogarte, Adam, porque sabes bien que merezco ser libre de ti y de las mi%rdas que me hiciste. Merezco incluso que ellos te busquen a ti y no a mí, porque esas son las conclusiones de jugar a ser invencible, intocable e inalcanzable”, termina de decir.

Y ese último golpe me termina de romper. Estúpidamente creí que tendría la oportunidad de hacer bien las cosas, que el amor que sentí llegaría a sentirlo ella también.

Tontamente pensé que estas últimas semanas estaban cambiándola y que incluso podría que llegara a tener una oportunidad de seguir a su lado demostrándole que estoy listo para amarla como se merece, pero el rencor y el odio en sus palabras me deja en claro que ella no lo está, y posiblemente, jamás lo esté.

Rompí todo lo bueno en ella, le quité demasiadas cosas como para pretender que crea en mis palabras a sabiendas de que, tal y como dijo, me faltó lealtad y a ella ahora le falta confianza en mí, cosa que yo destruí.

Siempre supe que se merecía a un buen hombre, uno que la amara como si fuera única en este mundo. Nunca pensé que ese hombre sería yo, que estaría dispuesto a dar mi vida por ella y mucho menos que la esperaría eternamente hasta que decidiera regresar, aunque sé que no lo hará jamás.

Y tiene razón. Su desamor, su ira y su desprecio son las consecuencias de no haberla visto en su momento, de no haberme permitido enamorarme de ella, de no intentar con más fuerza que lo nuestro funcionara y buscar por fuera lo que claramente tenía de sobra en casa.

Tres años de infidelidad son imperdonables, pero cinco de deslealtad…

Las lágrimas gruesas salen de mis ojos empapando mis mejillas. Las manos que sostienen los papeles del divorcio están temblando como nunca antes, pero aun así me acerco a la mesa principal de la sala, tomo un bolígrafo y sin pensarlo coloco mi firma donde corresponde.

No doy pelea, no busco oportunidades, ni tampoco ruego por perdón porque es claro que la perdí hace mucho tiempo y en ella no hay más que odio hacia mí. No busco, porque sé que no hay nada qué encontrar.

Mi corazón no puede más, pero coloco la última firma, obligándome a mí mismo a entregar el papel antes de hacerlo pedazos.

“Termina de empacar. Regresaremos al hotel donde… solucionaré esto. Te prometo que les pediré que te dejen en paz”, susurro, tendiendo el papel sin mirarla.

“Adam…”.

Encuentro la fuerza para verla a los ojos, notando el arrepentimiento cruzado con dolor.

“Tienes razón, merezco que quieran hacerme daño porque recibes lo que das ¿No?”, me río sin ganas.

“No es así, yo solo…”, sacude la cabeza.

“Está bien. Toma tus cosas, tengo que ponerte a salvo”, digo.

Me alejo de ella porque su sola presencia me está quemando por dentro, Regreso a la habitación donde por unos segundos permito que las lágrimas salgan sin detenerlas.

Tengo que cubrirme la boca para no soltar sollozos y puede que no se vea tan varonil, pero tengo un dolor tan grande que es difícil de explicar y solo puedo dejar que salga de mí para sentirme mejor. Cuando siento sus pasos me limpio rápidamente, tomando mis maletas por las asas.

“Vamos”, digo, pasando a su lado, evitando tener contacto con ella porque sé que si pasa, terminaré rogándole y está más que claro que no quiere nada conmigo.

Camino adelante. Me encargo de la recepción dejando una nota a los Paulson alegando que tuvimos una emergencia y tuvimos que regresar antes de salir del hotel. El barco que nos trajo no está disponible así que tenemos que ir hasta el muelle donde apenas veo un solo barco.

Estamos demasiado lejos del hotel, la oscuridad nos rodea porque estamos a casi las once de la noche aquí y solo quiero salir de este lugar. Las ruedas de las maletas son el único sonido que se siente, nos estamos acercando al barco cuando veo que un hombre saca la cabeza por en medio de las puertas dobles.

Este no parece ser un barco transporte, sin embargo, me quedo a unos metros.

“Buenas noches ¿Necesita transporte?”, dice sonriendo.

Asiento.

“Queremos regresar a la ciudad”, apunto.

“Perfecto, suban, yo los llevaré”, dice.

El hombre no sale ayudarnos con las maletas como el anterior. Ava es la primera en subir mientras yo observo bien el barco, notando que no es más que uno particular.

“Ava…”, la llamo, pero sigue subiendo las maletas así i que no tengo más opción que acercarme a ella.

Una sensación extraña se apodera de mí cuando la veo en el barco, una necesidad de salir corriendo de aquí.

“Baja de ahí, ahora”, susurro.

“¿Qué dices? No puedo oírte bien”, me mira confundida.

Estamos a unos metros separados. Dejo las maletas acercándome un poco más, cuando veo que empujan al hombre que nos habló y Nick sale de atrás, sonriendo mientras sostiene en sus manos un arma con el que le apunta a Ava, quien queda paralizada al verlo.

“Nick…”.

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