Esposo infiel
Capítulo 97

Capítulo 97:

Me sostengo de la barandilla esperando a que se mueva, cosa que no hace.

“¡Ava!”, escucho que gritan.

POV Adam.

Voy por las dos bebidas para mi esposa y para mí. La vi conversar afuera con Paulson y él mismo cuando entró me sonrió lo que significa algo. Tengo ganas de saber qué fue lo que pasó como para que me sonriera de esa forma, aunque me hago a una idea pensando en que quizás, el proyecto ya es nuestro.

Sonriendo recojo las bebidas de la barra, estoy por salir hacia la parte trasera del restaurante, pero anuncian que van a traer un obsequio especial para los novios y el que todos se detengan a ver, me obliga a detenerme también. Serán solo por dos minutos.

Ingresan un gran pastel de bodas, los invitados aplauden y no me quedo atrás, felicitándolos.

Cuando veo que se acercan a saludarlos, aprovecho ese momento en el que están por cortar el pastel para comenzar a distribuir las piezas, tomo las copas de nuevo intentando ir hacia la salida, pero el que los demás se acerquen a los novios me impide el paso por algunos minutos.

Decido rodearlos, Ava ha de estar esperando por mí así que no la hago esperar más. Camino entre las mesas, tengo que pedir permiso a los invitados que están haciendo fila para poder hablar con los Paulson, viendo el fondo donde se suponía que Ava estaba sola. Ahora no lo está más y no tardo en adivinar quién es la mujer que tiene frente a ella.

Una sensación de vacío se coloca en el centro de mi estómago, como si me hubieran golpeado.

Dejo las dos copas en la primer mesa que cruzo saliendo a toda prisa. No quiero llamar la atención, no quiero joderles la fiesta así que pido permiso una sonrisa, aunque siendo contundente con mi intención de pasar al fondo.

Para cuando salgo por las puertas traseras, lo único que veo es a Ava lanzando a Kim por la barandilla.

“¡Ava!”, grito, acercándome a ella apresuradamente.

La tomo por los hombros, obligándola a mirarme. Veo que tiene un golpe en su rostro pues está enrojecida esa zona. Parece traumatizada por algunos segundos hasta que se recompone, tomándome por los brazos.

Está temblando, quizás porque es la primera vez que avienta a alguien, pero sea como sea, se sostiene de mí con demasiada confusión en su rostro.

“Vino por mí, quería… ella me estaba molestando, quería obligarme a darle cosas y cuando me negué quiso lanzarme por ahí. Solo me defendí, tengo derecho a defenderme y yo…”, dice apresurada.

“Tranquila, está bien”, digo tratando de tranquilizarla.

Me acerco a la barandilla, pienso en que estará tendida en el suelo, inconsciente, pero… no hay nada.  Y no sé qué es peor, el que hubiera estado aquí tendida en el suelo o el que no esté en absoluto porque eso solo demuestra que todavía tiene oportunidad de acercarse a nosotros.

“Tenemos que irnos”, no tardo en tomar a mi esposa de la mano.

“Sí, larguémonos de aquí”, ordeno.

Puedo sentir que continúa temblando mientras ingresamos a la fiesta. Ella va con el rostro bajo, siguiendo mis pasos solamente en lo que yo me hago lugar entre los invitados buscando la salida.

Estamos en un resort, tenemos que caminar por varias zonas antes de llegar a nuestra habitación y no dejo de pensar en que, si ella está aquí, quiere decir que Nick también o que le dio el dinero para poder costearse el viaje hasta aquí porque ella no tiene nada de efectivo.

El pensar que podrían estar a la vuelta de la esquina, quizás esperando en alguna curva oscura, aguardando a que pasemos, me mantiene alerta y solo descanso cuando siento que la puerta de la habitación se cierra detrás de nosotros.

“Haz las maletas, nos vamos”, digo apresurado.

Corro a por mis cosas, intentando guardar todo lo más rápido posible.

No saqué demasiadas cosas, pero sí tengo que hacer demasiado manteniendo el móvil en el oído intentando encontrar pasajes para el próximo vuelo que salga de Miami hasta Nueva York donde al menos conocemos el terreno y podremos mantenernos más seguros ahora que sabemos quiénes están detrás de todo esto, pero los vuelos fueron cancelados por una presunta tormenta que azotará a la ciudad de Miami, dejando como última alternativa tener que conducir hasta nuestro hogar.

Cuelgo el móvil cerrando la maleta con fuerzas. Ahora mismo solo tengo en la cabeza el salir de aquí porque están en la isla.

Al menos creo que estaríamos seguros incluso si nos quedáramos en el hotel donde estuvimos al principio, pero necesito sacar a mi esposa de aquí ahora que han demostrado que están dispuestos a cualquier cosa.

Regreso a la sala de la habitación donde encuentro a Ava todavía sentada, sin decir o hacer absolutamente nada.

“Nena, ¿Qué tienes? Tenemos que salir de aquí, ¿Por qué no hiciste tus maletas?”, le pregunto.

Solo sacude la cabeza. Tiene la mirada algo perdida, está demasiado perdida como para siquiera atender a lo que le digo por eso voy yo a buscar sus maletas.

Recojo las cosas del baño, todo lo que dejó ahí guardándolo en el bolso de donde vi que lo sacó, también recojo algunas prendas que quedaron en el suelo o en la silla y después recojo sus papeles del despacho pues sé que estuvo aquí durante demasiado tiempo aquí respondiendo algunos emails del trabajo.

Guardo su laptop en el estuche, su cargador, su anotador, la agenda y una carpeta con papeles los cuáles apilos para que queden iguales cuando se resbalan de mis manos. Caen sobre la mesa desparramados, con ambas manos comienzo a amontonarlos cuando el título de uno de esos papeles, capta mi atención.

Lo sostengo con fuerzas, leyendo cada letra, intentando que mi cerebro comprenda la gravedad del asunto y aunque sé que dije que ¡iba a firmarlos cuando los tuviera, el que ahora estén aquí vuelve todo demasiado real. Es aquí, ahora, donde me doy cuenta si no sé si firmarlos o no, faltando a mi palabra y a la promesa que le hice por el temor de perderla.

No puedo quedarme quieto, mucho menos quedarme sin respuestas por eso camino donde está. Me arrodillo frente a ella, enseñando el papel que dice claramente que es nuestro pedido de divorcio.

“¿Cuándo pasó esto, Ava? ¿En qué momento lo pediste?”, susurro, sintiendo el temblor en mi voz.

“¿Dónde los encontraste?”, parpadea confundida, regresando en sí.

“Ese no es el asunto y tampoco lo que pregunté”, digo.

“No tenías que verlos. ¿Por qué revisas mis cosas?”, suelta un suspiro.

Trago grueso, intentando contener las ganas de gritar que tengo ahora mismo. Ambos acordamos algo, dijimos que no pediríamos el divorcio sino hasta que esta semana terminara, lo que nos daría al menos, o me daría, mejor dicho, más de un mes para seguir intentando hacer que cambiara de opinión.

Creí que estaba conmigo en esto, que habíamos llegado a un acuerdo, pero el papel en mi mano me dice que solo jugó conmigo. Estaba fingiendo darme una oportunidad. Jamás la tuve en realidad.

“No quiero hablar de eso”, susurra, poniéndose de pie.

“¿Cómo que no quieres hablar? ¡Los papeles están aquí, solo hace falta firmarlos!”, espeto.

Señalo la parte donde deberían ir las firmas, notando que su firma ya está ahí, y eso me parte el corazón. Literalmente, puedo sentir un golpe profundo en el pecho, como si me estuvieran desgarrando la carne en pedazos pequeños, quitándome el aire en el proceso.

Soy yo quien necesita una silla ahora mismo, también oxígeno y un poco de ganas de continuar con esta mi%rda al darme cuenta de que viví, engañado todo este tiempo creyendo que me daría otra oportunidad, que podría hacerla cambiar, que yo… que ella… que lo nuestro.

“Firmaste”, digo, sin saber de dónde encontré la voz.

Soy incapaz de mirarla, incapaz de mirar hacia otro lado que no sea su firma en ese papel el cual demuestra su determinación a divorciarse de mí.

“Adam, tenemos que irnos”, ordena.

“¿Ahora tienes prisa? ¿Ahora quieres salir corriendo?”, pregunto.

“¿De verdad quieres hacer esto? Sabías que pasaría, en algún momento iba…”, bufa, algo nerviosa.

“¡En algún momento, no ahora! Pensé que estábamos en la misma línea, que por fin habíamos acordado que íbamos a esperar a pasar esta semana para ver si pedíamos o no el divorcio y tú…”, grito molesto mirándola fijamente.

“Yo jamás cambié de opinión. Te lo dije”, sacude la cabeza, intentando controlar las lágrimas que tiene en los ojos.

“No, me aseguraste que tenía tiempo. Esto… Ava, no es tiempo, es de hecho, lo contrario”, siento mi voz rota, no sé de dónde consigo tener voz siquiera en estos momentos.

.

.

.

Consejo: Puedes usar las teclas de flecha izquierda y derecha del teclado para navegar entre capítulos.Toca el centro de la pantalla para mostrar las opciones de lectura.

Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Reportar