Esposo infiel
Capítulo 91

Capítulo 91:

“De acuerdo. ¿Hay alguna novedad con el caso de la policía? No he sabido nada de eso”, suelto un suspiro.

“Están haciendo esfuerzos, aunque no han encontrado nada que los relacione todavía, dicen que no pueden investigar sin fundamentos”, comenta.

“¿Es que necesitan que nos amenacen directamente? ¿Les entregaste la información sobre que se conocen desde niños? De seguro esos dos ya hicieron esto antes, ellos…”.

“Tranquilo, Adam, prometí que encontraría una respuesta y no voy a detenerme hasta haberlo hecho ¿De acuerdo? Les daré una respuesta y más que nada, le pondremos fin a esto”, me dice cortándome.

Le agradezco el esfuerzo que hace y finalizo la llamada a los pocos minutos. Las fotografías que me envió siguen pasando en mi computadora, pero me quedo con una que me descontrola por completo el organismo. Puedo ver a Nick sosteniendo a mi esposa por la cintura, plantando un beso sobre sus labios y es… el sentimiento es abrumador.

Siento que están estrujándome las entrañas con las manos, que apenas puedo respirar pues presiento que van a arrancarme los pulmones de un solo golpe y es que… es desolador el sentimiento. Pensar que esto pudo pasar en verdad, que en algún momento se propuso como meta el quitarme a mi esposa y ahora cree que puede tenerla.

Maldición, me están matando los malditos celos de mi%rda que…

“¿Qué es eso? ¿Qué estás escondiendo?”, me pregunta.

Doy un salto cuando siento la voz de Ava detrás de mí. En cuestión de segundos cierro mi computadora y no es porque quisiera ocultarle algo, es un simple reflejo que se toma a mal puesto que viene en mi dirección arrebatándome el artefacto.

Se sienta del otro lado de la mesa, abriendo la computadora y observando las fotografías que estaban puestas. Veo que tiene mucha confusión en su mirada, sin contar que apenas despierta y parece estar demasiado pensativa sobre esto.

“¿Es Nick en el aeropuerto con Kim? ¿Tu investigador vino hasta aquí?”, pregunta confundida.

“No, tiene un amigo en la ciudad que aceptó el caso como ayudante. Ahora es él quien los sigue aquí y al parecer, cree que Kim regresó a Nueva York”, niego con mi cabeza.

“¿Cree?”, frunce el ceño.

“Si. Era una zona privada, no pudo ver si en verdad se subió al avión o no, pero cree que sí”, digo.

Alza ambas cejas, haciendo una mueca.

“Pues eso no nos sirve mucho ¿O sí? ¿Por qué me querías ocultar esto? Cerraste la computadora y pensé…”, suelta un suspiro.

“Fue un acto reflejo, me asustaste, pero claro que te habría contado al respecto”, le comento.

“No lo sé, comienzo a pensar que no lo habrías hecho”, dice.

“Sea como sea, tenemos que encontrarnos en el muelle para zarpar en el bote en dos horas. ¿Ya tienes listas tus maletas?”, ruedo los ojos, poniéndome de pie.

Se estira en la silla, cierra la computadora y me mira con una media sonrisa mientras intenta acomodar sus rebeldes cabellos los cuales le caen en el rostro al estar tan despeinada. Luce adorable para mí, con sus mejillas sonrojadas y sus labios a medio pintar. Es el claro reflejo de que fue una noche espectacular.

“Preparé todo, aunque dejaré algunas prendas en la habitación para cuando regresemos. No quiero llevar mucho equipaje, ni siquiera sabremos cuánto tiempo más tendremos que quedarnos aquí así que… ¿Tú estás listo?”, pregunta.

Asiento, acercándome a ella. No saca su mirada de la mía y me fascina que no se gire cuando le doy un beso en los labios, sino todo lo contrario, ella me corresponde encantada.

“Tengo todo listo. ¿Te parece si me doy una ducha, desayunamos y luego partimos? Quiero llegar temprano para poder escoger habitación al menos”, le digo.

“Me daré una ducha, tú ordena el desayuno y termina de alistarte. No vaya a ser que te quedes sin tu preciada habitación”, rueda los ojos al alejarse.

“¡No puedes culparme, cielo!”, le grito cuando veo que desaparece en el cuarto de baño.

Desde la primera vez, hace noches atrás, cuando tuvimos relaciones, decidimos que quedarnos en una sola habitación era lo mejor y aunque continúa con su equipaje en su antiguo cuarto, tiene bastantes cosas aquí como para ponerse cómoda. Supongo que no quiere perder esa oportunidad de independencia y no me molesta, a fin de cuentas, siempre pasa más tiempo aquí que alejada.

Cuando siento que el agua de la ducha comenzó a correr, ordeno el desayuno, Preparo la mesa, guardo los planos que no vamos a ocupar en bastante tiempo y desocupo toda el área para que cuando vengan los de aseo no tengan problemas o algo se pierda.

Al cabo de unos minutos noto que el agua ya no suena. El desayuno llega, dejan todo en la mesa y yo alisto las maletas cerca de la puerta de salida” de junto a las suyas. Ava escogió salir con un vestido blanco corto y unas bajas, muy estilo veraniego, y mientras que yo voy por un pantalón largo negro y una camisa del mismo color.

“¡Puedes entrar a la ducha, yo ya terminé!”, me grita mi esposa, haciéndome reír, aunque solo por unos segundos.

Es imposible no preguntarme cómo demonios me perdí de esta cotidianeidad del matrimonio durante todo este tiempo pues ahora me resulta increíble conocernos tanto como para ocupar el mismo cuarto de baño y ni siquiera tener que utilizar toallas porque cuando llego a la habitación veo que está escogiendo su ropa interior mientras el agua escurre por su cabello.

“¿Quieres que me ducha o podemos c%ger rapidito?”, digo.

“¡Ve a ducharte! Quieres escoger habitación y hasta me contagiaste tu emoción así que ve, yo esperaré para que desayunemos juntos”, se carcajea.

Tengo que hacer uso de todo mi autocontrol para no caer en la tentación de tenerla desnuda frente a mí y entrar a darme una ducha bien fría. Dejo que el agua se lleve todas mis preocupaciones, pero no me tardo demasiado. Para cuando salgo mi esposa no está en la habitación, sino en la sala, sentada en la mesa viendo su teléfono.

Desayunamos en paz, y se siente bien saber que podemos estar en la misma habitación sin sacarnos los ojos. Creo que desde el momento en el que aprendí que quizás darle el divorcio será lo mejor, las cosas han estado más calmadas entre nosotros. Al menos ese tema no se ha vuelto a tocar por ahora, aunque sí noto algo extraño en ella.

“¿Te sientes bien? Cambiaste de repente”, digo.

“Estoy bien. ¿Ya terminaste? Podríamos zarpar dentro de poco”, niega con su cabeza intentando poner una sonrisa.

Que las aguas se calmen, si algo está sucediendo, lo mejor será dejarla sobrellevarlo por su cuenta pues sé que en cuanto esté lista me dirá lo que sea que la tiene tan preocupada. Aprendí que con Ava siempre es mejor dejar.

A los pocos minutos de terminar veo que me esquiva, así que sé que lo que sea que esté sucediendo con ella, tiene que ver conmigo. Me mantengo alejado, no le hablo, solo sonría cuando me mira para aligerar un poco la carga.

Llevamos las maletas hacia la entrada del hotel donde pedimos un taxi que nos lleve hasta el muelle. No está lejos, pero prefiero ir seguros.

Durante el camino no pierdo oportunidad de voltear a verla porque está preciosa con su cabello suelto y su poco maquillaje. Me recuerda un poco a la antigua Ava, la que solía esperarme en casa sin importar mi hora de llegada.

Puede que no me enamoré de esa versión, pero sé que esta también tiene partes de esa dulce chica que siempre me amó y me siento mal de apenas estarlo notando. Justo cuando siento que el tiempo se nos está acabando. Nos estamos acercando al muelle luego de unos cinco minutos, con ella completamente callada.

El chófer nos baja las maletas, yo estoy por hablar con el barquero que nos acercará a la isla, cuando veo que por un costado se aproxima Nick. Somos los únicos que están en el muelle para zarpar hacia la isla pues los demás invitados llegarán en unas horas más.

Tiene una sonrisa idiota en el rostro la cual se esfuma apenas ve que Ava viene conmigo. En pocas ocasiones lo he visto con la expresión tan tensa como ahora, aunque no negaré que se siente bien saber que soy la razón de su molestia.

Se aproxima a nosotros, trae consigo una maleta y se queda a pocos metros, observando a mi esposa.

“Vaya, esto sí que es una sorpresa”, comenta, en un tono para nada amigable.

“¿Qué estás haciendo aquí? ¿Acaso me sigues?”.

Ava da un paso al frente, poniendo un poco de distancia para que él no crea que de hecho seguimos juntos, aunque nos apunta a ambos.

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