Esposo infiel
Capítulo 90

Capítulo 90:

POV Adam.

Termino justo cuando tocan a la puerta. Me acerco, observo por la mirilla asegurándome de que se trate del bendito desayuno y cuando veo que se trata del servicio abro la puerta. Creo que estamos siendo algo paranoicos, pero es esta paranoia la que nos permitió saber que estaban juntos Nick y Kim.

Sacudo la cabeza, me aseguro de que esté todo lo que ordené para luego cerrar la puerta cuando el servicio se marcha. Quizás fue el sonido de la puerta o mi propia inquietud latente en el ambiente lo que la despierta, pero de repente tengo sus ojos sobre mí y el pánico se apodera de mi cuerpo por completo.

Se talla los ojos, está casi adormilada y para colmo, mantiene silencio mientras se cubre el y pecho con la sábana, alargando mi sufrimiento al no decir absolutamente nada.

“¿Este es el momento en el que te vas?”, suelto, incapaz de contenerme.

“¿De qué estás hablando?”, ella frunce el ceño, soltando un gran bostezo.

“De lo de anoche, no vas arrepentirte ¿Cierto? Porque no hice nada que no quisieras y…”.

“Adam, ¿Qué te sucede? ¿Esta es la forma en la que planeabas despertarme o pensabas darme el desayuno primero? Carajo”, pregunta, confundida.

Se levanta de la cama, su cuerpo desnudo queda ante mí y mi propio cuerpo no puede no reaccionar a lo que estoy viendo, Ava es preciosa, tiene curvas donde debe de tener y los años de clases de yoga y pilates hicieron maravillas tonificando cada músculo de su cuerpo.

Sacudo la cabeza concentrándome en lo que está pasando, pues ella comienza a buscar sus prendas, las cuales están hechas pedazos en el tacho de la basura.

“Nada de eso servía de todas formas ¿Quieres desayunar?”, me excuso.

Con odio, me mira.

“No, no quiero. Quería, pero dado que quieres hablar de esto, prefiero ir a mi habitación.

“Claro que quiero hablar. ¿Hubieras preferido que lo dejara todo al aire?”, bufo, molesto.

“Sí, exactamente eso esperaba. ¿Me prestas algo de tu ropa? Necesito salir vestida”, dice.

Ruedo los ojos. Está tan molesta que ni siquiera me mira cuando camina al vestidor, pero no puedo dejar las cosas de esta manera. No me está prestando atención así que da un respingo cuando la tomo de la cintura, volteándola para que me mire, cosa que no hace.

No quiere ni que la toque, pero tampoco se niega demasiado ya que al final, acaba dando un suspiro, levantando la mirada hacia mí.

“¿Qué quieres?”, pregunta.

“Lo siento. Estoy asustado así que dije tonterías. De verdad, Ava…”, susurro.

“¿A qué le temías?”, rueda los ojos.

“A qué te fueras. Tenía miedo que despertaras y te dieras cuenta de lo estúpido que fuimos anoche, y supongo que no quería que te arrepintieras”, digo.

Busca mi mirada, no sé qué ve en mis ojos, pero, al fin y al cabo, termina sonriendo levemente, endulzando por completo su mirada.

“¿Temías a que te culpara por lo que pasó? Adam, yo lo quise, lo pedí y lo disfruté. Cada segundo lo disfruté hasta que desperté al menos”, admite.

Exasperado, oculto mi rostro en el nacimiento de su cuello. Inhalar su aroma me saca una sonrisa pues Ava, en estos momentos, es la combinación perfecta entre sudor y se%o, pues huele a ambos.

“¿Podemos desayunar? En serio, muero de hambre. Observa el desayuno que nos trajeron mientras voy por una camisa que le tiendo para que la use al sentarse en la silla. ¿Hace mucho despertaste? Porque veo que limpiaste al menos”, susurra, alejándose un poco de mí

Tomo asiento frente a ella, analizando su rostro y la tranquilidad que parece tener al respecto de lo que pasó. Lanza la tostada a la mesa rodando los ojos, cansada de mí.

“No mucho. ¿Segura que no quieres hablar? Escucha, no quiero sonar intenso, pero necesito aclarar esto antes de ir a la boda de los Paulson ¿De acuerdo? Más que dormir en la misma cama y…”.

“Esto no cambia nada”, me corta.

“¿Eso querías escuchar? Entonces te lo diré. No cambia nuestra situación con lo que pasó. Todavía quiero el divorcio y todavía pienso que fuiste un imbécil, pero una noche no va a cambiar tres años de malas decisiones, Adam”, me dice.

“¿Estoy molesta contigo por lo que pasó? No, claro que no. Soy una adulta, sé cuándo quiero las cosas y pude haberte detenido, pero no quise hacerlo. ¿Disfruté del se%o? Mucho. ¿Estoy dispuesta a hacerlo de nuevo? Sí, definitivamente, pero ten en claro que esto no significa que tienes una oportunidad para hacerme cambiar de opinión, porque el divorcio entre nosotros es un hecho”, me termina de decir.

Temprano en la mañana, termino de preparar mi maleta y doy una última revisada antes de tener que partir para la boda de los Paulson. Volteo a ver a la cama, Ava continúa dormida con las sábanas enredadas a su cuerpo desnudo y es que no mucho cambió en los últimos días.

Después de su discurso me di cuenta de que no tengo posición para luchar por una oportunidad o para obligarla a retroceder en cuanto a su pedido de divorcio porque le fallé y como dije antes, si quiere que firme esos papeles, lo haré si con eso tengo, aunque sea una mínima oportunidad de poder reconquistarla dentro de poco.

No pierdo las esperanzas, sin embargo, mientras tanto, disfrutaré de lo que poco o mucho que quiera entregarme. Ahora mismo es su cuerpo, quizás dentro de poco sea su corazón de nuevo y esta vez, no la dejaré partir. Estoy decidido.

Suelto un suspiro. Tenemos que partir dentro de unas horas, pero necesito tener todo listo y como no puedo quedarme quieto, antes de despertarla voy hacia la pequeña sala donde abro mi laptop y luego mi cuenta de correo para ver algunos emails que me ha enviado mi suegro referente a la empresa y los planos que van saliendo a los clientes.

Tenemos mucho trabajo, por suerte mis acciones no tuvieron tanto impacto negativo porque ahora todos quieren trabajar con la empresa que tiene a la mujer perfecta que le ha dado otra oportunidad a su matrimonio según los medios.

Me resulta ridículo y casi me río cada que veo algún titular referente a nosotros porque eso solo denota que no tienen ni la más p%ta idea de lo que sucede dentro de un matrimonio, mucho menos del nuestro.

Estoy checando todos los correos que no he leído todavía cuando veo que el investigador privado que contraté también ha enviado algo. Con curiosidad lo abro, encontrando un archivo con fotografías de Nick y Kim, juntos de nuevo, pero esta vez en Miami.

Se nota a leguas que es aquí porque fueron tomadas a solo una cuadra del hotel donde estamos Ava y yo. De inmediato se me cruza por la mente que ambos nos han estado siguiendo, quizás incluso ya sabían de ante mano dónde vendríamos a parar, por lo que me entra una sensación extraña en el centro del pecho.

Sigo viendo lo que me envió y entonces aparecen ambos en el aeropuerto. Cambia el escenario, también sus expresiones pues parecen que están discutiendo.

Continúo viendo mientras marco su número de móvil, agradeciendo que responda a los pocos segundos de marcar.

“Hola, acabo de ver las fotografías. ¿Estás en Miami?”, le pregunto.

“Adam, hola. No, tengo un compañero que aceptó trabajar conmigo en el caso. Él reside en Miami y los siguió, pudo averiguar que ambos estaban alojados en un hotel lujoso a pocas cuadras de donde tú estás”, me dice.

Trago grueso cuando en la pantalla de mi computadora, aparece una fotografía de Ava y Nick en el restaurante cuando fueron a almorzar juntos. Una donde parece que son una pareja real, por la forma en que se toman de las manos y la adoración que tiene él en la mirada.

Maldito infeliz hijo de p%ta.

“No ha habido mucho movimiento en estos días, al parecer estaban confinados en su cuarto de hotel, excepto por ayer en la tarde, cuando él la llevó al aeropuerto donde la envió en un vuelo privado de regreso a casa”, explica.

“¿Estás seguro de que la envió de regreso? ¿Tu compañero la vio subir al avión?”, frunzo el ceño.

“Adam, sabes bien que es una pista privada y nadie más que los que tienen acceso pueden entrar, pero te puedo asegurar que este hombre es de confianza.

“No lo sé, no lo conozco de nada y confío en tu palabra, pero no puede estar seguro de que ella se fue de Miami como dices”, espeto.

“Lo sé, justo por eso estoy haciendo vigilancia en casa de sus padres, y también en los lugares que suele frecuentar. En caso de verla por aquí te llamaré, lo prometo”, me dice.

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