Esposo infiel -
Capítulo 86
Capítulo 86:
Observa por el espejo retrovisor, le señalo bien cuál es el coche del que hablo y me promete que lo perderá, pero que necesitará de tiempo porque las calles y los garajes en Miami son demasiado abiertos como para poder ocultarse.
Nick nos está siguiendo, es más que obvio, incluso veo que no se va a rendir tan fácilmente porque incluso nos metemos a un estacionamiento, él también está ahí. Comienzo a asustarme, pienso en enviarle un mensaje a Adam para que esté atento, por las dudas, pero desisto de esa idea a sabiendas de que podría enloquecer en cualquier segundo si no llego pronto.
Para mi suerte, el estacionamiento donde nos metió el chófer es de varios pisos. Él acelera ganando distancia entre Nick y nosotros y en vez de subir hasta el último piso del lugar, se escabulle entre algunos coches estacionando en medio de dos camionetas grandes que nos cubren por completo.
“¿Ya se fue?”, pregunto, temerosa de subir la cabeza para ver ni no nos está buscando.
“Creo que sí. Subió a los otros pisos, es momento de bajar”, dice.
Como nosotros estamos más cerca de la salida, no nos toma nada de tiempo escabullirnos y retomar el camino correcto hacia el hotel, donde me aseguro en cada p%to segundo de que esto no haya sido ninguna clase de broma de mal gusto o suposiciones mías.
Literalmente, Nick me estuvo siguiendo. No sé si quiso asegurarse de que llegara bien, que es probablemente lo que diría de haber sido confrontado, o si en verdad sus intenciones eran otras. Quizás hacernos daño a sabiendas de dónde estaríamos de ahora en más.
Con mayor razón tenemos que quedarnos en el hotel hasta que sea momento de salir hacia la boda, donde pienso que también lo encontraré. Teniendo en mente que tengo que lograr que desista de ir a esa boda para no tenerlo todo el tiempo pegado a mí, doy un brinco cuando el sonido de mi móvil se oye, rompiendo el silencio.
El nombre de Nick aparece en la pantalla, ha enviado un mensaje preguntando si he llegado bien. Decido mentir fingiendo que tuve que hacer compras de último minuto así que tomé otra ruta.
“Llegamos, Señora Byrne. ¿Se encuentra bien?”, pregunta.
Levanto la cabeza golpeándome a mí misma con mi retrato en el espejo retrovisor. Luzco pálida, casi blanca como un maldito papel, pero me obligo a sonreír.
“Sí. Muchas gracias por eso, me salvaste”, comento.
El hombre sonríe cuando le pago sin comprender que literalmente, me salvó la vida.
Quién sabe lo que Nick estaba planeando para luego de descubrir dónde me hospedaba, quizás y hasta decidía subir conmigo a mi habitación, acosarme cerca de Adam, hacer que él pierda la cabeza para tener una riña y que termine con una
excusa verdadera para hacerle daño y ciertamente, no dejo de pensar en los malos escenarios que cruzan por mi mente una vez que bajo del coche, corriendo hacia la entrada donde me siento segura una vez que veo al guardia de seguridad que espera en las grandes puertas.
Me saluda como es usual, el portero igual. Presiono el botón para llamar al ascensor y una vez que la caja se cierra, me enfrento a mi propio reflejo, el cual me deja ver por primera vez el temor que sentí en esos angustiantes momentos previos.
¿Cómo demonios no pude darme cuenta antes de lo que estaba pasando? Nick tiene comportamientos extraños porque el seguirme después de haber estado con él no es normal, para nada normal.
Decidida a terminar con esto de una vez por todas y demostrar que sí tiene malas intenciones con nosotros, además de una clara responsabilidad por lo que pasó en Nueva York, me calmo, porque con la cabeza caliente se cometen idioteces, y él ha demostrado que tiene bien claro cómo se juega esto.
Apenas las puertas se abren en mi piso, mi propio deseo inconsciente me hace caminar hacia el lado contrario de mi habitación. Toco en la puerta de Adam, quien no tarda en abrir, soltando un largo suspiro como si hubiera estado conteniendo el aire desde el momento en que me marché.
Entro, pero ninguno dice ni una sola palabra, solo nos abrazamos tan profundamente que parece que deseamos fundirnos en el otro y es que, puedo desear hacerle pagar el resto de la vida su infidelidad, puedo incluso maldecirlo por los años que me hizo perder, pero jamás dejaré que nadie le haga daño a tal punto de querer verlo en la lona y continuar pateándolo.
Inhalar su perfume y estar en estas cuatro paredes no hacen más que darme alivio, tanto así que incluso no siento las lágrimas que caen por mis mejillas sino hasta que nos separamos y es él quien las limpia.
“¿Qué sucedió? ¿Te hizo algo ese imbécil?”, cuestiona.
Sacudo la cabeza, aferrándome a sus brazos. No entiendo por qué no puedo controlar las lágrimas, aunque me esfuerzo por respirar profundo, intentando recordar que esto fue mi elección.
“Ava… cariño”.
“Tenías razón. Tenías razón, siempre la tuviste”, susurro.
“¿De qué estás hablando?”, frunce el ceño, alejándose un poco de mí.
“De Nick, él quiere… maldición, quiere destruirte Adam. Su objetivo eres tú, nadie más que tú”, digo
Sacude la cabeza.
“No entiendo por qué lo dices, ni siquiera cómo llegaste a eso ¿Quieres beber una copa? Luces alterada”, dice, acariciándome los hombros
Asiento, inhalando profundo. Él se encarga de moverse al mini bar de dónde saca dos pequeñas botellas las cuales vacía sobre los vasos mientras yo camino hacia la sala, tomando asiento en el sofá individual para que él tome el que está al lado.
Llega, me entrega el vaso y paso la bebida por mi garganta demasiado rápido. Tanto que casi ni siento su sabor.
“Toma aire, tranquilízate, y dime qué pasó desde el principio”, me pide.
“Al principio no me creyó y quiso sacarme información sobre dónde nos estábamos alojando. Yo… tuve que mentirle, decirle que pedí el divorcio porque me engañaste de nuevo con otra mujer de Miami”, digo.
“Cariño…”, rueda los ojos, lanzándose al sofá completamente ofuscado.
“¡Lo sé! Pero no se me ocurrió nada más. Necesitaba que creyera que nos estábamos divorciando en serio y eso al menos ayudó a crear la base de su confianza hacia mí”, digo desesperada.
“¿Te creyó?”, pregunta
“Creo que sí. Después de eso le dije que quería intentar con él, saber si su propuesta de una relación sana seguía en pie porque ahora que me divorciaría de ti, quería empezar de cero y me dijo que sí. Es como si hubiera estado esperando por mí, a que llegara a decirle eso porque te juro que si hubieras visto la satisfacción en sus ojos… mi%rda”, respondo.
De solo recordar la forma en que me miraba, se me erizan los vellos del cuerpo pues es casi imposible de aceptar que alguien así, tan calculador y visiblemente sediento de venganza, hubiera pasado desapercibido frente a nosotros por tantos años.
Quizás estábamos demasiado enfocados en nosotros mismos como para prestarle atención y antes de que se marchara a Londres, yo estaba tan ensimismada por Adam que ni siquiera me volteaba a verlo.
“¿Y luego?”.
“Dije que no quería que nadie supiera de esa conversación porque quería divorciarme de ti primero. Tener los papeles listos y que necesitaba que me esperara”, explico.
Inhala profundo, aceptando cada palabra que sale de mi boca.
“Supongo que el hijo de p%ta estaba feliz”, espeta.
Niego con mi cabeza, dejándolo confundido.
“¿Por qué no? Tú eres lo que siempre quiso. Desde el primer día en que llegó a la empresa supe que quería tenerte e hizo de todo para que voltearas a verlo. Ahora que por fin cree tenerte, no puede no estar feliz”, dice.
“¿Sabes qué lo hizo realmente feliz?”, me encojo de hombros.
“¿Qué?”, pregunta.
“El pedirme que te dejara en la calle”, respondo.
Adam parece creer que escuchó mal pues niega levemente acomodándose en el sofá. Tiene una risa nerviosa saliendo de su garganta en estos momentos y estoy segura que de no haber estado interpretando un rol, yo también me hubiera reído con bastante facilidad.
“¿De qué estás hablando?”, pregunta.
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