Esposo infiel -
Capítulo 85
Capítulo 85:
“No había pensado en eso, a decir verdad”, sacudo la cabeza levemente.
“Ava, es lo primero que tienes que pensar. ¿Vas a dejar que arruine la empresa con su reputación? Porque los clientes no están felices”, comenta.
Suelto un suspiro.
“Lo sé, pero es que no tengo cabeza para pensar en eso ahora. Quiero estar contigo. Además, pensé en retirarme y buscar a alguien que se encargue de las cosas”, susurro, ganándome otra sonrisa de su parte.
“Cariño, si lo nuestro resulta no tendrás de qué preocuparte porque yo me haré cargo de todo”, dice.
“¿Lo harás?”, sorprendida, alzo las cejas y es que es imposible de no reaccionar ante eso, porque parece que lleva tiempo pensándolo.
“Claro. Solo, como dije, Adam tiene que desaparecer. Yo me haré cargo si gustas, pero no trabajaré con él. Pide sus acciones como parte del divorcio. Te las darán sin rechistar por lo mi%rda que fue en el matrimonio”, se cierra, diría que casi frustrado.
Inhalo profundo. Nos traen la campaña y toman nuestras órdenes. Eso lleva algunos minutos los cuales utilizo para pensar cómo demonios no pude ver esto antes.
Su ambición está brotando de sus ojos como destellos que son imposibles de ignorar y su deseo por quitar a Adam del juego es tan fuerte que ni siquiera está pensando en lo que dice pues prácticamente está dándome todas las pistas de su siguiente movimiento el cual será quitarme todo el dinero en cuanto estemos juntos.
Nos vuelven a dejar solos y él sirve la champaña, con una sonrisa victoriosa en sus labios.
“Tenemos que dejarlo sin nada”, comenta.
“¿Que?”.
“A Adam. Hay que quitarle todo, por lo que te hizo”, dice, tendiéndome mi copa.
“Pero yo ya tuve mi venganza”, espeto.
“Y fue épica, pero cariño, si queremos que aprenda la lección, tenemos que deshacernos de él, incluso de nuestro circulo social porque una vez que estemos juntos y el mundo lo sepa, no quiero tener que verlo en cada reunión donde vayamos, ni que me recuerden que fuiste suya. Quiero que el mundo entero solo piense en nosotros, en lo felices que seremos sin él presente”, dice él.
“¿Tú crees? ¿No sería algo extremo?”, parpadeo, confundida y sorprendida de que su actitud en contra de Adam vaya tan lejos.
Sube la copa para iniciar un brindis.
“Siempre es bueno cortar la mi%rda de raíz ¿No crees eso?”, dice.
“Sí, claro”, respondo.
“Entonces, así lo haremos. Pedirás a tu abogado que agregue la cláusula de infidelidad y pedirás como compensación sus acciones de la empresa. Una vez que le quitemos eso, perderá el dinero en poco tiempo y quedará en la calle. No llegarán trabajos porque nadie lo querrá teniéndonos a nosotros al frente de la mejor empresa de arquitectura de todo el país”, dice.
Sonrío, acercando mi copa a la suya.
“Tu ambición me gusta. Pero, así como tú, también tengo condiciones”, digo, haciendo el brindis. Bebo de mi copa y él me sigue.
“Dime, acataré lo que quieras”.
“¿Qué tienes con Kimberly? Porque supe que vinieron juntos y que, además, tenían mucho acercamiento fuera de la oficina. Mi padre los vio”, me cruzo de brazos, sin quitarle la mirada de encima.
“Me pediste que la sedujera y como seguías con Adam, decidí quedarme un tiempo más divirtiéndome, pero no te preocupes que ella es menos que nada”, rueda los ojos, restándole importancia.
“Si quieres que continuemos con nuestros planes, envíala de regreso a Nueva York porque no la quiero aquí”, me encojo de hombros.
“Tu lado celoso es demasiado posesivo”, se carcajea levemente.
“¿Qué te digo? No estoy dispuesta a perder dos hombres contra esa mujer y supongo que no querrás terminar como Adam ¿Cierto?”, susurro.
Tiende la mano hacia mí para que deje la mía allí, cosa que hago.
“Cariño, la diferencia entre ese imbécil y yo, es que él te perdió y yo estoy dispuesto a besar el suelo por donde caminas. Dalo por hecho, preciosa, Kim se va en el primer vuelo que encuentre”, dice con seguridad.
Esta charla parece interminable, Nick está frente a mí, observándome con detenimiento y este proceso de analizar cada cosa que hago o digo, llega a su fin.
Tengo que mantener mi rostro sereno para no caer en la desgracia de sonreír inconscientemente por poder alejarme de él. Me ayuda con la silla luego de pagar la cuenta y casi de inmediato deja su mano sobre mi cintura, acercándome a su cuerpo. De forma lenta, subo la mirada para sonreírle levemente.
“Ante los ojos de los demás sigo casada ¿Recuerdas?”, le susurro.
Por suerte, esto basta para que se aleje de mí. Como dos viejos amigos caminamos hacia la salida del restaurante donde el chófer que me trajo, apenas me ve, me abre la puerta de atrás.
“¿Te irás con él? Creí que podríamos ir a mi hotel, subir a mi habitación y…”, pregunta Nick, demostrando que no está nada feliz.
“Oh, querido, creo que me confundes con una como Kim. Ese no es mi estilo y como dije, sigo casada. No seré Adam, no dejaré que me conviertas en él sin importar cuántas ganas tenga de estar a solas contigo”, espeto.
Mis palabras lo dejan en una especie de trance pues sé que quiere tenerme a su lado en estos instantes. Estoy segura de que si bajo la mirada veré qué tan emocionado está de verme, pero mantengo mi cabeza erguida, en busca de sus ojos.
“¿No vas a ponerte denso con este tema cierto?”, ple digo.
“Soy un caballero, querida. No tengo dudas de que cuando te tenga en mis brazos, no te dejaré ir después. Ahora no es el momento”, niega de inmediato.
Suspiro aliviada.
“De acuerdo”, digo.
Me acerco a la puerta del coche, estoy por deslizarme en el asiento, cuando me toma de la cintura y en segundos me acerca a su cuerpo para dejar un beso en la comisura de mis labios.
“Nick…”.
“Hasta que nos volvamos a cruzar, preciosa”, dice.
Sonrío, intentando que los labios no me tiemblen mientras tanto. Siento que estoy en medio de una encrucijada y que, si flaqueo, se dará cuenta de que todo es una completa mentira, pero para mi Suerte, decide alejarse, saludándome desde lo lejos.
Subo al coche, cierro la puerta colocando el seguro y por fin puedo respirar en paz, de forma profunda, mientras sigo sonriéndole hasta que nos alejamos.
“¿Está lista, Señora Byrne?”, dice.
“Sí, andando, por favor”, respondo.
Comenzamos a movernos por la ciudad de regreso al hotel mientras recapitulo lo que pasó, sus preguntas, su claro desdén hacia Adam que, según yo, no hizo nunca algo tan malo como para merecer el quitarle todo su dinero, o bueno, así lo veo yo.
Siento que todo esto tiene un trasfondo más grande, uno que me costará descifrar, pero por el momento me enfoco en el presente. En qué quiere que quite a Adam del camino de forma inmediata. Con un suspiro pienso en que por fin tengo varios metros de distancia entre Nick y yo, cuando veo por el espejo retrovisor su coche.
Estamos a solo cuadras del hotel. De inmediato se cruza por mi mente la idea de que está siguiéndome para descubrir dónde me estoy quedando y si lo hace, sabrá que Adam está en el mismo lugar, en el mismo piso y no es conveniente.
Antes de que el chófer doble hacia la derecha, que es nuestra ruta, lo obligo a continuar derecho.
“¿Sucede algo malo, Señora?”, pregunta.
“El coche blanco que viene detrás, piérdalo. No puede saber dónde me estoy hospedando”, ordeno.
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