Esposo infiel
Capítulo 83

Capítulo 83:

Ruedo los ojos, marcando el número.

“Adam, guarda silencio porque si te escucha, sabrá que todo es una mentira”, digo, enfrentándolo a través del espejo.

Por la mueca que hace sé que no está nada contento y comprendo el riesgo que corro, digo, creemos que Nick quiere hacernos daño severo, pero es justo esa razón la que me lleva a inhalar profundo, cuando siento su respiración del otro lado.

“¿Ava?”, dice.

“Pensé que no ibas a responder”, digo, con la voz dulcificada.

“No debería, después de la última conversación que tuvimos y la forma en que me trataste, pero bueno, sigues siendo mi jefa. ¿Necesitas algo? No estoy en la oficina”, admite.

Cierro los ojos. Dentro de mí tengo esa p$rra necesidad de gritarle, de pedir respuestas a lo loco, pero si hay algo que me enseñó esta situación con Adam, es que todo llega a su tiempo, solo debemos de tener paciencia. Se aplica lo mismo para este hombre.

“Mira, estaba bajo mucho estrés y yo… te necesito, Nick”, le digo.

Las palabras queman en mi garganta. Adam está que le van a reventar los ojos por lo enfadado que está y es que, por más que no se aguante, así funciona esto.

“¿Qué? ¿De qué hablas?”, dice.

“Es que…Adam me tiene cansada, esto es demasiado y yo… me alejé de él, por completo. Pedí el divorcio, Nick y supongo… lo que quiero decir es…”, saco mis mejores dotes actorales, fingiendo que estoy conteniendo la respiración, tal y como sucede cuando estás llorando.

Las palabras se niegan a salir de mi boca solo porque sé que son simples mentiras de mi%rda. ¿Cómo se supone que le mentiré estando de frente? Me digo a mí misma, que si pude con mi esposo a quien veía veinticuatro horas, también puedo con este hombre a quien solo veré dos horas cuanto mucho.

“¿Dónde estás?”, pregunta.

“¿Dónde estás tú? Mi padre me dijo que dejaste asentado que saldrías de la ciudad”, finjo sorber por mi nariz.

“Bueno, sí. Paulson expandió la invitación para los empleados y vini… vine para asistir ya que tú no lo harás”, dice.

Me volteo para ver a Adam a la cara.

“¿Estás en Miami? ¿Nick?”, pregunto

Segundos eternos pasan. Segundos en los que pienso que me dirá que no, fingirá que no está aquí y tendremos que seguir esperando, pero de pronto…

“Sí, estoy aquí. ¿Tú?”, dice.

Trago grueso, pasando el mal sabor de boca y qué me queda al saber que, de hecho, si están persiguiéndonos.

“También ¿Podemos vernos para almorzar? De verdad quiero verte”, digo.

Adam hace una mueca de asco.

“Yo… claro, pero ¿Podrías adelantarme algo?”, dice.

“Pensé en tu propuesta. Pensé demasiado y creo… que siempre tuviste razón. Estoy abriendo mis ojos, Nick y de verdad, necesito hablar contigo sobre eso”, susurro, sin quitar la vista del hombre que tengo frente a mí.

“Vaya, me dejas más tranquilo. ¿Quieres escoger el lugar tú o quieres que te envíe la información cuando tenga una reservación? Esto promete ser especial.

“Envíame la dirección. Te veré al mediodía ¿Te parece?”, inhalo profundo, aguantando la respiración.

“Perfecto, preciosa, nos vemos en unas horas. Adiós”, se despide.

Suelto todo el aire retenido. Ahora tengo mucho más en claro que las advertencias de Adam no fueron en vano y mucho menos sus pensamientos, los cuales creí, eran pura tontería suya.

Nick está aquí, la boda de Paulson no es más que una simple tapadera y nosotros debemos de estar más atentos que nunca porque las acciones en casa no fueron más que una simple advertencia.

Llevo días pensando en que, si en verdad querían hacernos daño esa noche, no lo hubiéramos visto venir. Puede que esa luz que vio Adam fue para advertirnos que estaban de camino, porque esperaron a que él llegase a casa, ya que la empleada también la vio.

Pensando en esto me acerco al ventanal que da hacia el balcón, con la playa de fondo. Me pierdo en mis pensamientos por varios segundos, sin notar que Adam me persigue.

“¿Estás contenta ahora?”, el tono de su voz me deja saber que está más que molesto, pero no entro en discordia.

“Te dije que es para obtener lo que queremos, nada más”, respondo.

“¿Y si quiere besarte?”, pregunta.

Me encojo de hombros.

“Ya lo hice. Y si en todo caso quiere hacerlo de nuevo no le vería el problema. Notará que algo va mal, que lo quiero engañar, si no finjo estar interesada en él como planeo hacerle creer”, aclaro.

“Cariño, no tienes que hacerlo. Es peligro, ya lo sabes”, bufa, molesto.

“Y así como lo sé, te repito que estaré bien. Es un lugar con gente, no iré a ningún lado con él, no dejaré que me tenga a solas, lo prometo”, contesto.

Con mis ojos clavados en los suyos, ambos nos mantenemos en silencio durante varios minutos y es que, entiendo su miedo, es algo que veo en sus ojos. Sus facciones denotan la intranquilidad y el nerviosismo que siente pues ambos sabemos que la situación puede cambiar en segundos.

“¿Y si es una trampa?”, dice.

“¿De qué hablas?”, frunzo el ceño.

“¿Y si Kim está ahí? ¿Y si intentan llevarte?”, pregunta.

“Adam, creo que estás pensando de más en esto. Es solo un almuerzo, dos personas hablando y no creo que vayan a hacer algo como eso porque, a decir verdad, ya lo habrían hecho. Tuvo oportunidades para hacerme daño, cariño y jamás me ha puesto una mano encima”, inhalo profundo.

Aprieta la mandíbula con fuerzas.

“No quiero que esta sea la primera vez. Tengo miedo, de verdad que sí. Pienso que todo saldrá mal, que se dará cuenta y estarás jodida si estás sola”, reniega.

“Siempre llevo conmigo un paralizador en mi bolso, además de que te tengo en llamada de emergencias. Si algo ocurre, prometo que te llamaré”, sacudo la cabeza.

“No llegaré a tiempo”, ofuscado, me toma de los brazos, acariciando mi piel, quemando esa zona con el mínimo toque que desprende su calor.

Quizás sea su desesperación o su determinación a mantenerme con vida, pero me atrae demasiado este aspecto de esposo preocupado que no hace más que velar por mí. Llegó tarde, pero creo que podría sacarle provecho y uno muy bueno.

“Ava, no vayas”, pide.

“No puedo quedarme. Prometí que iría y ambos sabemos que esta es la mejor solución porque Kim no te dirá nada, ni siquiera responde a tus llamadas”, suelto un suspiro.

“¡Me valen esos dos! Deja que la policía se encargue”, espeta.

“¿Y tener que vivir con miedo de que algo nos pase a la vuelta de la esquina? No, gracias. Planeo vivir, Adam y vivir con miedo no es vida”, le digo.

Decidida a hacer lo que tengo qué hacer, me encamino hasta el cuarto de baño donde me quito la ropa luego de cerrar la puerta. Nick tiene que creer que le puse empeño a prepararme para él y sé bien lo que le gusta de mí, que es mi cabello y mis piernas, así que planeo darle tiempo y dedicación a ambas para poder tenerlo a mis pies apenas me vea.

Mientras el agua corre por mi cabello me digo que debo de mantener la calma y practico en voz baja la conversación que llevaré con él porque planeo llevar el control. Hago una lista de los temas que hablaré y de los que no diré nada, como ser dónde estoy quedándome y más que nada, si Adam está conmigo o no, cosa que sé preguntará.

Si en verdad quiere tener lo mismo que Adam, veremos qué tan dispuesto estará a aceptar ms condiciones.

Para cuando salgo, envuelvo mi cuerpo en un albornoz y mi cabello en una toalla para quitar el exceso de agua. Me enfrento al espejo decidiendo qué tipo de maquillaje me haré y luego saco mis productos de belleza para preparar la piel.

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