Esposo infiel
Capítulo 75

Capítulo 75:

Por el tono de su voz, mi sonrisa desaparece. De repente la preocupación ingresa en mi sistema y no es algo menor porque lo hubiera soltado como si nada, sin embargo, sus disculpas, su tono, su precaución…

“John, dime por favor”, le digo interrumpiendo.

“Tu esposa solicitó el divorcio. Su abogado me llamó para informarme que el proceso se había iniciado, por si necesitaba documentos tuyos y yo… lo lamento, pensé que lo habían hablado”, comenta,

No soy capaz de responder. No puedo ni siquiera procesar lo que mi cuerpo está sintiendo en estos momentos. Creo que casi de forma instintiva volteo a ver a Ava quien continúa durmiendo y no sé… yo solo…

“¿Qué? ¿Estás seguro?”, digo, más para mí que para mi abogado.

“Sí, Adam. Iba a esperar a que regresaras para decírtelo, pero pensé que sería mejor llamar. Lamento la noticia”.

Trago grueso, intentando respirar con normalidad, aunque he olvidado por completo lo que eso significa.

“Está bien, gracias por llamar”, cuelgo enseguida.

Tengo que sostenerme del barandal con ambas manos, mirar al cielo y cerrar mi mente a pensamientos que no llevan a ninguna parte para poder permitirle a mi cuerpo respirar como antes porque de otra manera, hubiera terminado por desmayarme.

De repente las piernas me dejan de funcionar. El golpe emocional es demasiado fuerte para mí y tengo demasiados sentimientos encontrados con esto.

Levanto la mirada para verla dormir. ¿Cómo es posible que haya pedido el divorcio cuando pensé que habíamos hablado del tema? Siento mareos, ganas de vomitar incluso, pero por alguna razón encuentro la valentía de entrar al cuarto como si dl nada y posarme frente al televisor mientras cambio de canal sin ver realmente nada.

Creo que estoy en shock todavía. Cuando me casé con Ava nunca pensé que sería ella la primera en mencionar la palabra divorcio porque si bien yo lo pensé en su momento, nunca lo dije porque siempre tenía algo que me trababa. Ella, sabiendo que quiero otra oportunidad, fue capaz de…

“¿Adam?”, pregunta interrumpiendo mis pensamientos.

Trago grueso, volteando en su dirección. Está envuelta en la sábana, confundida, con su cabello todavía algo mojado e intentando reconstruir cómo es que terminó aquí, supongo.

“¿Por qué estoy desnuda?”, pregunta confundida.

Parpadea varias veces, analiza varias veces si es que algo pasó entre nosotros, pero de inmediato suspiro.

“Llegaste ebria, estabas sudada y te duché para que pudieras dormir bien”, respondo.

“¿Yo vine a buscarte?”, frunce el ceño.

“¿No lo recuerdas? ¿Nada de nada?”, le digo.

Niega con su cabeza

“Adam, ¿Qué hice?”, pregunta.

“Nada, solo viniste, charlamos sobre tu cita con ese otro hombre y después te dormiste”, miento, incapaz de decirle sobre lo que hablamos porque sé que cuando quiera preguntarme las cosas en sobria, lo hará sin rodeos, pero veo que no quiere hablar del tema porque lentamente sale de la cama, enseñando su cuerpo desnudo.

“Iré a tomar una ducha”, dice.

Lo último que veo de ella es su trasero antes de perderse al baño y me pregunto de inmediato, cuántas veces la tuve de esa forma en casa y jamás me detuve siquiera a admirarla.

Tiene un cuerpo escultural, fantástico, con todas las cosas bien puestas y no fue hasta que cambió de ropa y actitud que me tomé minutos para admirarla, cuando debí de haberlo hecho los cinco años que la tuve solo para mí en casa.

Supongo que ahí está la respuesta de por qué pidió el divorcio, solo que me niego a aceptarlo. Es demasiado duro admitir que fuiste una mi%rda de esposo. Tengo tantas cosas en la cabeza ahora mismo que pierdo por completo la noción del tiempo. De repente el aroma a acondicionador llena la habitación y por sus pasos, sé que está viniendo hacia mi posición.

Lo primero que tengo en la punta de la lengua es preguntarle por qué hizo aquello de comenzar el pedido de separación, pero dejo que tome asiento frente a mí, observando casi con amor el desayuno que tontamente pedí, creyendo que la haría sentir mejor.

“¿Todo esto es para mí?”, pregunta ilusionada.

“Espero que no te importe que haya pedido un desayuno para dos”, carraspeo, intentando mantener la boca cerrada

“No, claro que no. Desayunamos juntos todas las mañanas, Adam”, dice.

“No es así, yo solo bebía jugo o café, tú siempre desayunabas sola”, sacudo la cabeza, recordando de inmediato lo mi%rda que fui por las mañanas cuando estábamos en casa.

“¿A qué viene eso ahora?”, me mira con el ceño fruncido.

“A la verdad. Yo ni siquiera le prestaba atención a las cosas que hacías. No recuerdo cuándo fue la última vez en que comí uno de tus panqueques o que siquiera me detuve a ver de verdad qué habías preparado”, digo.

“Adam, ¿Qué sucede? Pensé que íbamos a dejar esas atrás”, ella suelta un suspiro.

“Y yo pensé que tu idea dé pedir el divorcio también, pero curioso que recibo una llamada de mi abogado, diciendo que has iniciado el proceso hace días”, clavo la mirada en ella.

Las palabras salen de mi boca sin poder detenerlas y entiendo a la perfección que se trata de un tema delicado, que quizás tuve que decirlo con más delicadeza, pero ¿Cómo puedo decir delicadamente que está rompiéndome a pedazos? Esa mi%rda de papel, un simple pedido y una llamada de menos de un minuto, han arruinado por completo mi vida. Más de lo que ella ya lo había hecho.

“¿Esta es la fase final de tu plan de venganza?”, digo.

“¿De qué estás hablando?”, pregunta.

“¡De que me estás haciendo pedazos!”, grito con fuerza, sin quitarle la mirada de encima.

No sé de dónde viene tanto reclamo, pero me duele y yo necesito respuestas. Necesito saber que al menos entiende lo que estoy pasando y lo que quiero hacer, poder demostrarle que quiero ganarme su confianza y su amor de nuevo, pero no veo más que determinación en sus ojos.

“Si crees que pido el divorcio como parte de mi venganza es porque no has entendido nada todavía. Me levanté de buen humor, Adam y no dejaré que tú lo arruines. Pensé que podríamos desayunar juntos, hacer algo sin querer sacarnos los ojos, pero veo que no, así que me iré a mi habitación dende no podré verte”, dice, poniéndose lentamente de pie.

Con un suspiro se aleja de la mesa, encaminándose a la puerta de salida. Quisiera ser capaz de detenerla, pero dado mi estado, probablemente el tenerla cerca solo cause más daños que arreglos, por lo que no me muevo de lugar.

“Y con respecto al divorcio, te habrías enterado de todas formas, pero me alegra que ya lo hayas hecho porque va a pasar. De hecho, ya está pasando, y será mejor que lo admitas de una buena vez”, termina de decir.

Ella abre la puerta, aunque antes se voltea a verme.

El sonoro sonido de que finalmente se fue, no me golpea tanto como sus palabras resonando en mi cabeza una y otra vez.

POV Ava.

Las palabras de Adam me tienen demasiado pensativa por el resto del día. Pensé en llamar a mi abogado y maldecirlo por haber sacado a la luz tal cosa, pero luego me calmo al recordar que en algún momento se enteraría, esto solo agilizó los tiempos.

Estoy en mi habitación no sé por cuánto tiempo, solo pensando en lo egoísta que Adam es. ¿El divorcio lo está rompiendo? ¿Qué hay de mí y de todas las cosas que hizo para quebrarme en pedazos? ¿Es que no cuentan?

Su vanidad no tiene límites, su deseo de ser siempre el tema de interés tampoco porque a este punto, terminará culpándome por pedir el divorcio simplemente porque él todavía no entiende el daño que me causó y la responsabilidad que tiene en cada una de mis acciones.

Estoy molesta. Demasiado furiosa con él como para salir de este cuarto así que solo me dedico al trabajo.

Abro la laptop y acomodo algunas cosas para ponerme cómoda en una especie de oficina recién armada, para luego leer algunos mails. Me sorprende ver que varios empleados me han escrito algo consternados, y yo quedo igual al leer el tema de su preocupación.

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