Esposo infiel -
Capítulo 73
Capítulo 73:
POV Adam.
Sacude su cabeza, casi enfadada. Hace un puchero con sus labios, demostrando que su lado ebrio es casi una ternura. Con sus ojos enrojecidos y el ceño fruncido piensa que intimida, pero lo único que da es ternura.
“No quiero dormir, quiero beber. Necesito olvidar”, relaja la cabeza haciéndola para atrás.
“¿Qué necesitas olvidar?”, pregunto.
“A ti. Olvidarte a ti porque no tengo vida desde que me engañaste ¿Lo sabías? ¡Tú me engañaste!”, apunta directamente
“Sé eso y podemos hablarlo en la mañana, cariño, pero…”, trago grueso bajando la mirada.
“¡No me digas cariño! No me digas cariño porque de seguro a esa uta también le decías así ¿Cierto? Sí, le decías cariño porque era más fácil, así jamás te confundirías”, grita, con sus ojos repletos de lágrimas.
Me pongo de pie, dispuesto a terminar con esto, pero ella se aleja de mí, arrastrándose por el suelo.
“¡No me toques!”, espeta.
“Ava si quieres llorar, gritar, golpearme o lo que sea, te dejaré hacerlo en la mañana. Ahora, los dos tenemos que descansar y…”.
“¿Cómo pudiste?”, pregunta.
Con los ojos llenos de lágrimas y una expresión dolida, es la primera vez en que me deja ver el daño que le causaron mis acciones y eso que la he visto sufrir antes, pero como esto, jamás. Es como si… como si, de hecho, hubiera roto su corazón por completo.
“Fuiste capaz de engañarme tres años y yo ni siquiera… no pude…”, dice.
“No entiendo de qué hablas, hermosa…”.
“Tú me jodiste”, dice dolida.
“Lo sé”, admito.
“Me jodiste y poco te importa”, espeta.
“Te equivocas, claro que me importas, Ava”, sacudo la cabeza.
“No, no es así”, dice.
“Ava…”.
“¡No digas eso porque es mentira, como todo en nuestro matrimonio!”, grita.
Sus gritos se elevan de tono, no quiero que esto se convierta en algo que no puedo manejar por eso guardo silencio, dejando que llore y me culpe por todo lo que le hice, pues tiene razón. Tanta razón que ni siquiera puedo discutir con ella.
No sé cuántos minutos pasan, solo sé que, de un momento a otro, pasa de llorar con ganas a llorar casi en silencio y luego a nada. Se ha quedado con la mirada perdida y me jode demasiado verla de esa forma porque es un estado que yo mismo causé y no podría estar más arrepentido.
Me quedo quieto esperando a que su crisis pase y una vez que noto que está más calmada, intento de nuevo.
“Vamos, hay que dormir”, digo.
Me levanto para hacer lo mismo con ella. Paso mis brazos por debajo de sus hombros, intentando ponerla de pie, pero es casi un peso muerto. Es delgada, puedo hacerlo sin esfuerzo y dado que no quiere colaborar me pone las cosas más difíciles retorciéndose en mis brazos.
El olor a alcohol me inunda las fosas nasales, y el sudor de su cuerpo me incomoda bastante así que la llevo primero al baño.
“¿Qué hacemos aquí? ¿No íbamos a dormir?”, pregunta.
“Te daré un baño, cariño, porque estás sudada”, la dejo sobre el retrete, abriendo la ducha para que el agua nos empape a ambas
“¿Tengo olor a hombre?”, se ríe en voz baja, casi sin ganas, dejándose caer un poco, aunque logra sostenerse por sí sola
“¿Qué dices?”, volteo a verla mientras el agua corre, llenando la bañera.
Me apunta con su dedo ebrio, sin llegar a apuntarme de verdad. Se está riendo de mí, como si algo de lo que dice resultara divertido.
“¿Por qué olerías a hombre?”, pregunto.
“Porque estuve con uno. Te dije que estaría con uno y encontré un hombre estupendo”, suelta, paralizándome por completo.
No entiendo qué me sucede, si a fin de cuentas es algo que supuse toda la noche, pero oír que sale de su boca como una cruda verdad, me duele.
Trago grueso, intentando pasar la bola de emociones que se posa en mi garganta. Decido no responderle porque no quiero saber nada, ni siquiera quiero discutir. Ya tuve bastante con que me devolviera su sortija, ahora también esto es… demasiado para cualquiera.
Me digo a mí mismo que está ebria y que por eso dice esas cosas, aunque en el fondo, sé que es así. De repente, siento que comienza a llorar en silencio, dejando en claro que no soy el único con un torbellino de emociones, por eso no interfiero.
Para cuando la bañera está repleta, me acerco a ella. Le quito lentamente la blusa que lleva puesta dejando al descubierto sus senos, todavía en sostén. Eso me resulta extraño, las veces en que nosotros solíamos tener relaciones, ella jamás se dejaba el sostén luego, pero no digo nada.
La desnudo completamente intentando no caer en la tentación de tocarla más de la cuenta, solo me acerco a sostenerla para evitar que se caiga en el baño mientras se introduce en la bañera, tiritando de frío por el cambio de temperatura.
El agua le cubre los senos y yo me siento al borde de la bañera, con un recipiente con el que le mojo el cabello, permitiendo que ella se quede completamente quieta, abrazando sus piernas. Está mirando a la nada, perdida y solo me toma unos segundos para darme cuenta de que está llorando, y mucho.
“Dime lo que sea que quieras. Siento que esto es una mala idea, pero dado que jamás la sentí hablar con honestidad acerca de mi infidelidad, el que esté y ebria supongo que hará que deje salir toda esa mi%rda que tiene atorada, y es mi deber aceptarlo todo sin rechistar”, susurro, echando shampoo a su cabello.
“Ava…”, digo después de unos segundos sin respuesta.
“¿Para qué? Si igual no vas a responder con honestidad”, espeta.
Dejo el recipiente a un lado, arrodillándome para poder quedar a la altura de sus ojos, los cuales me golpean demasiado con la tristeza, la confusión y la ira que veo reflejado en ellos.
“Pregunta lo que quieras saber”, le digo.
Clava su mirada en mí.
“¿Por qué me fuiste infiel? Creí que lo teníamos todo, Adam. La carrera, la casa, el cariño, yo… pensé que eras feliz conmigo, que no te hacía falta nada porque incluso el se%o…”.
Trago grueso.
“El se%o contigo era genial. No tuvo nada que ver con eso, cariño”, admito, reservándome las ganas de limpiarle las mejillas con mis manos
“¿Entonces? ¿Por qué razón buscarías en otra parte lo que habrías tenido conmigo? ¿Por qué? Eso es lo que no entiendo”, sorbe por su nariz.
“Ava, nos casamos sin conocernos y lo sabes. Tú ya estabas enamorada de mí desde antes y yo pensé que casándonos podríamos hacer la transición más fácil para ser dueños de la empresa”, susurro, analizando mis palabras antes de decirlas.
“Te tenía cariño, pero amor… eso no había. Nada. Y cuando conocí a Kim fue fresco, sin presiones, sin otra intención que pasarla bien mientras que contigo, tenía esa presión de tener que hacerlo funcionar sí o sí o de otra manera acabaríamos dividiendo la empresa de nuestros padres así que… no lo sé, cariño, de verdad que no lo sé. Creo que fue… instintivo, diría yo”, termino de decir.
Aquello la deja más perdida que antes y aunque espero que se aleje de mi toque, no lo hace. Supongo que es la primera conversación a corazón abierto que tenemos, y dije que le daría las respuestas que quiere escuchar, así tenga que repetir todo en la mañana.
“¿Por eso la conservaste tres años?”, me cuestiona.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar