Esposo infiel
Capítulo 72

Capítulo 72:

“¿Quieres seguir?”, pregunta.

Levanto la cabeza para encontrarme con sus ojos, cargados de deseo.

“¿Quieres eso?”, me atrevo a preguntar, casi en un susurro.

De inmediato da un paso al frente, tomando mi cintura de nuevo, dejando más que claro que, de hecho, quiere continuar y no una, sino varias veces.

“¿Tú no?”, contesta.

Sus labios vienen por los míos, tomándome como hace tiempo que un hombre no me besa. Abre mis labios, dejando que su lengua invada mi cavidad para tomar la mía, acariciándome, siendo tierno y salvaje al mismo tiempo. ¿Es eso posible?

En mi cuerpo se enciende la necesidad de tenerlo en todas partes, de sentir su lengua recorriendo cada parte de mi cuerpo, pero… no él.

Me maldigo a mí misma cuando abro los ojos encontrándome con Adam de frente. Parpadeo apresurada, quitando esa imagen, regresando a Marcus quien me mira con el ceño fruncido. Y es que no se parecen en nada, ni siquiera en la forma de tomarme pues Marcus pide permiso y está bien, pero Adam jamás lo pidió y eso era excelente.

El consentimiento entre nosotros era algo tácito, por lo tanto, él siempre me tomaba de la forma en que quería. Y ahora tengo a este hombre sensible, hermoso y digno de tenerme, con quien no siento absolutamente nada.

Y me maldigo a mí misma por lo que cruza por mi mente, porque la verdad es que quisiera que no fuera así.

Desearía no tener esa conexión de mi%rda con el hombre que descansa a solo unas cuantas habitaciones, pero entonces el alcohol se convierte en mi peor enemigo, dejando en claro por qué siempre dicen que es un arma de doble filo, pues lo bebí con ganas de olvidarlo y ahora no hago más que desearlo.

Estas manos que me tocan no son las que quiero o espero. No se sienten igual y me maldigo a mí misma porque debería de ser capaz de poder dormir con alguien más, así como él, pero no entiendo cómo pudo hacerlo, porque al menos yo, no hago más que recordarlo con los besos de este hombre.

Tengo náuseas de repente. El alcohol me golpea con fuerzas nublándome la mente, con la única idea latente de cruzar el pasillo y visitarlo, aunque eso estaría peor que dormir con un hombre desconocido.

Adam es malvado, es casi un ser miserable que se merece lo peor, y por más que quiera comportarme como él nunca estaré lista para fallarle, porque al menos mi corazón si conoce de fidelidad, así eso me llevé a un pozo profundo del que será imposible escapar dentro de poco.

Dejo que Marcus me dé un último beso, antes de apartarme y correr la mirada. Siento las preguntas sin decir en medio de este incómodo pasillo a oscuras y a solas, pero ninguno se atreve a decirlas, al menos por unos minutos.

“Yo…”.

“No estás lista”, dice, sorprendiéndome.

Levanto la mirada, cruzando con la suya y no veo más que comprensión en estos ojos tan bellos.

“Está bien, Ava, no tienes que estarlo si apenas te estás divorciando”, dice.

“Es que no me estoy divorciando”, sacudo la cabeza, retrocediendo

“¿Qué dices?”, pregunta.

Apunto hacia la habitación de Adam.

“Mi esposo está durmiendo ahí. Duerme en otro lado porque no soporto tenerlo cerca sabiendo que acaba de engañarme tres años, así que sí, es complicado”, digo con sinceridad y dolor.

“Bueno, eso no es complicado, es… extraño”, dice.

“Extraño es mi segundo nombre desde que me enteré, pero, de todas formas, lo lamento. De verdad, no quería hacerte perder el tiempo y…”, me encojo de hombros.

“Ava, nadie perdió el tiempo. Pasé unas horas agradables con una mujer, sin tener que preocuparme de parecer un alma en pena y te doy las gracias, porque eres la primera mujer que despierta deseo en mí desde que mi esposa falleció”, confiesa.

Trago grueso, acariciando sus manos las cuales no han dejado mi cintura.

“Me dejaste ver que puedo tener citas ahora, porque yo si estoy listo y después de dos años, así que a ti también te llevará tiempo. Ya verás que cuando menos lo pienses, estarás divorciada y con ganas de conocer a alguien más, pero entiendo si ese momento no es ahora, porque yo pasé por lo mismo y no hay peor cosa que te agobien. No seré yo quien lo haga contigo, lindura”, admite.

Sonrío, intentando que las lágrimas no delaten lo sentimental que estoy ahora mismo

“Fue un placer conocerte, Ava Dawson. Espero verte en la fiesta”, dice.

“Nos veremos ahí. Te lo aseguro. Gracias por esta noche, Marcus”, sorbo por mi nariz, levantando la mirada para sonreírle.

Me da una última mirada antes de aventarse al ascensor que no tarda en llegar por el poco flujo de personas a estas horas. Entonces quedo sola de nuevo, con la tarjeta en la mano y con el corazón latiendo a mil por hora.

Sé que no puedo bajar a seguir bebiendo así que ingreso en mi habitación, buscando la licorería pequeña que dejan siempre.

Aviento mis zapatos a un lado de la cama, y sacando las botellas, las ingiero como si fueran agua porque espero, ruego y anhelo poder olvidarme de todo lo que pasó por mi mente mientras tuve a otro hombre tomando mis labios por segunda vez en cinco años.

El asco que siento al haberme convertido en Kim no me lo quitará absolutamente nadie. ¿Cómo Se supone que voy a dormir ahora que sé que esto de ser infiel no es lo mío?

Pensé que podría, que sería sencillo una vez que tuviera con quién pasar la noche, pero no sale de mi cabeza la misma pregunta que antes y es ¿Cómo demonios pueden ser infiel cuando existen sentimientos de por medio? Y entonces obtengo la respuesta, en medio de mi borrachera.

A Adam se le hizo fácil engañarme, porque en cinco años no pudo enamorarse de mí. Y eso no es doloroso, es insoportable.

POV Adam.

Camino por la habitación intentando mantenerme tranquilo. Las horas han pasado y ella no regresó a su habitación. De tanto esperar, me quedo dormido en el sofá que da hasta la puerta, esperando a sentir algo.

Pierdo la noción del tiempo, más que nada porque el cansancio me ha pasado factura, pero despierto de un salto cuando noto que alguien está tocando en la puerta de mi habitación.

Algo desorientado poso la mirada en el reloj en la pared, notando que son las cuatro de la madrugada. Pienso en Ava, en el tiempo que lleva fuera y me digo a mí mismo que tendré que salir a buscarla después de atender la puerta, pero vaya sorpresa me llevo cuando abro y noto que la persona que tocó, es ella.

Con la mirada perdida, los ojos demasiado enrojecidos y las lágrimas corriendo por sus mejillas, ella está frente a mí, sosteniéndose apenas por el marco de la puerta el cual impide que termine en el suelo.

“¿Ava? ¿Qué estás haciendo?”, pregunto preocupado al ver su estado.

Jamás, en los años que llevamos casados, la vi de esta forma, como si de hecho estuviera sufriendo.

“Quítate”, ordena.

Entiendo apenas lo que dice. Me hace a un lado, descalza y con un sentido de la coordinación demasiado dañado, deja caer la botella de licor que trajo en sus manos sobre la alfombra, demostrando que no está para nada en sus cabales.

“Ava, necesitas dormir. ¿Qué haces levantada?”, espeto.

Se arrastra casi hasta el sofá, intentado recostarse ahí, pero falla miserablemente terminando en el suelo. Se ríe a carcajadas por su torpeza mientras que yo me quedo pasmado al ver su labial corrido por todos sus labios y alrededores.

Me acerco para ayudarla, tiene que dormir, de hecho, ambos tenemos que dormir, pero se niega a tomar mi mano sentándose sobre la alfombra, aceptando que no puede moverse más.

“¿Dónde está mi botella? Yo traje una botella”, pregunta desesperada.

“No importa, ahora vamos a dormir porque no puedes seguir bebiendo”, sacudo la cabeza.

“Yo quiero beber”, dice.

“Vamos a dormir. Tienes que descansar”, suelto un suspiro, tomando asiento frente a ella.

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