Esposo infiel
Capítulo 71

Capítulo 71:

Observo a las personas pasar, algunas acompañadas, otras como yo, simulando ser almas en penas y ciertamente, lo único que me ayuda a sobrellevar la noche, son los tragos los cuales pido que no dejen de llegar.

Termino sola. Estar frente al barman tampoco me hace las cosas fáciles porque, a fin de cuentas, cuando ve que mi trago se está terminando, llega con otro. A este paso, en solo una hora, creo haberme tomado más de diez cócteles y algunos shots.

Dije que dejaría de beber, pero es que la situación lo amerita, de verdad. El caos en el que se ha convertido mi vida estos últimos días me tiene demasiado estresada, y esta es la única forma en que podré dormir tranquila y por consiguiente, mañana podré pensar con claridad.

Estoy segura que apenas despierte, ya habré encontrado una solución, porque al menos ahora, no pienso en nada coherente más que en descubrir quién demonios está detrás de nosotros.

Adam piensa que es Nick, yo pienso que es Kim, pero si nos ponemos razonables, las cosas que hicieron no son suficientes motivos como para querer hacernos daño de esa forma, donde más de uno hubiera salido herido y de gravedad.

Me cuesta creer que alguien quiera herir de esa forma a otra persona. Saber que podrían habernos lastimado y feo, me pone mucho más consciente de la situación en la que estamos y aunque quiero irme lejos de Adam, no puedo hacerlo todavía. No hasta que descubramos quién está detrás.

Una vez que estén detenidos, podremos tomar caminos separados y podré ser capaz de hacer con mi vida lo que quiero, pero por ahora, no tengo más alternativa que…

“Hola”, parpadeo, confundida.

Volteo a un costado para encontrarme con un hombre de más edad que yo, aunque no demasiado, quizás unos cuarenta. Me observa con una sonrisa tímida en sus labios, antes de tomar asiento a mi lado.

“Noté que estás sola y yo también, así que pensé que podríamos tomar algo juntos, quizás…”, dice.

Sacudo la cabeza. Quizás sea instinto o no lo sé, costumbre, pero levanto la mano donde se suponía que siempre tendría mi anillo, enseñando una mano vacía. Creo que incluso el hombre está confundido.

“¿Qué?”, pregunta.

Suelto un suspiro.

“Estoy casada. O bueno, lo estaba, no lo sé. Es algo complicado”, digo, sonriendo a medias

Se ríe, bajando la mirada. A los pocos segundos, levanta su mano también, enseñando su dedo donde sí descansa una argolla de matrimonio.

“Yo también estoy casado, pero no me molesta”, dice.

Frunzo el ceño.

“¿No te molesta engañar a tu esposa? Vaya que eres un idiota. Lárgate, no tengo tiempo para más estúpidos en mi vida”, digo molesta

Al parecer aquello despierta más su interés pues comienza a reírse como si en verdad le hubiera causado gracia.

“Estuve casado, lindura”.

“¿Y la sortija qué? ¿Souvenir?”, ruedo los ojos.

“Sí, más 6 menos algo nostálgico. Estuve casado, soy viudo. Hace dos años falleció de cáncer y todavía no me acostumbro a esto así que siempre lo llevo conmigo”, se carcajea.

“Bueno, ahora me siento como una idiota”, trago grueso.

“Deberías sonreír. Yo invito este”, dice.

Le pide al barman que rellene mi vaso y también el suyo

Brindo por él. El ambiente de repente ya no se siente tan pesado y comprendo que se debe a que quizás, solo quería compañía para compartir mi miseria.

Es aquí cuando me tomo algunos segundos para asimilar al hombre que tengo al lado, con ojos casi negros y una barba perfilada a su mandíbula demasiado marcada, con una nariz respingada que le da un toque italiano, más unos labios gruesos que no hacen más que sonreír creo que es lindo.

Por las prendas que, viste se nota que tiene tanto dinero como yo y por la tristeza en sus ojos, veo que no estamos tan lejos de ser casi idénticos, aunque de distinto género.

“Ya te conté mi triste historia de amor, ¿Por qué no me cuentas la tuya?”, espeta.

“Okay, veo que es bastante largo”, suelto un largo suspiro, bebiendo lo que queda de mi trago.

“Ni tanto. Me casé hace cinco años y él pasó tres teniendo una amante así que tampoco es tan largo. Me encojo de hombros.

“Auch. Eso tuvo que doler”, dice.

“De hecho, sí. Bastante”, sacudo la cabeza.

“Entonces es una situación complicada”, clava sus ojos negros en mí.

Me río, porque creo que complicado es poco para la situación en la que estamos, pero ¿Cómo le explico a un extraño que creo que la ex novia loca de mi esposo está detrás de un atentado contra nuestro hogar y nuestra integridad física? Sí, eso no va a pasar así que me contengo, pidiendo otros tragos para nosotros.

Cuando los traen, estoy por hacer otro brindis por la nada, cuando siete a mano hacia mí.

“Soy Marcus Lannister”, se presenta.

“Ava Dawson ¿Viniste por vacaciones?”, digo, estrechando su mano.

“Más bien, una boda”, contesta.

“¿La renovación de votos de los Paulson?”, frunzo el ceño al verlo.

“¿También viniste por lo mismo?”, pregunta.

Por la coincidencia, terminamos riéndonos casi a carcajadas, despertando así una especie de confianza que jamás había sentido con alguien a quien conocí apenas hace unos minutos.

Me siento tranquila a su lado, como si fuera una especie de viejo amigo y puede que esto sucede por las relaciones que pasamos, de las cuales nos reímos, al menos en mi caso, porque cuando habla de su esposa, derrama algunas lágrimas.

Hablamos durante horas y cuando digo horas, me refiero 4 lo literal porque cuando menos lo noto, nos están echando del bar porque están por cerrar y ya son más de las tres de la madrugada.

Para cuando salimos del bar, termino con apenas un poco de capacidad para poder mantenerme de pie, porque, a decir verdad, he bebido demasiado. Quizás más de la cuenta. Mi mente está tranquila, me estoy riendo más de lo que me reí en toda mi vida y me sostengo de su brazo para caminar hacia el elevador.

“Dime que también te hospedas aquí para que pueda reírme de las coincidencias”, digo, casi tartamudeando por la risa y por las dificultades propuestas por el alcohol.

“Bueno, no, estoy en otro hotel, pero te acompañaré a tu habitación”, se ofrece.

Las puertas del ascensor se abren y me apoyo en su brazo para no caer mientras nos movemos por los pisos siguientes. De repente, verlo por el reflejo del espejo me da la sensación de que es un hombre atractivo, cosa que no negué desde el principio, solo que evité verlo con otros ojos por la situación.

Y él también me está mirando. Más que nada a mis senos, dejando en claro que ese aire de amistad, poco a poco se está yendo al carajo.

No estoy bien como para pensar y ciertamente, no sé si pensar sea lo correcto en esta situación porque ahora mismo, si pienso me retracto. Y otra vez tengo dos versiones distintas en mi mente, una donde duermo sola y deprimida y otra donde me recuesto con un hombre diferente, uno que quizás…

No lo pienso dos veces antes de lanzarme a sus brazos, poniéndome de puntillas para besar sus labios los cuales me saben a whisky y me corresponden de una manera más ardiente que con la que yo lo besé.

Me lleva años, muchos años, pero es un hombre tan ardiente que no hace más que despertar deseos en mí.

Sus grandes manos se posan en mi cintura, aplastándome contra una pared del ascensor. Un g$mido abandona mi garganta, no hago más que tenerlo cerca abrazándolo por los hombros, sintiendo cómo crece el fuego en mi interior, perdiendo por completo la noción del tiempo pues en lo que parecen segundos, las puertas se abren en mi piso y ambos terminamos alejándonos.

Salimos hasta el pasillo, ambos con la mirada baja, sin saber cómo proceder de ahora en más cuando en su boca tiene mi labial y de seguro, yo lo tengo desparramado también.

“Bueno… lamento eso… yo…”, carraspeo, al detenerme frente a mi puerta.

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