Esposo infiel -
Capítulo 59
Capítulo 59:
Ella toma aire unos segundos, pero finalmente se pone de pie. El sonido de los vidrios resuena de nuevo con otro cristal hecho pedazos y todos de la habitación de Ava, nuestra habitación matrimonial y ciertamente, da mucho qué pensar, sin embargo, ahora mismo me concentro en salir de la casa.
Arrastro a mi esposa escaleras abajo, no tengo nada con qué defendernos, pero vamos hacia la cocina donde la empleada no está y es obvio que fue a buscar refugio, aunque no sé dónde.
Tomo el primer gran cuchillo que encuentro, luego tomamos el camino hacia el garaje donde en ningún momento dejo de pensar que saldrán por entre medio de los coches. Por suerte, llegamos a salvo hacia el coche donde me aseguro que ella ingrese primero, se coloque el cinturón y luego hago el mismo proceso, colocando el seguro antes de salir.
No me importa tener la casa abierta, las cosas de valor están puestas en el banco y de aquí solo podrán llevarse joyas y muebles si lo que quieren es robar, pero nada más, así que enciendo el coche abriendo el garaje.
Afuera no hay nada, no sé de dónde podrían salir porque prácticamente no están despedazando la casa.
“¿Qué está pasando?”, pregunta Ava totalmente asustada.
“Alguien te siguió. Vi la luz, después las cámaras y aunque no se vio nada, creo que buscaba tu habitación”, le digo.
La miro, y quisiera poder tener cercanía para abrazarla y hacerle saber que nada ni nadie la lastimará mientras yo esté a su lado, pero fallo miserablemente pues apenas salimos a la calle y veo que hay más ventanales rotos, no presto atención a nadie a mi alrededor, solo acelero hasta salir del barrio privado intentando dejar todo atrás.
Solo cuando veo que hay varios kilómetros de distancia entre la entrada del barrio y nosotros, soy capaz de bajar la velocidad, respirando profundo. Es aquí cuando volteo a ver a mi esposa quien se está abrazando a sí misma.
“¿Qué tienes?”, pregunto preocupado.
“No es nada”, dice.
“Dime, por favor. ¿Qué sucede?”, pregunto.
“Me golpeé las costillas cuando caímos en el piso de la habitación, pero comparado a lo que hubiera pasado si no hubieras llegado, supongo que no tengo más que agradecerte”, clava su mirada en mí.
Bufo.
“¿Tienes idea de quién te podría seguir a casa?”, pregunto.
“No, no tengo idea. Solo subí al coche y me vine a casa. Jamás presto atención a eso…”, ella niega con su cabeza
“De acuerdo, tendremos que pedir que revisen las cámaras del estacionamiento de la empresa, quizás te siguió desde ahí”, digo.
“Bien, llamaré en la mañana. ¿Ahora dónde vamos?”, pregunta.
“A la ciudad, supongo. Tienen seguridad, podríamos rentar un cuarto presidencial que tienen más seguridad, solo por si acaso”, me encojo de hombros.
Ambos nos relajamos, estamos en el ingreso a la ciudad que se da por una carretera concurrida por la mañana, la cual ahora está desierta dado que la mayoría regresa a casa y ni siquiera tiene ganas de salir de la ciudad después de su jornada laboral, así que me tomo unos minutos para respirar profundo, cuando siento que Ava grita con todo lo que puede.
“¡Adam!”, grita.
La veo y está señalando a mi ventanilla, y ese fue mi grave error, voltear, porque apenas lo hago, veo que una piedra se estrella en la ventanilla, luego en mi rostro logrando que pierda por completo el sentido de la estabilidad.
POV Ava.
Muchas cosas están pasando en muy poco tiempo. Cuando llegué a casa jamás pensé en que la noche terminaría de esta forma, pero lo hace y lo peor de todo, es que soy testigo de cómo su rostro gira para intentar evadir los trozos de vidrio que de todas formas terminan en su piel y no solo eso.
Pierde el equilibrio del coche, dejándonos envueltos en un ir y venir para intentar ponerlo quieto, pero falla porque al final, mi grito es lo último que se escucha antes del sonido del coche chocando contra algo que lleva mi rostro hacia la guantera, logrando que pierda el conocimiento.
El sonido ausente, lejano, poco descifrable de las sirenas es lo que logra despertarme. Parpadeo lento, siento que hasta lo último de mi cuerpo está doliendo. Cada célula está en completo caos, esperando a que reaccione; pero todo es borroso para mí en estos momentos. Ni siquiera puedo enfocar bien la mirada.
Un quejido abandona mi garganta. Siento el líquido caliente correr por mi cara y poco me importa, porque el cuerpo que yace inerte sobre el campo que tenemos a los lados, es lo que más me preocupa.
“¿Adam?”, susurro.
Las manos me tiemblan, el cuerpo apenas me responde cuando envío las ordenes de que abran la puerta del coche. Lo mismo sucede con las piernas las cuales flaquean y prácticamente termino arrastrándome por la hierba, hasta llegar a un Adam demasiado herido.
Su rostro está cubierto de sangre, no sé dónde proviene porque tiene tanta que es imposible ver su piel debajo. Las lágrimas me inundan y es que la desesperación que cargo es anormal. Quiero llorar, gritar, estoy a punto de reventar, y todo porque él no es capaz de abrir los ojos.
“Adam, por favor. Por favor…”, susurro, tocándolo para que despierte.
Y por más que ruego, él no abre sus ojos.
Miro a todos lados, no se ve el coche que nos envió a esta mi%rda, y en cierta forma lo agradezco porque la violencia que debe de tener para lanzar una piedra al rostro de Adam, sabiendo que pudieron matarnos, despeja por completo las dudas de si esto se trató de un robo o no.
Los objetivos éramos nosotros. Solo nosotros, no hay más que eso. Quien quiera que sea la persona detrás de todo esto, nos tiene en la mira y con esto dejó en claro que sin importar lo grave que sean sus acciones, irá hasta las últimas consecuencias con tal de herirnos, incluso asesinarnos.
“Adam, por favor. Abre los ojos, cariño”, no lo muevo, no me permito tocarlo porque no conozco la gravedad de sus acciones y estoy alerta todo el tiempo pensando en que esa persona puede volver.
Cuando veo las luces de la ambulancia, el cansancio llega a mi cuerpo enviándome al suelo a su lado, observando el cielo despejado de una noche más en la ciudad de Nueva York, hasta finalmente perder la consciencia.
POV Adam.
Abro los ojos de golpe. La luz que tengo de frente me encandila hasta el punto en que tengo que parpadear varias veces para acostumbrarme. Intento moverme, de repente siento que tengo un remolino en la cabeza porque el mínimo movimiento despierta en mí la necesidad de vomitar.
No entiendo qué está pasando. Quiero recordar cómo llegué hasta aquí, dónde es que se borraron mis recuerdos y entonces viene Ava a mi mente. Ella es lo último que vi antes de que… de que esa piedra me diera justo en el rostro.
¿Dónde está? ¿Dónde estoy yo? Siento entonces que algo comienza a pitar con fuerzas y volteo un poco, a pesar de los mareos, para ver una máquina que pita sin parar, captando la atención de alguien que ingresa a la habitación.
Solo por el traje que lleva, me doy cuenta de que estoy en un hospital, aunque no recuerdo cómo llegué hasta aquí. La enfermera, que revisa mis signos vitales y mis reflejos de una manera general, se detiene junto a la cama para darme una sonrisa abierta.
“Señor Byrne, nos estábamos preguntando cuándo iba a despertar. ¿Cómo se siente?”, dice.
“¿Dónde está mi esposa?”, preguntó.
“Su esposa está en otra habitación. Descuide, el doctor que los atendió a ambos vendrá a darle noticias en pocos minutos ¿Sí? Descanse, ahora regreso”, responde.
Antes de que pueda preguntarle otra cosa, me abandona, dejándome en soledad de nuevo. Aprovechando el momento quiero tener un poco de tiempo para pensar en qué demonios pasó.
Recuerdo incluso que estábamos en casa, de repente las piedras comenzaron a estrellarse contra los vidrios, la forma en que tuvimos que salir corriendo, y después el coche… alguien nos estaba persiguiendo, pues se detuvieron a mi lado, lanzaron la piedra, perdí el control de coche y…
Mi%rda.
Respiro profundo. Me digo a mí mismo que Ava está bien, porque de otra manera ni siquiera me habrían respondido cuando pregunté por ella así que me calmo un poco. No sé cómo quedó el coche, ni cómo fue que nos encontraron, pero tengo que pensar en el alivio que siento al saber que ambos estamos a salvo.
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