Esposo infiel -
Capítulo 58
Capítulo 58:
Guardo silencio a sabiendas de que no hay nada que pueda decir para mejorar esta situación. Ava está irremediablemente enfadada conmigo y con Kim, cosa que me tiene sin cuidado porque ella dejó de ser importante en el momento en el que me di cuenta de que, con mi esposa, no había necesidad de buscar nada fuera.
Ahora que la veo bien, noto que efectivamente está rota. Por más que ha intentado seguir adelante, mis acciones la destruyeron emocionalmente, algo con lo que tendré que cargar el resto de mi vida.
Bajo la mirada, esperando el momento en el que sienta que da su respiro de tranquilidad, el cual jamás llega. Cuando levanto la cabeza, noto que tiene lágrimas en los ojos. Intento ponerme de pie para llegar a su lado, pero de inmediato niega con su cabeza.
“No, no te acerques”, susurra.
“Escucha, cancela la cena de hoy. Quizás, cuando hayamos hablado del divorcio y los papeles hayan iniciado, podamos sentarnos a darles la noticia, pero por hoy, cancela todo”, traga grueso, si bien tiene los ojos inundados en lágrimas, no derrama ninguna.
Estoy conteniendo la respiración mientras ella se pone de pie.
No dice nada más antes de salir de mi despacho y es ¿Qué esperaba que dijera? Todo con Ava se convierte en una discusión y por eso me encerré estos días, para darle tranquilidad de saber que estoy en casa, que no fui a ningún lado y que no me iré, así me eche.
No he respondido ninguna llamada ni mensaje de Kim, ni siquiera de sus padres quienes me exigen una explicación. ¿Explicación sobre qué? Si desde un principio sabían que era un hombre casado y no les importó, mientras le diera dinero a su hija. Claro que sé que toda gira en torno a los dólares que no le están llegando, pero me tiene sin cuidado.
Cuando comprendo que Ava no cambiará de opinión, me tomo el trabajo de llamar a sus padres, quienes a duras penas me responden y cancelo la cita. Lo mismo con mi padre, pero a él no le importa mucho.
Salgo del despacho hacia la cocina donde encuentro a la empleada cortando los vegetales. Le informo que solo seremos dos esta noche, cuando una luz de afuera capta mi atención. En el jardín, no tenemos luces de sendero más que en los alrededores de la casa, pero esta luz viene desde más allá.
“¿Sabes si están haciendo algún trabajo o algo aquí cerca?”, cuestiono.
“No, Señor, creo que no. La única construcción que empezó hace poco es la de los Smith, pero viven a dos calles de aquí. ¿Por qué pregunta?”, ella frunce el ceño.
“Porque hay una luz que se encendió por allá. Es extraño, nunca hay luces por ese lago”, apunto.
Deja el cuchillo sobre la encimera, observándome con las manos en sus caderas.
“¿Quiere que le diga algo? Esa luz, está desde que la jefa volvió a casa”, espeta.
“¿Qué dices?”, pregunto.
“Sí, desde que ella regresó esa luz está ahí y cada vez se acerca más”, dice.
“¿De qué hablas?”, la miro, claramente confundido.
“De que primero estaba allá y ahora está aquí. ¿Ve? El sensor se activó hace poco y tuve que desactivarlo pensando que era algún animal”, explica.
De inmediato abandono la cocina regresando al despacho donde están las cámaras de seguridad del exterior.
Reviso desde una hora antes de que Ava regrese y es cierto, esa luz no estaba por ningún lado, sin embargo, poco tiempo después de que ella regresa a casa, la luz si se ve a lo lejos, pero no se dimensiona de dónde proviene.
Comienzo a asustarme, la cámara en vivo está registrando que la luz se está moviendo alrededor de nuestra casa, tomo si estuvieran acechándonos. Marco el número de los de seguridad, les aviso de la situación y quedan en que vendrán a revisar.
Por mi parte, sigo el rastro de la luz que de la nada se apaga, cuando veo que dos guardias de seguridad del barrio llegan en sus motocicletas con las que hacen las rondas. Es aquí cuando caigo en cuenta de que sea lo que sea que esté afuera, no es nada bueno.
El jefe de seguridad no me convence cuando dice que dio la vuelta en la casa y no encontró absolutamente nada, por lo que tomo mi chaqueta, mis cosas y subo las escaleras hasta la habitación de Ava que está con las puertas aseguradas.
Golpeo dos veces.
“Ava, cariño, abre la puerta, por favor”.
Vuelvo a golpear.
“Ava… ¡Ava!”, digo.
Estoy comenzando a impacientarme, no sé bien cuánto llevo en este mismo lugar rogando porque me abra la puerta cuando siento que por dentro le saca el seguro. Solo abre medio centímetro, lo ideal para ver la línea de su ojo, nada más que eso.
“¿Qué quieres?”, pregunta.
“¿Puedes abrirme? Necesito hablar contigo”, suelto un suspiro.
“Estamos hablando, Adam”, responde.
“Sabes a lo que me refiero”, inquiero.
Es una batalla de apenas segundos, pero una que gano porque finalmente ella abre la puerta, permitiendo que ingrese a su cuarto el cual era nuestro hasta hace poco.
El famoso cuarto matrimonial. Es imposible no mirar a la cama, la misma que, de hecho, muchas noches fue testigo de lo que pasaba entre ambos y jamás creí que un simple colchón me traería tantos recuerdos, así como nostalgia, pero lo hace.
El sentimiento lo tengo atravesado en el pecho, casi igual al que sentí cuando me dijo que quería el divorcio, y ella lo nota, porque de repente ambos estamos uno al lado del otro, observando al mismo lugar.
“¿Qué quieres, Adam?”, es ella quien suspira, enfrentándome.
Sacudo la cabeza levemente, recordando a lo que vine.
“Toma algunas cosas, pasaremos la noche en un hotel”, espeto.
“¿Qué? No, claro que no”, frunce el ceño.
“Alguien te siguió a casa. Hay una luz afuera que aparece por las cámaras justo cuando llegaste y ahora está…”.
“¿Por una luz molestas? Por favor, creí que era algo importante”, dice cortándome.
La tomo por los hombros, ganando que de inmediato, se aleje de mí observándome como si en verdad hubiera perdido la razón y ciertamente, comienzo a cuestionarme lo mismo.
“¿Si te escuchas cuando hablas? Suenas como un demente”, comenta.
“Ava, es cierto, una luz estaba rodeando la casa no hace mucho y los de seguridad no encontraron nada. No pasaremos la noche aquí”, le digo.
“¿Llamaste a los de seguridad por una luz? Ay Dios, ahora sí que perdiste la cabeza”, frunce los labios para no burlarse de mí. Se nota.
“¡Ava!”, grito.
“¿Qué tienes? Te alteras por nada, Adam. Escucha, si esto es por la cena y buscas de alguna manera retribuirte a ti mismo por lo que paso, lo entiendo ¿Sí? Pero por favor, sal de mi…”.
Antes de que pueda decir algo, veo por el rabillo del ojo un objeto que viene hacia nosotros y no dudo ni dos segundos.
La tomo de la cintura, prácticamente tacleándola, cayendo ambos a un costado de la cama mientras los trozos de vidrio no terminan de descolgarse del marco pues alguien, acaba de lanzar una piedra hacia Ava.
Respira agitada, creo que no entiende lo que está sucediendo, pero entonces pasa de nuevo. Otra de sus ventanas es brutalmente rota y no nos queda más opción que quedarnos aquí y esperar a que quien sea que esté haciendo esto, tenga la oportunidad de hacernos daño, o simplemente salir de la casa que es la opción que tomo.
“¿Qué está pasando? Adam…”, pregunta, completamente asustada.
“Vámonos, tenemos que salir de aquí”, tomo su mano, entrelazando nuestros dedos.
“¿Y si nos están esperando abajo?”, me jala, para seguir ocultándonos detrás de la cama.
“Corremos el riesgo, pero aquí somos solo un blanco. Tenemos que movernos”, digo.
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