Esposo infiel -
Capítulo 57
Capítulo 57:
Maldición.
“¿Qué dijiste?”.
No siento mi voz como propia, de hecho, ni siquiera siento que esté siendo demasiado coherente ni en mis gestos. ni en mis palabras porque, a decir verdad, esto en serio me tiene en shock como para procesarlo con la rapidez que ella espera de mí.
“Digo, que, si ambos estamos de acuerdo, el Señor Nunes comenzará enseguida con los papeles de divorcio y por mi parte, no tengo ninguna objeción, pienso que tú tampoco así que…”.
“No”, digo, casi de inmediato.
“¿Qué?”, pregunta.
“Que yo no quiero el divorcio, Ava. No, esto… Señor Nunes, ¿Nos permite un minuto, por favor?”, digo firme, así me mantengo, observándola como frunce el ceño de una forma demasiado dulce para ser correcto.
Apunto a la puerta y no tiene otra opción más que levantarse del asiento, demasiado confundido también.
“Estaré esperando afuera”.
La puerta se cierra y me volteo a ver a Ava, quien tampoco puede creer que hiciera algo como eso,
“¿Qué mi%rda, Ava? Ayer besas a Nick y ahora me pides el divorcio. ¿Es que te metió algo a la cabeza?”, cuestiono.
“¿Crees que no puedo pensar por mí misma sin que un hombre me de permiso de tomar mis propias decisiones?”, ataca, convirtiendo esto en un asunto de machismo cuando claramente, no es así.
“¿Por qué quieres el divorcio? Quedamos…”, frustrado, suelto un suspiro.
“Quiero divorciarme porque claramente amas a otra persona, la misma con la que me engañaste tres años y…”.
“Sé esa parte. Pero, dijimos que nos quedaríamos casados hasta después de la boda en Miami”, la corto.
“Eso es en dos semanas, Adam”, rueda los ojos.
“¡No me importa!”, digo.
Mi desesperación es latente, casi tanto como sus deseos de que finalmente, le permita poner esto en marcha, pero necesito que tenga un alto. Ahora mismo.
“Por favor, solo pido estas semanas, nada más”, suplico.
“Nada va a cambiar”, niega con su cabeza.
“Dijiste que tenía ese tiempo, Ava”, me cruzo de brazos
“Dije que tenías el tiempo para tener el proyecto. ¿Qué más da si iniciamos el divorcio ahora? Nadie lo sabrá, los papeles llegarán y podremos vivir vidas separadas como lo hacemos desde hace años”, dice.
“¿Por qué quieres hacerlo tan pronto?”, trago grueso, viendo la decisión que tiene en sus ojos.
“Porque ya me cansé de esto. De las peleas, de tener que preocuparme si la ves o no, cosa que sigues haciendo y me cansé de ser yo la más afectada por esto. Desde que pasó, yo perdí y sigo perdiendo. Tiempo, dinero, esfuerzo, salud mental y ya no estoy dispuesta, así que, por favor, Adam, te ruego que firmes los papeles. Eso es todo”, suelta un suspiro, clavando su mirada en mí.
Por más que me duela hacerle esto, niego con mi cabeza.
“Adam…”.
“No puedo”, digo.
“Solo tienes que firmar. Después de todo lo que me hiciste, ¿No puedes siquiera hacer esto por mí más fácil?”, sacude la cabeza.
“No. Lo siento, pero no quiero el divorcio y la única forma en que siquiera considere hablarlo, será si me das esas semanas, Ava. Por favor… te lo suplico”.
Me mira y se nota que está cansada. Por supuesto, después de perseguirme tres días seguidos para hablar y fingir que tenía demasiado trabajo, ingresa en mi despacho en la casa, cerrando las puertas detrás de sí misma, colocando el seguro para asegurarse de que no salga de este lugar.
Ciertamente, tengo pánico de solo pensar en cómo demonios podría hacer para huir. Es una conversación que me niego a tener ahora mismo, porque sé quiénes vendrán a cenar y la verdad es que no quiero que esto sea un problema.
“No puedes escapar de mí ahora. Adam, ¿Vas a dejar de esconderte de mí?”, dice, caminando dentro, haciendo resonar sus tacones negros en punta.
“¿Qué necesitas, Ava?”, trago grueso, tomando valor para levantar la mirada.
“Llevas aquí encerrado tres días. No fuiste a la empresa, no saliste siquiera a cenar o almorzar, no regresaste a tu habitación. ¿Es que vas a vivir aquí de ahora en más?”, pregunta.
Suelto un suspiro.
Me reservo las cuestiones que me llevaron a vivir en mi despacho, principalmente una llamada Kimberly quien no ha dejado de amenazarme por mensajes de texto, diciendo que estaba en el estacionamiento esperándome o a Ava y de no ser porque envié al chófer acompañarla hasta las puertas del ascensor, no me habría quedado tranquilo.
Pero ella no lo sabe. Solo ve a un hombre abatido, sentado en el mismo lugar durante días enteros.
“No quiero salir. Estoy bien aquí”, digo.
“El gran Adam Byrne, quien regresaba a casa pasada la medianoche después de estar todo el día fuera, ahora no quiere salir. ¿Qué? ¿Tienes miedo a que solicite el divorcio de todas formas?”, ella rueda sus ojos, tomando asiento en el sofá frente a mí.
“¿Necesitas algo o solo viniste a burlarte?”.
“Quiero que subas a tu habitación y duermas ahí”, responde.
“Subiré después de la cena”, sacudo la cabeza.
“¿Qué cena?”, frunce el ceño.
No le respondo.
Al poco tiempo, comienza a respirar agitada y entiendo que lo primero que se cruza por su mente, es el nombre con K pues de inmediato se pone de pie.
“¿Vas a cenar con Kim y me lo dices, así como así? ¿Qué sentido tiene postergar el divorcio si de nuevo vas a verla? Te juro que…”.
“Ava, invité a nuestros padres a cenar”, le digo.
Parpadea sorprendida, cayendo de nuevo en la silla. Creo que la noticia le calló incluso peor que si hubiera sido Kim.
“¿Qué dijiste?”, pregunta.
“Invité a nuestros padres a cenar. Están preparando todo ahora mismo”, respondo.
“¿Por qué? Yo no… estoy cansada, no he dormido casi nada, quiero con desesperación mi cama y tú te pones a invitarlos sin decirme. ¿Por qué haces esto?”, dice.
Lanzo el bolígrafo a la mesa, clavando la mirada en sus asustados faroles azules.
“Desde la fiesta que no nos vemos. Tenemos que aclarar las ideas, dejar asentado que todavía no vamos a divorciarnos y que quizás… podríamos…”.
“¿Crees que tendremos otra oportunidad? Oh, Adam, ¿Desde cuándo eres tan inocente?”, frunce el ceño.
“No empieces”, suelto un suspiro.
“No, sí voy a empezar porque cuando accedí a darte estas semanas pensé que serían solo para que aceptaras el hecho de que lo nuestro está irremediablemente roto, no para que planearas cómo tenerte todavía a tu lado porque escucha bien, Adam, no hay nada en este mundo, que haga que yo renuncie a la idea del divorcio ¿Entiendes?”, dice.
“Puede ser, pero quiero intentarlo”, insisto.
“¿Por qué? ¿A Kim no le gustarías si no sigues casado? Por favor”, vuelve a rodar los ojos.
“¿Puedes dejarla en paz? Y no, no es por ella, es por ti. Kim ya no está en mi vida, Ava, no lo está desde antes de la fiesta y entiendo que te fallé, que yo…”, gruño, alterándola.
“¿Fallarme? Adam, no me fallaste, me rompiste. Eso es muy diferente, y ella también es culpable así que no te atrevas a pedirme que la deje tranquila porque eso no va a pasar”, explica, con el ceño fruncido.
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