Esposo infiel
Capítulo 55

Capítulo 55:

“Terrence Nunes, un placer”, se presenta.

“¿Qué necesitas?”, Adam se voltea a verme.

“Toma asiento, por favor”, ordeno.

“Dime qué quieres”, repite con frialdad.

Se nota a leguas la tensión que existe entre nosotros, incluso el abogado la nota pues baja la mirada, sintiéndose incómodo.

Suelto un suspiro.

“El Señor Nunes vino porque le llamé para concretar el divorcio”, anuncio.

En cuestión de segundos, Adam parpadea sin poder creerlo, observándome con demasiada incredulidad en su rostro.

“¿Qué dijiste?”, pregunta.

Tomo aire, intentando que las palabras no se queden estancadas en el centro de mi garganta y es que he practicado toda la noche para este momento, cuando llegara el tiempo de decirle a Adam que tomé una decisión, y que finalmente es libre para hacer su vida como le plazca.

“Digo, que, si ambos estamos de acuerdo, el Señor Nunes comenzará enseguida con los papeles de divorcio y por mi parte, no tengo ninguna objeción, pienso que tú tampoco así que…”, digo.

“No”, me corta.

“¿Qué?”, frunzo el ceño al verlo.

“Que yo no quiero el divorcio, Ava”, responde.

POV Adam.

Me encierro en el coche, no sé cómo mi%rda reaccionar a esto, mucho menos después de ver que ese hijo de p%ta cumplió la promesa de que me quitaría a Ava. Y la besó, vi con mis propios ojos como esos labios que siempre fueron míos, tenían a otra persona besándolos y… me jodió.

De solo recordarlo me sigue jodiendo porque por primera vez, quiero arrancarle los p%tos labios a ese hijo de su… golpeo el volante del coche con tanta fuerza que las manos me duelen.

Agradezco que ya no quede nadie en el lugar porque otra forma saldría en. todos los medios del país con este brote de locura que no me está ayudando a controlar las bestiales ganas que tengo de partirle su madre.

¿Cómo demonios se atreve a tocarla? Ava es mi esposa, lo sabe bien. Es mía, siempre ha sido mía y… ahora tiene la oportunidad que no tuvo en el pasado. De solo pensar que podría… no, eso no pasará porque Ava no lo permitirá. Ni siquiera le gusta Nick, ¿O sí?

Las lágrimas es lo que más me molesta porque, a fin de cuentas, siempre pensé que lo único que necesitaba para conquistarla sería darle su espacio, que pronto olvidaría esa tontería de querer vengarse de mí y tomé el viaje a Miami como otra oportunidad, sin embargo, ese beso, esa cena romántica, me hace preguntarme si le di demasiado espacio como para que pensara que yo no quiero trabajar en el matrimonio cuando en realidad, es lo único en lo que pienso.

Me maldigo a mí mismo. No puedo pensar con claridad, ni siquiera estoy siendo razonable y es que no quiero serlo porque mi mente me recuerda que nada de esto tiene coherencia. Estoy a punto de arrancar e irme, cuando veo que el ascensor se enciende cuando las puertas se abren, dejando ver al hijo de p%ta de Nick bajar.

Camina con su saco colgado del hombro y con una sonrisa idiota en el rostro, la cual me deja bastante en claro que disfrutó la velada, por más corta que fuera. Y no puedo soportarlo más.

Abro la puerta del coche y dejo que me vea. Se detiene, no dice nada y tampoco levanta las manos para defenderse cuando ve que voy con los puños listos para propinarle un puñetazo, cosa que hago sir medirme, enviándolo al suelo.

Pone las manos, seguramente para evitar ensuciar su ropa, y aunque tiene un hilo de sangre corriendo por su labio, la sonrisa idiota no lo abandona y es que sabe, que, en cierta forma, ganó.

“¡Aléjate de mi esposa! ¿Cómo carajos te atreves a besarla?”, grito furioso.

Se acomoda, posicionándose frente a mí. No tiene la menor intención de seguirme el juego, ni siquiera para dejar que saque toda la ira que tengo contenida hacia él en estos momentos.

“No será tu esposa dentro de poco”, inquiere.

“Si te veo cerca de nuevo, te juro que…”, doy un paso al frente, apuntándolo con mi dedo.

“¿Qué harás? ¿Inventarás que quiero secuestrarla porque el chiste del acosador no te funcionó? Vamos, que tampoco la forcé a nada y tampoco la forcé a besarme antes de despedirnos hace apenas unos segundos atrás”, sonríe.

Lo golpeo de nuevo, y otra vez, se queda quieto. Es demasiado frustrante porque es de cobarde golpearlo si sé que no va a responder.

“No me interesa lo que pasó, aléjate de ella porque sin importar cuánto le ruegues, jamás dejará de amarme y nunca dejará de ser mi esposa”, espeto.

“¿Tú crees? Porque habló de divorcio así que, yo que tú, no estaría tan seguro. Ahora con permiso, que tengo que trabajar en unas horas”, se burla.

Pasa a mi lado, riéndose como el idiota que es y no puedo hacer nada para detenerlo de conquistarla porque, a fin de cuentas, Ava merece un amor bonito, pero no él. Jamás él, eso no lo voy a permitir.

“Oh, por cierto, gracias por cagarla. De no haberle sido infiel, jamás me habría buscado y nunca habría tenido ese beso. Te debo una”, dice, guiñándome un ojo

“Te romperé los dientes si veo que la besas contra su voluntad”, amenazo.

“No fue contra su voluntad, pero ya le aseguré que la próxima vez que toque esos labios, será porque ella me lo pedirá, no porque rogaré. Ese papel te lo dejo para ti, que vaya que lo tienes difícil”, comenta.

Aprieto la mandíbula.

“¿Difícil? No es difícil recuperar a Ava, Nick, porque ya es mi esposa bajo la ley. Lo difícil será tener un puesto en su vida cuando está perdidamente enamorada de mí”, sonrío, siendo este mi turno de herir su orgullo.

“Te odia”, dice.

“Ahora, pero dentro suyo existe ese amor que volverá a renacer. Me amará tanto que no pensará en nadie más que en mí”, respondo.

Rueda los ojos.

“Eso ya pasó, amigo y la cagaste. Acéptalo, acepta que amas a Kimberly y déjala en paz, porque a diferencia de ti, yo si sabré apreciar a la mujer que tengo al lado y al menos conmigo, no tendrá ese recuerdo de mi%rda, de haberle sido infiel por tres años. Buena suerte intentando reconquistarla después de hacerla pedazos”, abre la puerta de su coche, sonriendo victorioso.

Sus palabras llegan a mi mente como una especie de electrochoque. Lo que dijo en la oficina cobra sentido pues lo oí jurarla a Ava que, de darle una oportunidad, él no la desaprovecharía y ahora… creo que ella le creyó.

Y eso me hiere, al punto en que el dolor en mi pecho se hace casi palpable, imposible de pasar.

A este punto, cuando quedo verdaderamente solo en el estacionamiento no tengo más opción que ir a casa a sabiendas de que Ava ni siquiera quiere verme. Me subo al coche intentando no tener un infarto en el camino porque la verdad es que me siento como la misma mi%rda. ¿Es posible tener tanto dolor? ¿De dónde viene incluso?

A medida en que conduzco por la ciudad casi vacía, no dejo de pensar en el momento en el que nos casamos. Ava era dulce, tierna, toda una niña rica que creció en medio de obsequios y una vida extrañamente perfecta y creyó que nuestro matrimonio sería eso, perfecto.

Me gustaba su carisma. Era divertida cuando quería serlo y aunque su timidez no ayudaba mucho, cuando nos casamos le pedí que no esperara demasiado de mí porque no estaba listo para casarme.

Con nadie. Era joven, quería divertirme, tenía dinero y de repente tuve toda esta responsabilidad encima. Una casa, una familia, una esposa, una empresa, cientos de empleados que me necesitaban y ella seguía creyendo en cuentos de hadas.

Yo quería darle ese cuento, pero jamás me enamoré de Ava. Casi nunca teníamos tiempo a solas porque a pesar de que cogíamos desde antes de casarnos, nada iba más allá de eso.

No compartíamos gustos musicales, ni películas, casi nunca nos sentábamos a charlar y cada quien hizo su vida llevando el nombre del otro ligado al propio en un pedazo de papel.

Y nos acostumbramos. Yo quería acostumbrarme a esa vida, donde podía tener una esposa hermosa y dulce, donde todo sería perfecto y podríamos ser una familia típica, pero no estaba listo.

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