Esposo infiel
Capítulo 51

Capítulo 51:

POV Ava

Lentamente voy perdiendo hasta mis facultades auditivas porque para cuando ingreso a mi oficina, dejo de escuchar el bullicio de afuera. Doy una gran bocana, me sostengo del espaldar de una silla para no caer, lanzando mis cosas al suelo.

“No sé qué me sucede, bueno, de hecho, sí lo sé, pero me cuesta admitir que todo esto me está sobrepasando. Quiero llorar, gritar, enfurecerme conmigo misma por haber sido tan imbécil de no ver que estoy cayendo en una espiral, y de repente, de tengo agobiarme a mí misma, siento su presencia junto a mí”, digo.

No quiero levantar la mirada porque no quiero que vea el daño que me causó.

No quiero que se dé cuenta, que todavía, muy en lo profundo de mi pecho, tengo ese amor y cariño que sentí durante todo este tiempo y que incluso la inocente Ava que deseaba una familia, está dando sus últimos suspiros, pero sigue aquí dentro, con la ilusión estúpida y latente de que en algún momento algo vaya a cambiar, cuando sé que no lo hará.

Estoy sumida en mi mi%rda. Mi%rda que yo misma revolví y mi%rda que dejé salir a la luz por ira, bronca y demasiado orgullo herido.

“Ava, cariño, ¿Qué tienes?”, susurra, acariciando mi espalda.

Las mismas manos que me hicieron el amor tantas veces, también fueron capaces de hacerle lo mismo a otra.

Este es el problema, que por más que quiera salir adelante, siempre habrá algo que me recordará, que Adam durante tres años fue capaz de verme la cara de idiota y que, de no haberlo sabido, probablemente en algún futuro hubiera llegado con los papeles de divorcio en mano y con ella embarazada quitándome todo por lo que alguna vez trabajé.

Eso es lo que me lleva alejarme de él, sin importar que mi rostro esté cubierto de lágrimas. Lágrimas que lo golpean cuando levanto el rostro, enseñando por primera vez, el daño que todo esto me está causando.

“Ava…”, dice.

“Tengo jaqueca. No iré a casa así que puedes largarte”, miento.

Da un paso hacia mí, quizás intentando tener un momento para hablar al ver mi vulnerabilidad, sin saber que, a pesar del llanto, no he cambiado de opinión sobre nada.

“Cariño…”.

“Tienes que irte”, niego con mi cabeza, sorbiendo por la nariz.

“No te dejaré sola”, dice.

“Tres años sola ¿Y te preocupas por una noche? Por favor, seguramente estarás feliz de no tener que regresar a una enorme casa fría con un témpano de hielo con quien te sientes tan incómodo”, me río levemente.

“Ava, entiendo que estés mal, pero tenemos que ir a casa, no vas a quedarte aquí toda la noche”, espeta.

Me rehúso a salir de esta oficina, lo cual demuestro sacando la botella de whisky que tenía escondida en el gabinete de mi escritorio.  No pasó desapercibida la expresión de sorpresa que pone.

“¿Ahora también bebes en la oficina?”, pregunta.

“Otra cosa que jodiste en mi vida”, brindo por él.

“Esto. No te lo hice yo, Ava. Te lo haces a ti misma y es demasiado tonto de tu parte querer ahogar las penas en alcohol”, apunta la botella.

“No quiero ahogar hada, quiero olvidar. Esa es la diferencia”, le digo.

Mis palabras le duelen, pues su expresión se dulcifica, bajando sus niveles de inmediato.

“No te hagas daño. Házmelo a mí, destrúyeme, pero no te hagas esto porque me estás matando”, dice.

“¿Esperas que crea eso? Tres años, Adam, tres años donde…”, ruedo los ojos.

“¡Eso se terminó! Sí, fueron tres años y lo siento, de verdad siento que te haya hecho daño y siento…”, dice alterado.

Bebo el trago de un solo movimiento, sin siquiera importarme si escucho o no lo que tiene para decir, porque para mí todo es mentira.

Mi cabeza me grita que me tomó por idiota, que le permitió a Kim tener ínfulas de dueña de la empresa, a quien le dio lo que se suponía era para mí, a quien trató mejor, a quien amó mejor y eso me jode. Me jode como no tiene idea.

“No lo sientes, Adam”, susurro.

“Claro que sí. Lo siento, aquí en mi pecho, cada que te veo, lo destruida que estás, siento la puñalada clavándose de nuevo, abriendo la herida, recordándome lo mi%rda que fui contigo”, respondo.

Clavo la mirada en él. Solo por un segundo me atrevo a preguntarme a mí misma si de verdad lo sentirá, si de hecho tendrá un poco de remordimiento, pero el saber que la volvió a ver me deja en claro que no es así porque sabiendo que me duele, lo hizo.

“No sientes haberme engañado, Adam, ni siquiera sientes el haberme herido, solo lamentas que me haya enterado. Porque no lo sentiste mientras lo hacías, sino que lo sentiste cuando el mundo se enteró de lo mi%rda que eres”, digo con firmeza y todo el dolor que siento en mi interior.

“Aunque no lo creas, siento de verdad haberte fallado, yo…”, suelta un largo y pesado suspiro.

«No te creo. Y ahora por favor, vete, que lo único que falta sumar a todas las humillaciones que me hiciste durante estos años, es tener que dejarte ver el daño que me provocas, así que vete. Largo”, le suelto, cortando su discurso.

“Cariño…”, dice.

“¡Largo!”, grito cortándole.

Se me queda viendo y no sé si está batallando conmigo, viendo si puede decir o hacer alguna cosa antes de que en verdad pierda la cabeza, o si batalla consigo mismo para decidir si corre el riesgo o no, pero sea como sea, no pasan ni dos minutos cuando baja la cabeza, aceptando el hecho de que nada cambiará lo que pasó, ni lo que vendrá.

Camina hasta la puerta, veo el pesar y la indecisión en cada uno de sus pasos, pero finalmente sale de mi oficina permitiéndome soltar el llanto ahogado que estuve conteniendo todo este tiempo.  ¿Cómo es posible sufrir tanto sin saberlo?

Durante días sentí esa presión en el pecho y en el nacimiento de la garganta.  Sentí los dolores de cabeza, las miles de veces en que desperté pensando en lo que ambos hicieron e incluso en todo el tiempo que fueron amantes, pero jamás pensé que se debía al dolor, hasta ahora.

Pasar un mes entero jugando a ser la dama vengadora, me está pasando factura. Las cosas que hice, el circo mediático que causé, los miles de revistas que se centraron en mí y la fama que le di a Kim, quedando como la víctima, que, si bien era lo que quería, es el título que me menos me gusta de mí misma.

Pensé que no era una víctima, y odio a ambos por haberme convertido en una. Me convirtieron en la víctima cuando decidieron pasar por encima de mí, cuando decidieron que era mejor c%gerse a escondidas que tener los huevos de ser un hombre y pedirme el divorcio si algo de mí no acabó por gustarle.

Pasar días enteros pensando en cómo cagarles la vida a ambos, me fue desgastando de a poco. Comencé con fortaleza, decisión e incluso precisión.

Tuve que aguantar a ambos, sus cogidas en la oficina y las salidas nocturnas de Adam durante todo un mes y es por esto que sé que no lo siente, porque incluso teniéndome de nuevo, fue capaz de recurrir a ella y nada me asegura que no lo siga haciendo, pero entonces caigo en el otro debate que me ha tenido despierta noches enteras y soñando cuando se supone que debía de estar despierta y es ¿Por qué me sigue importando tanto?

Después de todo el daño que me hizo, después de todo lo que descubrí, pierdo la cabeza cuando sé que puede estar con ella o cuando veo un mínimo roce entre ellos y es que quedé en destruirlos, cosa que logré, sin embargo, sin importar cuánto me esfuerce, no puedo romper los sentimientos que los unen porque sé que él la ama. Se enamoró de la amante, y yo no puedo soportarlo.

Ver que se ha deteriorado, que busca incluso excusas para alejarse de mí, que la ve a escondidas, son solo señales, no le importó su imagen ni reputación, sino que le jodió tener que alejarse de ella y… sé que puedo quitarle todo el dinero del mundo, quitarle incluso su título y la empresa, pero no puedo arranchar de raíz los sentimientos que tiene por ella.

Me jode saber que cada vez que dice que lo lamenta, que quiere intentar tener una segunda oportunidad, es solo por las amenazas que le hice porque dentro de mí, sé que apenas tenga la oportunidad irá corriendo a buscarla.

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