Esposo infiel
Capítulo 48

Capítulo 48:

“¿Si entiendes que ni siquiera firmando el divorcio se casará contigo? Despierta ya, cariño y deja de pensar que si sigue conmigo es porque espero que me ame. ¿Quién querría tan poca cosa? Puede que la antigua yo deseara tener su cariño, pero ahora quiero más, y él es solo una pieza de ajedrez en un juego en el que ya te asesiné”, digo.

“Esto no se ha terminado”, niega con su cabeza.

“Yo creo que sí ¿Quieres fingir que no te gané? Adelante, hazlo, pero el mundo entero sabe que por encima de mí no hay nadie y que tú, estás muy por debajo”, aludo, sonriendo.

Antes de que podamos continuar con nuestra singular disputa, la puerta se abre enseñando a Adam, agitado y nervioso, observándonos a ambas con el ceño fruncido.

“¿Qué está pasando aquí?”, pregunta.

De inmediato, y de verdad, de inmediato, Kim se lanza a sus brazos haciéndose la víctima, llorando a mares enseñando la carta que le enviaron. Ruedo los ojos, tomando asiento para poder observar mejor el espectáculo.

Él me mira, no entiende nada, pero me mira para después leer la carta mientras ella se aferra a su cuerpo con los brazos, rogando porque él haga lo mismo, aunque mantiene las manos lejos.

“Dime que no lo hiciste”, susurra, sin poder creérselo.

“Desgraciadamente, no tuve nada que ver”, me encojo de hombros.

“¡Está mintiendo, ella los llamó! ¿Ahora qué haré? Ni siquiera tengo empleo, ella… arruinó mi vida, Adam. ¿Por qué me pasa esto?”, grita la loca.

Pierdo los estribos cuando él la abraza, cubriéndola contra su pecho intentando consolarla.

“¿Quieres saber por qué te pasa esto? Porque quien las hace riendo, llorando las paga. Las consecuencias de sus actos están ahogándolos ahora y eso no es mi culpa. ¿Te gustó c%ger con mi esposo? Esto es lo que te ganas, así que deja de llorar como una maldita magdalena porque si te quedaste sin nada, fue porque creíste tenerlo todo, y solo terminaste engañándote a ti misma”, gruño, obteniendo la mirada de ambos sobre mí.

POV Adam.

Le abro la puerta cuando llegamos a nuestro coche. Ava no me ha dado ni siquiera una mirada desde que nos encontramos en el ascensor y se nota en su expresión, que no soy de sus mejores amigos ahora mismo.

No quiere mirarme, ni siquiera quiere admitir que estoy cerca, mucho menos cuando nuestros cuerpos chocan al sentarse demasiado juntos. Ella se aleja y yo solo dejo salir un suspiro.

“¿Estás molesta?”, me atrevo a preguntar.

El olor a alcohol se siente a lo lejos. Soy consciente de que ha estado bebiendo más de la cuenta y no he dicho nada porque pienso que lo hace para poder sobrellevar esta absurda venganza que ha planeado para mí. No digo que no esté dando resultados, pero tampoco dejaré que se convierta en una alcohólica porque eso sí que no podría soportarlo.

Ava jamás fue ni siquiera de beber unos tragos. Parte de eso, la forma tan virginal que tenía latente cuando la conocí, es lo que jamás me atrajo, y ahora me doy cuenta de que esta parte ebria a las tres de la tarde, tampoco es de mi agrado.

“Ava. Dime por qué estás molesta y terminemos con esto”, repito, cuando no me responde.

Rueda los ojos, enfrentándome por primera vez en horas.

“¿Por qué? ¿Quizás porque la abrazaste frente a mí? ¿Es que acaso no entendiste mis advertencias?”, dice, con todo el veneno que puede largar.

“Es la última vez que irá a la empresa. Se quedó sin trabajo, sin beca y sin título, Ava. Acabaste con su vida”, suelto un suspiro

“Yo no hice nada. Quieras creerme o no, fueron los de la universidad quienes fueron a verme y hablando sobre eso, ¿Tienes idea de cuánto gastaste para que pasara de año? Fuiste tan idiota. ¿Qué ibas a ganar con que tuviera su título si sería una pésima arquitecta? Eso pudo haber causado daños y no solo a ti, sino a personas inocentes que la habrían contratado por tu maldita recomendación”, espeta.

Trago grueso. En todo su discurso no encuentro mentira o falla alguna. Fui demasiado inconsciente al permitirle la ligereza de pasar de año tan fácilmente.

Las posibilidades de que alguien hubiera muerto si tan solo se me cruzaba por la mente entregarle algún proyecto, como muchas veces me lo pidió, pasan por mi mente recordándome que por alguna razón, jamás le di esa oportunidad.

“Y para colmo no me crees. Me tiene sin cuidado, claramente, pero me cabrea que no seas capaz de ver el error que cometiste y no tan solo con su título, sino también con darle los aires suficientes como para creer que está a mi nivel ¿Cómo la bajo de un pedestal donde tú la pusiste? ¿Es que acaso le prometiste que sería tu esposa pronto? ¿Qué tomaría mi lugar?”, continúa, todavía más enfadada que antes.

“Jamás le dije eso, solo… charlaba con ella”, niego de inmediato.

“Si, claro, charlas”, dice.

“Ava, es en serio, jamás le prometí a esa chica que le daría tu lugar, que la convertiría en mi esposa.

Supongo que con los años que pasamos juntos se lo creyó sola porque yo lo único que dije es que me planteaba pedirte el divorcio.

“¿Me ibas a pedir el divorcio?”, frunce el ceño casi a los segundos.

Entiendo que no debí decir lo que dije, y dada nuestra situación, donde hemos hablado con franqueza y donde prácticamente me tiene bajo amenaza, no creo que sea una buena idea continuar ocultándole las cosas, así que asiento.

“Sí. Planeaba pedirte el divorcio, pero más adelante. La verdad es que ni siquiera estaba seguro de si era lo que quería, aunque puedo asegurarte que jamás me vi pasar el resto de mi vida con Kim”, le digo.

“¿Y por qué ahora no solicitas el divorcio? Podrías hacerlo, y ni siquiera tienes obligación de quedarte ahora mismo”, indaga, confundida.

“Lo sé, pero te prometí que, si te fallaba, dejaría que me hicieras lo que quisieras con tal de que tú sanes. Si debes tirarme al piso, patearme hasta verme sangrar e incluso seguir con tu castigo, hazlo, porque sé retirarme, Ava, pero también entiendo de orgullo y dignidad, y comprendo que los quieras de regreso”, digo.

Su mirada se dulcifica unos segundos recordándome a la antigua Ava, a esa chica dulce que jamás tomé en cuenta y es que ahora que lo pienso bien, sus dos versiones tienen cosas que me gustan.

Su dulzura, carisma y amor hacia mí son las cosas que rescataría de su versión anterior, sin embargo, su altivez, inteligencia y perseverancia son las cualidades que me fascinan de la nueva Ava.

El efecto no le dura mucho tiempo ya que se gira hacia la ventanilla, recordándome que sin importar qué, sigue odiándome.

“No me quejaré, Ava, y lamento haberla abrazado”, digo.

“La c%giste a mis espaldas tres años, un abrazo no puede hacerme más daño que ese”, se encoge de hombros.

Para cuando por fin llegamos a la casa, los fotógrafos no han abandonado la propiedad y eso que pasó más de una semana, pero después de pensarlo, nada se está solucionando, de hecho, cada día que pasa sale algo nuevo como antiguas fotografías de Kim y yo, lo que ha sido noticia del día de hoy.

Mañana la noticia serán las consecuencias que le toca acarrear a Kim ahora. Apenas salimos de la oficina de Ava, intentó hablar conmigo a lo que me negué.

Dije desde hace tiempo que lo nuestro se había terminado y fui cien por ciento sincero. No planeo hacer enfadar a mi esposa, ni siquiera la escuché cuando mencionó que tiene problemas de dinero porque eso es algo que no tiene que importarme.

No estaba feliz, por supuesto. Las amenazas lanzadas a Ava también fueron para mí después de desviarle la mirada como lo hice, lo que me tiene sin cuidado. Sé bien que no tiene dinero, no tiene absolutamente nada con qué herirme porque el daño me lo está causando la mujer que tengo al lado.

Si bien podría escapar, pedir el divorcio y terminar con su venganza, mi deseo de ver hasta dónde puede llegar no desaparece. Ni lo hará. Sé que pronto terminará, qué tendrá la segunda oportunidad que tanto. pido y haré las cosas bien apenas pueda hacerlas. Por ahora solo me queda aguantar.

El chófer nos deja en la entrada, ambos bajamos y Ava se queda detenida unos segundos. Observo en su dirección, notando que hay un coche estacionado en la entrada de nuestro hogar del cual no tengo la menor idea de a quién pertenece.

“Dime que Kim era la única que tenías porque si ahora me sales con otra, te juro que…”, ella voltea a mirarme.

“No conozco el coche. Veamos de quién se trata”, admito, sorprendido de que esa haya sido la primera idea que cruzó por su cabeza.

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