Esposo infiel -
Capítulo 40
Capítulo 40:
Quiero sacar a Ava del lugar, quizás por la puerta trasera, pero sus padres quienes me traban, con un claro odio en la mirada, al igual que Nick que no hace más que intentar quitarme a mi esposa de los brazos.
“Siento tanto asco de solo mirarte. Con una simple empleada de cuarta ¿Cómo te atreves? Adam, dámela, yo me haré cargo”, escupe mi suegra, observándome con desdén.
“No, yo la llevaré, esto…”, niego con mi cabeza.
“Se pondrá peor. Afuera están enloquecidos. Lo mejor será que saquemos a Ava por un lado y a ti por el otro, no pueden verlos irse juntos”, dice.
“¿Quién te crees? Ava es mi esposa, es…”, frunzo el ceño.
“¡Dame a mi hija! ¿Cómo te atreves a siquiera seguir decidiendo por ella? Maldito imbécil de cuarta”, grita su madre.
“Tiene que entender, ella lo debe saber, yo la…”, inhalo profundo, intentando mantener la calma
Quedo con las palabras a media, porque la mujer que cargo en mis brazos, comienza a retorcerse. Lentamente recobra la compostura, y como es de esperarse, la última persona que espera tener cerca, es a mí.
La traición, el dolor y la angustia que veo en sus ojos se clavan en mi pecho como una maldita daga que no hace más que estancarse en lo más profundo de mi interior. Busca alejarse de mí, algo mareada todavía, sosteniéndose de Nick para evitar que sean mis manos las que la sostengan.
“Ava, tenemos que hablar”, digo.
Niega con su cabeza, bajando la mirada.
“No tengo nada qué hablar contigo”, susurra.
“Nick, por favor, sácame de aquí”, dice.
“Cariño, yo…”, la tomo del brazo.
“¡No me llames así! Quiero salir de aquí, necesito salir de aquí”, grita furiosa, llamando la atención incluso de los invitados que están intentando intervenir.
Personas que nos conocen desde el momento en que nos casamos, están a nuestro alrededor, queriendo saber más, buscando saber más sobre el problema.
Ava comienza a caminar hacia la salida, intento ir tras ella, pero sus padres me detienen y medio del gentío, termino por perderla.
Los paparazzis están rodeándome, me preguntan cosas que no quiero decir y por más que los de seguridad intenten hacerme espacio para llegar a mi coche, no pueden evitar que las cámaras se pongan en mi rostro, intentando captar la vergüenza y el odio que siento hacia cualquiera que haya hecho esa mi%rda de video.
Mi mente está trabajando al cien por ciento en estos momentos, la fiesta terminó siendo un desastre y sé que, para este momento, Ava ya ha de estar en mitad de camino hacia la casa, quizás incluso la casa de sus padres quienes fueron escoltándola, seguramente para que no tomaran fotografías de su rostro.
“¿Cuánto tiempo lleva engañándola? ¿La asistente es estudiante? ¿Cuál es el nombre de su amante? ¿Van a firmar el divorcio?”, preguntan.
Miles de preguntas como esas se repiten una y otra vez. Repito siempre que no tengo comentarios, que quiero que me permitan el paso, pero no entienden.
Solo cuando llego a la entrada tengo siquiera un poco de paz porque el valet tiene preparado mi coche, donde ingreso apresuradamente, sintiendo que la puerta del acompañante también, dejando ver a Kim, quien sube con el rostro lleno de lágrimas. Es la única vez que me alegro de tener los vidrios pintados.
“¿Qué estás haciendo? ¡Baja ya!”, digo.
Niega con su cabeza, tomando su pelo entre sus manos, jalándolo, terriblemente nerviosa.
“Tienes que sacarme de aquí, Adam”, lloriquea.
“¡Quieren cortarme a pedazos! ¡Baja ya de mi coche! ¿Es que no ves el daño que me estás haciendo? ¡Baja ya!”, ordeno.
“¡No! Tienes que sacarme de aquí, los reporteros me están comiendo viva, quieren mi lado de la historia, mis compañeros no quieren ni siquiera mirarme y ahora todos me han visto desnuda. Sé que no me debes nada, Adam, pero por favor, por lo que más quieras, sácame de aquí”, dice alterada.
Enciendo el coche, acelerando hacía la salida a sabiendas de que los reporteros pueden estar siguiéndonos ahora mismo. Miles de cosas pasan por mi cabeza, principalmente el hecho de que Ava sabrá que me fui con a de la fiesta y va a perder la cabeza por completo entonces, pensando en una decisión importante.
La miro, sintiendo pena por ella, cosa que se esfuma en cuestión de segundos al repasar los hechos previos a esto. Su falso embarazo, la maldita idea de querer ser como Ava, tener todo lo que ella tiene, las ganas de humillarla que tenía, y entonces todo encaja.
Doblo en una esquina, acelero con todo lo que puede el coche para poder alejarme de la vista de quien sea que nos esté siguiendo y nos meto en un estacionamiento cualquiera, frenando de forma imprevista haciendo que las ruedas chillen por la acción.
“Deja de llorar ¿Cómo pudiste hacerme esto, Kim?”, gruño molesto.
“¿Piensas que yo lo hice?”, pregunta y obtengo su mirada confundida en mí.
“¿Quién más si no? ¡Me amenazaste con que Ava lo sabría todo!”, respondo.
“¿Piensas que da a creerte?”, ruedo los ojos.
“¡Tienes que creerme, yo no lo hice!”, dice.
“¡Querías que todos lo supieran, me amenazaste!”, espeto.
Niega con su cabeza, incapaz de creer lo que sale de mi boca y es que no veo otro culpable ahora mismo, sino que mi mente me trae de regreso sus palabras, las amenazas constantes contra mi matrimonio y sus pedidos de que nuestra aventura saliera a la luz.
“Yo jamás hubiera querido que el mundo supiera cómo me c%ges. ¿Tienes idea de lo que la gente va a pensar de mí ahora? Destruyeron mi vida, Adam, mi carrera, mi familia, todo… mi%rda, mi familia”, dice, completamente humillada
Aquí es cuando más llora. Me preocupa su estado porque parece que está a punto de sufrir un ataque de nervios y es que, hubiera preferido que me demostrara que era la culpable, sin embargo, no veo indicios de que esto sea así.
Es como dijo, destruyeron su vida también junto a la mía teniendo imágenes de ambos entrando y saliendo del coche, de la empresa, de restaurantes. Suelto un suspiro, apoyando la cabeza sobre el volante.
“Esto se sabrá en todos lados en pocas horas. Tienes que salir del departamento”, digo.
“¿Dónde voy a vivir?”, pregunta.
“No lo sé, resuélvelo, pero créeme que me lo agradecerás luego porque si los medios llegaran a saber que has vivido ahí durante años, te comerán viva porque dirán que sabías que tenía esposa antes de conocer a Ava, lo cual es cierto, pero terminaría por lapidarnos a ambos”, le explico.
“¿Ambos? ¡Si solo a mí me estaban persiguiendo!”, espeta.
“¿Crees que yo no perderé? Espera a mañana y verás, como toda mi carrera va en una p%ta picada”, la miro, con el ceño fruncido.
Frustrado, bufo.
“No perdamos más el tiempo. Iremos a buscar algunas cosas y enviaré al departamento, buscarás mañana a alguien que te haga llegar lo que dejas ¿De acuerdo? Podrás quedarte en casa de una amiga, tus padres o quien sea”, digo.
No discute, lo cual me parece perfecto.
Ahora no estoy para lidiar con sus malditas locuras, así que me agrada el silencio mientras conduzco hasta el departamento que, para mi suerte, está vacío. En la entrada no hay paparazzis, ni reporteros ni nadie que nos impida el paso. Ingreso al estacionamiento, dejo el coche en lugar habitual y caminamos al ascensor.
No dejo de mirar hacia mis costados, esperando no ver a nadie oculto entre los coches, y por suerte, no hay nadie. Apenas entramos colocamos el número de piso, logrando que la caja metálica comience a moverse.
Por el reflejo veo a Kim. Parece destruida, demasiado histérica para siquiera poder pensar con claridad y la verdad, no entiendo su papel de víctima.
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