Esposo infiel -
Capítulo 4
Capítulo 4:
Y es aquí cuando obtengo la gota que rebalsa el vaso, al ver que un mesero le acerca un pastel con velas encendidas. Ella ríe emocionada, él la sorprendió.
Saca su móvil para hacerle fotos mientras sopla las velas y los comensales le cantan el feliz cumpleaños, haciendo retumbar en mis oídos la verdad, que prefirió pasar el cumpleaños con su amante a su aniversario conmigo.
P%ta madre. No puedo más.
No pienso contenerme y no por más que hubiera querido, la bola de fuego que toma mi corazón, me está quemando tanto por dentro que grito con todo lo que da dentro del coche, captando la atención de varios comensales de adentro, incluidos ellos, aunque no pueden verme por la oscuridad, por los vidrios tintados y por las gafas que traigo puestas. Solo saben que hay una loca gritando a todo pulmón en un coche.
No quiero continuar siendo un hazmerreír y por eso arranco, yendo a toda velocidad hacia esa mi%rda de casa donde el imbécil llega después de c%ger con esta otra mujer, fingiendo que todavía siente algo por mí, tomándome cuando ella no quiere saber nada, y c%giendo conmigo mientras la tiene.
Aquello despierta una arcada. ¿Cómo es posible que el amor acabe tan pronto? ¿En qué cabeza cabe que te comportes de esa manera con una mujer que te lo ha dado todo? Porque yo cumpli su capricho de casarnos, porque fue él quien lo propuso, para así tener a la p%ta empresa unida y dar una imagen más serie y comprometida para los empleados.
Fue él quien quiso postergar el tener una familia al principio, porque decía que no era tiempo y me hizo creer que fue una decisión de los dos, cuando en realidad yo solo caí en su p%to juego.
Y fue su p%ta idea que dejara mi empleo, que me fuera de la empresa y quizás fue para poder continuar con ella sin ninguna intervención de mi parte, fingiendo que quería comenzar una familia así que ahora me encuentro en la p%ta lona, pensando que todo lo que me ha dicho desde que me retiré, fue una mentira.
¿Cómo se puede herir de esa forma y dormir tan tranquilo por las noches? Su mi%rda me lastima, sus palabras justas y secas, sus actitudes tajantes y sus noches durmiendo fuera de casa.
Todas fueron señales las cuales ignoré por el simple hecho de amarlo como lo hago, de creer en él a ojos cerrados, pensando que todo era imaginación mía, que él jamás sería capaz de hacerme tanto daño y entonces lo encuentro una noche bebiendo y disfrutando con una mujer a la que no tuvo que mentirle y la enamoró, llevando la sortija de casado en la mano.
La repulsión que siento no. se compara al odio que tiene mi corazón guardado en estos momentos, buscando el tiempo perfecto para explotar.
Juro que me siento como una bomba de tiempo, de esas que llevan cronómetro y todo porque cuando estaciono en frente de la mansión que compró para cuando ‘tengamos hijos’, pierdo por completo los estribos.
Bajo de la camioneta. Siento que las piernas me flaquean, que tengo una llamarada ardiendo en el pecho que es lo que ahora mismo me está dando el poder de continuar. Abro la puerta, sin importarme a quién despierto, lanzo lo primero que encuentro contra la pared donde descansa una fotografía de nosotros en una navidad hace no sé cuánto tiempo.
“¡Hijo de p%ta!”, grito con fuerzas, sintiendo el ardor en mi garganta, el mismo que me asegura que pronto estallaré con más fuerzas.
Tomo un jarrón, obsequio de boda, haciéndolo añicos en el suelo de la sala, disfrutando del crujido que hace al romperse en miles de pedazos. Es como si sintiera la necesidad de sacar mi frustración de esta forma, pues así me aseguro de no sufrir un maldito ACV.
“¡Mentiroso, canalla, manipulador de mi%rda! ¡Qué reunión ni qué ocho cuartos!”, lanzo mi zapato contra el espejo de la entrada.
Estoy ciega. Nada en mi funciona como debería porque ahora mismo soy un cuerpo lleno de todo: odio, rabia, vergüenza, dolor, irritación. Todo al mismo tiempo y de un solo tirón.
Sentimientos encontrados, guardados durante semanas enteras, están saliendo a la luz y es por esto que no veo a Janice, sino que mi mente la enfoca cuando me sacude por los hombros. Al ver su expresión alarmada, sé que algo va mal en mí, puesto que jamás la había visto tan asustada en toda mi vida.
“¡Por Dios, mujer! ¿Qué pasa contigo? ¡Has destrozado toda esta planta!”,
“Ese hijo… el maldito…”, comprende a la perfección sin tantas palabras, pero igual tengo que decirlo pues para mí, será más fácil admitirlo frente a ella que sola.
Tomo aire, valor y la poca dignidad que me queda, cuando admito que el hombre al que casi he venerado, me valora lo suficiente como para poner una amante por encima de mí.
“Tiene otra mujer. Hoy es su cumpleaños, él se quedó con ella y me mintió, Janice. Ese hombre… por Dios, ¿Qué hare ahora? ¿Qué sigue después de esto?”, digo.
Me acaricia los hombros.
“Ahora nada, porque estás demasiado alterada. Tomarás algunas cosas, vendrás a casa conmigo para no y cruzarlo cuando regrese. Nos inventaremos algo luego, pero por el momento, es lo que haremos”, susurra plantando su mirada en mí.
“Y mañana, revisarás todo aquello que te negabas a ver. Cuentas de banco, transacciones pasadas, vas a seguir sus huellas como un perro de caza, cariño. Adjuntaremos pruebas, podrás hacer lo que quieras con ellas, pero serás fuerte mañana. Hoy, ahora, llora todo lo que quieras, porque no quiero ver esta debilidad en ti de nuevo, no cuando se avecina una tormenta”, dice también.
Las lágrimas caen por mis mejillas. El dolor que siento es abrumador, pero más abrumador es no saber cómo demonios continuar mañana con esta vida donde estoy casada a un hijo de p%ta.
“¿Y después de eso qué? Siento… maldición, Janice, destrozó mi corazón, mi dignidad, mi vida…”, le digo.
“Y por eso, tú vas a destrozar la suya”, me sugiere.
El primer día lloré. Lloré tanto que al día siguiente casi no podía abrir los ojos por lo inflamados que estaban, pero lloré todo lo que tenía que llorar.
Por mí, por los años que pasé engañada, por el tiempo perdido, por las malas noches de dormir sola creyendo que lo único que quería era una mejor vida para nosotros cuando en realidad se la pasaba echado con su noviecita.
Y aparte de llorar, grite. Agradezco a que Janice tenga una propiedad tan grande como la mía, porque de otra manera estoy segura de que las autoridades habrían caído en su casa, preguntando por qué demonios hay una loca que no cierra la boca.
Lo bueno de esto, es que me desahogué, junto a una botella de vodka, de lo que me arrepentí en la mañana. De esa forma pasaron tres noches completas, hasta que llegamos a los últimos días de la semana, donde me negué a responder a la puerta aun cuándo sabía que se trataba de él, buscándome.
Le había dejado una nota sobre que Janice había tenido un problema y me necesitaba, pero nada más allá de eso, lo que comenzó a ser altamente sospechoso cuando pasaron más de tres días sin que regrese a casa.
“Tienes que responderle ¿Que puedes perder? Si a fin de cuentas ya hizo todo lo malo que un hombre casado no debería estar haciendo”, dice mi mejor amiga, recostada en su cama.
“¿Podrías tener un poco más de tacto?”, bufo.
“Lo siento, olvido que estás recién engañada, pero hazlo, a ver qué dice, si demuestra un poco de sentimiento al menos ahora que no estás en casa todo el tiempo”, rueda los ojos.
“¿Y qué se supone que le diré? ¿Por qué no regreso a casa?”, muerdo mi labio inferior.
Jamás pude mentir, nunca fui buena en eso, mucho menos con Adam quien me conoce tan bien que solo hace falta una mirada para notar que algo va mal.
Justo por eso observo la pantalla de mi móvil iluminándose otra vez con una llamada entrante de su parte. Si voy a mentirle, tiene que ser ahora, aunque no estoy segura de aguantar todas las mi%rdas que tengo planeado decirle.
“Dile que tuvimos que hacer un viaje rápido a Escocia por negocios”, me dice.
“¿Escocia? ¿No puede ser Los Hamptons? Tenemos una casa ahí donde jamás vamos”, frunzo el ceño.
Janice piensa Un poco, luego me observa con la boca abierta.
“¿Qué?”, digo.
“¿Crees que la haya llevado ahí?”, me dice.
“¿A su amante?”, pregunto.
“¿Por qué no? Acabas de decirme que nunca vas, no es un mal plan”, me explica.
Niego con mi cabeza. Adam no sería capaz, digo, sé que su comportamiento ahora es el de un hijo de p%ta, pero estoy casi segura de que no me haría eso a sabiendas de cuánto amo esa casa.
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