Esposo infiel -
Capítulo 36
Capítulo 36:
“Son quinientos invitados ¿Tú qué crees?”, bufa.
Ruedo los ojos. Si bien tengo poco tiempo para prepararme, quiero que esto salga perfecto por mi esposa, porque le puso empeño y demasiado esfuerzo, así que tomo asiento a su lado comenzando a escribir los nombres y número de mesa que le faltan.
En silencio hacemos eso, siento que ella de verdad quiere hablarme, pero no le doy ni el espacio, ni el momento para eso, aunque encuentra uno.
“Tu esposa es una p$rra ¿Sabías?”, comenta Kim.
“Sí, imagina qué te haría de saber que fuiste mi amante”, digo.
“¿Ahora utilizas el tiempo pasado para dirigirte a mí? Porque yo no terminé nada, tú lo hiciste”, dice.
“Y fue suficiente. ¿No crees?”, suelto un suspiro
“Claramente no. Si sabes que no vas a deshacerte de mí ¿Cierto?”, dice ella.
Me río en voz baja, sin llamar la atención, sin dejar de escribir los nombres.
“Bueno. Ya lo hice”, lanzo el bolígrafo a la mesa, junto al papel con los nombres escritos.
Me levanto acercándome al stand de peinado donde Ava está reluciente y eso que ni siquiera han terminado con ella todavía. Me sonríe a través del espejo cuando me ve.
“¿Qué te parece?”, pregunta.
“Que vas a robarte todas las miradas esta noche, preciosa”, digo.
Se siente tan bien hacerla sentir de esta forma, que una vez más me maldigo por no haberlo hecho antes. Entonces Kim aparece en nuestro campo de visión, entregando la lista con todos los nombres y las mesas.
“Necesito que me confirme si es lo que quiere que mande”, susurra.
Ava sonríe.
“No te preocupes, lo haré yo porque ya casi no tenemos tiempo. Y lo siento, Kim, pero no podrás arreglarte en casa. Es mi turno, necesito a todas las estilistas”, le dice, enfocando la mirada en ella-
“Está bien. No se preocupe, la veré en la fiesta”, ella baja la mirada, asintiendo.
“De acuerdo”, dice.
Kim casi sale corriendo de la casa y Ava me envía a mí a hacerles llegar la lista de invitados a los organizadores antes de que vaya a ducharme.
Me preparo en la soledad de mi cuarto mientras a ella terminan de prepararla en el piso de abajo y ciertamente, no entiendo muchas de las cosas que hacen las mujeres, pero espero con ansias el momento en que pueda posar mis ojos en ella, porque la verdad, es que creo que mi imaginación se quedará corta.
En el baño me rasuro la barba creciente y preparo mi cabello hacia atrás con un poco de gel antes de salir en busca de mi traje completamente negro, hecho a la medida de Armani.
Me coloco mi Rolex luego, mi corbata negra por encima de la camisa y cierro mi saco luego de colocarme los zapatos perfectamente lustrados. Entonces es momento de bajar las escaleras, encontrando que los dos stands que estaban en medio de la sala, ya no existen.
No veo a mi esposa por ningún lado, pero el sonido de sus tacones resonando me obligan a voltear, sintiendo una puñalada en el centro del pecho cuando veo su imagen completa.
Con un vestido rojo, un diseño exótico de transparencias que deja al descubierto una de sus piernas, con un cruce en el pecho del cual se despliega su falda a ambos lados y una combinación de telas lisas y con diseños, aparece ante mí una deidad, por decir lo menos.
Sus tersas piernas lucen interminables con este vestido que no hace más que acentuar su pequeña cintura y sus grandes caderas, su figura en general, dejándola como la más bella de las mujeres que he podido contemplar en toda mi vida. ¿Y lo mejor? Es que irá conmigo del brazo, porque es mi esposa.
“Carajo, tú… ¿De qué maldito cuento de hadas saliste?”, digo sorprendido.
Sonríe, acercándose a paso firme.
“De verdad, estás… eres preciosa, Ava”, le halago.
“Gracias, tú tampoco te ves tan mal”, dice ella.
“¿Tú crees? Tengo que ir a la altura de semejante mujer”, digo.
“¿Estás listo?”, suelta un suspiro, tomando su bolso del sofá de la sala.
“Espera un segundo. Porque todo salga como lo planeaste”, voy casi corriendo hacia la licorera que tengo, sirviendo dos tragos de whiskey, para nosotros.
Eso despierta en ella, una sonrisa aún más grande cuando alza la copa para brindar.
“Por una noche que ninguno de los dos olvidará”, comenta.
POV Ava.
El coche se detiene en la entrada del salón privado donde se lleva a cabo el evento. Las luces de las cámaras apuntando hacia nosotres me hace sonreír porque hace tiempo que nadie me tomaba fotografías con tanta desesperación, pero supongo que el revivir no me sienta mal después de todo.
Adam, a mi lado, se ve espectacular y me agrada porque al menos saldremos bien en las tapas de todas las revistas de diarios del país, quizás del mundo entero, porque lo tengo planeado no es más que algo internacional.
Él tiene su mano hacia mí, entrelazando nuestros dedos. Estas últimas horas fue gentil, amable e incluso puedo llegar a decir que fue cordial en algún punto porque las cosas que no quise hacer, se encargaron él mismo.
Es la primera vez que veo esta faceta de él, donde realmente lo está intentando. Lástima que llega cinco años tarde.
Le sonrío.
“No olvides tomarme de la cintura. Quiero que nos veamos bien en las fotografías”, bromeo, haciéndolo reír.
“Cariño, con ese vestido, nadie más que yo te va a tocar. ¿Estás lista? ¿Necesitas algo?”, dice.
“Estamos retrasados, quizás algunos invitados ya llegaron”, niego con mi cabeza.
“Puede que la mayoría, bebimos de más en casa. Salgo primero y te tiendo la mano ¿De acuerdo? Todo saldrá genial”, se carcajea.
Asiento hacia él dando luz verde a este espectáculo. La puerta se abre, me acomodo el vestido mientras él baja, y como dijo, tiende la mano hacia mí la cual tomo para poder salir del coche.
Pienso que no va a tomarme de la cintura como prometió porque siento que se aleja de mí, pero es solo para poder acomodar la falda de mi vestido. Me sonríe y guiña un ojo antes de regresar a mi lado, tomándome de la cintura para acercarme a su costado.
Tiene un agarre tan fuerte y preciso que por poco y me creo que este gesto sea verdadero, A menos de su parte.
Los reporteros enloquecen. Tienen permitido estar aquí, todos los que tengan pases especiales podrán entrar a tomar algunas fotografías dentro del evento en una hora particular de la noche, por lo que son cordiales pidiéndonos fotografías.
No se apresuran ni nos maltratan, solo nos piden sonreír y mirarnos a la cara para algunas tomas, lo que me parece ridículo. Pierden el tiempo en esto como si fuera noticia, cuando en realidad, la noticia va a venir muy pronto y se olvidarán de este Momento, por completo.
“Vamos, cariño, nos están esperando”, susurra Adam en mi oído.
Le sonrío mientras me despido de los reporteros por el momento. Ambos subimos los peldaños que quedan, yo agarrada a su brazo, con él cuidando de que pise correctamente.
Llegamos donde está el organizador quien me deja en claro que la lista fue perfecta y que casi todos los invitados ya están en sus asientos. Desde mi posición puedo ver a mis padres charlando con mi suegro y su nueva conquista, supongo, quien parece tan joven que de seguro hasta le pidieron identificación para ingresar.
“¡Llegaron! Te ves preciosa, hija”, saluda el Señor Byrne.
Viene hacia mí, plantando un beso sobre mi mejilla. Me analiza con una sonrisa de suficiencia en su rostro, una aprobación que jamás había tenido de é
Inhalo profundo. Supongo que Adam no es el único Byrne en notarme tarde.
“Gracias, querido suegro ¿Te lo estás pasando bien?”, antes de que me presente a su pareja, me volteo en dirección a mi madre quien me funde en un abrazo.
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