Esposo infiel -
Capítulo 35
Capítulo 35:
“¿Puedes pasar por mis zapatos también?”, me pregunta.
“¿Qué?”, digo.
“Mis zapatos. Son nuevos, importados y tengo que buscarlos de una tienda fuera de la ciudad. ¿Crees que podrías? Me ahorrarías el envío y no quiero que se dañen”, responde.
Suelto un suspiro. A fin de cuentas, no hay mucho que esté haciendo por aquí así que tampoco me molesta hacerlo, por lo que asiento. De esta forma, me alejaré también de Kim.
“De acuerdo, envíame las direcciones y haré todo lo que quieras”.
“¿De verdad?”, sonríe, tan abiertamente, que me fascina ser la razón de ello.
“Claro que sí. Haría cualquier cosa por ti”.
“Bueno, de acuerdo. Te envío las direcciones y termino todo por aquí para que podamos almorzar juntos”.
Planta un beso sobre mi mejilla cuando siento los ojos de Kim. taladrándome la frente, pues nos observa con una clara envidia en sus ojos.
No le presto demasiada atención, solo hago lo que Ava me pidió así que tomo las llaves cuando obtengo el primer lugar donde debo de ir, supongo que a recoger su vestido.
Conduzco por las calles de la ciudad charlando con mi padre sobre su asistencia, y la de su nueva conquista, una veinteañera quien espera escalar. Supongo que el mundo empresarial está repleto.
Mi ropa está lista desde hace una semana. Ava quería algo espectacular para usar debido a que habrá reporteros, gente del medio y que prácticamente, en mucho tiempo especularon acerca de nuestra gestión por lo que será un evento bastante grande, considerando que incluso lanzaremos el proyecto de Miami frente a los inversionistas y los dueños. Tiene que ver hermosa, y no dudo que así será.
Recojo la prenda que cuesta muchos miles de dólares, la cual ni siquiera estaba pagada y tuve que pagar. Ese no es el problema, sino que parece ser tan grande que ocupa toda la parte trasera de mi vehículo y todavía parece que el espacio es pequeño.
La siguiente dirección es la más lejana. Durante el camino pienso que no vale la pena conducir tanto por un par de zapatos. Ava tiene una maldita colección en el closet, literal, una colección que va desde el suelo hasta el techo, pero no parece ser suficiente, sin embargo no me quejo.
Dije que intentaría hacer las cosas bien y es lo que está pasando.
Para cuando tengo los benditos pares en el asiento del copiloto, los cuales también tuve que pagar, noto que el mediodía ya pasó y, por lo tanto, tengo más de dos horas de conducir de regreso, así que me detengo en un restaurante de comida rápida ordenando una hamburguesa con papas fritas y una soda, para poder resistir el camino de regreso.
Me quedo a comer en el coche, cuando recibo una llamada entrante desde casa.
“¿Adam? ¿Dónde estás?”, pregunta Ava cuando respondo.
“De regreso, cariño, pero tuve hambre así que me detuve a comprar para almorzar. Lo siento, todavía tengo dos horas de viaje y no creí resistir”, respondo.
“De acuerdo, no te preocupes. Nosotros ordenamos comida para el equipo así que almorzaremos juntos y luego continuaremos trabajando. Te espero en casa”, se carcajea levemente.
Antes de que pueda responderle, Ava cuelga la llamada dejándome con la palabra en la boca. No sé si nuestras conversaciones siempre fueron así de tajantes, pero es otra cosa que tengo que solucionar.
Finalmente me pongo de camino de nuevo, sin detenerme siquiera a preguntar algo, solo conduzco hasta la casa donde al llegar, noto que hay más coches que de costumbre, lo que es demasiado confuso.
Bajo con las cosas de mi esposa en la mano, abro la puerta de entrada y el equipo sigue aquí, intentando terminar la lista de invitados en cada mesa, mientras Ava lee en voz alta los discursos de presentación porque al ser un equipo, quiere que todos participen y es lo correcto, pero lo que no es correcto es que se haya armado un centro de estética a mitad de mi sala.
Las personas van y vienen armando como dos stand, uno maquillaje y el otro de peluquería. Esto es demasiado para cualquiera y seguramente no todas las mujeres se prepararán como ella.
“¿Es este el vestido? ¡Necesitamos una plancha de calor ahora mismo que esto está arrugadísimo!”, dice un hombre al acercarse a mí.
Asiento confundido cuando me quita la prenda de las manos. No me molesta en absoluto que quiera verse preciosa, pero esto me parece extremo para una sola persona.
“Ava, amor, ¿Por qué necesitas cinco estilistas?”, pregunto en voz baja, quitándole la hoja de las manos.
“¿Qué tiene de malo?”, me mira alterada.
“Son cinco personas para ti sola, cariño. ¿Es que necesitas tantas?”.
“Adam, todas nos arreglaremos aquí. Las chicas saldrán de casa ya peinadas y maquilladas”, rueda los ojos.
La miro, gratamente sorprendido. Sé que las mujeres valoran estas cosas y se estresan cada que tienen un evento por su peinado y maquillaje, y me parece gentil de su parte, preocuparse porque las mujeres de su equipo están tan bellas como ella.
“¿Qué tienes?
“Nada. Solo… eres asombrosa ¿Sabías eso?”, susurro.
“Sí, también sé que soy inteligente, suficiente, hermosa y casi rozo la perfección”, me sonríe.
“Ve con ellas, júntense a charlar y beber champaña si quieres. Yo me encargaré”, niego con mi cabeza.
“¿Estás seguro de eso? Todavía tienes que arreglarte, terminar…”, me mira con el ceño fruncido.
“Ava, yo me doy una ducha y me visto, eso es todo. Disfruta con ellas, anda. Yo me haré cargo”, digo.
Agradecida planta un beso en mi mejilla.
“Gracias por esto, de verdad lo necesitaba. ¡Chicas, vengan aquí! Lo siento, pero como asistente tienes que quedarte hasta que Adam termine. Haz la lista, envíala a los organizadores del evento y solo entonces te prepararán”, las llama. Kim se pone de pie, pero Ava de inmediato le dice que ella no formará parte
Ella asiente, avergonzada de sentirse excluida, pero tiene razón. En Kim recae la responsabilidad de que todo este trabajo valga la pena, y ciertamente, me agrada que lo tome tan bien porque solo se sienta dónde estaba, oyendo a los demás hablar.
“Si me necesitas, llámame”, dice mi esposa, antes de desaparecer con el resto del grupo.
Por mi parte, me acerco a la mesa donde tenemos demasiados nombres y números de mesa qué unir. Pido la lista analizando a los invitados. Reconozco a la mayoría, aunque encuentro que hay bastantes a quienes no conozco de nada, pero supongo que ella sí, así que comienzo con mi labor.
Noto que Ava siguió mi consejo. A quienes sí acomodó fueron a los importantes que estarán cerca de nosotros. En nuestra mesa estaremos nosotros y nuestros padres, mientras que en las mesas siguientes estará parte del equipo de trabajo.
“Tenemos trabajo qué hacer, así que pongámonos a la obra”.
No miro a Kim, solo me dedico a hacer lo que mejor me sale, que es dirigir. Tenemos demasiados nombres, hay más de quinientos invitados que no sé de dónde salieron y por eso el lugar tuvo que ser cambiado más de dos veces, pues cada semana se sumaban más y más invitados.
Tengo una lista extensa, y con ayuda de mis empleados logramos armar en tiempo récord, la mayoría de ellos.
Y es que le pongo entusiasmo y toda mi atención porque es algo que Ava quiere que salga perfecto. De no haberle importado solo habría entregado la lista de nombres, sin siquiera preocuparse por nada más, pero sonrío victorioso y lleno de orgullo, al ver, que todos tienen un lugar asegurado.
“Bien hecho, jefe”, me alaba Oliver, parte de mi equipo creativo.
“Gracias”, miro la hora.
Lo que pensé que había sido algo rápido no fue más que una simple ilusión porque ahora mismo, solo tenemos una hora y media antes de que todos tengamos que estar allí.
“Carajo, chicos, están desocupados así que vayan a sus casas, cámbiense, que los veo en el evento en poco tiempo”, espeto.
“Si, Señor”, responden.
Estoy volteando cuando veo que Kim sigue sentada, anotando los nombres. No quiero hablarle, ni siquiera la quiero cerca, pero me veo en la obligación de dirigirle la palabra cuando noto que va a retrasarse.
“¿Necesitas ayuda?”, pregunto.
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