Esposo infiel
Capítulo 34

Capítulo 34:

POV Adam

“No puedes dejarme. Nosotros… llevamos años juntos, Adam. Yo he sido la relación más larga que jamás has tenido así que no puedes…”, susurra, casi atónita

“Mi relación más larga ha sido mi matrimonio, el cual convertí en un p%to ¡asco por haberme metido contigo.

“¿Ahora vas a culparme por tener un amorío de tres años? ¡Tú lo querías hasta hace poco!”, se ríe nerviosa, sin poder creer lo que escucha que sale de mi boca.

“Así fue, pero ya no lo quiero más y no podrás impedir que esto se termine. No puedo continuar contigo cuando me mentiste, quisiste embaucarme con un embarazo que no existe y para colmo, alegas que fue por nuestro bien. No, Kim, tú no estás bien y yo no pienso perderlo todo, por tus mentiras”, asiento, dándole la razón.

“¿No piensas reconsiderar? Porque podrías arrepentirte de esto”, alza una ceja.

“¿Me estás amenazando?”, inquiero.

Se encoge de hombros.

“¿Qué te hace pensar que no sería capaz de decírselo a tu esposa? ¿Por qué piensas que no podría ir mañana a la fiesta y decirle lo que viene sucediendo hace tres años, porque tengo pruebas y…”, da un paso al frente, lentamente.

Antes de que diga más, la ira que siento porque intentó hacerme ver como un idiota, y por las amenazas que hace, me llevan a encuellar contra la pared. La sensación de tenerla ahí me provoca náuseas, pero el que se ría no está ayudando para nada, a nadie.

“¿Quieres amenazarme? Porque estoy seguro de que tú tienes más que perder cuando vaya a tu universidad, busque al responsable de las pasantías y presente pruebas de que estos tres años, no has hecho más que c%gerte a tu jefe qué aprender”, gruño en su rostro.

“Ambos nos metimos en esto, ambos perderemos”, dice.

“No somos iguales, Kirn. La diferencia entre tú y yo, es que yo soy tu jefe, el dueño de la empresa y tú, no eres más que una estudiante viviendo en un departamento que no es suyo, gastando todo el dinero que ganas en las pasantías para verte bien, creyendo que en algún p%to momento, iba a darte el puesto de mi esposa, porque eso creías ¿No?”, niego con mi cabeza.

Sus ojos se cristalizan al instante y me siento como un idiota al hacerle ver lo que hizo mal de esta forma, porque Kim es muchas cosas, pero nunca fue tonta, por eso duró tanto a mi lado, sin embargo, el que enseñe su verdadera cara solo me enfurece.

Me enfurece porque en cierta forma tiene razón. De salir esto a la luz, no solo ella perderá, sino que también yo.

“Déjame”, gruñe.

Me golpea el brazo con el que la sostenía, alejándose de mí al no sentir mi mano en su cuello.

“¿De verdad quieres jugar a esto?”, pregunto.

“¿Después de tanto tiempo quieres terminar las cosas así? ¡Fueron tres p%tos años, Kimberly”, espeto.

“¡Tres años donde fui tu amante y ya no quiero serlo más! Prefiero perderlo todo y saber que tú también lo hiciste, a quedarme quieta esperando el p%to momento en que te canses de mí y me dejes con una mano delante y la otra detrás, porque eso no pasará”, expresa Kim.

Golpeado por sus palabras, retrocedo unos pasos.

“¿El dinero es lo único que te importa? ¿De verdad? ¿Es por eso que intentaste embarazarte de mi? Ay Kim, ¿Es que no te diste cuenta que ni siquiera con un niño ibas a atarme? ¿Quieres acaso la vida que tiene mi esposa?”, la furia que siento es descomunal, tanto así, que me importa un carajo lo que haga de ahora en más.

“Sí. ¿Si quiero el esposo, la carrera exitosa, y el futuro lleno de lujos? Sí, lo quiero con ganas y verás que cuando te pegue una patada en el trasero, después de que sepa que llevas años conmigo, viéndole la cara, regresarás a mí, porque aquí es donde perteneces”, asiente.

“¿Sabes qué pasará cuando Ava se entere? Me disculparé e intentaré ser un mejor hombre”, me burlo, negando con mi cabeza.

“Y seguiremos juntos. Quien va a desaparecer, eres tú. No yo”, gruño, caminando hasta la puerta.

Salgo del apartamento hecho una fiera. ¿Cómo carajos pude ser tan ciego? Durante semanas enteras ha estado comprando casi los mismos atuendos que Ava, intentando imitarla, queriendo ser ella en todo el sentido de la palabra y lo creyó tanto porque yo le di ese poder. Yo le permití pensar, que estaba con Ava por su elegancia y no por otra cosa.

Me maldigo a mí mismo, aunque esta salida me hizo ver que no tengo de qué preocuparme con ella.

Sin bebé de por medio, puedo enfocarme en sanar mi relación con mi esposa, intentar tener un matrimonio normal y saludable donde apenas pueda, concebir un bebé, uno propio, un legítimo heredero.

Pensando solo en eso, detengo el coche en la entrada de nuestra casa. Las luces están apagadas cuando pongo un pie en la sala, me dijo que estaría en el despacho, aunque las luces también están apagadas.

Lo primero que pienso es que podría estar en la biblioteca, pero fallo pues no está en toda la planta baja, sino en nuestra habitación, completamente dormida, entonces me quito la ropa, apago la televisión antes de recostarme a su lado y la abrazo por la cintura, atrayéndola hacia mí.

Inhalo el perfume que desata su cabellera. Es increíble que en todos estos años no me hubiera   atrevido a detenerme dos segundos para notar lo buena mujer que era, sino hasta que ya es tarde, aunque no imposible de remediar.

“Prometo que haré las cosas mejor. Seré un mejor hombre por ti, Ava”, susurro en voz baja, cayendo en la más puras de las inconsciencias al poco tiempo.

La mañana siguiente, todo se vuelve un caos. Mi casa está repleta de personas, entre ellas Kim quien tiene que estar aquí como asistente de Ava quien quiere todo perfecto.

Si bien tenemos organizadores del evento quienes se encargaron de conseguir el lugar, de enviar las invitaciones y de la decoración y comida, mi esposa está tan preocupada por los asientos, por la organización y por qué todo salga como lo planeó, que trajo a todo el equipo de trabajo a casa a las seis de la mañana.

Para cuando me levanto, ya duchado y con un traje casual para estar en la comodidad de mi hogar, no pasó desapercibida la mirada en el rostro de Kim, quien no disimula para nada lo que está viendo, y es a mí.

Tanto así, que Ava lo nota, chasqueando sus dedos frente a ella

“Tu trabajo es aquí, no analizando a mi esposo. Sigue trabajando, Kimberly, que para eso se te paga”, dice con firmeza.

El tono que utiliza deja entrever que está molesta, quizás ansiosa o incluso un poco alterada por lo que será el evento esta noche y justo por eso me acerco por detrás, tomándola de la cintura.

Siento que se queda rígida y lo entiendo. Hace tanto tiempo que no hago estas cosas con ella, que había olvidado lo bien que se siente tener su calor cerca del mío.

Estoy embelesado por el aroma que desprende su cabello, por eso hundo mi rostro en el nacimiento de su cuello, donde hay un mechón de cabello húmedo, antes de plasmar un beso sobre su mejilla.

“¿Qué estás haciendo?”, pregunta risueña.

“Dando los buenos días. Buen día, equipo”, susurro, besándola de nuevo.

Todos lucen confundidos y no son para nada disimulados y es que ¿Cómo puedo pedirles que vean esto como normal cuando es más que obvio que todos los presentes saben de mi aventura con la asistente de mi esposa?

“Buen día, jefe”, dice Kim, sin mirarme.

El tono burlón de su voz atrae a Ava, pero antes de que diga algo, la jalo a un costado sutilmente, abrazándola de frente.

“¿Qué tienes?”, me mira con el ceño fruncido.

“Nada, solo quería verte. ¿Te sientes bien?”, le pregunto.

“Estoy cansada, todavía tengo que ir por mi vestido, terminar de acomodar a los invitados, leer los discursos de todos para que no haya errores y tengo que comprobar que el video de la transmisión sea el correcto”, suelta un suspiro, apoyando sus manos sobre mi pecho.

“Deja que vaya por tu vestido. Mi discurso es perfecto, cariño, te lo aseguro y no pienses demasiado en dónde se sentará cada uno, solo pon a los importantes cerca de nuestra mesa para que tengamos interacción y luego a los demás por parejas. Iré por el vestido ¿De acuerdo? Traeré algo para el almuerzo, y…”, me mira algo dudosa, acaricio sus hombros.

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