Esposo infiel -
Capítulo 33
Capítulo 33:
“¿Quién va a detenerme? ¿Vas a gritar acaso? Porque también puedo llevarte a un hospital donde te sacarán una muestra de sangre y me dirán si esto es real o no, así que ahórrate la humillación y toma la maldita prueba”, mis palabras son tan firmes que sabe que no tiene otra opción.
Quizás por eso toma la prueba, intentando cerrar la puerta.
“Con la puerta abierta”.
“No me verás”, rueda los ojos.
“Te conozco desnuda, Kimberly, ahora hazlo, que no tengo todo el día”, ordeno.
Enfadada, porque lo veo en sus ojos, ella se baja el pantaloncillo de lino que trae puesto. No quita la mirada de mí mientras introduce entre sus piernas la prueba, para luego orinar sobre ella.
Me enseña que está toda empapada, y la deja sobre el retrete, saliendo casi corriendo hasta la habitación donde cierra con seguro.
A este punto no me importa si no quiere darme explicaciones, solo me tomo el tiempo que dice la prueba, observando que la segunda línea, la cual tendría que aparecer de estar embarazada de seis semanas, jamás lo hace.
Ni a los dos, diez, quince y veinte minutos. Simplemente, no hay segunda línea, por lo tanto, tampoco un bebé de por medio, cosa que me alegra y cabrea al mismo tiempo.
Voy directo hasta su habitación, golpeando la puerta varias veces.
“Abre, Kim. Tenemos que hablar”, espeto.
“No. Vete, no quiero verte”, responde.
Inhalo profundo, intentando no perder la paciencia.
“Kimberly, ¡Abre la maldita puerta, ahora! Vamos, abre y dime a la cara por qué carajos ¡Mentiste acerca de estar embarazada!”, grito enfadado.
Las miles de mi%rdas que dijo hace horas atrás, sobre lo de ser una familia, tener un futuro juntos y más que nada, la mentira de que tendría a mi primogénito, son las que más me hacen enfadar cuando lo pienso, porque literalmente esta mujer me tomó por idiota.
Creyó que podría fingir conmigo, que le creería, así como si nada, como si… como si fuera un estúpido puberto.
“¡Abre la p%ta puerta si no quieres que la tire abajo!”.
“¡Vete o llamaré a la policía!”, amenaza, lo que me pone peor.
“Hazlo, llama, y les diré que eres una simple aparecida que está viviendo en el departamento mi esposa ¿Adivina a quién sacarán a patadas? ¡Abre la p%ta puerta!”, digo.
Me alejo. Tengo que caminar un poco para calmarme y así no cometer ninguna locura. Al ver que no abre, de verdad comienzo a pensar que llamar a la policía es una buena opción, aunque también podría tirar abajo la puerta, lo que llamaría la atención de los p%tos vecinos.
Estoy enloqueciendo lentamente, cuando siento que el seguro se quita desde dentro y una muy llorosa Kimberly aparece a los segundos. Está nerviosa, sudando y demasiado sentimental como para despertarme un poco de compasión.
“No te molestes conmigo. Es que… querías dejarme, Adam, y yo te amo, de verdad, solo quería… quería impedir que me abandonaras”, me pide entre sorbos que da por la nariz.
Me río histérico.
“¿Querías impedirlo fingiendo un embarazo? ¿Qué ibas a decir cuando las semanas pasaran y no te creciera el vientre? Porque de verdad, no entiendo cómo pudiste pensar en algo tan estúpido como esa mentira solo para retenerme”, pregunto molesto.
“Tienes razón, no lo pensé. Creí que dejarías a Ava, que te vendrías a vivir aquí o que yo… Esperaba que la echaras de tu vida apenas supieras del bebé, pero no te importó nada”, se encoge de hombros.
“¡Porque ese bebé es una mentira!”.
“¡Y de ser real tampoco te importaría! Creí que te importaría, Adam, de verdad, pensé que al menos me dirías que intentarías dejarla, pero solo propusiste un aborto”, grita furiosa.
“No me jodas”, le digo.
“¡Querías que abortara para que siguieras en tu vida perfecta mientras yo seré siempre la amante!”, espeta.
“¡Y siempre será así! ¿De verdad creíste que en algún momento iba a dejarla? Por favor, Kim, te creí más inteligente”, grito, sorprendiéndola
Retrocede, como si mis palabras la hubieran abofeteado.
“¿Pensaste que me esmeraba tanto para ocultarlo solo para que me diera tiempo y así separarme? Porque de ser así, realmente estás más tonta de lo que creo”, me burlo.
“¿Qué dices?”, pregunto.
“Que todo fue un engaño, Kimberly. Solo quería se%o, una mujer y te tuve. Duraste demasiado conmigo porque aceptaste mis términos”, me dice.
“No hacías preguntas, no te importaba si me quedaba o no y todo hubiera sido perfecto, de no ser porque comenzaste a querer más, a pedir siempre más de lo que estaba dispuesto a darte y te juro que pensé que no podría terminar esto por temor a herirte, Kim, pero esa mentira, esa treta tuya para que dejara a mi esposa, intentando tomarte atribuciones que no te correspondían en absoluto, fue la gota que rebalsó el vaso”, termina de decir.
“¿De qué estás hablando?”.
“Que esto se terminó”.
POV Ava.
“Hiciste que saliera del calor de mi hogar, ¿Para venir a perseguir al infiel de tu esposo? Cariño, él ya te pone los cuernos ¿Por qué sigues atormentándote a ti misma?”, ironiza Nick, mientras conduce.
“Te pedí que me buscaras porque él no va a reconocer tu coche, ahora cierra la boca y síguelo, que lo podemos perder”, ruedo los ojos.
Nick no lo entiende, y ciertamente, tampoco yo, porque cuando creí que podría perdonarlo, seguir adelante y creer en sus palabras después de toda lo bonito que dijo en casa, después de pasar días enteros buscando mi atención y mi tiempo, finge tener que buscar unos papeles cuando sé que no se dejó nada.
Puede que crea que soy imbécil por haberme quedado callada y no haberle refutado absolutamente nada sobre su salida de esta noche, pero mi mente intenta creerle que es allí a donde va, porque la realidad es que no quiero negarme a creer lo que me dijo en casa.
Le di la oportunidad de su vida de no echar a perder todo lo que tiene, y la desaprovechó, y lo sigue haciendo ahora que veo que entra a una farmacia.
“¿Qué hace aquí?”, me pregunto a mí misma.
“Quizás tiene dolor de cabeza”.
Suelto un suspiro. Compra algo rápido y luego se encamina hasta el edificio donde vive su novia. El coche se pierde en el estacionamiento, con mi corazón en esas ruedas que han dejado bastante claro, que las palabras que salen de su boca no significan absolutamente nada.
No entiendo por qué me siento tan mal en estos momentos. Hace más de un mes que sé de su aventura, pasé semanas enteras planeando el día de mañana y me reprendo a mí misma por casi tirar todo a la mi%rda para perdonarlo esta misma noche.
Mi necesidad de tener un hogar, una familia y a él, casi me llevan a perder la cordura y perdonarlo en una noche, por una infidelidad de tres años, pero entonces sucede esto. Sucede que nada de lo que sale de su boca es cierto y que como siempre, la que queda como estúpida, soy yo.
Pero no más. Ya no.
“Ava, sabes qué está por hacer ahí, ¿Verdad?”.
Trago grueso, asintiendo.
“Sí. Está perdiendo todo. Llévame a casa, por favor”, susurro.
“Oh, cariño, de verdad lo siento”.
“Yo lo siento, pero no por mí, sino por él, porque acaba de tirar por la borda la última oportunidad para no hacer mi%rda su vida”, suelto un suspiro.
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