Esposo infiel
Capítulo 32

Capítulo 32:

“Ava, cariño, ¿De dónde sacas esas cosas?”, le pregunto.

“Dímelo. Si de verdad tienes una aventura, dímelo y firmaré los papeles de divorcio ahora mismo”, se aferra a mi camisa

“¿Divorcio?”, me alejo de ella, mirándola con el ceño fruncido.

“SÍ, porque si me engañaste fue porque te enamoraste de alguien más. Si fuiste capaz de tener a otra mujer en tu vida, fue porque no te di suficiente y ella sí, así que dime, si tienes una amante, firmaré el divorcio apenas llegue, te daré la libertad de hacer tu vida como quieras y…”, dice con firmeza, a pesar de todo el sentimiento que veo en sus ojos”

“Detente, Ava, deja de decir eso”.

“Es que es la verdad. Si tienes a otra, tienes que decírmelo para que yo pueda continuar con mi vida”, susurra y la sola idea de que alguien más ocupe mi lugar, me enloquece.

¿En qué estaba pensando? Ava está frente a mí, con todo gritándome que por favor no tenga una amante porque su mundo se destruiría.

Esta mujer vive para mí, para nuestro matrimonio. Supo cuidarme, darme amor, contención y comprensión cuando lo necesité. Fue mi pilar cuando apenas comenzamos esto juntos y yo… le pagué de la peor manera.

Quizás no la amé como ella a mí, pero tuve que haberla respetado por la clase de mujer que es. Me siento como la mi%rda. Desde el primer momento en que comencé esa aventura con Kim, tuve que haberla terminado y ahora me veo entre la espada y la pared,

“Dímelo”, me ruega, aferrándose a mis brazos. Tomo su rostro con ambas manos.

“Ava, nadie nunca estará a tu altura. Eres mi esposa, la futura madre de mis hijos, quien me ayudó a tener lo que tenemos y ese es tu lugar. Eres la Señora Byrne, la única; y siempre será así. Escucha bien esto, Ava, nadie jamás va a tener tu lugar, y nunca podría fijar mis ojos en alguien más que no seas tú”, digo con firmeza.

Intenta bajar la mirada, pero la obligo a mirarme.

“Lamento que todo este tiempo hayas creído que hacía una vida aparte de la que tenemos juntos. Los viajes, las reuniones, todo eso fueron para aumentar nuestro patrimonio, tener seguridad económica, demostrar que nosotros también podemos llevar la empresa igual o mejor que nuestros padres. Nunca hubo otra razón de por medio, y no la habrá jamás, porque te prometo que me esforzaré por ser un mejor esposo”, prometo.

“Adam…”, dice.

“Seré el hombre que mereces, Ava”, aseguro.

Tendremos nuestra familia, seremos felices. Te hare feliz, cariño, eso te lo prometo, y si alguna vez lo olvido, tienes todo el derecho del mundo a hacerme pedazos.

“No me digas eso, que te tomaré la palabra”, aquello la hace reír.

“Si sientes, alguna vez, que destruyéndome podrás sanar por algo que te hice, hazlo. No me quejaré, no voy a reprocharte nada, porque aquí la única que merece un maldito cuento de hadas, eres tú. ¿Entiendes?”, me encojo de hombros.

Ella asiente, inhalando profundo unos minutos, para luego acomodarse de nuevo en mis brazos.

La sola idea de tenerla así, siempre, cruza por mi mente dejándome como un idiota porque estas semanas comprendí que Ava es la combinación perfecta a mi personalidad. Es trabajadora, lista, encantadora, inteligente como el demonio y me ama. ¿Qué demonios he estado buscando tanto?

La misma pregunta ronda por mi cabeza más de cuatro veces y solo llego a la conclusión de que, si hay un bebé de por medio, me haré cargo, tomaré la responsabilidad, pero nada más. No pienso ni por un segundo, dejar a Ava.

“Cariño, vas a asesinarme después de todo lo que dije, pero tengo que regresar a la oficina”, digo, cuando la película termina.

“¿Es en serio?”, pregunta.

“Sí, lo siento”.

“¿Y es tan importante que tienes que ir ahora? Pensé que me ayudarías a terminar los últimos detalles de la fiesta”, ella se endereza, observándome con el ceño fruncido.

“Lo sé, lo haré, pero tengo que ir a por esos papeles. Son proyectos y un discurso que me fascinaría decir mañana en la fiesta. Sé que quieres que todo salga perfecto, así que me esforcé y lo escribí a mano incluso. Tengo que ir por él, mañana no tendré tiempo”, digo, tomando su mano

“Bueno, está bien. Intentaré terminar lo último antes de que llegues así dormimos temprano ¿Sí?”, me mira por unos segundos, hasta que finalmente suspira, rodando los ojos.

Sonrío, besando el dorso de su mano.

Ava no pone resistencia así que me apresuro, tomando una ducha rápida para sacarme el sudor del cuerpo. En el transcurso de mi vestimenta, le envió un mensaje a Kim diciéndole que iré al departamento en media hora, a lo que responde que tiene antojo de helado.

Le digo que le llevaré una sorpresa. Termino de prepararme y salgo para no encontrar a Ava en el dormitorio. Bajo las escaleras, la siento en la cocina. Voy a darle un beso cuando noto que tiene helado entre las manos.

“Estaré en la oficina para cuando regreses ¿Sí? Cuídate, cariño”, deposita un beso en mi mejilla.

“Lo haré. Te veré pronto”.

Salgo hacia el garaje, tomo mi coche y avanzo por el barrio privado hasta que salgo a la carretera que me lleva directo hacia el centro de la ciudad. En el camino tengo que detenerme a comprar el regalo para Kim, el cual guardo en el bolsillo de mi saco y luego retomo el camino.

Sé que es tarde, mañana es la gran fiesta de Ava quien ha puesto demasiado esfuerzo y dedicación a esto así que, por mi parte, tengo que hacer lo posible para llegar la fiesta en paz, por eso me preocupa tener este asunto claro para poder enfocarme en el nuevo renacer que espero obtener.

Para cuando llego al edificio, dejo el coche en el estacionamiento, subo por el ascensor hasta el piso donde está viviendo Kim, y antes de poder tocar, ella abre. Me estaba esperando, demasiado sonriente.

“¡Amor! Sabía que cambiarías de opinión. ¿Dónde está mi helado?”, dice, lanzándose a mis brazos.

“Te traje una sorpresa mejor que el helado”, me alejo, sonriendo también.

Mis palabras la emocionan tanto que parece una niña saltando en un pie de felicidad.

“¿De verdad? ¿Qué es? Espero que aretes porque en serio me hacen falta para mañana”, dice.

“No son aretes, pero me haré feliz que la uses ¿Estás lista? Cierra los ojos”.

Hace lo que le pido, entonces saco de mi bolsillo lo que compré, lo coloco bien en mis manos para que pueda leer de qué se trata y cuando estoy listo, le pido que abra los ojos.

Toda la emoción se esfuma en dos segundos. Pasea la mirada entre la prueba de embarazo y mis ojos, deseando desaparecer de este mundo.

“¿Qué es eso?”, pregunta.

“Sabes exactamente lo que es. Vas a hacerte la prueba, Kim, ahora”, digo con firmeza.

“¡Acaso perdiste la razón? No puedes pedirme algo como eso, ya te dije que sí estoy embarazada”, frunce el ceño, alejándose de mí

“Entonces no tendrás problemas en demostrarlo ¿Cierto? Es solo una prueba. Orina sobre ella y si sale positivo, pensaré en cómo hacerme cargo del bebé y cómo decírselo a mi esposa”, me encojo de hombros.

“¿Estás hablando en serio? Adam, tú y yo c%gimos muchas veces, no puedes…”, abre la boca, sorprendida y ofendida al mismo tiempo.

“C%gimos, pero siempre con condón ¿Cómo puedes estar embarazada de mí si siempre me cuidé? Eso es imposible”, le recuerdo

“No tomaré esa prueba, no lo haré”, niega con su cabeza.

Intenta alejarse hacia la puerta, pero yo no estoy para juegos. Cuanto más pasa el tiempo, más me convenzo de que esto es todo mentira, y por eso la tomo del brazo casi arrastrándola hasta el baño donde la empujo dentro, quedándome en la puerta.

Le lanzo la prueba.

“Hazla, Kim”, ordeno.

“No puedes obligarme a hacer esto si no quiero”, dice ella.

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