Esposo infiel -
Capítulo 26
Capítulo 26:
Y el saber que él estuvo con Kim antes de ir a verme ese sábado, me hizo rabiar y comprender que sin importar cuánto me esfuerce, él no cambiará. Adam jamás será un hombre de palabra así que… le enseñaré que debe de cumplir sus promesas. Todas.
Al lunes por la mañana me niego a ir a trabajar. Todavía no me encuentro bien emocionalmente como para fingir que estoy molesta con él así que me quedo en casa, de nuevo. Quiero tener otro día para mí, cuando la puerta de mi habitación se abre, enseñando a mi madre.
Siempre pulcra, serena y con su expresión estirada, sin ninguna expresión en realidad y es que siempre fue así, con ella jamás sabes qué está pensando o si al menos tiene algo en su cabeza, pues cada que habla, parece que, de hecho, nació hueca.
Pero es mi madre, no tengo más alternativa que oírla, más que nada porque ahora veo, que la única razón por la que se entromete en mi matrimonio es porque yo se lo permití, pues inconscientemente, también pensaba como ella, que el matrimonio es para siempre, que como mujer tenía que mantenerlo siempre contento y con deseos de tocarme, porque ilusamente creí, que siendo buena mujer sería suficiente.
“¿Qué estás haciendo?”, pregunta.
“Veo un poco de televisión. Hace años que no lo hacía”, señalo la televisión.
“Tampoco yo”, da dos pasos dentro de mi cuarto.
“¿Por qué no fuiste a trabajar? Creí que te gustaba ser una mujer independiente”, pregunta.
“Puede ser, pero hoy no. Tengo ganas de quedarme aquí”, me encojo de hombros.
“Qué bien. Dado que no estás haciendo nada importante, y por tu pijama sé que no vas a salir a ningún lado, ¿Podemos hablar?”, dice.
Trago grueso. Hablar con mi madre siempre supuso una pelea sin sentido al final. Casi nunca estábamos de acuerdo, a no ser que tuviera que ver Adam y mi matrimonio cuando creí que el mundo era rosa y que el hombre al que estoy ligada legalmente me amaba. Porque ahí sí que nos llevábamos bien.
No sé si estoy segura de sí deberíamos o no tener esta conversación, pero toma las riendas tomando asiento en el sofá que tengo a los pies de la cama.
“Hija, lamento haber dicho que era tu culpa que Adam te engañara. Creo que nadie mejor que yo para saber que si un hombre te engaña, no tiene nada que ver contigo”, señala, dejándome sorprendida.
“¿De qué estás hablando?”, frunzo el ceño.
“Bueno, tu padre nunca fue una perita en dulce, pero solía comportarse bien. Antes de conocer a Byrne eran salidas nocturnas y uno que otro incidente”, dice.
“¿El padre de Adam?”, pregunto.
Asiente, sonriendo a medias, aunque una sonrisa tan triste que me da pena.
“Ese es un hijo de p%ta. Llevó a tu padre por el mal camino. Me enteré al poco tiempo que fundaron la empresa, que tu madre tenía una amante más joven que yo, con quién tenía una vida aparte y la llevaba de vacaciones mientras yo me quedaba en casa contigo”. admite, dejándome aún más sorprendida al oírla usar malas palabras. Es una Señorita, eso no hacen las Señoritas, según ella.
“¿Y qué hiciste?”, sacudo la cabeza, incapaz de creer que papá haya sido capaz de semejante cosa.
“¿Qué podía hacer? Era joven, estaba casada, te tenía a ti en brazos y lo único de lo que fui capaz, fue de perdonarlo. Jamás lo confronté, pero él me lo contó al poco tiempo de que cumplieras los dos años”, se encoge de hombros.
“Mamá… eso fue… ¿Por qué no separarte? No tenías que soportarlo”.
“Lo sé, pero también sabía que este mundo al que pertenecemos, Ava, no es gentil con una mujer que se divorcia. A los hombres los alaban por tener a muchas mujeres, sin importar su estado civil, y dan por sentado que las esposas debemos callar y hacer la vista gorda, de otra forma estaríamos arruinadas. Yo iba a estar arruinada, por lo tanto, tú también, y no quería una vida de carencias para ti aunque me aseguró que jamás me faltaría algo”, explica.
Inhalo profundo, intentando visualizar a una joven madre, con apenas un poco de dinero, sobreviviendo mientras mi padre se pavoneaba por todos lados con otras mujeres.
Sigue pareciéndome cruel el haberse quedado. Eso es negligencia emocional, ser incapaz de salir adelante por el qué dirán, aferrándote a una vida de infidelidad.
“Claro que tu situación económica no es la misma, sin embargo, eres una figura pública, amor.
“A mí no me preocupa estar en los tabloides, mamá. Los tiempos cambian, ya nadie quiere a los infieles”, niego con mi cabeza.
Sonríe, asintiendo.
“Lo sé, pero tampoco a las resentidas. Tu madre me dijo lo que planeas hacer. Eso de vengarte y ciertamente, me parece una idea ridícula”, aclara, mirándome fijamente.
“¿Por qué te lo contó?”, aprieto la mandíbula.
“Porque lo amenacé. Sea como sea, no me parece que el camino de la venganza sea la mejor opción”.
“¿Quieres que me quede veinte años y así poder darle consejos a mi hija después sobre cómo aguantar las infidelidades?”, suelto un suspiro.
“No seas cruel conmigo. Ayer dije cosas que no debí decir, pero es mi desesperación porque tomes la decisión correcta, me fui de lengua, lo admito. Solo quiero lo mejor para ti”, dice.
“Quizás lo mejor está esperando a que deje la basura de lado. ¿Qué dices sobre eso?”, cuestiono.
“Puede ser, pero la forma de separarte, hija, no es a través de la venganza. Nadie gana nada con eso, más que escrutinio público y créeme que si te vengas de Adam, el quedará como la víctima ante los medios quienes terminarán de sepultar tu carrera”, asiente.
Al fin un punto en el que puede tener razón. No al cien por ciento, pero si en algunas cosas que afectan directamente mis planes para la fiesta.
“¿Cuál es tu consejo? Porque después de esto no puedes no tener un consejo para mí.
“Aguanta”, dice.
“¿Qué?”, pregunto, con una mueca de disgusto en mi rostro.
“Aguanta, Ava. ¿Quieres vengarte? Hazlo, pero como una dama. No te arrastres, no quedes como resentida, cariño”, espeta.
“No te entiendo”.
“Quiero decir que, si quieres divorciarte, no estoy en contra. Me puse a pensar y, tengo varias amigas que tienen hijas divorciadas y luego encontraron un gran amor, uno de verdad, pero ninguna se divorció en medio de un escándalo y créeme que, si te vengas de él, crearás una tormenta”, bufa, inquieta.
“Nadie sabrá que fui yo”, sacudo la cabeza.
“Lo sabrán. lo supondrán, en todo caso, es lo mismo”, afirma.
“Entonces no tengo idea de cómo hacerlo. Si dices que todas formas van a sospechar de mí.
“Claro que lo harán, eres la esposa, por supuesto que pensarán que eres tú, mucho más si al poco tiempo pides el divorcio ¿Comprendes?”, asiente.
“Entonces, quieres que me vengue, pero con cuidado y que no me divorcie, ¿A eso quieres llegar?
Suelta un suspiro.
“Sí, si te vas a vengar, asegúrate de quedar como la víctima ante todos. Toma el papel, asúmelo, ámalo y no lo dejes. Conviértete en la maldita esposa amorosa que planea darle otra oportunidad para mejorar su matrimonio. Utiliza esta experiencia de mi%rda para ascender y dejarlo en el suelo mientras tanto, porque cuando decidas separarte, nadie pensará que no hiciste lo que estuvo en tus manos para que funcionara, sino que toda la culpa, la mala publicidad y el declive de su carrera, quedará para él”, dice.
Su plan tiene ciertas similitudes con el que yo estaba trazando, sin embargo, me sirven sus consejos para hacer una ligera mejoría pues, lo primero que tuve en mente, fue divorciarme después de la fiesta. Ahora las cosas son distintas.
“Pensé que no estabas de acuerdo”, inhalo profundo
“No lo estoy. Creí que Adam era un gran chico, pero tuve que haber sabido que nada bueno sale de Herny Byrne. Y tu padre me enseñó la fotografía que le pasaste de Adam con esa chica en tu aniversario. De verdad lo siento, florecita”, sujeta mi mano.
Mi lado emocional está haciendo meca en mi interior. Creí, muchas veces, que nada de mi vida le importaba a mi madre y creí haberlo confirmado ayer en el desayuno, sin embargo, ahora, solo puedo pensar que mi madre fue una mujer incomprendida y que es tan miserable por la vida que lleva pues sabe que, si se divorcia, no obtendrá nada.
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