Esposo infiel
Capítulo 25

Capítulo 25:

Me río. Si tan solo hubiera sido así, quizás tendríamos problemas hoy en día como un matrimonio normal, aunque sé que no estaríamos tan mal por otra mujer, mucho menos una menor que yo. En todo el sentido de la palabra.

“Quizás quiera eso. Quizás quiera quedarme soltera y tener una fila de consoladores de distintos tamaños, colores y formas antes que a un bueno para nada que solo sirve para calentar mi cama”, la enfrento.

Queda estupefacta y yo cansada. Por esto es que jamás he recurrido a ella en busca de algún consejo matrimonial, ni mucho menos laboral, porque jamás ha tenido que mover un pinche dedo en toda su vida,

Me altera la existencia porque cualquier madre estaría orgullosa de tenerme. Soy arquitecto, tengo diplomas, cursos realizados, soy una de las mejores en mi rama, tengo éxito económico y no necesariamente por lo que papá me heredó, sin embargo, ella se siente orgullosa de que tenga un esposo. Nada más que eso. Un esposo.

“¡Ava Katherine Dawson! ¿Desde cuándo eres tan vulgar? Te crie para ser la mejor, una dama, una Señorita, y llegas ebria, vestida como una  y hablas de divorciarte de un hombre que no ha sido más que atento y cariñoso contigo”, grita ofuscada.

“También infiel ¿Qué? ¿No tienes nada bueno para decir ahora?”, admito, dejándola en shock por escasos segundos.

Pienso, estúpidamente, que su discurso se detendrá, que se preocupará por mí, que preguntará cómo me enteré o qué mi%rda sé yo, pero solo toma asiento, intentando respirar.

Buda, molesta, intentando calmar sus nervios pide a gritos una copa de champaña.

“¿Ese es el único problema en tu matrimonio? ¿Por eso escapas de tu casa, te emborrachas e intentas ser algo que no eres?”, dice ella.

“¿Tengo qué aceptarlo?”, cuestiono.

“Eres mujer, Ava”.

“Justo por eso. Merezco respeto, soy su esposa”.

“No es para tanto”, rueda los ojos.

¿Es que te parece poco?”, frunzo el ceño.

“Dada tu posición, sí. Muy poco. Y…”, bebe de un solo sorbo la copa que le trajeron.

“¿Disculpa?”, digo.

“Ava, cariño. Eres privilegiada de tener un esposo que ha cuidado de ti durante cinco largos años. Te ha dado una casa, una vida, un status, y tú no le retribuiste en nada”, suelta un suspiro.

“¿Así que es mi culpa ahora?”, digo indignada, me pongo de pie.

Estoy intentando no enloquecer, a mi lado, mi padre no hace más que mantenerse callado, siendo invisible, como lo fue la mayor parte de mi maldita vida.

“No le diste hijos, quizás con hijos las cosas habrían funcionado”.

“¿Así que tú ataste a mi padre con un embarazo? Genial, te felicito, eres toda una cazafortunas”, me río, a más no poder.

“A mí no me faltes el respeto que soy tu madre”, reclama.

“Ese papel te queda demasiado grande. Te digo que mi esposo me está engañando y no haces más que culparme. ¡Felicidades, ganaste el premio de la madre del año! Maldita bruja”, gruño molesta

Queda de piedra. Durante años dije que no me importaba lo que ella hiciera o dijera sobre mí, ni siquiera cuando criticaba mi peso, mi cabello, mi forma de vestir o la carrera que le escogí. Nada.

No me importaba nada, hasta ahora, porque si hay algo que sé con seguridad, es que mi valor como persona no se define por lo mi%rda que los demás son conmigo. Incluso ella o Adam.

“Estoy cansada de que quieras siempre manejar mi vida, que todo te parezca mal y agradeceré si me niegas como tu hija en público después de que mi divorcio salga, porque saldrá, porque no quiero tener nada que ver contigo”, digo alterada.

“Creo que esto se está saliendo de control. Ambas tienen que calmarse, así no se soluciona nada. Ava, hija, ¿Quieres que te ayude a conseguir un buen abogado? Conozco un juez que podría firmar ese papel para ti en dos meses, incluso menos”, mi padre carraspea.

“¿Vas a apoyarla en esto? ¡Va a ponernos una montaña de mala publicidad encima, Harold!”, mi madre se pone de pie, toda ofuscada, sin dañar siquiera un poco su traje.

Él suelta un suspiro.

“Lo prefiero, de verdad que lo prefiero por encima a que media ciudad sepa que la engaña y que es una idiota, porque es mi hija, y yo sí la defenderé”, dice, con una firmeza que pocas veces vi en él.

Papá es la clase de hombre que evita las confrontaciones, a tal punto que desde que tengo uso de razón dejó que ella hiciera lo que quisiera conmigo, pero sin interferir en lo que yo deseaba hacer. Fue por él que pude estudiar, porque me dio su apoyo, pues siempre dijo que quiere que sea una Señorita, más no una estúpida.

Ver un desfile de niñas preciosas, pero sin dos gramos de inteligencia en sus lavados cerebros por la comunidad rica de Nueva York, quienes les infunden a sus hijas el concepto de que casarse es el mayor logro que tendrán en su vida, fue lo único por lo que mis padres disintieron siempre.

“Bien, perfecto ¡Simplemente perfecto, Harold!”.

Suelto un largo suspiro, comprendiendo que quizás cometo un error al deber a mi madre mis dudas porque no tardara en hablar con Adam sobre esto o quizás no lo ata, porque sé que no perderá oportunidad para pedirme de nuevo, más tranquila, que regrese con él así que tengo una oportunidad todavía

“Hija, ¿Que pasa contigo? No es que no me guste tu cambio, pero me asusta que estes por cometer una locura”, dice.

“No pienso asesinarlo, papá”, sacudo la cabeza,

“No estaba pensando exactamente en el asesinato, cariño, pero si pienso en que vas a cometer un error”, se ríe de mí.

“¿Y eso estaría mal?”, lo miro.

“Dependiendo lo que quieras hacer, recuerda que el trato fue que se casaban, pero él se mantenía al frente de las acciones de ambas empresas”, se encoge de hombros.

“No, jamás firmé nada Soy dueña de las acciones que me diste, papa, solo acordamos de palabra que el estaría al frente de las finanzas, pero sigo teniendo el mismo control que antes”, aclaro, sorprendiéndolo.

Suelta un suspiro, aliviado creo yo.

“Entonces, ¿Qué te impide pedir el divorcio?”, pregunta.

“¿No te molestarás si te lo digo?”.

“¿Hiciste algo ilegal? Entonces dime”, frunce el ceño

“Sé que Adam me es infiel, lo vi con mis propios ojos y la tiene viviendo en el departamento que me obsequió por nuestro aniversario hace años. Es una asistente, una pasante en la empresa, pero la cuestión aquí es que no dije nada”, le digo.

“Ese hijo de p%ta, ¿Cómo se atreve a engañarte?”, espeta.

“Ya no me importa tanto, papá, la cuestión está en que no quiero que se salga con la suya ¿Entiendes? Quiero… quiero herirlo, y mucho”, me encojo de hombros.

“¿De qué hablas?”, sacude la cabeza.

“Me quiero vengar y lo estoy haciendo, solo quiero pedirte una cosa, papi”, tomo su mano.

“¿Qué, amor?”, pregunta.

“No te molestes conmigo si causo un desastre”, digo.

Decidí quedarme en casa de mis padres más tiempo del planeado.

Ese mismo domingo me encerré en mi habitación, más que nada a pensar y mientras afuera el mundo y mi vida son un completo caos, encerrada en este cuarto del que no debí salir nunca, todo parece más tranquilo y sereno que nunca.

Pude pensar. Llegué a la conclusión de que la única forma de vengarme completamente de Adam es quitándole toda la seguridad que tiene, tanto la económica como su hombría, la que ya quedó demostrada es bastante frágil pues él puede c%gerse a quien quiera, tener una relación de años con otra mujer, pero yo ni siquiera puedo salir a cenar y da igual que diga que fue por Nick el enfrentamiento, en realidad lo habría hecho sin importar a quién tuviera en frente.

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