Esposo infiel
Capítulo 23

Capítulo 23:

POV Ava.

Nos traen nuestros platillos. A este momento, la botella de vino está casi por la mitad y prefiero enfocarme en comer, cosa que me mantiene feliz al ver el salmón ahumado que me mira con amor desde la mesa.

“A eso vinimos”, le digo.

“Antes, por favor, dime cuál es mi parte en todo esto”, dice.

“Tu mera presencia ya es un problema para Adam. Por el momento, eso”, me encojo de hombros, observándolo.

“¿Me trajiste desde Londres solo para incomodarlo? Ava… dame algo mejor”, frunce el ceño.

“Tu papel más importante comenzará con la fiesta que daremos la semana entrante”, me rio levemente.

“¿Para qué me necesitas?

Bajo la copa, dejándola en la mesa.

“Eres la única persona, además de mi mejor amiga, a la que le conté sobre mi situación amorosa y mis planes, por lo tanto, serás el único que podrá ayudarme. Janice tiene una mente maestra, esa fiesta será grandiosa y necesito que hagas algo por mí antes, aunque todavía no he recabado la información necesaria, por el momento, incomoda a Adam”.

“Pídeme consejos, almorcemos juntos en mi oficina todos los días, quizás salir algunas noches por semana, quedarnos con trabajo extra, pero más que nada, acércate a Kim”, digo.

“¿Por qué me acercaría a esa chica?”, es su turno de fruncir el ceño.

“Tengo la teoría que solo c%ge con Adam por dinero. Muy pronto las cosas cambiaran y necesitará otro de dónde sostenerse. Si puedes conseguir que se interese en ti, que al menos consigas una cita, sería de gran ayuda”, digo.

“Veo que no solo estás molesta”, niega con la cabeza.

“No, estoy furiosa”, asiento.

Nick suelta un suspiro, acordamos hablar después del almuerzo, porque la verdad es que mi estómago ruge del hambre que siento, así que comenzamos a disfrutar de nuestra comida y el ambiente, que suele ser bastante tranquilo o al menos eso me parecía cuando venía con Adam. Quizás, todo era un caos y por eso me agradaba tenerlo cerca, porque era mi calma.

Decido no enfocarme en las mi%rdas que pasan por mi cabeza, sino que disfruto de una charla bastante tranquila y agradable con Nick sobre sus tiempos en Londres, donde tuvo que ir a trabajar después de que Adam lo acusara de acosador.

En ese tiempo, donde creímos que era una amenaza, él solo me tomaba fotos porque esperaba tener a Adam siéndome infiel sin embargo se equivocó de tiempo pues comenzó con sus aventuras meses después de que saliera del país.

Me habría agradado tenerlo cerca, quizás de no haberse ido, me habría enterado mucho más fácil de su engaño.

Al cabo de una hora, se llevan nuestros platos vacíos, hemos comenzado con la segunda botella de vino pues accedió a beber conmigo, cuando a lo lejos escucho mi nombre.

“¿Oíste lo mismo que yo?”, pregunta Nick, frunciendo el ceño.

“¿Adam? No, no creo…”.

Segundos después, sabemos de quién se trata en realidad.

“¡Aleja tus p%tas manos de mi esposa, animal!”, espeta Adam.

Cierro los ojos, inhalando profundo. Al parecer, la fotografía de Nick sí le llegó y no lo tomó de la mejor manera.

Los demás comensales del restaurante, lo observan con el ceño fruncido mientras que mi acompañante sonríe victorioso, echándose hacia atrás con ambas manos en alto para cuando mi esposo se detiene junto a la mesa.

“No la estoy obligando a nada”, responde un Nick demasiado feliz.

Me uno a su risa, obteniendo una gélida mirada de Adam.

“¿Por qué estás de tan mal humor, querido?”, inquiero.

“Quizás, porque está en todos los diarios del país, tu foto, con este imbécil tocando tu trasero. Puede que sea eso, no estoy seguro”, gruñe furioso.

“Solo estamos almorzando. ¿Qué pasó con tu salida? ¿Quieres unirte?”, me río levemente.

“Estás ebria, nos vamos a casa ya”, rueda los ojos, tomándome del brazo. Intenta jalarme hacia arriba, aunque opongo resistencia.

“Estoy con un amigo, Adam, no seas cavernícola y vete ¿No puedes ni siquiera decir hola? Todos nos están mirando”, digo, mirándolo fijamente.

Entre nosotros se desata un duelo, uno que quizás ninguno quiere presenciar.

“Si no quieres que arme un lío peor, levántate y vámonos”, amenaza.

Su amenaza solo me hace reír. Quizás, con la bebida, soy un poco más hija de p%ta que estando sobria porque me levanto por voluntad, tomo mi bolso y me acerco a Nick, posando mis labios sobre su mejilla, para luego acercarme a su oído.

“Sedúcela”, es todo lo que digo.

Con un guiño comienzo a caminar hacia la salida, dejando atrás a un Adam que dé seguro está echando fuego por las orejas, pero me vale mi%rda. A estas alturas, solo quiero que se joda con todo lo que pueda ser mi culpa porque lo disfrutaré demasiado.

Apenas llegamos al valet, le pido mi coche, aunque Adam se interpone.

“Estás ebria. Yo conduciré. Súbete”, gruñe, quitándome las llaves.

Sus órdenes me cabrean, pero no más que su actitud mandona.

Antes de que pueda subirse al asiento del conductor, me acerco y en un arrebato planto la mano en su p$ne endurecido, la cual oprimo con fuerzas, logrando que se queje del dolor sin quitar ni por un segundo la vista de la suya.

“¡¿Qué estás haciendo?!”, espeta.

Me acerco a sus labios.

“A mí no me gritas, no me mandas, y no me obligas a nada. Dame las malditas llaves de mi p%to coche. Ahora”, gruño, apretando más.

Antes de que pueda dármelas a voluntad, termino quitándoselas, al mismo tiempo que libero su meo de mi prisión.

“¿Así vamos a funcionar ahora? ¿Dónde quedó tu p%ta lealtad?”, me grita.

Suelto un suspiro, sosteniéndome de la puerta del coche.

“¿Desde cuándo la palabra lealtad está en tu vocabulario? Hiciste una vida sin mí durante años. Me dejabas en casa semanas enteras, sola, sin siquiera una llamada o respuestas, y ¿Ahora te molesta que venga a comer? por Dios, no seas hipócrita, Adam”, inquiero, con una ceja en alto.

Bufa, molesto.

“No, esta soy yo aceptando las reglas que impusiste para nuestro matrimonio, así que apégate a ellas y no hagas preguntas, como ya lo hice durante años, porque como tú, no te daré las respuestas que quieres”.

Me subo a mi coche, sin importar que esté un poco pasada de copas, avanzo por la carretera a toda velocidad pensando en dónde carajos me quedaré, porque es claro que en casa no, pues una tormenta se está desatando en mi interior, una que quiere salir a llevarse todo por delante, incluso mi buen juicio.

Lo último que recuerdo es que, al llegar a casa de mis padres, bebí una botella completa de algún licor que me terminó por emborrachar y es que lo único que tenía en la cabeza era que Adam se atrevió a tocarme después de haber estado con su amante, lo que me repugnó hasta el punto en que terminé votando todo antes de dormir en mi habitación.

No recuerdo ver a mis padres en sí, tengo llaves, aunque nunca los utilicé desde el momento en que me mudé con Adam, pero era necesario ayer.

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