Esposo infiel
Capítulo 22

Capítulo 22:

[Ava Dawson y su ¿Amigo?]

Ese es el titular, adjuntando una fotografía de mi esposa, con el vestido rojo que llevaba puesto hoy, y un acompañante, su supuesta reunión de trabajo.

La foto podría haber sido demasiado inocente, de no ser porque su pareja le está tocando el trasero y porque, de hecho, esa pareja, es Nick.

El p%to Nick Harrington.

POV Ava.

Adam irá a verla, estará con ella, incluso después de decir que me esperaría en la tarde para ver una película. Estoy ardiendo por dentro, mientras sostengo el móvil donde me llegaron notificaciones sobre los movimientos bancarios que hizo desde la cuenta compartida.

Estoy tan molesta, que, en vez de querer salir a comer, mi mente trabaja en el siguiente paso que claramente, será destruirlo.

Me enfado conmigo misma por haber permitido que mi mente me dijera, en algún momento de la semana, que podría dejarlo pasar. Y sí, me siento como una imbécil porque estúpidamente pensé, que como Kim y él estaban distanciados después de tanto tiempo, él podría dejarla y yo a mi venganza.

Llegué a pensar incluso en que podría hablar con él, admitir que sé sobre su aventura, esperar a que se disculpará conmigo y aceptarlo, sin embargo, eso no pasará, porque quien engaña una vez lo hará siempre.

Enfadada como lo estoy, conduzco por las calles de la ciudad hasta llegar al centro. Encuentro el restaurante que buscaba, estaciono en la entrada entregando las llaves de mi coche al valet parking y bajo, sintiendo cómo todas las miradas se voltean hacia mí, como si tuviera una especie de magnetismo en mi cuerpo.

Frente a mí, Nick no tarda en acercarse a recibirme, con una sonrisa grande en sus labios mientras posiciona su mano en una zona bastante baja de mi cuerpo, algo que no pasó desapercibido cuando posa sus labios en mi mejilla.

“¿Quieres que te mate? ¿Qué crees que haces?”, susurro en voz baja, para no llamar la atención.

Es todo un maldito. Lo conocí hace años, cuando intentaba ligar conmigo y aunque al principio aborrecía el tenerlo cerca por la baba que derramaba cada que me acercaba, ahora mismo es una pieza más en el tablero de ajedrez, moviéndose como yo quiera, buscando el mismo objetivo; acabar con Adam Byrne.

“Quizás me tomé un poco en serio mi papel de arma secreta”, comenta.

“¿Por qué lo dices?”, pregunto.

Apunta con su mentón hacia el otro lado de la calle, donde un hombre con una cámara nos apunta directo a nosotros.

“¿Qué hiciste?”, vuelvo a preguntar.

“Es mi primo Mike, trabaja para un periódico de chismes como fotógrafo y quizás, lo chantajeé para que publicara algo que moverá un poco el avispero”.

Frunzo los labios para no reír a carcajadas.

“¿Crees que caerá?”, pregunta.

“Es hombre, Ava, y uno muy orgulloso. Cuando vea que estás conmigo va a enloquecer, ciertamente perderá los estribos, y eso es algo bueno”, niego con mi cabeza.

Nick me encamina por el restaurante hacia la mesa que reservó, la cual está en un balcón en el segundo piso.

El lugar es espléndido, maravilloso y uno de mis favoritos. Es el que más solíamos frecuentar con Adam, cuando creía que vivíamos en un cuento de hadas y no en una utopía donde engañar durante tres años se considera normal.

Tomamos asiento, ordenamos nuestros platillos y una botella de vino espumante. Mi favorito. Estoy acabando la primera copa, la cual me bebí de un solo trago, cuando noto que tiene una mirada divertida sobre mí en estos momentos.

“¿Mal día?”, dice.

Me encojo de hombros.

“Digamos que unos malos años ¿No vas a beber?”, digo, sirviéndome más

“No soy un hombre de beber, a decir verdad”, responde.

“Lástima, creí que encontraría a alguien que bebiera como yo”, hago una mueca.

Suelta un largo suspiro, espera a que termine de beber mi siguiente copa para alzar una ceja hacia mí.

“Ahora sí, ¿Por qué tenías tanta urgencia por hablar conmigo?”, le pregunto.

“Bueno, dado que me hiciste viajar desde Londres con la excusa de que me necesitabas y todavía no hemos hecho nada, creo que merezco saber qué clase de arma secreta soy”, comenta.

“¿Pensabas que todo se iría al carajo en segundos? No, así no funcionan las cosas conmigo”, digo.

“Exactamente quiero saber eso, cómo funcionan las cosas. Se supone que estoy aquí para cumplir un rol, y no hemos hecho nada todavía”, dice.

“Esa foto se publicará y seguramente tendré un berrinche de su parte en cuanto llegue a la casa. No digas que no hiciste nada”, le digo.

Se ríe.

Nick es lindo. Ciertamente, no tiene nada de malo, ni siquiera es una mala persona. Adam lo tiene como un acosador cuando en realidad, lo único que Nick quería era que dejara a Adam porque no me merecía. Jamás quise escucharlo, y ahora me arrepiento demasiado.

Quizás no habríamos terminado juntos porque no me gusta de esa forma, pero sí con alguien más, alguien que de verdad me valorara, sin embargo, ahora tengo la oportunidad de divertirme un poco con mi situación de mi%rda, y no voy a echarlo a perder.

“Ava, tengo la impresión de que estás tramando algo grande y no sé si quiero estar en medio.

“¿Tienes miedo acaso? Porque entenderé si quieres retirarte antes de que Troya se prenda fuego”, alzo una ceja.

“Vaya, pensé que cuando dijiste venganza, te referías a un par de mensajes sucios entre, tú y yo, quizás un acto montado sobre una noche loca de pasión, pero esto… estás realmente molesta”, dice.

Me termino mi tercera copa. Llevo casi un mes bebiendo como nunca lo he hecho y comienzo a pensar que estoy desarrollando alguna clase de resistencia al alcohol pues ahora atengo que beber la botella completa para poder sentir algo.

“Me engaña por tres años con una jovencita de veintidós. Dime, ¿Por qué no debería estar furiosa?”, digo furiosa.

“Oye, te entiendo. Te es infiel, lo amas, y todo, pero no creo que debas dejarlo sin nada””, suelta un suspiro.

“Eso es lo mínimo, querido Nick. Él comenzó a jugar conmigo sin yo saberlo. Fui una pieza de su juego de ajedrez, su propio juego, con sus p%tas reglas. Es momento de que responda, estoy cansada de guardar silencio y fingir ante ellos que no quiero saltarles a la yugular. ¿Tienes idea de lo difícil que es tener que dormir en la misma cama que él?”, me rio.

“Creí que ya no se veía con ella”, menciona confundido.

“¡Oh, no, sí lo hace! Ahí está justo ahora”, le digo.

“¿Cómo lo sabes?”, pregunta.

Le enseño mi móvil, las facturas de compra que hizo en tiendas de joyería y ropa de diseñador. Se ha gastado cerca de cien mil dólares en comprar puras estupideces, claramente eso me llegaría.

“Carajo”, espeta.

“¿Piensas que algo de eso fue para mí? No, nada, ¿Tienes idea de hace cuántos años que no me obsequia algo como eso? Sí, tres, la misma cantidad de tiempo que lleva c%giendo con esa puberta”, le digo.

“Creo que tienes que relajarte un poco. Si quieres vengarte, el enfado podría ser el peor de tus enemigos, Ava”, dice.

Ruedo los ojos.

“El enfado es lo que me mantiene cuerda. Sin el enfado, habría vuelto a ser la misma estúpida que siempre hacía la vista gorda, incluso cuando no debía”, aclaro.

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