Esposo infiel
Capítulo 2

Capítulo 2:

Suelto un suspiro.

“Ay no ¿Tienes café al menos?”, se queja.

“Mucho”, me trago las lágrimas al responderle.

“De acuerdo, te veo en cinco”, Janice cuelga y sé que, de hecho, la tendré aquí en cinco minutos pues vive en la cuadra siguiente.

Ella es una heredera, pero a diferencia de Adam y yo, Janice decidió que no va a dedicarse al imperio de los bienes raíces como lo hizo su madre. Para ella, el ser un alma libre tiene que ver más con viajar, encontrar amigos en todo el mundo, comer todo tipo de comidas exóticas y extrañas y ahí se encuentra a sí misma, por lo que su carrera de cocina le permite hacer todo eso.

Es una de las mejores chefs que tiene el país en estos momentos y una de las blogueras más importante. Además, es una feminista declarada quien busca siempre, poner los derechos de las mujeres en todo lo alto.

Todo lo contrario, a mí. No quiere casarse, ni planea tener hijos por el momento, tampoco es como si hubiera decidido para siempre porque aún es joven, pero por el momento, quiere vivir su vida mientras deja que su hermano menor aprenda del negocio familiar para que su madre no enloquezca del todo.

Cuatro minutos y medio después, siento que abren la puerta de mi casa y sé que es ella. La única persona que no necesita tocar.

Camina por la sala con su pijama puesto. Lanza las llaves de su coche sobre la isla de la cocina y viene a darme un abrazo de oso perezoso para luego ir por un café. Al menos alguien es cariñoso conmigo.

“Cuenta qué pasó antes de que suba a dormir de nuevo”, se queja.

Mis ojos se llenan de lágrimas. Por más que quiera, no puedo evitar sentirme tan mal y ella lo nota, me permite   administrar mis emociones como mejor me convenga antes de que lance siquiera una palabra.

“Se fue a trabajar y otra vez tuve que rogar por un beso. Su expresión, la forma en que me hizo a un lado, yo…”, digo.

Rueda los ojos, dando sorbos a su café, despertando de a poco.

“¿Qué está mal conmigo? Desde hace semanas que está comportándose extraño. No llega a casa a horario por las noches, los findes siempre tiene un evento al que no puedo ir e incluso me pidió que no fuera a la oficina porque lo distraigo. ¿Está pasando algo que no estoy viendo?”, cuestiono.

Janice alza una ceja.

“Nuestro aniversario… él ni siquiera lo recordó, no… ¿Cómo olvidas tu aniversario?”, pregunto.

“Perdona lo que diga de esta manera, amiga, pero el hombre que olvida un aniversario y hace todo lo que dijiste, es claro que tiene a otra”, suelta un suspiro.

Parpadeo. Algo dentro de mí se enciende y es que, podría perdonarle casi cualquier cosa, excepto que tenga a otra mujer en su vida. Ese fuego que me toma el corazón me altera tanto que niego con mi cabeza, incapaz de creer que algo como eso esté sucediendo.

“Quizás hay problemas en la empresa y no quiere decirme”, comento.

“Tiene otra”, dice.

“Puede que esté enfermo, con algo terminal, y tenga miedo de decirme así que se aleja de mí”.

“Tiene otra”, repite.

“O incluso podría estar preparando una mega fiesta sorpresa celebrando nuestro aniversario y yo aquí creando ideas locas en mi cabeza”.

“¡Tiene otra, Ava! ¿De verdad no te pusiste a pensar? El hombre ni siquiera puede estar en casa. Si no tiene otra ya, lo está considerando, créeme”, me grita, devolviéndome a la tierra

“No es eso, sé que sería incapaz de hacerlo”, suelto un suspiro.

“¿Por qué lo crees?”, dice.

“¡Él me ama!”, espeto.

“¡Es un hombre, por amor de Dios! Solo hace falta una mujer espléndida para que se olviden de todo, incluso del amor. Y créeme que ese hombre, siendo tan idiota como sé que es, ni siquiera tuvo que desnudarla para desplazarte”, espeta

“¡Janice! No seas tan cruel”, digo.

Se encoge de hombros.

“A ver, ¿Alguna vez se lo preguntaste siquiera? ¿Te sentaste con él a hablar de sus problemas?, digo, si tienen un buen matrimonio, la comunicación es clave”, dice, con una ceja en alto.

“Bueno, no… no podría preguntarle si me está engañando. Se sentirá…”, frunzo el ceño.

“¿A quién le importa cómo se siente? Ava, cariño, eres joven, hermosa e inteligente y no me creo que seas tan idiota. ¿De verdad que jamás le preguntaste? ¿Fuiste a la oficina? ¿Le seguiste al menos?”, cuestiona.

Niego con mi cabeza, haciéndola rabiar. Alarmada, abro la boca.

“¿Seguirlo? ¿Qué soy, el Agente 007? Claro que no, esa ni siquiera es una opción”, declaro.

“¿Por qué no? Tienes dudas, quieres saber qué hace tu esposo para su aniversario, el cual ni siquiera recuerda y te dejará plantada hasta el anochecer, si es que regresa, claro, así que dime que parte de todo eso te parece una mala idea”, me dice.

Trago grueso. No me veo a mí misma persiguiendo a mi esposo durante todo un día para notar que, de hecho, no está haciendo nada malo, porque confío en él. Años de conocernos, de crecer juntos, de recuerdos, es lo que me prohíbe pensar en él de esta forma.

“Adam sabe que lo peor que puede hacerme, es engañarme así que no creo que se haya atrevido”, espeto.

“Toma las llaves de tu coche y averígualo”, Janice se encoge de hombros.

“¿Tú crees? ¿Y si solo pierdo el tiempo?”, pregunto dudosa.

“Entonces regresas a casa, esperas a que llegue y lo sientas en ese sofá de allá para preguntar qué demonios le está pasando. En caso contrario, que tenga una amante escondida por ahí, tomas este cuchillo de aquí y lo castras”, comenta, con su boca llena de crema.

“Que conste que esto me pareció ridículo y estúpido”, comento, dentro de mi coche, mientras la nieve cae lentamente sobre mi coche.

“¿Por qué te hice caso?”, pregunto.

“Porque dentro tuyo sabes que existe la posibilidad de que Adam tenga a otra”, responde.

Suelto un suspiro ¿Estoy haciendo bien esto? Jamás he sido detective, pero sé que debería hacer otra cosa que simplemente quedarme dentro del coche a las afuera de las oficinas de mi empresa.

“¿Debería entrar?”, digo.

“¿Estás loca? La idea es agarrarlo con las manos en la masa y si te ve, no vamos a saber nada. Tienes que quedarte ahí, esperar a que salga y seguirlo”, sugiere.

Después de algunas conversaciones más con Janice, me cuelga porque tiene que atender su blog y no sé qué otras cosas más. Si bien me ayudó bastante pues vengo en su coche, ya que, según ella, venir en el mío habría sido demasiado obvio.

Estoy comenzando a sospechar que esta podría no ser su primera vez en esto de hacer de detectives, cuando veo que mi esposo sale del edificio.  Estamos en pleno invierno, la ciudad de Nueva York es demasiado fría a esta altura del año, justo por eso en cada invierno, solíamos pedir comida a las oficinas cuando yo estaba ahí, sin embargo, veo que sale al horario de la comida.

Se estira un poco en la entrada, lleva algunas carpetas consigo y de pronto, veo que sale una mujer a la que yo no conozco de nada.

Claramente están juntos porque comienzan a caminar por la calle, charlando animadamente sin importarles un carajo la mi%rda de nieve que cae sobre ellos. Yo estoy muerta del frío y eso que tengo calefacción, pero parece no importarles para nada, solo caminan y a mí, me hierve la sangre.

Rebusco entre las cosas que tiene Janice en el coche, el cual parece un departamento de soltero, y encuentro unas gafas de sol. Esto es suficiente para mí, me coloco mi gorro después de envolver todo mi cabello y finalmente salgo a la calle, persiguiéndolos a una distancia prudente.

No veo entre ellos un acercamiento, ni siquiera puedo verle el rostro a la mujer que va a su lado. Veo que entran al restaurante donde solíamos ordenar nuestro almuerzo y toman posición en la misma mesa donde nos sentábamos cuando íbamos juntos.

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