Esposo infiel -
Capítulo 1
Capítulo 1:
POV Ava.
10 de enero, día de nuestro aniversario número cinco.
Me levanto temprano, incluso más temprano de lo que suelo levantarme siempre para hacerle el desayuno. Voy a la ducha, me arreglo como si fuésemos a algún lado cuando en realidad, solo será un desayuno para dos, pero da igual, me gusta verme bien arreglada.
Me coloco mis pantalones de oficina, los cuales ya ni siquiera ocupo, y una camisa blanca suelta que deja mis brazos al aire al ser sin mangas.
Luego de ponerme unas bajas, voy hacia la cocina donde ni siquiera los empleados se han levantado. Enciendo las luces, saco todos los ingredientes que necesitaré y finalmente, comienzo a preparar nuestro desayuno anual de aniversario. Es casi come un ritual para nosotros.
Dado que ambos solíamos trabajar demasiado cuando nos casamos, nos ideamos un plan para pasar juntos este día, por más de que no hubiera nada más, casi siempre hay intercambio de obsequios.
En el primer año, Adam me obsequio un viaje para nuestras vacaciones hacia Ibiza donde pasamos dos semanas en un hotel de lujo haciendo el amor a orillas de una piscina infinita.
Claro que tenemos una en casa, de hecho, fue una de sus condiciones cuando buscábamos bienes raíces, pero, en fin, su segundo obsequio fue una cadena de oro con una inicial de su nombre, luego le siguieron pulseras, un departamento en la ciudad; no tenía idea de por qué me había obsequiado un departamento, y el último, solo un ramo de rosas.
No me quejo, creo que tengo el dinero suficiente como para comprarme lo que yo quiera en este mundo, pero no negaré que fue un poco decepcionante comparado al Lambo que yo le obsequié.
Este año es diferente. Exactamente, hace doce meses atrás, decidimos juntos que era tiempo de que yo dejara mi empleo para quedarme más tiempo en casa pues pensamos en agrandar la familia.
Al principio, cuando apenas éramos unos recién casados, pospusimos la idea por el trabajo dado que éramos herederos de un imperio familiar, decidimos poner las cosas en orden, acostumbrarnos a ser los líderes, hacer nuevos negocios y los años pasaron.
La idea de tener hijos jamás regresó, hasta hace un año que Adam lo propuso y dado que nuestra empresa, Doble A Arquitectura, estaba en una buena posición, decidí tomar un retiro momentáneo.
Durante toda mi vida fui una mujer trabajadora. El imperio que formó mi padre, Harold Dawson con su mejor amigo, Henry Byrne, se convirtió rápidamente en una de las mejores empresas de arquitectura del país lo que le permitió abrir más el mercado, abriendo sucursales en Londres y Rusia.
Ambos fueron los líderes de América en cuanto a construcción, y aquel enorme legado nos fue obsequiado a nosotros. Únicos hijos de ambas partes. Era más que obvio que terminaríamos juntos.
La primera vez que nos vimos como algo más, después de haber crecido juntos prácticamente, fue en la preparatoria, cuando después de una fiesta donde terminamos completamente ebrios, dormimos juntos en su departamento. Pasé allí una noche, luego otra y otra, y otra, hasta que al final, nos dimos cuenta que estábamos de noviazgo sin haberlo pensado o buscado.
Nuestras vidas estaban hechas para coincidir. Eso es seguro, Mismas reuniones de negocios, familiares, mismos amigos, misma universidad, mismo edificio de apartamentos.
Era como si el universo mismo hubiera conspirado a nuestro favor desde el principio, y no se equivocaron. Al conocerlo mejor me di cuenta de que teníamos demasiadas cosas en común, como padres ausentes y madres un poco interesadas.
Como si nuestras vidas estuvieran escritas con la misma tinta, nos casamos apenas cumplí los veintidós. Tuvimos nuestros títulos en mano y luego una empresa en nuestros hombros.
Finalmente tenemos la vida que siempre soñamos, a la que estamos acostumbrados. Ambos con trabajo, bueno, él ahora con el trabajo de ambos, y con una visión de futuro prometedor donde pronto seremos tres. Quizás.
Apenas termino de preparar su desayuno estilo gourmet cuando siento que baja las escaleras, puntualmente a las siete de la mañana. Me doy una mirada rápida en el espejo en la pared, arreglando un poco mi maquillaje improvisado, y estiro la boca en busca de un beso que no llega, cuando él viene a mi lado.
No comprendo que sucede. Adam va por una taza de café ya que ni siquiera ha notado que he preparado el desayuno.
“Hice el desayuno”, aviso en voz baja.
Adam parpadea, observa lo que señalo, pero no veo ni un atisbo de emoción en sus ojos, solo confusión.
“¿No gustas?, le digo.
“Tengo una reunión importante en menos de una hora”, hace una mueca.
“¿Tan temprano?”, pregunto.
No me mira cuando pasa por mi lado, en busca de un hot cake que toma en su mano.
“Son inversionistas que vienen del exterior. Tengo que atenderlos antes de que salga su próximo vuelo”.
La explicación es tan vaga que ni siquiera la llego a comprender. No tiene sentido, ni siquiera tiene sentido su actitud la cual esperaba que cambiara, al menos hoy, que es una fecha especial para nosotros.
“¿Quién viene a desayunar que te esmeraste tanto?”, pregunta.
Trago grueso, intentando que la bola de emociones que tengo atorada en la garganta no se note tanto como la ira que toma mis ojos por completo. Y no comprendo lo que sale de mi boca, porque no suelo mentir. jamás digo ni siquiera una ‘mentira blanca’ porque eso no es para mí, sin embargo…
“Janice. Hoy es su cumpleaños y quería sorprenderla”, miento con demasiada facilidad.
“¿Por qué viene a casa? Ya te dije que es una mala influencia esa mujer”, hace una mueca de disgusto.
“Es mi mejor amiga. Vendrá todo lo que quiera porque también es mi casa”, apenas suelto aquellas palabras, obtengo su mirada en mí por primera vez desde que bajó y la verdad, es que mi respuesta no le gustó para nada. Tanto así que me mira con el ceño fruncido.
“¿Qué fue ese tono? Ava, querida, no es digno de ti”, dice.
Bajo la mirada.
“Lo sé, no sé qué me pasó”, mi respuesta es en el tono de siempre, aquel que utilizo para no molestarlo cuando dice que está en una reunión importante cuando llamo y la misma que tengo en casa cuando quiere descansar.
No está acostumbrado a que grite, insulte, levante siquiera un poco la voz.
“Bueno, voy saliendo que tengo mucho que hacer hoy”.
Toma otro hot cake, deja la taza sucia en la mesada de la cocina y está saliendo apresurado de la habitación sin siquiera haberme dado un beso. No es que yo esté mendigando un poco de cariño, pero me sorprende demasiado su actitud y no solo de hoy, sino de varios meses atrás.
Supongo que no quise verlo antes, pensé que era solo cansancio y que pronto estaríamos mejor, cuando las cosas se solucionaran en la empresa pues supe por él que estaban pasando por una crisis con una constructora, sin embargo, nada cambió. Y nos acostumbramos a ser indiferentes, bueno, él se acostumbró porque a mí todavía me pesa que tenga que correr tras él por un beso.
Lo alcanzo cerca de la puerta, tomo su antebrazo y le planto un beso en los labios el cual me devuelve de mala gana, haciéndome a un lado.
Llego tarde es lo único que dijo.
Entonces se fue, salió por la puerta principal y se subió a su coche estacionado justo en la entrada donde el valet le entrega las llaves. Apenas sale de nuestra lujosa y privada propiedad en medio de la ciudad, corro hacia el teléfono de la sala, marcando el número de mi amiga.
Janice fue la única, literalmente, la única persona que me rogó porque no me casara con Adam. Para ella, un tipo como él no me merecía y la verdad, aunque intenté que me dijera a qué se refería con eso de ‘un tipo como él’, jamás quiso hacerlo.
Es la clase de amiga que sabe que estás cometiendo un error, pero la cual espera a que tú mismas abras los ojos para no decir que se cagó en tu sueño, y conmigo lo hace a la perfección ya que, siempre que tengo un problema con Adam, recurro a ella pues solo me presta el oído, casi nunca me da consejos sobre lo que debo hacer.
Siempre dice que no es bueno interponerse en un matrimonio, ya que suelen terminar juntos sin importar qué.
En mi caso, ahora mismo, mientras espero a que despierte por los tonos de llamada incesantes que le hago, oculto el obsequio que tenía preparado para él, debajo de la isla de la cocina. Un lugar que jamás se le ocurrirá abrir.
“Dime que es una urgencia porque te juro que te asesinaré si no”, comenta una adormilada Janice.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar