Esposo infiel
Capítulo 19

Capítulo 19:

POV Ava.

Esa mera pregunta, me deja ver que la mejor elección que hice, fue cambiar de estrategia. Estar todo el tiempo a la defensiva no haría que se enamorara perdidamente de mí, ni siquiera haría que me quisiera cerca, sin embargo, este primer encuentro me agrada.

Es perfecto, más que nada porque siento un par de ojos quemándome la nuca.

“Eso sería perfecto, cariño. ¿Podemos cenar con papá más tarde?”, pongo la mejor y más dulce de mis sonrisas. Incluso finjo un rubor en mis mejillas.

“Lo que tú quieras, amor. Hoy seré solo tuyo”, se encoge de hombros.

Me hubiera fascinado que hubiera sido así desde que nos casamos, no ahora que tengo que destruirlo,

Inhalo profundo. La sonrisa falsa en mis labios me duele, pero a sabiendas de que Kim está mirando y que la primera fase del plan es crear problemas en el paraíso, me acerco rápido a él, para abrazarlo. Adam no tiene idea de lo que espera.

“Te veré más tarde”, dice en mi cuello, antes de dejar un beso en mi piel que deja ardientes rastros que quiero quitar fregando y con lavandina.

Para cuando se aleja, camino hacia mi oficina sin siquiera voltear a ver a Kim, porque sé que su expresión sería un poema, uno al que no podría resistirme y terminaría riendo, así que paso directamente a mi oficina.

Un gran cuerpo, trabajado incluso, se voltea en mi silla, sonriéndome desde esa posición.

“Lindo espectáculo ¿Ahora van a ser felices por siempre?”, ironiza.

“¿Cuándo será mi turno? Estoy ansioso por ser protagonista”, ruedo los ojos, dejando los planos sobre mi escritorio.

Sonrío.

“Pronto, querido, pronto”.

POV Adam.

Llego a casa por la tarde, apenas termina mi turno en la empresa. Dado que Kim no quiere hablar conmigo después de tres semanas, según ella porque fallé en nuestra relación, me veo obligado a regresar a la casa que comparto con Ava.

Apenas estaciono mi coche, ella hace lo mismo con el suyo, con ese flamante negro recién salido de la concesionaria, que reluce apenas le dan los rayos de la tarde. ¿Siento envidia? Mucha.

Con su sensual traje blanco, y esa falda tubo que me fascina por cómo le queda resaltando su trasero, saca su maletín y algunos planos que se trae a casa para terminarlos aquí.

Es como que no descansa, ni siquiera la siento por las noches cuando se acuesta a mi lado y menos la veo cuando se levanta, porque, a fin de cuentas, cuando abro los ojos ya no está. Se saca los lentes de sol, poniendo una media sonrisa al verme.

“De lejos se nota la envidia que tienes”, bromea, mientras camina hacia la puerta de entrada.

Desde que regresó a la empresa, la noto tan combativa que en el único momento en que puedo disfrutar realmente por cómo es, es aquí en casa.

Ya no me molesta quedarme con ella en la casa, de hecho, creo que inconscientemente lo deseo cada noche porque, a fin de cuentas, es lo único bueno de mis días. Eso y que las ganas de c%gerla no me dejan sacármela de la cabeza.

Es una maldita insensible, lleva semanas enteras haciendo que le dé se%o oral, que le dé placer, pero no es capaz de darme absolutamente nada, la muy desgraciada. Siempre se cansa, se duerme, tiene el período, olvidó tomar la píldora, algo que intento a toda costa que deje, pero no quiere. Apenas entramos en la casa, lanzo mi maletín a un costado tomándola de la cintura.

“¡Adam!”, se ríe.

Tira las cosas que llevaba en las manos para voltear, aunque dado que le gusta jugar, le daré un poco de su propia medicina. La aprisiono contra la mesa del recibidor, le subo la falda entre risas y risas, y acomodo mis dedos en su ropa interior.

“Alguien va a vernos”, susurra toda ruborizada.

“¿Eso te importa?”, respondo.

Muerdo el lóbulo de su oreja, logrando que eche la cabeza hacia atrás. Mis dedos buscan su camino hacia su entrada la cual está empapada y eso que apenas comenzamos. Tengo planeado hacerla perder la cabeza, aunque desde hace semanas, el que ha perdido la cabeza soy yo.

Me levanto pensando en si se me dará llevarla a la cama cuando antes ni siquiera tenía que intentar. Ava siempre estaba dispuesta, lista como ahora que mis dedos se desplazan en su interior con facilidad por sus fluidos, p$netrándola con mis dedos que, a este paso, ya conocen a la perfección su camino hacia el org%smo.

Veo que sus nudillos se ponen blancos al tomarse del borde de la mesa, está tan lista para mí que me muevo en su interior, disfrutando del placer que le doy, que por poco me olvido de mi misión.

Lleva tanto tiempo haciéndome pasar por idiota, que me muevo con rapidez, incrementando mis toques, logrando que arquee la espalda en cuestión de segundos, mordiendo su labio inferior.

“¡Carajo!”, grita, sintiendo el temblor de sus piernas, las mismas que se tornan como gelatinas.

Tengo el p$ne tan duro y erecta que comienza a molestarme dentro del pantalón y sé que el plan era hacer que quede como está, pero ¿Cómo podría dejar las cosas a medias cuando llevo tanto tiempo queriendo que me de placer como antes? No tengo a Kim, no quiero a nadie más y por más que mi amante esté dispuesta, yo no quiero.

No siento la misma pasión porque mi cuerpo me pide terminar lo que comencé, con la persona responsable de dejarme en este estado.

Salgo de su interior, la volteo para que me vea a los ojos mientras logro que se corra y debo decir que tengo una vista demasiado sensual frente a mí, con su falda enrollada en la cintura, su respiración agitada y las mejillas sonrojadas, no me detengo mucho a pensar cuando me introduzco de nuevo en su interior, abriendo sus piernas, disfrutando de la sensación de ser yo quien la pone así.

“¿Disfrutas dejarme siempre a medias?”, digo contra su mejilla.

Sus uñas se clavan en mi antebrazo, buscando su propia liberación.

“¿Por qué disfrutas torturarme, Ava? ¿Crees que es gracioso?”, le digo.

“Cállate y déjame terminar esto”, g!me, para luego alzar una de sus piernas, en su posición preferida para correrse.

Juro que no tengo intención de dejarla así, a casi nada, pero el que alguien carraspee detrás de nosotros, me obliga a salir de ella, enfrentándome a la mirada divertida que tiene mi padre.

“¡Papá!”, grito.

“¡Ay por Dios!”, grita Ava, cubriéndose de inmediato con su falda.

Está tan avergonzada que mantiene la mirada baja mientras que yo intento cubrirla con mi cuerpo, intentando no lanzar un puñetazo a mi padre.

“¿Qué haces? ¿Quién te dejó entrar?”, le espeto.

“El ama de llaves, claro que de haber sabida que ahora cogen en cualquier lado, me habría quedado en la cocina, esperando ¿Cómo estás, linda?”, bromea

“Bien, yo… me iré a dar una ducha rápida. Ahora regreso.

Él le guiña un ojo cuando pasa por su lado, sin dejar pasar el hecho de que le mira el trasero. Ava sube las escaleras con premura, creo que, para evitar las risas de mi padre, lo que me resulta demasiado embarazoso.

Una vez que pierdo a mi esposa en el piso de arriba, palmeo el hombro de mi padre.

“Vamos al jardín”, le digo.

Nos encaminamos hacia la parte trasera de la casa, de paso le pido a las sirvientas de la cocina que nos preparen algún aperitivo y tomamos asiento en la mesa de jardín que tengo. Mi padre, quien todavía mantiene la risa en su expresión, alza una ceja al verme.

“Sea lo que sea que vayas a decir, guárdalo para después de que traigan nuestros aperitivos”, reniego volteando la vista hacia el frente.

Se encoge de hombros, espera como le pido y para mi mala suerte, las empleadas no tardan casi nada en traernos algunas cosas, por lo que una vez que quedamos a solas, sé que no podré parar su lengua.

“Bien, dilo, pregunta lo que quieras”, ordeno.

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